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La posibilidad de un pacto de gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos ha traído estos días al debate público la memoria del Frente Popular. Era precisamente el periodista Enric Juliana quien en una de sus columnas en La Vanguardia señalaba con estas palabras la excepcionalidad del momento histórico que vivimos: “Es la primera vez en España, desde los tiempos de la Segunda República, que el Partido Socialista Obrero Español ofrece un gobierno de coalición a una fuerza situada a su izquierda”. Los gobiernos de corte frentepopulista, esto es, de coalición entre socialdemócratas y comunistas u otras fuerzas alternativas de izquierdas, han sido una rara avis tanto en la Europa de la postguerra mundial como en la de la postguerra fría. Si bien son más frecuentes las experiencias de gobiernos plurales de izquierdas en los niveles local y regional, el salto a la política nacional nunca ha sido sencillo.
La socialdemocracia, que desde los años 80 vive instalada en una larga marcha hacia el social-liberalismo, mantiene grandes discrepancias con los partidos ubicados a su izquierda en cuestiones centrales como la política económica y exterior, o el modelo de construcción europea, así como también a menudo en otros temas muy sensibles de política doméstica, como las políticas migratorias o, como sucede en en España y Gran Bretaña, la cuestión de la plurinacionalidad.
Asimismo, los estrategas electorales de los partidos socialistas europeos, muy centrados en la caza del voto centrista, recelan de los pactos con las izquierdas, conscientes de que estos puede espantar a los votantes moderados de clase media. Por su parte, los partidos comunistas, verdes o de la izquierda alternativa, a quienes la participación en gobiernos con el centro izquierda no siempre les ha resultado electoralmente beneficiosa, han oscilado y oscilan, entre un papel testimonial, más de denuncia que de gestión, la búsqueda de pactos de gobierno con la socialdemocracia, y la competición política con esta por adelantarla y hegemonizar un mismo espacio progresista, el llamado sorpasso. Una sorpasso que sólo ha llegado a producirse en Europa en las elecciones griegas de 2015, en las que Syriza se impuso en unas votaciones marcadas por la crisis, las protestas sociales, la intervención de la Troika y el desprestigio del bipartidismo heleno.
Los comunistas en la postguerra mundial: del Gobierno a la marginación
La fuerza social y el prestigio adquirido por los partidos comunistas en las resistencias antifascistas llevaría a estos a formar parte de los primeros gobiernos formados en Europa al término de la Segunda Guerra Mundial, denominados de frente nacional, por reunir en su seno no sólo a las fuerzas progresistas que habían integrado los frentes populares de los años 30, sino también a las derechas comprometidas con el antifascismo.Los socialistas, alineados con EE UU y la OTAN en la Guerra Fría, participarían en los 50 en casi todos los países en la creación de un cordón sanitario que marginaría a los partidos comunistas extramuros del sistema político
La posición de Stalin y de los dirigentes comunistas europeos sería extender al periodo de postguerra la colaboración ensayada durante las resistencias entre comunistas, socialdemócratas, democristianos y liberales. Un nuevo pacto entre capital y trabajo por el cual el movimiento comunista renunciaba a sus objetivos revolucionarios, contenía a los sectores más radicales del movimiento obrero y se comprometía con las tareas y los sacrificios de la reconstrucción nacional, pero a cambio de participación en la política gubernamental, democratización del Estado y mejoras para la clase trabajadora.
El equilibrio duraría poco. En 1947, con el giro de Truman en la política internacional norteamericana, el inicio de la Guerra Fría y el incremento de la hostilidad entre EE UU y la URSS, este pacto se resquebrajaba en toda Europa. En el Este las llamadas democracias populares evolucionarían en la práctica hacia mal disimulados regímenes de partido único. En el Oeste, el comunismo sería señalado como el enemigo interno: la quinta columna para una invasión soviética a Europa occidental. Consecuentemente, los ministros comunistas serían expulsados de todos los gabinetes en los que tenían presencia y los partidos políticos pertenecientes a la Kominform condenados al ostracismo.
Eurocomunismo y unión de las izquierdas: salir del gueto, entrar en el Gobierno
Aislados políticamente en plena ola de paranoia anticomunista y muy supeditados a las orientaciones de Moscú, la década de los 50 sería una larga travesía por el desierto para los partidos comunistas de Europa occidental. Los socialistas, alineados con EE UU y la OTAN en la Guerra Fría, participarían en casi todos los países en la creación de este cordón sanitario que marginaría a los partidos comunistas extramuros del sistema político, pero que al mismo tiempo privaba a la socialdemocracia de un socio necesario en muchos países para apoyarse y formar gobiernos de izquierdas.Salir del gueto político y volver a participar, aunque fuera como socio menor, en coaliciones gubernamentales, se convertiría durante los años 60 y 70 en el objetivo central de la política comunista. Para ello era necesario proyectar una imagen renovada, distanciada tanto de la URSS como del radicalismo de las nuevas generaciones sesentayochistas, plenamente comprometida con la defensa de los derechos humanos, las libertades democráticas y el proyecto europeo, así como ampliar la política de alianzas reconstruyendo los puentes rotos con los socialistas, y extendiendo incluso la colaboración a los sectores considerados más progresistas dentro de la democracia cristiana.
La Unión de la Izquierda en Francia, el Compromiso Histórico en Italia y la Política de Concentración Nacional en España serían distintas declinaciones de esa misma estrategia eurocomunista. Una estrategia que fracasaría tanto en la agitada Italia de los años de plomo, donde el asesinato en 1978 del primer ministro Aldo Moro cerraría las puertas a una coalición de gobierno entre comunistas, democristianos y socialistas, como en la España de la Transición.
En nuestro país tanto la UCD como el PSOE rechazarían la pretensión de Santiago Carrillo de formar un gobierno de unidad nacional para pilotar el proceso democrático. Felipe González, consciente de que para llegar a la Moncloa debía atraer a una parte de los votantes de la UCD, sería extremadamente cauto a la hora de relacionarse con los comunistas, limitando los pactos con el PCE-PSUC al acuerdo que tras las elecciones municipales de 1979 permitiría a las izquierdas gobernar en coalición las principales ciudades españolas.
Una relación difícil: socialistas y comunistas en los gobiernos francés y portugués
La firma del llamado Programa Común por socialistas y comunistas y la posterior victoria de las izquierdas francesas en las presidenciales y legislativas de 1981, sería el principal éxito de la estrategia eurocomunista. Bajo la presidencia del socialista Francois Miterrand se formaría el primer gobierno con ministros comunistas en la historia de un país perteneciente a la Comunidad Económica Europea, además de integrante de la OTAN. El gobierno de este nuevo Frente Popular, sería acogido con gran expectación en toda Europa. La izquierda tenía ahora en sus manos contrarrestar el auge de las ideas neoliberales preconizadas por Margaret Thachter y Ronald Reagan y mostrar que era posible una salida alternativa a la crisis económica.Los primeros pasos del gobierno serían muy atrevidos tanto en materia económica, con nuevos impuestos a las grandes fortunas y nacionalización de grandes empresas, como de derechos civiles, con la abolición de la pena de muerte y la despenalización de la homosexualidad como principales hitos. Sin embargo, el amor entre socialistas y comunistas duraría poco. En 1984 el PCF criticaba el viraje conservador de sus aliados socialistas, denunciaba la traición de Miterrand al programa pactado y abandonaba el gobierno con un sonoro portazo.
Tras el levantamiento contra la dictadura, socialistas y comunistas pasarían a formar parte del gobierno provisional de civiles y militares que pilotaría Portugal de 1974 a 1976
La salida de los comunistas se debía en parte a que efectivamente el partido de Miterrand estaba cambiando su política económica debido a la fuga de capitales, el crecimiento de la inflación y la presión de los poderes financieros internacionales, pero también a cálculos electorales. El PCF presentía que su presencia se estaba diluyendo en un gobierno hegemonizado por la figura del presidente Miterrand y que le convertía además, ante sus bases obreras, en corresponsable del aumento del desempleo y la adopción de políticas impopulares de ajuste y desindustrialización. La paradoja de lo que vendría después sería que mientras que la salida de los comunistas no frenaría su declive electoral, el PSF sobreviviría a la crisis económica, recuperaría la popularidad perdida y una vez en el poder lograría ya mantenerse sin el apoyo del PCF, convertido en una sombra del gran partido que había sido.
La otra gran experiencia europea de colaboración gubernamental entre socialistas y comunistas tendría lugar en el Portugal revolucionario. Tras el levantamiento contra la dictadura, socialistas y comunistas pasarían a formar parte del gobierno provisional de civiles y militares que pilotaría el país de 1974 a 1976. Las divergencias entre uno y otro partido se pondrían muy pronto de manifiesto. Mientras el PSP abogaba por una rápida transición de Portugal hacia una democracia liberal homologable a las del resto de Europa occidental, el PCP apostaba por una profundización en los aspectos más socializantes y anticapitalistas de la revolución, reservando al Movimiento de las Fuerzas Armadas el papel de protector del espíritu revolucionario del 25 de abril de 1974.
Estas dos estrategias conducirían a múltiples choques entre uno y otro partido a lo largo de un tenso y crispado 1975 en el que el país bordearía la guerra civil. Los socialistas se movilizarían muy activamente contra el gobierno del coronel Vasco Goncalves, próximo al PCP, acusándolo de pretender implantar una dictadura comunista en Portugal. La caída del gobierno Goncalves en noviembre de 1975 y la formación de uno nuevo encabezado por el líder socialista Mario Soares alejaría definitívamente a los comunistas de la sala de mandos de la revolución, que iniciaba su reflujo.
La recomposición de la izquierda plural francesa, el gobierno rojiverde alemán y L'Unione italiana
Entre la última década del siglo XX y la primera del XXI, con anterioridad a la crisis económica de 2008, varios países europeos van a apostar por gobiernos de izquierda plural. Estas coaliciones se van a caracterizar, grosso modo, por una combinación de políticas sociales y estricto respeto a los marcos económicos definidos por el neoliberalismo. Un contexto de bonanza económica y buena recaudación fiscal por parte del Estado va a permitir estas políticas redistributivas sin tocar los beneficios del capital.En Francia, Alemania e Italia una socialdemocracia necesitada de apoyos para derrotar a las derechas y retornar al poder va a mirar a su izquierda en busca de aliados. Por su parte, tanto los partidos verdes como los comunistas van a renunciar al programa de máximos para apostar por un perfil menos identitario, y más de gestión y de gobierno. Incluso en España, donde el PSOE había rechazado en 1993 un acuerdo de gobierno con IU, los socialistas, contagiados por estos vientos de Europa, firmarán un pacto con la coalición de izquierdas para concurrir juntos al Senado en las elecciones generales de 2000. Si bien el PSOE obtendrá un sonoro fracaso en estas elecciones, en varias comunidades autónomas y ayuntamientos los socialistas prosperarían acuerdos de gobierno con IU, ICV, ERC y otras formaciones de izquierdas.
La expresión izquierda plural, que se generalizará entonces para designar a ese tipo de gobiernos, se inspiraría en la coalición formada en Francia entre 1997 y 2002 por socialistas, verdes y comunistas. El gabinete del socialista Lionel Jospin volvía a incorporar ministros comunistas, ausentes desde 1984, y por primera vez también a ecologistas. Con un programa mucho más moderado que el de 1981, el gobierno de la izquierda plural alternaría medidas de corte liberal, como la privatización de parte de las empresas estatales, con otras de fuerte calado social, como la implantación de la jornada laboral de 35 horas, que tendría una gran proyección internacional y se convertiría en el principal símbolo del gobierno.
Casi paralelamente a la experiencia francesa, tomaba cuerpo en Alemania la coalición de Socialdemócratas y Verdes, que en 1998 devolvía a la izquierda alemana al poder tras la larga era del democristiano Helmut Kohl. La coalición entre socialdemócratas y ecologistas, ensayada previamente en algunos estados y ayuntamientos, suponía la definitiva normalización de Los Verdes como un actor más en el sistema político alemán. A través de su vicecanciller y ministro de asuntos exteriores, Josckha Fisher, el partido ecopacifista llegaría incluso a apoyar los bombardeos de la OTAN en Yugoslavia. La coalición rojiverde, que se prolongaría a lo largo de siete años, combinaría avances en políticas sociales y medioambientales con la adopción a partir de 2002 de un programa de reformas económicas y del mercado de trabajo muy escorado hacia el neoliberalismo.
Al contrario que en Francia, estas contradicciones pasarían más factura al socio mayor que al menor, que acusaría mucho menos el desgaste. La llamada Agenda 2010 supondría el enfrenamiento del SPD con los sindicatos y la separación del ala izquierda del partido, que liderada por el ex ministro de economía Oskar Lafontaine, confluiría con los postcomunistas de la ex RDA en una nueva formación de izquierdas de ámbito federal: Die Linke (La Izquierda).
El rechazo a Silvio Berlusconi lograría reunir en 2005 a un heterogéneo grupo de partidos y micropartidos, ex comunistas, ex democristianos, socialdemócratas, comunistas y verdes, bajo el paraguas colectivo de L'Unione y el liderazgo del centrista Romano Prodi. L'Unione gobernaría Italia de 2005 a 2008 con una participación bastante discreta de ministros del Partido de la Refundación Comunista, que tras haber sido uno de los impulsores del influyente movimiento antiglobalización y anti guerra italiano, daría un giro de 180 con su apuesta por la colaboración gubernamental con el muy moderado centro izquierda. El apoyo del Gobierno Prodi a la invasión de Afganistán contribuiría al definitivo descalabro electoral de Rifondazione Comunista, que en las elecciones de 2008 ni siquiera obtendría el mínimo necesario para lograr representación institucional.
La jerigonza portuguesa y la colaboración de las izquierdas nórdicas
En 2015, casi paralelamente al triunfo de Syriza en las elecciones griegas, los socialistas portugueses firmaban un acuerdo parlamentario con comunistas, ecologistas y Bloco de Esquerda. Tras casi una década de crisis y recortes los votantes de izquierdas, angustiados por la posibilidad de un nuevo ejecutivo conservador, presionaban a los dirigentes progresistas para pactar un programa que revertiera las medidas de austeridad impuestas por la Troika. La llamada jerigonça portuguesa ha supuesto una tregua excepcional entre las izquierdas portuguesas, con una historia de enfrentamientos y desencuentros que viene desde los tiempos de la revolución.A diferencia de España, donde Unidas Podemos exige al PSOE la entrada en el consejo de ministros, tanto el PCP como el Bloco han preferido permanecer fuera del ejecutivo, reservándose así la libertad de hacer oposición a un gobierno socialista que en ocasiones ha preferido apoyarse antes en las derechas que en sus socios parlamentarios de izquierdas, como sucedió con la controvertida privatización al Santander del banco BANIF, rescatado durante la crisis con dinero público. Las elecciones celebradas en Portugal desde 2015 han dado la mayoría al bloque de izquierdas, pero también han puesto de manifiesto que son por ahora los socialistas quienes están capitalizando más la popularidad de las medidas sociales del ejecutivo. Si los números dan el PSP tratará de gobernar pronto con las manos libres, y sin el marcaje de sus socios de izquierdas.
A diferencia de la Península Ibérica la colaboración entre socialdemocracia, partidos verdes e izquierda post comunista ha sido relativamente frecuente en los países nórdicos a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI, reforzándose aún más en los últimos años como reacción al auge de la extrema derecha xenófoba. Esta colaboración se ha extendido incluso a la formación de varios gabinetes de coalición que han incorporado a ministros y ministras de la llamada izquierda verde nórdica.
En la actualidad, los Verdes y la Alianza de Izquierdas están presentes en el gobierno finlandés, compuesto por cinco partidos, así como en Islandia, donde el Movimiento de la Izquierda Verde lidera una heterogénea coalición gubernamental que incluye también a formaciones de centro derecha. En Dinamarca sin embargo se ha impuesto una fórmula a la portuguesa. La Alianza Rojiverde apoya desde el parlamento a un gobierno socialdemócrata en minoría, cuyo programa, pactado con otros dos partidos más de centro izquierda, tiene como principales banderas la lucha contra el cambio climático, el reforzamiento de la inversión pública y del Estado del Bienestar y una nueva política migratoria menos agresiva, que elimina símbolos como el Alcatraz danés, una cárcel para extranjeros en la isla Lindholm.
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No entiendes por qué les llaman comunistas siendolo prácticamente, pero seguro que si entiendes por qué todo lo que no comulgue con la izquierda sea llamado fascismo. Yo tampoco entiendo muchas cosas.
No entiendo por qué se les llama comunistas a Podemos. Leed sus programas electorales, escuchadlos... claramente son socialdemócratas. Cosa distinta es que el PSOE, de política económica neoliberal, haga parecerlos «rojos». Ningún partido que no ponga el acento sobre la cuestión de la propiedad de los medios de producción es comunista.
Por parecida razón se llama al nuestro Estado social y democrático de Derecho, por la misma que consagra que en España el poder emana del pueblo, por la misma razón que la siguen llamando democracia cuando no lo es. Porque, al fin, todos los sistemas llamados democráticos en el Mundo son regímenes liberales de administración partidocrática.
No entiendes por qué les llaman comunistas? Y si entiendes por qué se le llama fascista a todo lo que no comulgue con la izquierda? Quizá les llamen comunistas por que cantan la internacional con el puño en alto muy orgullosos, porque se identifican con todos los gobiernos comunistas del resto del mundo y seguramente porque lo son.