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Antiespecismo
Los animales a los que rescatamos, y los animales a los que no
La crisis por los incendios en Australia ha desencadenado un torrente de amabilidad y compasión. También ha traído las brutales realidades del cambio climático a un primer plano, y puede –con suerte– que nos ayude a encaminarnos hacia una sostenibilidad más llena de significado. Pero los fuegos también han destacado las incoherencias que subyacen al trato que les damos a los animales. Una vez más, está claro que a los humanos nos gustan unos animales y otros no, dependiendo de cómo puedan servirnos.
Vivo en una de las ciudades grandes de Australia, protegida de los azares de la vida rural. Este verano, mi estilo de vida urbanita también significó que me ahorré de la devastación de primera mano de los fuegos. Sin embargo, a pesar de mi sensación personal de seguridad, me siento traumatizada, en cierto modo. No disfruté de unas relajantes vacaciones de verano y volveré al trabajo aún más exhausta emocionalmente que antes de empezar mis anheladas vacaciones de navidad.
Agradezco no conocer a nadie que haya muerto en los incendios, y hasta ahora, solo una persona que conozca ha perdido su casa. Debido a que soy muy afortunada ¬–y porque he dedicado gran parte de mi carrera a estudiar cómo tratamos a los animales no humanos–, a medida que se despliega la alarma por los incendios forestales, encuentro que mis pensamientos se centran en los animales y en todo lo que han perdido.
En 2011 publiqué un libro titulado Animals, Equality and Democracy, en el que estudiaba cómo categorizamos a los animales según nuestros propios propósitos. El libro detalla las formas en las que dispensamos un trato preferente a algunos animales, mientras que retenemos el privilegio de otros. Este sesgo no tiene su base en la taxonomía. Es solo otro ejemplo del interés humano.
La alerta por incendios en Australia ha sido otro ejercicio de categorización animal a gran escala. Comencemos con los ganadores.
Los animales de compañía, particularmente los perros, parecen haberlo tenido bien durante la alerta. No pretendo, con esto, sugerir que no se hayan perdido animales de compañía. Estoy segura de que muchos familiares queridos han sufrido y han fallecido como resultado de los fuegos. En efecto, muchos se han quedado sin hogar. Pero como categoría abstracta, parece que les ha ido bien. Los informes que escucho y veo sugieren que la gran mayoría de la gente ha sido evacuada con sus perros. Esto no es un logro menor. Durante el Huracán Katrina en Estados Unidos en 2005, hubo gente que tuvo que tomar la descorazonadora decisión de quedarse y hacer frente al huracán o ser evacuados sin sus animales de compañía. En 2020, parece que la mayor parte de las personas estuvieron de acuerdo en que los animales de compañía merecen ser salvados junto con el resto de la familia.
La fauna salvaje nativa de Australia también parece haberlo llevado bien. Sus muertes, su trauma y su sufrimiento han sido inmensos. Pero como categoría de animal que nos importa, han estado a la altura. Las imágenes, las donaciones, el esfuerzo; si eres un animal que estaba aquí antes de la colonización, parece que nos importa mucho tu bienestar.
Esto en cuanto a la parte positiva del asunto. A continuación, los animales que nos importan poco.
Comencemos con el “ganado”. Nacer como “ganado” es siempre peligroso. Naciste para hacer dinero y, a menudo, la ganancia solo se obtiene una vez que estás muerto. Durante una alerta por incendios, ya no eres “ganado”; eres mera mercancía. Eres cosas con las que llenamos los estantes de los supermercados. No serás transportado a un lugar seguro. Tu imagen no se utilizará para solicitar donaciones. Te convertirás en “riesgo biológico”. Si logras sobrevivir, serás matado pronto de todas formas.
Pero ahora mismo, en Australia, hay individuos con un estado aún más bajo que esas “mercancías”. Sabemos que esos individuos son despreciables porque los nombramos como tales. Son “plagas” o “animales salvajes”. Se está matando a disparos a muchos animales alóctonos, como camellos o caballos. Compiten por el agua y por eso deben morir.
Por el momento, estamos en crisis. Todo es difícil y las decisiones deben tomarse rápidamente y bajo presión. Pero me parece que estos incendios son solo un indicativo de que hemos cometido algunos errores terribles en la forma en la que pensamos en el mundo no humano, y en el modo en el que les tratamos. Mientras que un labrador de pura raza es rescatado con helicóptero, otro perro es envenenado para proteger a aquellos animales que tienen privilegios de agua antes que los burros salvajes o incluso los canguros. Qué desastre.
Mi esperanza es que los humanos, los no-humanos y sus hogares salgan adelante en estos momentos horribles. Pero una vez que salgamos de esta crisis, ¿podemos volver a pensar en quién nos gusta, en a quién odiamos y en por qué mantenemos esas posiciones? ¿Es justo matar individuos porque estén en el lugar equivocado en el momento equivocado? ¿Es justo hacer eso de forma lenta o dolorosa? Después de los incendios, creo que les debemos a los animales reflexionar sobre esas preguntas difíciles, sobre todo porque, en muchos casos, fuimos nosotros quienes les pusimos allí, en primer lugar.
Siobhan O'Sullivan es profesora titular en la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad de New South Wales.