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Antiespecismo
Bestiae: un proyecto artístico antiespecista que se sumerge en el mundo de la caza
Ruth Montiel Arias es la autora de Bestiae, un proyecto artístico formado por un fotolibro, un audiovisual y dos piezas escultóricas. Ruth se sumerge en el mundo de la caza, realizando un trabajo de documentación fotográfica durante dos años acompañando a cuadrillas de cazadores, hablando con ellos y siendo testigo del acoso y agresiones a los animales.
No estamos ante un trabajo de investigación periodística. Ruth utiliza otros códigos de comunicación diferentes, recurre a lo poético para abordar el complejo mundo de la caza como ritual de explotación, explorando sus vinculaciones con el machismo y la vinculación entre animal y mujer como “presa” a las que acosar, y conquistar.
¿Nos describes Bestiae en una frase?
Bestiae es un fotolibro que reflexiona sobre la dominación animal a través de la caza, dialogando entre lo real y lo simbólico.
¿Por qué te interesó el formato fotolibro? ¿Cómo surgió la idea?
El formato fotolibro me interesó desde el principio. Cuando empiezo un proyecto dedico mucho tiempo a la investigación, buceando en internet y consultando mucha bibliografía.
En esta fase vi que la mayoría de la documentación bibliográfica es pro caza, no fui capaz de encontrar nada que la cuestionara. Esto me sorprendió mucho y me llevó a entender que tenía que realizar una publicación. Al trabajar con fotografía, entre otras formas artísticas, tuve muy claro que tenía que hacer un fotolibro. Precisamente porque la fotografía iba a ser la protagonista fundamental en este proyecto, decidí generar toda la narrativa a raíz de la misma.
¿Qué se quiere conseguir a través de Bestiae? ¿Lo ves como una herramienta de comunicación, o el proyecto responde más a un interés personal de expresión artística?
Es una buena pregunta. Tú ya sabes que, en nuestra forma de militancia, somos muy exigentes en conseguir hacer llegar el mensaje que queremos transmitir. Con Bestiae tuve varias crisis durante el proceso, ya que me cuestionaba si el proyecto conseguiría hacer llegar el mensaje que quería. Por otra parte, me preguntaba si me sentía capacitada para hacerlo llegar.
Me muevo en dos líneas bastante complicadas y difíciles. Por un lado, el mundo del activismo, y por otro lado el ámbito del arte. Así que estaba, por un lado, con esa idea más fotodocumentalista para la que hay que ser más explícita, pero por otro notaba que me faltaba la parte más reflexiva y emocional. Al final, quise unificar públicos: intentar llegar al público del ámbito activista y atraerlo un poco más hacia el mundo del arte y, por otra parte, llegar al sector del arte y atraerlo al mundo del activismo. Considero que hay un punto de unión, que creo necesario.
Cuando estaba generando el fotolibro y lo compartía con compañeras y compañeros, algunas personas me decían que quizá desde el mundo activista no se iba a entender debido al contenido más simbólico. Luego resultó que todo lo contrario. A algunas compañeras del activismo les ha dado un vuelco, y del otro lado también. En el ámbito del arte, el hecho de entrar en una parte más militante les descubrió cosas que desconocían.
Otra parte importante de mi motivación para este proyecto es contribuir a que en el ámbito editorial haya más libros que representen la postura antiespecista en la cuestión de la caza y su vinculación a otro tipo de opresiones.
¿Qué te gustaría que ocurriera en el corazón de una persona después de tenerlo en sus manos?
Es difícil intentar transmitir todo lo que has estado experimentando e investigando. Para mí lo más importante es que el libro no te deje indiferente a nivel emocional, pero sin tocar lo grotesco. La explotación animal conlleva imágenes muy duras, pero no quería que fuese así en Bestiae.
Se suele pensar que los fotolibros se pueden ver un poco por encima, pero un fotolibro como Bestiae requiere varias lecturas, porque hay distintas capas que descubrir, hay mucha simbología, conceptos escondidos que puedes ir encontrando según vayas viendo las imágenes y leyendo los textos.
¿Piensas que la esencia de la obra parte de tu visión como mujer y como artista?
Sí, por supuesto. En el libro comienzo analizando la opresión al animal, pero según lo voy desarrollando surgen más paralelismos. Este tipo de obras parten de algo muy personal, aunque no sé si aquí la cuestión de género tiene relación con la esencia de la obra. En la estética y el lenguaje que he utilizado sí ha influido mi visión como mujer y artista. En la razón por la que me he fijado en la caza para hacer el proyecto, creo que es menos importante. Podría ser un hombre el que lo hubiera hecho, como una herramienta para combatir la explotación animal.
¿Qué nos dirías sobre la conexión entre la parte artística de Ruth y la parte activista antiespecista? ¿Qué parte mueve a la otra?
Sin lugar a dudas la activista. El arte es una herramienta de construcción social, una forma de hablar y comunicarnos, de expresarnos y contar lo que vemos en el mundo. Cuando trabajas con estas herramientas, tienes una necesidad interna de contar lo que está pasando. Comencé con la cuestión del espacio natural, el cual sigo teniendo presente en mi trabajo, pero al poco tiempo entré en el tema de la violencia hacia los animales. El antiespecismo es la columna vertebral de mi trabajo, hablo de opresión hacia los animales, de opresión hacia las personas y de opresión al espacio natural en el que vivimos. Una cosa va de la mano de la otra.
¿Cómo ha sido el día a día durante la elaboración de este proyecto? ¿Qué etapas ha habido en su realización?
Comencé el proyecto en 2016, al hacer una primera incursión en una batida, y durante cuatro años ha pasado por muchas etapas. En un principio, nació como algo de lo que quería hablar e iba gestando con los pocos recursos que tenía. Después, gracias a las ayudas de Vegap en 2017, pude volcarme totalmente en ello.
Hay una primera parte de investigación: leer, empezar a conocer los códigos de la caza e identificar y analizar el material a mi alcance. A partir de ahí, crear un poso para poder llevar la teoría a la práctica. Después está el trabajo de campo: acceder a batidas, trabajar la red de contactos que te puedan hacer llegar, compartir tiempo con compañeras y compañeros que hayan tocado el tema desde un ámbito más militante. Lo último es trabajar el material que he ido recopilando, tanto el de campo como el teórico, pensar qué conceptos quieres destacar e involucrar a las personas que te ayudarán en ello.
Muchas personas tenemos un abuelo, padre, hermano, tío o cuñado cazador. La impotencia de que un familiar querido esté matando animales de forma violenta por momentos es insoportable, y nos hace preguntarnos: ¿por qué mi padre sigue matando animales si ya sabe que está mal?
¿Y la parte de obtención de imágenes, cómo ha sido?
Hay dos tipos de imágenes en el fotolibro: fotografías de documentación e imágenes manipuladas.
Las fotografías de documentación las he obtenido acompañando a grupos de cazadores en batidas, y a cazadores solitarios que me iban contando todo lo relativo a la caza. Les gusta mucho hablar de lo que hacen. Fui documentando y grabando todas las salidas de campo que hacía con ellos. En el fotolibro hay un número limitado de las fotografías que fui tomando, ya que mucho material ha quedado fuera por cuestiones de concepto, lectura y mensaje.
¿Has tenido algún tipo de problema en la realización de las imágenes?
Todo lo contrario. Nunca me dijeron “no saques esto”. Con el tema de los lobos una vez me dijeron que si encontraban lobos merodeando los iban a matar porque, según ellos, estaban haciendo mucho daño. Como en algunas comunidades cazar lobos está prohibido, eso no se podía fotografiar. Por suerte para los lobos, nunca nos cruzamos con ellos.
¿Te preguntaban para qué querías las imágenes?
Sí, y no miento respecto a esto. Les decía lo que hay: soy fotógrafa y me interesa documentar la actividad de la caza. Es verdad que evité ciertas situaciones porque podría haber tenido problemas muy serios, pero he sido yo misma quien ha tomado las decisiones de dónde ir, con quién ir y con quién no.
¿Qué tipo de personas te encontraste? ¿Qué tipo de persona se dedica a disparar a animales como hobby? ¿Por qué lo hacen?
El perfil de personas que disparan a los animales y que me he ido encontrando a lo largo de estos años es amplio y los motivos son los estándar.
Me he encontrado con cazadores de estatus económico alto que esgrimen la caza como una “práctica necesaria para erradicar especies invasoras traídas de otras partes de Europa y que acaban con la diversidad autóctona de la zona”, para quienes también “cazar es un arte y reporta una gran riqueza para el país.”
Luego he compartido tiempo con cazadores del rural, encontrándome aquí perfiles muy claros: El que caza por tradición: “cazo desde que me enseñó mi padre, desde que soy chico”, al que le gusta la fiesta: “esto es lo mejor de la caza, venirte a pasar el día con tus compañeros al campo”. El que cree que es el guardián del bosque: “sin nosotros los jabalís destruirían todos los cultivos y luego… qué come la gente”, el que lo vive como un deporte: “la caza es un deporte como otro cualquiera y tiene sus reglas”. El que disfruta con el acto de matar: “sí, a mi me gusta salir a cazar y disfruto matando conejos” y al que solo le mueve el ansia de coleccionar perros y animales muertos: “estoy haciendo esta casita para colocar todos mis trofeos, ¿los ves? (cabezas de animales muertos en las paredes), ven a ver la camada de los nuevos perros que me he traído del Este, son mezcla de lobos auténticos”.
Muchas personas tenemos un abuelo, padre, hermano, tío o cuñado cazador. La impotencia de que un familiar querido esté matado animales de forma violenta por momentos es insoportable, y nos hace preguntarnos: ¿por qué mi padre sigue matando animales si ya sabe que está mal?, ¿por qué no lo entiende?, ¿cómo puede ser tan insensible?, ¿cómo no es capaz de tener empatía hacia ese animal que acaba de disparar?, ¿cómo puede ser que nos cuide y nos quiera tanto, y luego salga al bosque a matar zorros?
Walter Burker en su libro Homo necans indica que “La esencia del hacer humano, podría decirse de manera descarnada, es pues, la matanza de animales, hoy potenciada hasta su forma suprema, hasta la erradicación colectiva de especies animales.” y Hans Kunz indicaba que “La agresión y la destrucción pueden ser ejercidas como un trabajo: de manera continuada y sin involucrarse interiormente; pueden ser organizadas y automatizadas de manera colectiva.”
La persecución y acoso al animal, que es perseguido y acorralado, puede durar tranquilamente sesenta o noventa minutos, lo cual les provoca un enorme sufrimiento.
¿Piensas que en el caso de la caza en concreto, en el que se decide salir al monte siendo consciente de que vas a matar a un animal, sí se les podría definir como “enemigos” de los animales?
Es muy complejo, hay preguntas a las que todavía no he encontrado un respuesta clara. En la caza hay un componente generacional muy importante. Son personas a las que sus padres llevan a cazar desde la infancia todos los domingos, lo tienen vinculado a una actividad con su padre, con su tío, con su abuelo. Me contaban que era algo en lo que les han ido educando. Tengo muy claro que esto no les justifica pero para muchos de ellos, no todos, es algo que no han elegido.
Los cazadores con los que he estado, que empezaron por un tema generacional, siguen yendo a cazar porque les gusta. Les gusta todo lo que la caza conlleva. Por eso para el fotolibro me centré en la parte ritual, porque para ellos la caza en su conjunto es una “actividad” que disfrutan, no solo del propio acto del asesinato del animal. Esa piña que hacen, el quedar por las mañanas a tomarse el café juntos y contarse sus cosas, ir con los perros. Les gusta ir por el bosque andando, escuchando a los perros, localizando al animal, la emoción de la persecución y la conquista de la presa, pese a que no tenga justificación posible desde un plano ético.
En un acto anticaza en el que decíamos “cazar es matar”, un cazador nos dijo que cazar no es matar, solamente que como consecuencia del ritual de la caza el animal muere. Nos decía que en realidad la muerte del animal era lo menos importante.
Así es. Muchos disfrutan con todo lo demás, matar al animal es el final de la fiesta. Ellos mismos compran animales para que se reproduzcan y luego puedan cazarlos. Después se intentan justificar con el argumento de la sobrepoblación y con la cuestión medioambiental, pero la realidad es que en muchos cotos se destina un dinero para comprar animales y poder perpetuar sus horas de “diversión”. Esto no quita que haya cazadores cuyo fin principal es matar animales como colección. Se ve sobre todo en caza mayor a nivel internacional, aunque no sea este el perfil de cazador que he analizado.
A ellos les gusta la práctica, el acto de disparar y todo lo que conlleva, pero luego muchos te dicen que si pudieran dejarían vivo al animal, lo cual contradice a quienes argumentan que cazan para llevar un control de la superpoblación de especies.
Cuando metes los pies y las manos en el barro te das cuenta de que en esta cuestión hay toda una gama de grises. Estas experiencias te llevan a pensar, darle muchas vueltas y a entender que la solución es mucho más compleja de lo que una piensa.
¿Te ha tocado vivir escenas de especial crueldad hacia los animales?
La experiencia más extrema de crueldad ha sido en otros proyectos, como en la documentación de la matanza del cerdo. En la caza hay otro tipo de crueldad, que en mi opinión es la fase de persecución.
El estilo de caza “a cuchillo” es el más sádico. No lo he presenciado, pero sí he hablado con cazadores que lo practican. La caza con arco y con cuchillo son de una gran crueldad, pero la práctica más común en el estado español es la muerte a tiros, y normalmente mueren al momento, al menos en lo que he presenciado. Lo que sí he podido ver es cómo la persecución y acoso al animal, que es perseguido y acorralado, puede durar tranquilamente sesenta o noventa minutos, lo cual les provoca un enorme sufrimiento.
Después de esta experiencia, ¿ha cambiado de alguna manera tu percepción sobre la actividad de la caza?
La base de mi pensamiento sobre la caza no ha cambiado. Evidentemente, al enfrentarte a la propia situación adquieres una percepción más amplia, percibes toda su complejidad. Es indiscutible que esta práctica conlleva explotación, sufrimiento y muerte. En lo que sí me ha podido cambiar un poco es en la relación de la caza con el tema género. El paralelismo que hay entre la mujer y el animal, la mujer como presa, es una cuestión de más calado que las cuestiones machistas y patriarcales, ya conocidas, que hay detrás de la propia práctica.
¿Y se ha producido algún cambio en ti, en tu interior, después de estos dos años presenciando actos brutales de caza?
Estar expuesta a la violencia te cambia. Hay diferentes maneras de enfrentar la violencia hacia los animales, también desde casa con tu ordenador al ver alguna imagen dura. Todo ello te va cambiando, pero presenciar la explotación de manera directa es algo muy distinto, detrás de una pantalla hay cosas que no puedes percibir, como los olores o la temperatura.
Si pudieras lanzar un mensaje a todas las personas que promueven la explotación de los animales mediante sus actividades, sus hábitos y su modelo de consumo? ¿Qué mensaje consideras que es necesario hacerles llegar?
El primer mensaje sería escuchar. Proyectos como Bestiae les están contando algo que probablemente desconozcan. Quizá si escuchan puedan ser conscientes de que los tiempos van cambiando, y que la evolución hacia una mejor sociedad pasa por dejar de explotar a los animales. También les diría que esos animales a los que están oprimiendo también se comunican, aunque no sea de la misma forma que nosotros.
Bestiae contiene textos de Catia Faria, Carmen Dalmau y Estela Díaz ¿Qué piensas que han aportado al conjunto de la obra?
Le han dado más solidez al proyecto, y han añadido códigos para el entendimiento de toda la lectura visual. Son unos textos maravillosos que me han permitido seguir aprendiendo: Catia explora la relación entre la depredación hacia animales y mujeres, Carmen Dalmau desgrana la caza desde el ámbito de las artes y Estela Díaz expone y contra argumenta los argumentos de las federaciones de caza con investigación y datos.
Son textos muy valiosos que cierran el círculo. Además del enfoque emocional y simbólico que presentan las imágenes, quería conectar con el conocimiento que parte de la filosofía, la investigación y la cultura que son tan importantes en nuestra sociedad. La palabra es algo muy importante, por ello en mis trabajos intento rodearme de otras personas que aporten desde sus especialidades.
Háblanos sobre La osa perdida.
La Osa perdida es un programa de radio que realicé durante año y medio, en un inicio vinculado a la radio digital Darwinians, y mediante podcast independiente en su segunda temporada. Hicimos 42 programas con muchísimas voces del movimiento antiespecista del estado español. Puede escucharse en Ivoox, y seguimos manteniendo la web para que la gente pueda escucharlos. Disfruté mucho haciéndolo, hablando y aprendiendo con tantas personas, aunque finalmente resultó complicado compaginarlo con el resto de actividades, proyectos, trabajo, etc...
¿Cómo podemos hacernos con un ejemplar de Bestiae? ¿Cuántos ejemplares se van a hacer?
Se puede conseguir desde Verkami.com, una plataforma web de micromecenazgo. Buscando Bestiae para localizar el proyecto, así como en mis redes sociales donde tengo puesto el link para acceder directamente. Hay varias opciones para apoyar, distintos tipos de formato: el libro básico, libro intervenido, el libro con el vídeo… Lo pusimos en marcha el 27 de febrero y tenemos hasta la primera semana de abril. La primera tirada es de 500 ejemplares.
Este micromecenazgo solo es posible con el apoyo de la gente. Se establece un tope económico, que es el precio de la impresión más los gastos de la propia plataforma y el envío por correo. El dinero que se consigue es lo justo para poder sacar el libro.
Quiero animar a apoyar el libro Bestiae para poder hacerlo realidad y que, al fin, en el ámbito bibliográfico artístico exista una publicación contra la caza.
En cuanto a las personas que han colaborado, ¿quieres comentar algo?
En el libro han colaborado Catia Faria, Carmen Dalmau y Estela Díaz con sus textos, Olmo González como co-editor, de quien he aprendido a ver cosas que ni me había planteado y a profundizar en la expresión a través de la imagen, y María Gil con el diseño, que ha estado abierta desde el principio. Por supuesto hay más personas que han colaborado y que me han apoyado desde el inicio, y a las que les estoy eternamente agradecida, ellas saben quienes son.
Este proyecto es una realidad gracias a las ayudas de creación Vegap 2017, una organización sin ánimo de lucro que nace de los propios artistas. es una manera de que tu gremio te apoye. Apostaron por el proyecto en 2017, y gracias a esta ayuda se pudo materializar y pagar a las personas involucradas en el proceso de trabajo.