Próxima decisión en Bruselas sobre la posible prohibición de ‘hamburguesa’ y ‘salchicha’ vegetales

La medida, respaldada por la industria cárnica y sus lobbies, continúa la batalla cultural y económica contra quienes defienden un modelo alimentario ético y sostenible.
McVegan
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8 dic 2025 11:55
El Parlamento Europeo aprobó el pasado 8 de octubre una enmienda que limita el uso de términos como hamburguesa,fileteosalchichaa productos de origen animal. La medida, propuesta por la eurodiputada francesa Céline Imart (Partido Popular Europeo), obtuvo 355 votos a favor, 247 en contra y 33 abstenciones, en medio de un debate que enfrenta a la industria cárnica con el creciente sector de las proteínas vegetales sostenibles.

La decisión, que aún no tiene efecto legal, está en proceso de negociación con la Comisión Europea y el Consejo, en el marco de los llamados trílogos. Si el texto se aprueba definitivamente, los productores dispondrán de un periodo de transición para adaptar etiquetas y envases. La respuesta se espera antes de fin de año, posiblemente esta semana.

Desde la campaña opuesta a la prohibición, “No Confusion”, defienden “la libertad de elección del consumidor”: “Nadie se confunde por leer expresiones como bacon vegetaloalternativa al pollo. La verdadera confusión viene de políticos que sienten la necesidad de censurar palabras. Resulta absurdo prohibir decir hamburguesa veganamientras Europa y el mundo afrontan verdaderos problemas”, señalan en su web

Una batalla que viene de lejos

La ofensiva contra el uso de términos “cárnicos” en productos vegetales no es nueva. Surge como reacción a los profundos cambios económicos y culturales que atraviesa el sistema alimentario europeo. El consumo de productos de origen animal enfrenta críticas crecientes por tres frentes: los problemas éticos derivados del uso de los animales (segúnWorld Animal Protection, por ejemplo), su impacto ambiental (como documenta la FAO en Livestock’s Long Shadow, que señala la contaminación de suelos y aguas y la contribución al cambio climático) y los riesgos para la salud humana. La Organización Mundial de la Salud (OMS), a través de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), clasifica las carnes procesadas como carcinógenas y las carnes rojas como probablemente carcinógenas, y advierte del papel de la ganadería en la propagación de pandemias y brotes de virus como influenza aviar o gripe porcina(OMSFAO).

Estos factores han impulsado un crecimiento sostenido del consumo de productos vegetales y un descenso del consumo de carne y lácteos en parte de las sociedades occidentales. Frente a esa tendencia, la industria ha buscado proteger sus ingresos y subvenciones mediante una estrategia de comunicación que combina presión política y publicidad.

En 2013, el Tribunal de Justicia de la UE cedió a las presiones de los lobbies lácteos y dictaminó que palabras como “leche” o “yogur” debían reservarse para productos de origen animal. Desde entonces, las bebidas de avena o soja se comercializan como “bebidas vegetales” en lugar de “leche de avena” o “leche de soja”.

Este precedente sentó las bases de una disputa que no se ha detenido. En 2019, el comité de Agricultura del Parlamento Europeo intentó extender la prohibición a términos como “hamburguesa vegetal” o “salchicha vegana”, pero la propuesta fue rechazada tras una movilización masiva de ONG y empresas como Oatly o Beyond Meat. 

En 2020, Francia se convirtió en el primer país europeo en aprobar una ley nacional que restringía el uso de nombres “cárnicos” para productos vegetales, impulsada por los lobbies INTERBEV (lobby francés de la industria cárnica) y FNSEA (federación de sindicatos agrícolas y ganaderos en Francia). La ley fue paralizada por considerarse incompatiblecon el derecho europeo, pero desde entonces esos mismos grupos, junto a organizaciones europeas como Copa-Cogeca (principal lobby agrícola europeo) o CLITRAVI (lobby europeo de la industria cárnica, aves de corral y huevos), han presionado a Bruselas para imponer una normativa similar a escala europea. 

Los documentos internos del comité de Agricultura del Parlamento de este año muestran que los informes de los lobbies han influido directamente en la redacción de sus argumentos, defendiendo lo que llaman la “preservación de la terminología tradicional”.

¿Quién confunde a quién?

“Carne es carne. Punto. Usar esos nombres para productos vegetales confunde a los consumidores y traiciona nuestras tradiciones culinarias”, declaró Céline Imart tras impulsar la votación. Sin embargo, sus críticos sostienen que la medida no protege a las consumidoras, sino que defiende a toda costa una industria que percibe amenazada su posición en el mercado. “Esto no va de proteger al consumidor, sino de proteger los intereses de los lobbies”, declaró Thomas Waitz, eurodiputado verde austríaco. “Es una guerra cultural, y si gana, será la victoria de los lobbies frente a los ciudadanos”.

La Organización Europea de Consumidores (BEUC) ha denunciado que, pese a que los debates sobre estos términos se presentan como medidas de protección al consumidor, los responsables políticos rara vez han consultado a organizaciones de consumidores. Los estudios lo respaldan: en 2020 un estudio de BEUC mostró que más del 80 % de los europeos entiende perfectamente qué compra cuando adquiere una “hamburguesa vegetal” o una “salchicha vegana”. Otros informes, como los de asociaciones de consumidores alemanas o este publicado en el Journal of Animal and Environmental Law (2020), confirman lo mismo. “Nadie piensa que una hamburguesa de tofu contenga carne”, señalaJasmijn de Boo, directora de ProVeg International. “Prohibir estos términos no protege a nadie y va en contra del Pacto Verde y de la estrategia De la granja a la mesa”.

La industria de la explotación animal sabe que las palabras importan, y ha desarrollado durante décadas sofisticadas estrategias de comunicación para minimizar la percepción del sufrimiento de los animales entre los consumidores. Una de las más visibles es la publicidad: anuncios y embalajes que muestran animales sonrientes, contentos y aparentemente libres, creando la ilusión de que “disfrutan” de su vida antes de ser sacrificados. Marcas icónicas utilizan animales sonrientes para transmitir bienestar, aunque la realidad de la producción de productos de origen animal dista mucho de esa imagen idílica. Investigadoras como Matthew Cole y Kate Stewart (ver 1 y 2), han documentado que estas representaciones funcionan como estrategias de distracción, diseñadas para que los consumidores no cuestionen las prácticas detrás de los productos.

Este fenómeno, conocido como “humane-washing”, también aparece en narrativas corporativas que hablan de “animales felices” o “crianza ética”, pese a que las condiciones reales en granjas y mataderos suelen implicar sufrimiento y explotación. Como señalan Natalie Khazaal y Núria Almiron entre otras (ver este artículo por ejemplo), la publicidad no solo vende productos: vende tranquilidad moral, construyendo una imagen de armonía entre animales y explotadores que rara vez corresponde a la realidad. El resultado es una confusión deliberada del público, donde los animales aparecen felices de ser devorados y el consumo de productos animales se percibe como ético, y “normal, natural y necesario” (Joy, 2013) mientras se oculta la violencia estructural del sistema alimentario.

El engaño no se limita a la publicidad. En 2021, Igualdad Animal denunció a Interporc, el lobby de la carne de cerdo en España, ante el Ministerio de Consumo por publicidad engañosa. La organización acusó a Interporc de promover la carne de cerdo, considerada “carne roja”, como si fuera “carne blanca” y más saludable, utilizando eslóganes como “La carne de cerdo es nuestra carne blanca más rica” o “Carne de cerdo: beneficios de una carne blanca, rica y saludable”. Igualdad Animal mantiene que estas campañas, financiadas con fondos públicos de la UE, contradecían las recomendaciones de la OMS y podrían incumplir tanto el Reglamento sobre Información alimentaria al consumidor como la Ley General para la Defensa de los Consumidores, que prohíbe la publicidad engañosa.

La confusión de la que los lobbies no hablan en el Parlamento también comienza desde la infancia. Se nos educa para ver a los animales principalmente como proveedores: las vacas “dan leche”, las ovejas “dan lana” y las gallinas “ponen huevos”. Mensajes repetidos en la escuela, libros, medios y publicidad condicionan nuestra percepción, reduciendo a los animales a funciones útiles para los humanos y normalizando su explotación. Según la investigadora Helena Pedersen, este aprendizaje constante construye un marco mental que invisibiliza la ética del consumo animal, dificultando generar empatía o cuestionar prácticas como la ganadería industrial.

La presión del lobby cárnico y los intereses económicos

La votación del Parlamento refleja la influencia persistente de los lobbies agroindustriales en la política europea. Según diversos estudios, los productores de carne en la UE reciben hasta 1.200 veces más financiación pública que las empresas de proteínas vegetales y cultivadas. Además, gastan tres veces más en lobbying que los grupos pro-alternativas vegetales en Europa.

Estos recursos se han destinado tanto a campañas de desinformación —por ejemplo, cuestionando el valor nutricional de las proteínas vegetales— como a la redacción de enmiendas legislativas. Las tácticas recuerdan a las utilizadas antaño por la industria del tabaco: sembrar dudas sobre la evidencia científica y promover un relato de defensa cultural y rural, bienestar animal y salud humana.

El periodista y ambientalista británico George Monbiot señaló esta semana en sus redes sociales que los intentos del Parlamento Europeo de restringir los términos “hamburguesa vegetal” o “salchicha vegana” responden directamente a la presión de la industria ganadera, y no a una supuesta necesidad de claridad para los consumidores. Monbiot afirmó que “se trata de una medida abiertamente proteccionista, diseñada para eliminar la competencia obligando a las empresas de productos vegetales a utilizar términos poco atractivos”. “Una y otra vez”, denunció el ambientalista, “los legisladores parecen empeñados en hacer el ridículo en nombre de industrias poderosas. Se supone que deben representar nuestros intereses, no los de los grupos de presión, pero ese mensaje parece haberse perdido”.

Lo que viene

La batalla legislativa no ha terminado. Tras la votación del Parlamento Europeo, la propuesta aún no es ley. En estos meses, el Consejo de la UE, que representa a los gobiernos nacionales, y la Comisión se encuentran negociando la versión final del texto. Estas son las negociaciones conocidas como “trílogos”, en las que Parlamento, Comisión y Consejo tratarán de consensuar un texto final, que podría estar preparado en los próximos días.

Solo después de este acuerdo, los Estados miembros (los países europeos) podrán proponer modificaciones y aprobar la norma, probablemente antes de que termine 2025 o a comienzos de 2026. Si la ley se adopta, los productores contarán con un período de transición para adaptar etiquetas, envases y estrategias de comercialización a las nuevas restricciones.

Mientras tanto, la coalición No Confusion, integrada por más de 600 organizaciones y respaldada al momento de publicar este artículo por más de 59.000 ciudadanas, promete continuar su campaña. “Europa debe centrarse en reducir emisiones, apoyar a los agricultores y facilitar dietas sostenibles, no en censurar palabras que nadie confunde”, afirmó Rafael Pinto, de la European Vegetarian Union.

El debate sobre las veggie burgers trasciende las etiquetas. Es un reflejo de la tensión entre dos modelos de futuro: uno que protege los intereses de la agroindustria tradicional, y otro que busca adaptar la alimentación europea a los desafíos del siglo XXI: la salud pública, la ética animal y la crisis climática.

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INFOANIMAL es una revista #antiespecista cuyos contenidos están encaminados a difundir de la forma más rigurosa que nos sea posible noticias, información, datos e imágenes para ayudar a las personas a autocuestionar sus hábitos #especistas. El objetivo de INFOANIMAL magazine es cuestionar la utilización y explotación de los animales por parte del ser humano. Ofrecemos artículos, reportajes e imágenes de calidad sobre la explotación animal con el objetivo de crear un debate en la sociedad que ponga fin a la discriminación arbitraria contra los animales no humanos.
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