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Las Kellys
Las camareras de piso luchan por dignificar sus condiciones y derechos laborales
Las que limpian, las "Kellys" de Benidorm, denuncian los abusos de sus empleadores, la sobrecarga de trabajo y el empeoramiento de sus condiciones laborales por la externalización del servicio, circunstancias que son comunes en el gremio en la mayoría de las autonomías. Kellys de diferentes partes del estado se concentran hoy 26 de septiembre en la madrileña plaza España, a partir de las 18.
Medio centenar de mujeres forman un semicírculo mientras escuchan con atención las explicaciones de Yolanda sobre el concepto de comisiones paritarias, las mismas que han de vigilar las negociaciones de un convenio colectivo. Una de ellas sigue la charla al tiempo que mece a su hija en brazos, otra intenta acomodar su dolorida espalda en la silla y una tercera se inclina para susurrar algo a su compañera cuando escucha el concepto “inspecciones de trabajo”.
La tiza se aleja de la pizarra y varias manos se alzan para expresar inquietudes, denuncias e historias, todas diferentes pero compartidas; porque ése es el espacio en el que se sienten comprendidas, apoyadas y empoderadas. Ellas son mujeres que se unieron por un fin común: reivindicar unas condiciones laborales y salariales dignas. Son camareras de pisos, las que limpian los hoteles. Son las ‘kellys’.
Las camareras de piso preparan una media diaria de 25 habitaciones en seis horas
Benidorm, reclamo turístico por excelencia, supera las 35.000 plazas hoteleras y se estima que, en menos de un año, alcance las 41.000 de la capital del Estado español. Pero detrás de las halagüeñas cifras, pregonadas con entusiasmo por parte de empresarios y políticos, se esconde la realidad del eslabón más bajo: mujeres que limpian y preparan una media diaria de 25 habitaciones en seis horas. Un ritmo de trabajo que pone en riesgo su salud y que se agrava en los meses de temporada alta, no sólo porque se incrementa el volumen de actividad, sino también por las condiciones en las que lo desempeñan y el estrés que supone tener que hacerlo.
Porque ellas lo tienen claro: “La persona que alquila una habitación no tiene culpa de nuestra situación, y están pagando por un servicio que debe serle prestado”, apunta Cecilia Rodrigo, integrante de la Asociación Kellys–Marina Baixa desde hace un año. “Ahí radica nuestra fuerza —señala Yolanda García, portavoz del grupo—, un hotel es un hotel cuando tiene habitaciones, por eso nosotras somos parte fundamental de la estructura del establecimiento hotelero”. La relación laboral es, precisamente, una de las principales reivindicaciones de las Kellys: exigen que no se externalice el servicio para evitar que, a causa de la precariedad derivada de la subcontratación, existan “trabajadoras de segunda”.
Mujeres unidas contra la precariedad
El de las camareras de pisos es un sector absolutamente feminizado. Las kellys son, en su mayoría, mujeres; muchas de ellas casadas y con hijos, que viven de alquiler y cuyas unidades familiares cuentan con ingresos modestos y a menudo provenientes únicamente de su actividad en los hoteles. Esto dificulta, aún más, la lucha conjunta. “Todas nos apoyan, pero muchas tienen miedo a posicionarse por si pierden su trabajo”, explica Yolanda. “Entiendo sus temores, pero son nuestros derechos y tenemos que estar unidas”, defiende Loli, quien ya ha pasado por varios hoteles diferentes.
“Yo sé que, si mis jefes me ven acudiendo a concentraciones, pueden tomar represalias de una forma u otra. Tengo una familia que mantener, pero también tengo dignidad, y no estoy trabajando en unas condiciones dignas”. Lo dice acompañada de sus compañeras en una concentración convocada el pasado 12 de junio frente al hotel Flash Benidorm, un edificio alto de elegante diseño que presume de piscina, zona de sauna, gimnasio y del cartel con el sello ‘Q’ de calidad turística colocado en la puerta principal, pero que carece, según las kellys, de “calidad humana”.
El hecho de ser mujeres también condiciona, explican, la efectividad de su lucha. Su rutina es la de preparar una habitación tras otra sabiendo que nadie les agradecerá su labor ni les felicitará por el trabajo bien hecho y que, muy al contrario, si cometen un error serán señaladas. Sienten que el uniforme del trabajo les vuelve invisible, les despersonaliza. Incluso en el propio hotel sus compañeros se refieren a ellas como “las chicas” de la limpieza. “Se tardó muchos años hasta que las camareras de piso ocupamos la misma categoría que, por ejemplo, los cocineros; sin embargo, el nuestro es el único servicio que se ha externalizado —denuncia Yolanda—, es considerado como un trabajo menor, sin importancia. Se da por sentado que, por ser mujer, sabes limpiar”.
Y es que, más allá de la carga de trabajo y el desgaste físico que conlleva, muchas kellys coinciden en definir que su trabajo es menospreciado. “A menudo hemos vuelto a casa con la sensación de no ser nadie”, lamenta la portavoz de las kellys de Benidorm. De hecho, no son pocas las que tienen que recurrir tanto a calmantes musculares como a antidepresivos.
A todo lo anterior se suma la dificultad de conciliar la vida laboral con la familiar. El incremento de guarderías de proximidad o la mejora en facilidades para madres es otra de las demandas de las kellys, que a menudo perciben como un “quebradero de cabeza” garantizar el cuidado de su familia mientras mantienen lo que con frecuencia supone el principal o único ingreso de sus hogares.
Suspenso sindical
La negociación del convenio ha sido uno de los principales ejes sobre los que ha girado la acción conjunta de las kellys. Durante meses, la asociación se ha reunido con los sindicatos para poner sobre la mesa sus peticiones con respecto al nuevo convenio de hostelería de la Costa Blanca: evitar la externalización para garantizar la igualdad de condiciones laborales y salariales, prevenir la sobrecarga de trabajo con medidas como estipular un número máximo de habitaciones y regular los días de descanso.
Las exigencias han quedado lejos de ser cumplidas. El nuevo convenio, aprobado gracias a la firma de UGT, sí recoge unas tablas salariales que equiparan los sueldos del personal subcontratado con los del personal fijo, pero no garantiza que las camareras de piso contratadas por empresas externas gocen de los mismos derechos laborales que las que son contratadas por el mismo hotel. De hecho, a menudo este tipo de empresas obtienen beneficios económicos a costa de la precarización.
El nuevo convenio colectivo no garantiza que las kellys de subcontratas tengan los mismos derechos
Una práctica bastante habitual es la de contratar a la empleada en calidad de peón de limpieza en un hotel, por ejemplo, bajo el concepto de limpieza inaugural (realizando en realidad las mismas funciones que las camareras de piso, y haciéndolo en otro hotel diferente e inaugurado hace años) o tenerlas “como una mercancía”, en palabras de las kellys, trabajando un par de horas en un hotel para trasladarlas acto seguido a otro.
Estas prácticas se explican porque la figura de peón de limpieza utilizada en las subcontrataciones no equivale a ninguna categoría de hostelería, mientras que el acuerdo estatal del sector sí incluye a las camareras de piso en categoría 4. Esto implica que, haciendo el mismo trabajo, aquellas que son contratadas en calidad de peón de limpieza cobran y cotizan menos. Mientras la media de cotización de una camarera de piso es de 1.100 euros, la de peón de limpieza es de 600. Además, tal y como está planteada la normativa, es fácil establecer por escrito un número de horas y, en la práctica, “hacer el doble”.
Este tipo de vicios empresariales se engloban en lo que ellas definen como la “mercantilización total del trabajo”. Una de las kellys que acudió a la concentración de junio por un convenio laboral justo lo definió claro: “Mientras servimos, nos mantienen; pero cuando dejamos de servir, nos cambian, como si fuéramos ruedas”. Algunas de estas empresas han sido denunciadas en varias ocasiones por prácticas poco lícitas y abusos hacia sus trabajadoras. Es el motivo por el que el manifiesto del colectivo reclama que los hoteles no recurran a terceros para contratar el servicio.
La asociación llevó ante inspección del trabajo las prácticas de más de 100 hoteles de la provincia con servicios externalizados
De hecho, a principios de año las kellys acudieron a inspección de trabajo para denunciar las prácticas de los hoteles con servicios “externalizados total o parcialmente”, tales como las cesiones ilegales de empleadas, las sobrecargas de trabajo, los fraudes de los establecimientos que contrataban para hacer cuatro horas y obligan a hacer ocho, y un largo etcétera de irregularidades. En ese sentido, la portavoz de las Kellys afirma que, a día de hoy, inspección de trabajo ha denunciado a 109 hoteles de la Costa Blanca por realizar estas prácticas. “Para un hotel, la externalización se traduce en que no es su problema porque no es su trabajadora”, explica Yolanda.
Cuando la trabajadora necesita asistencia, no sabe a quién recurrir porque el enlace sindical de las kellys externalizadas no es el del hotel, puesto que no es ése su contratante; sino otra empresa. Además, muchas kellys son extranjeras, llevan poco residiendo en Benidorm o simplemente no conocen las dinámicas sindicales. Al respecto, Yolanda se muestra “escéptica” con que se apliquen las subidas salariales que contempla el convenio “de manera automática”, y en ese sentido lamenta que “muchas no conocen sus derechos o no saben a quién deben dirigirse para hacerlo”.
Otro aspecto del convenio con el que las kellys se han mostrado disconformes es la cláusula que especifica el descanso de dos días. La coletilla “salvo acuerdo en contrario entre el empresario y el trabajador o la trabajadora” implica la posibilidad de que la propia camarera de piso acepte y asuma su condición precaria, o que directamente el hotel imponga cuántos días libres tendrán porque los contratos son eventuales.
“Y, si no te gusta, ya sabes”, apostilla Yolanda, quien asegura que esos días libres tampoco “se pagan como se tienen que pagar”. El pago por un día de trabajo es de 45 euros, mientras los días libres se pagan a 33, por lo que, cuando una kelly trabaja uno de esos días libres cobra menos que en un día laborable y la mitad de los 65 euros que deben cobrar las camareras de piso por trabajar en sus días de descanso.
Se extiende la lucha
Aunque en la Marina Baixa las kellys empezaron a organizarse en junio de 2016, el asociacionismo de camareras de hoteles comenzó mucho antes. Ellas trajeron a Benidorm el modelo de organización interna que estaban vislumbrando en compañeras de otros territorios del Estado. El modelo asambleario, la lucha colectiva y la defensa mutua son principios fundamentales en la asociación; pero nada de esto tendría sentido si no estuvieran llegando cada vez a más kellys.
El pasado 16 de agosto se volvieron a concentrar en la plaza Triangular de Benidorm, el primer lugar que las vio alzar la voz en la ciudad. Hicieron una cadena contra la precariedad mientras, simultáneamente, las kellys de Gran Canaria y Fuerteventura hacían lo mismo. Justo hoy, 26 de septiembre, las kellys de Madrid han convocado una gran concentración en la Plaza de España “contra la externalización en la limpieza de hoteles y por la reincorporación a plantilla de camareras de piso”, a la que acudirán trabajadoras de distintos territorios del Estado para mostrar su apoyo a las kellys de la capital.
Las kellys de Madrid han convocado para hoy una concentración a la que acudirán compañeras de distintos territorios
Las redes sociales han ayudado a las Kellys a difundir sus reclamaciones y a darse a conocer. Las de Benidorm–Marina Baixa las utilizan constantemente para compartir los casos, información y noticias que afectan al colectivo. Es la manera de llegar a las compañeras que trabajan en la zona, y también la forma más efectiva de dar a conocer la realidad que sufren a ciudadanos, políticos y medios. Además, comparten canales privados para organizarse entre ellas y con el resto de territorios. “En realidad estamos haciendo sindicato de base”, considera Yolanda García, “cuando las kellys han tenido que salir a la calle, por algo será”, añade.
Sin embargo, la industria hotelera y la burocracia de los procesos impiden resultados rápidos y palpables pese a las numerosas reuniones que la asociación ha mantenido con políticos, sindicatos, instituciones y empresarios. “Poco a poco se van sumando más fuerzas. Los resultados palpables son lentos, pero se van consiguiendo cosas”, continúa Yolanda García. Mari Carmen, camarera de piso en Benidorm, también se muestra positiva: “Por aquí ya todo el mundo conoce nuestra lucha, y algunos sí tienen un poco de miedo”.
Mañana mismo las kellys de Benidorm-Marina Baixa se reunirán con la consellera de Igualdad y Políticas Inclusivas, Mónica Oltra, para reivindicar las mejoras de sus condiciones laborales, solicitar que se revise el procedimiento de subvenciones a hoteles que externalicen a sus trabajadoras y profundizar en las inspecciones de trabajo del INVASSAT que se anunciaron en el inicio del verano.
Las kellys están dispuestas a denunciar uno por uno a los hoteles que las maltratan: ya en diciembre de 2016 emitieron un comunicado cargando contra el presidente de la patronal hotelera de Benidorm y la Costa Blanca (Hosbec), Antonio Mayor, quien en un acto navideño con importantes figuras de la vida política y empresarial alicantina aseguró que “no es cierto” que se maltrate a los trabajadores de los hoteles y defendió que “durante la crisis no se ha producido ninguna devaluación salarial en el sector de la hostelería, al contrario que otros sectores en los que la destrucción de empleo ha ido unida a un serio recorte en las remuneraciones”.
Las kellys le echaron en cara las subcontrataciones que precarizan el trabajo y le recriminaron que “se midiera todo en sentido de remuneración económica” y no se adaptaran “las cargas de trabajo para que no resulten un riesgo para nuestra salud”.
Las Kellys de Benidorm-Marina Baixa han decidido no guardar silencio, organizarse y darse apoyo mutuo para luchar por sus derechos. En su última gran movilización, en el mes de agosto, Yolanda citó a Rosa Luxemburgo: “Quien no se mueve, no siente las cadenas”. Ellas están decididas a moverse hasta que el sonido de sus cadenas no deje dormir a los dueños de los hoteles explotadores de la ciudad.
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Creo que es un articulo muy interesante sobre lo que sucede en nuestra tierra se ve como la periodista ha recabado muy bien datos sobre el tema mucho mejor de lo que lo tratan en un medio cualquiera, aunque tiene deficiencias que deberían ser revisadas:
1º El uso de "capital del estado español", es una nomenclatura que puede generar cierto rechazo respecto a la autora al tratarse de una expresión usada por los independentistas, cuando podía haber usado una expresión más sencilla como Madrid, la capital del país, la capital de España,...
2º Los convenios colectivos, para mi es la parte del articulo peor redactada, se enlaza en un primer momento con el convenio colectivo de hostelería de la provincia de Alicante, y posteriormente se habla de los niveles medios de salarios refiriéndose al convenio colectivo de una empresa que ofrece outsourcing (No solo a hostelería aunque digan que su especialidad es esa, sino integral a personal de staff, desde contabilidad hasta recursos humanos). Pero es que hablamos de bases cotizadas, lo cual creo que desde una perspectiva social es incorrecto se debe hablar en prorrateo de 14 pagas, no simulando 12 pagas como ocurre con la cotización. Esto lo comento por destacar aún más la precariedad de estas trabajadoras tendrían un salario bruto mensual aproximado de 942€ y 514€ aproximadamente. Otra cosa importante es de donde salen los importes ya que el segundo debería salir del convenio de Exeo entiendo pero en cambio el peón contratado por la empresa cotizaría 900€ (en términos de 12 pagas) y es coincidente la cifra de los 600€ con el personal con contrato para formación una formula que se supone debería blindar a los trabajadores un 50% de formación por parte de empresas externas. Lo cual sería incompatible con lo descrito en el articulo dentro de la legalidad, además de que esta figura estaría limitada.
Por último me gustaría dejar en unas líneas mi opinión sobre el tema. Y es que deberían organizarse como un colectivo certificador de la calidad, tal como existen sellos de calidad o etiquetas por una parte y por otra independizarse de las empresas formando sus propias cooperativas donde ellas son las dueñas y las que marcan los estándares, que además permitiría absorber los márgenes empresariales que otras organizaciones están obteniendo.