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Discriminación en la puerta de Europa

Las personas migrantes que llegan al Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes de Ceuta suelen estar más de un año, esperando ser enviadas a puntos de la península. Quien busca asilo por motivos LGBTI se encuentra con discriminaciones y homofobia

Magia, una joven trans de 19 años, se maquilla a las puertas del CETI de Ceuta.
Magia, una joven trans de 19 años, se maquilla a las puertas del CETI de Ceuta. Sònia Calvó Carrió

@victoryus3

@VictriaVic

13 jun 2019 06:52

Banderas de España, estatuas que veneran a la Guardia Civil o a la Legión Española —incluida la cabra—, la posibilidad de coincidir tomando un café con miembros del Ejército en cualquier bar, menores no acompañadas en la zona del puerto, personas migrantes que ayudan a aparcar los vehículos conocidos popularmente como “dale-dale”... Esta es la imagen de Ceuta, una ciudad a caballo entre África y Europa conocida popularmente como la puerta de África. Aquí conviven comunidades cristianas, judías, musulmanas e hindúes entre las 85.000 habitantes que se reparten los menos de 20 kilómetros cuadrados de territorio ceutí.

Quien no consta en el cómputo oficial de población son las 520 personas migrantes que caben en el Centro de Estancia Temporal de Extranjeros (CETI). Si bien este centro tiene capacidad para poco más de 500 personas, en enero había 510, y a lo largo del año 2018 llegaron a pasar de las 1.977. Se trata de una cifra que varía constantemente. En 2018, 6.253 personas migrantes llegaron a Ceuta y Melilla, según cifras de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). En cuanto a lo que llevamos de 2019, las llegadas irregulares de migrantes a través de rutas marítimas hacia Ceuta y Melilla se han reducido en comparación con el año anterior. En el caso de Ceuta han llegado 180 personas por vías marítimas, un 22,1% menos que en el mismo periodo de 2018, y 284 por tierra. En 2018 Melilla registró 3.475 solicitudes de asilo, diez veces más que Ceuta, que recibió 348, según datos del Ministerio de Interior.

Una de las personas que llegó a Ceuta en 2018 fue Hassan, un joven de 21 años proveniente de Tetuán. Él, al igual que muchas otras personas, es una de las personas homosexuales que han decidido hacer un cambio en su vida y marchar de Marruecos en busca “de un futuro mejor”. “Los principales problemas los he tenido con mi familia”, reconoce en Hassan. Sus progenitores nunca aceptaron que fuera homosexual, menos aún al compararlo, según explica, con su hermano gemelo. “A mí no me aceptaban como era, me preguntaban por qué mi hermano gemelo era tan religioso y lo hacía todo bien y yo, en cambio, no”, recuerda este joven aprendiz de fontanería. Después de mucho pensarlo y informarse, ahorró y atravesó la frontera.

En su caso, fue fácil. “Entré con mi pasaporte, caminando, como cualquier ciudadano Tetuán”. Según la normativa europea y española del Tratado de Schengen, se permite la entrada de ciudadanía de Tetuán a Ceuta sin tener visado o permiso de residencia en territorio español, simplemente mostrando el pasaporte. Un caso similar es el de las habitantes de Nador que desean cruzar hasta Melilla. Si bien cruzar fue fácil, la vida de Hassan en el CETI no lo es tanto. “Hace un año que estoy aquí, un año de sufrimiento”.

Frontera de Benzú, en Ceuta
Frontera de Benzú, en Ceuta Sònia Calvó Carrió
Cuando una persona extranjera ya ha entrado en Ceuta, el paso siguiente es manifestar que quiere solicitar protección internacional en la Oficina de Extranjería, y se le da una cita para que pueda formalizar esta solicitud, en la que se realiza una entrevista donde explica los motivos por los que ha huido de su país. Una vez se ha hecho esta entrevista, se remite a la Oficina de Asilo y Refugio en Madrid y se inicia la instrucción del expediente de asilo. En el caso del colectivo LGBTI no hay ninguna diferencia específica, ya que el trámite es el mismo para todas las personas que manifiestan una necesidad de protección internacional. “Se entiende que la persona que huye de su país por un motivo de persecución no ha podido preparar toda la documentación”, remarca la abogada de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) Claudia Assens. “En muchos países hay detenciones o vulneraciones de derechos humanos —como por ser homosexual, bisexual o trans en Marruecos— de las que nunca quedará un registro documental; esto conlleva que lo que tiene la persona para demostrar su relato, en el fondo, es su palabra”.

“¿Qué te ha empujado a venir? Cuando te diste cuenta de que eras gay? Te han pegado? Te han torturado?”. Son algunas de las preguntas que tuvieron que responder como Hassan durante su primera entrevista. En esta misma situación se encontró, también, Zackarias. Si bien él recuerda lo “complicado y difícil” que fue vivir en Marruecos, reconoce que ahora en Ceuta tampoco es fácil.

En Ceuta hay quien piensa falsamente que mucha gente de Marruecos dice que es gay o lesbiana para conseguir el asilo
En el ambiente cultural de Ceuta hay quien piensa que mucha gente de Marruecos dice que es gay o lesbiana para conseguir el asilo. Ante estas afirmaciones, Teo Corral, carmelita de la Caridad Vedruna y miembro de la Asociación Elín —una entidad que se dedica desde 1999 a dar apoyo y orientación a personas migrantes—, opina que le parece “una falta de respeto y una banalización de lo que viven estas personas”. Sin embargo, también es cierto, dice Corral, que “por culpa de tener unas políticas migratorias tan restrictivas e injustas, es normal que la gente mienta para buscarse la vida. “Ojalá no fuera necesario —concluye la carmelita—, ya que al final esto perjudica los que realmente lo sufren”.

Discriminaciones entre la población migrante

El CETI tiene una población muy diversa: de origen subsahariano o magrebí, mujeres y hombres, familias con niños, miembros del colectivo LGBTI y otros que no. A esto se le añade que una parte del colectivo no LGBTI tiene una mentalidad poco tolerante hacia la diversidad sexual. “A veces las personas LGBTI se ven amenazadas, incluso agredidas, y su vida cotidiana en el centro se complica”, explica Assens. Oubaida es una de esas personas que ha sufrido las amenazas de las que habla Assens. “Me critican, me escupen, me dicen mariquita, me roban el maquillaje y las maquinillas de afeitar”, confiesa preocupada por si la acorralan en el bosque de delante del CETI y le pegan por ser trans. Si bien la mayoría de discriminaciones provienen de parte de otros migrantes, algunas quejas se refieren también al equipo de trabajo del centro, sobre todo, dice la gente interna, a miembros del equipo de cocina y algunos guardias. Desde la Asociación Elín lamentan que cuando las personas que demandan asilo por motivo LGBTI llegan a “se piensan que finalmente han llegado a un lugar lleno de libertades y, en cambio, se encuentran que la estigmatización sigue presente en la sociedad”. Lo que necesitan “es poder ser ellos mismos en libertad, y no lo encuentran del todo en Ceuta”, lamenta Corral.
Una parte del colectivo no LGBTI del CETI tiene una mentalidad poco tolerante hacia la diversidad sexual
Desde el CEAR sostienen que “las personas solicitantes de asilo internacional no deberían estar en el CETI”. “Una vez son documentadas con la tarjeta roja —el documento que acredita la condición de solicitante de protección internacional—, tienen el derecho por ley a trasladarse a territorio peninsular y, una vez allí, a ser acogidas en un centro de protección internacional”, remarca Assens. Sin embargo, tanto en Ceuta como en Melilla, “se retiene los solicitantes de asilo, lo que hace que su estancia se prolongue de manera exagerada”, reconoce la abogada del CEAR.

Abdellah es una de esas personas que, a pesar de que ya dispone de una tarjeta roja, está esperando cruzar a la península desde hace meses. Quiere vivir en Madrid o en Barcelona. “Quiero estudiar, trabajar y vivir mi libertad y que se respeten mi individualidad y mis derechos”, reivindica. A su lado la escucha atentamente Magia. A ella no le importa qué ciudad sea su destino final. Lo que quiere es seguir su sueño: ser una modelo mundialmente conocida. “Queremos ir a Europa para vivir estos derechos humanos de los que oímos hablar pero que seguimos, a estas alturas, sin ver”, concluye desde las puertas del CETI.

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Este reportaje se ha realizado en el marco de las becas DevReporter, con la contribución financera de la Unió Europea. El contenido de este documento es responsabilidad exclusiva de la Directa, medio en el que se ha publicado el reportaje original en catalán.

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