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Líbano
En el Líbano, agroecología para sobrevivir en tiempos de crisis
En la terraza de una cabaña de barro y paja, Julia limpia semillas de lechuga siria. “Las obtuvimos del banco nacional de semillas alemán”, dice, concentrada en su tarea. “Son parte de un conjunto de semillas recogidas por todo el mundo. Gracias a ellas la granja Buzurna Juzurna [”nuestras semillas, nuestras raíces“ en árabe] trabaja con una gran variedad de plantas”, añade, señalando el huerto. Detrás de la casa se cultivan conjuntamente pimientos, quinoa, maíz, flores y calabazas.
“Todo es ecológico, sin productos químicos. Y reutilizamos las semillas de un año para otro”, explica Lucas, un francés que trabaja en la granja desde hace varios años. Situado en el fértil Valle de la Becá, en el este del Líbano, el proyecto Buzurna Juzurna tomó forma en 2016. Dieciocho libaneses, sirios y franceses, agricultores y activistas, formaron una red informal para fomentar el uso de semillas locales. Crearon su ONG en 2018: “Queremos difundir el conocimiento de las técnicas de agricultura sostenible para promover la autosuficiencia”, afirma Lucas.
En el Líbano, el interés por la agricultura ecológica comenzó hace unos diez años, tras el escándalo por el uso de pesticidas altamente cancerígenos en 2009. En su momento, la prensa local denunció también los niveles anormalmente altos de fertilizantes químicos encontrados en la mitad de las frutas y hortalizas analizadas. En 2015 la crisis de los residuos, durante la cual la capital libanesa quedó inundada bajo ríos de basura, reforzó el activismo ecológico. Sin embargo, la concienciación seguía siendo limitada, según Lucas: “Cuando empezamos en 2016, nuestras acciones no tuvieron eco. Pero, con el aumento de los precios de las importaciones debido a la crisis, la gente se dirige cada vez más a Buzurna Juzurna”.
En el Líbano, el interés por la agricultura ecológica comenzó hace unos diez años, tras el escándalo por el uso de pesticidas altamente cancerígenos en 2009
Desde 2018, la ONG ha quintuplicado la venta de semillas. En el supermercado local todavía se pueden encontrar las llamadas semillas convencionales. Pero las semillas importadas son muy caras porque siguen los precios del mercado negro. Por eso, los agricultores de la región prefieren recurrir a las semillas locales de Buzurna Juzurna: “Nuestros precios han subido muy poco porque producimos localmente”, explica Lucas.
Las importaciones se vuelven inaccesibles por la inflación
En el Líbano la inflación es muy alta desde 2019. La pérdida de valor de la libra libanesa ha hecho que los precios de las importaciones se disparen. Al tipo de cambio oficial fijado por el Banco Central del Líbano, un dólar equivale a 1.500 libras libanesas. En el mercado negro, un dólar valía 24.000 libras a mediados de julio. Sin embargo, la economía libanesa se basa en los servicios bancarios y el turismo: el país produce poco e importa más del 80% de sus bienes, que deben pagarse a precios del mercado negro. Los pesticidas, las semillas... los productos importados para la agricultura se han vuelto demasiado caros para muchos agricultores como Ali Ghazzwi. Originario de Mansour, en la Becá, desde hace dos años está muy endeudado comprando pesticidas: “Ya no puedo llegar a fin de mes”, afirma.
Pocos agricultores recurren a la certificación ecológica, considerada ineficaz y, sobre todo, muy cara en estos tiempos de crisis: “Varios cientos de dólares al año”, asegura Samer Azar, un agricultor que vive cerca de Trípoli. Pero las técnicas ecológicas, que permiten cultivar sin tener que importar productos químicos, son cada vez más frecuentes en el mundo agrícola. En la ciudad de Marj (en la Becá) Salim Alazwak, agricultor de Siria y miembro de Buzurna Juzurna, empezó a utilizarlas hace bastantes años. Especializado en el cultivo de rosas, está ahora muy satisfecho con esta elección: “No utilizo ningún producto químico y reutilizo las semillas de las flores que planto cada año”, dice. “No compro productos importados, lo cual es una verdadera ventaja”.
Este fenómeno no se limita al sector agrícola. Con los confinamientos sucesivos debidos a la crisis sanitaria y sobre todo a causa de la violenta crisis financiera que azota al país, parece que una ola de “retorno a la tierra” recorre el Líbano. El fenómeno es difícil de cuantificar, pero algunos elementos muestran el alcance del interés por la agricultura ecológica entre los particulares. En enero de 2020, un grupo de ingenieros agroalimentarios y activistas medioambientales crearon Izraa إزرع (“Planta”) para articular una comunidad de libaneses en torno a la puesta en común de conocimientos sobre agricultura ecológica. El grupo de Facebook, muy activo, cuenta ya con casi 128.000 miembros.
Con la inflación de la moneda libanesa, los precios al consumidor aumentaron más del 150% entre la primavera de 2020 y la primavera de 2021. Más de la mitad de la población libanesa vive por debajo del umbral de la pobreza y la tasa de pobreza extrema pasó del 8% al 23% entre 2019 y 2020. La alimentación se ha convertido en una de las principales preocupaciones de la población. Ziad Abi Chaker lo ha entendido al fundar la empresa Cedar Environmental. El ingeniero medioambiental propone instalar granjas verticales en viviendas particulares, cuyos recipientes, creados a partir de productos reciclados, están destinados a la siembra de frutas y verduras ecológicas.
Con la inflación de la moneda libanesa, los precios al consumidor aumentaron más del 150% entre la primavera de 2020 y la primavera de 2021
La demanda aumenta a medida que los libaneses se preocupan por la subsistencia alimentaria: “Acabo de montar una granja para un padre de familia. Tiene seis hijos y teme no poder comprar comida. Es una inversión para que su familia tenga suficiente para comer en los próximos años”. Según Ziad Abi Chaker, esta técnica puede ser una buena respuesta a la crisis: ”Los materiales se reciclan, por lo que el coste es bajo“. La empresa ha instalado seis granjas en un año: ”Podemos satisfacer las necesidades de toda la población si instalamos estos recipientes en los tejados de las grandes ciudades“.
Este tipo de proyectos los llevan a cabo principalmente empresas locales u ONG apoyadas por donantes internacionales. “La administración pública se ha derrumbado”, dice Ziad Abi Chaker. “Sólo podemos contar con nosotros mismos”. El presupuesto destinado a la agricultura es realmente irrisorio. Según Chadi Mohanna, director de desarrollo rural y recursos naturales del Ministerio de Agricultura libanés, “supone entre el 0,25% y el 0,30% del presupuesto nacional”.
En el pueblo de Bkeftine, en el norte de Líbano, el centro Wahat al-Farah [centro para personas con discapacidad intelectual] puso en marcha una granja agroecológica en 2019. “El proyecto está financiado en gran parte por la GIZ, la agencia de desarrollo alemana”, explica Loulou Amiouny Rouayheb. La directora del centro recorre el huerto de 3.800 m²: “Compost natural, hierba muerta para ahuyentar las plagas. Todo está diseñado para crear un ecosistema sano, sin productos químicos”, dice, “nada habría sido posible sin la ayuda internacional”.
Desde sus oficinas en Jeideh, en los suburbios del Este de Beirut, Riad Fouad Saade, presidente del Centro Libanés de Investigación y Estudios Agrícolas, sigue con pesimismo la evolución de la agricultura en el Líbano. Para él, los proyectos ecológicos que han surgido en los últimos años son ”beneficiosos“, pero no evitarán que la agricultura se hunda: “Sigue limitada al nivel artesanal”. A pesar de las ventajas de la agricultura ecológica en tiempos de crisis, la transición sigue siendo limitada, ya que la mayoría de los agricultores sólo conocen los métodos ”convencionales“. Por ello, las ONG se centran ahora en la formación.
En Saadnayel, Buzurna Juzurna organiza sesiones de 3 a 45 días para formar en técnicas agroecológicas: “También hemos imprimido un libro traducido al árabe en el que se detallan nuestras prácticas: el compost, la ecoconstrucción, la gestión de colmenas o la elaboración de pan casero”, dice Lucas. En el almacén de la granja hay cientos de botes apilados: ”Aquí tenemos las semillas de Palestina, Túnez y Siria“. Repasa unas cuantas decenas de los preciados granos de sésamo recogidos por todo el mundo: “Hay para alimentar a todo el Líbano”, asegura, “sólo hay que convencer a todos los agricultores de que los planten”.