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Es una escena que se repite incansablemente, cada noche. Al caer el sol, un ambiente oscuro envuelve el país. En ausencia de electricidad pública, apenas los faros de los vehículos iluminan las grandes arterias de un país sumido en la oscuridad. La corriente eléctrica es más bien escasa en el Líbano: la quiebra de la compañía nacional impone un drástico racionamiento, ya que el Estado no está en condiciones de distribuir más que entre dos y tres horas de electricidad al día a los hogares. Casi todas las infraestructuras públicas carecen de ella.
Parece lejano el entusiasmo que desbordaba las calles del país en octubre de 2019: durante un movimiento de protesta inédito, la Thawra [revolución en árabe], los libaneses de todo el país se unieron para pedir la salida de la clase dirigente. Desde entonces, el país se ha hundido.
Un pozo sin fondo. Así es como ven la vida cotidiana los libaneses desde hace tres años. Debido a la agitación de la situación internacional, las noticias que llegan del Líbano son escasas, pero eso no significa que la situción haya mejorado. De hecho, los últimos resultados de los estudios son vertiginosos: a principios de año, la inflación sobre los productos alimenticios alcanzaba más del 480 %, y el 420 % para el agua, la electricidad y el gas. No han cesado las penurias. El precio de llenar un depósito de gasolina corresponde a menudo al equivalente a un mes de salario, y cerca del 80 % de la población se encuentra ahora en situación de pobreza.
A principios de año, la inflación sobre los productos alimenticios alcanzaba más del 480 %, y el 420 % para el agua, la electricidad y el gas. El precio de llenar un depósito de gasolina corresponde a menudo al equivalente a un mes de salario
Más allá de las cifras, están otros dramas. El más reciente fue el pasado 23 de abril, cuando una improvisada embarcación que transportaba al exilio a 85 personas sirias y libanesas, se hundió a lo largo de la costa septentrional del país. De los desaparecidos, 35 procedían del barrio de Kobe, uno de los más pobres de Trípoli, ciudad que se sumió en una capa de duelo y de ira. Al día siguiente, durante un convoy fúnebre, el sonido de las salvas de los fusiles rompió el aire, recordando lo inestable que puede ser este país.
Mientras tanto, el Líbano se dispone a elegir (o reelegir) a sus 128 diputados. Como era de esperar los mismos partidos, las mismas caras, vuelven una y otra vez. “Sí. Estas personas, responsables de la explosión del puerto de Beirut y culpables de la situación en la que se encuentra el país, se presentan a la reelección. ¿Y sabes lo peor? Van a ganar”, se lamenta Paul Naggear.
Este hombre, que perdió a su única hija —Alexandra, de 3 años— en la explosión del puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020, se niega a caer en el fatalismo: “Tracy [su compañera] y yo pensamos en salir del país después de la explosión. Pero mientras el Estado estaba ausente, la movilización del pueblo que levantó Beirut, al igual que la valentía de las personas, que ahora se presentan políticamente en estas elecciones para cambiar las cosas, nos convencieron de que lo mejor era permanecer aquí”, explica.
Una “nueva ola“, decidida a entrar por la fuerza en la política
Los precedentes de estas elecciones legislativas podrían calificarse de históricos. Mientras que la Thawra no pudo desalojar a las élites libanesas de sus sillones, centenares de personas decidieron continuar la lucha por la vía política.
Es el caso de Verena el-Amil, figura ineludible del movimiento de protesta libanés, que, a sus 25 años, es una de las candidatas más jóvenes. “Es necesario mostrar que hay otro viento que sopla, el del 17 de octubre, que sigue vivo, y que ha cambiado de forma”, explica. Es ademas, particularmente simbólico: mientras que las élites libanesas se han amurallado —en sentido literal como figurado— y no han dado a los manifestantes más que gas lacrimógeno como respuesta, la joven intenta entrar en el Parlamento para llevar a él la voz de los suyos.
Y Verena el-Amil no está sola en esta lucha: en todo el país surgen nuevos rostros. Es el caso de Michel Helou, antiguo director del diario francófono libanés L'Orient-le-Jour, que ha dejado su trabajo para dedicarse a la política. “Rara vez se ha visto una situación así en un país que no está en guerra, afirma. Es una depresión lenta y gradual, intercalada con shocks muy violentos. Pero no tenemos derecho a abandonar a su suerte a este país. Es la herencia de nuestros padres, de nuestros abuelos, y el futuro de nuestros hijos.”
“Románticamente, pensábamos que la calle podía dar resultados. Entonces nos dimos cuenta de que este régimen llegaría hasta el final para impedir cualquier cambio”
Por otro lado nos encontramos con Minteshreen, un grupo informal creado durante el levantamiento libanés, cuya entrada en política, incluso a regañadientes, era inevitable: “Románticamente, pensábamos que la calle podía dar resultados. Entonces nos dimos cuenta de que este régimen llegaría hasta el final para impedir cualquier cambio”, explica uno de sus portavoces, Hussein el-Achi.
Sin embargo, invertir en política en el Líbano no es nada sencillo, ya que existen muchas barreras. Si bien Minteshreen acompaña y asesora a varios competidores independientes, el Ministerio del Interior nunca ha dado curso a la solicitud de oficialización del partido, y por lo tanto no pueden presentar un candidato. Un freno deliberado por parte de las autoridades libanesas, que ven con muy malos ojos este tipo de cambios en “el juego”.
Una clase política dispuesta a todo para perdurar
A pesar de este viento fresco que sopla en el tablero político libanés, no se espera una revolución en las urnas, ya que la ley electoral y en general el sistema libanés, son una fuente constante de impedimentos.
Al final, además de tener que enfrentarse al hecho de que el país está dividido en quince circunscripciones (adaptadas por y para los líderes comunitarios), los independientes deben tratar con un “cociente” electoral que favorece ampliamente a los grandes partidos.
Y, además de los obstáculos sistémicos con los que deben enfrentarse los recién llegados a la política, hay que contar también con la dependencia de una parte de la población, atrapada por los grandes partidos, como explica Karim Emile Bitar, profesor asociado de la Universidad Saint-Joseph de Beirut: “En cualquier otro país, habríamos sido testigos de un fenómeno de voto de castigo masivo, y los miembros de los partidos en el poder habrían sido severamente penalizados por los electores. Ahora bien, el establishment libanés y la oligarquía político-financiera que gobierna el Líbano son particularmente ingeniosos y han logrado mantener cautiva a una gran parte de la población, dependiente de los servicios clientelistas ofrecidos por los partidos comunitarios. Así, estas elecciones permitirán probablemente en gran medida la perpetuación de las élites que han gobernado el Líbano desde los últimos 30 años”.
Líbano
“El Estado libanés está dispuesto a todo para contener las manifestaciones”
Con miles de heridos, arrestos y procesos judiciales iniciados contra manifestantes, ya a sus espaldas, el Estado libanés lo ha dejado claro: está dispuesto a todo con tal de reducir a silencio el movimiento de protesta iniciado en octubre de 2019. Un levantamiento cuyo fantasma todavía flota sobre un país herido, y que tardará mucho tiempo en recuperarse de un año definitivamente trágico.
En todas las regiones del Líbano, los partidos políticos han sufrido las deficiencias del Estado desde hace mucho tiempo. Una situación denunciada por la Asociación Libanesa para la Democracia de las Elecciones (LADE), que afirmó recientemente que “muchos candidatos se benefician del deterioro económico y financiero, así como del deterioro de las condiciones de vida de los electores, de modo que la compra de votos se cobija bajo el nombre de ayuda”. Y no puede tachárseles ni de tacaños ni de carentes de imaginación: cupones para conseguir gasolina, distribución de alimentos, entrega de generadores eléctricos forman el cuadro incompleto de una interesada inversión.
Por otro lado, en las aldeas y en las ciudades de tamaño medio, no tienen tantos problemas para asegurarse la fidelidad electoral de sus protegidos.
A esto se añade un discurso bien elaborado, en el que los líderes políticos navegan sobre el miedo al otro, agitan el fantasma de la guerra civil, o predicen, por ejemplo, una “posible” desaparición programada de su comunidad si no son reelegidos, como es el caso de los partidos cristianos. “Escenifican tensiones entre ellos, se cruzan declaraciones, pero al final terminamos encontrándolos en las mismas listas. Es increíble”, dice Hussein el-Achi. “El miedo al otro es su carta clásica, la única que tienen para jugar“, continúa Paul Naggear.
“No estamos en condiciones de ofrecer eventos públicos para que la gente venga a escucharnos y hacerse una idea de nuestras propuestas, ni de ir de puerta en puerta. Los que nos apoyan ni siquiera se atreven a decirlo”
Y cuando las palabras no son suficientes, son las armas las que hablan, una constatación particularmente espectacular en las zonas dominadas por el dúo chiíta Amal-Hezbollah. Por poner un ejemplo, en la llanura de la Bekaa, dos candidatos chiítas presentes en una lista rival terminaron por retirar su candidatura, bajo presión, mientras que un sheikh local, que en una reunión había tenido la desgracia de pedir a los libaneses “que votaran libremente”, vio cómo su discurso fue interrumpido por un intenso tiroteo.
Este tipo de intimidaciones las experimentó amargamente Ali Khalifeh, que se presenta con la oposición en el sur del país —predominantemente chiíta—, cuando el acto de oficialización de su lista fue interrumpido por individuos armados. “No estamos en condiciones de ofrecer eventos públicos para que la gente venga a escucharnos y hacerse una idea de nuestras propuestas, ni de ir de puerta en puerta. Los que nos apoyan ni siquiera se atreven a decirlo. De hecho, cuando no estamos de acuerdo con Hezbolá se nos acusa de ser traidores, de enemigos. Las amenazas y las intimidaciones son cotidianas y aumentan a medida que se acerca el escrutinio, llegando a temer por nuestra vida” explica, decidido a “ir hasta el final”.
El proceso y sus perspectivas
Entonces, en este contexto, ¿qué se puede esperar de estas elecciones? Pese a no haber conseguido formar una alianza electoral como tal– algunas circunscripciones cuentan con cinco listas de oposición –, los independientes no se rinden y se ponen de acuerdo sobre la necesidad de crear un bloque en el Parlamento con el fin de influir políticamente. Y tienen una oportunidad: “Probablemente habrá un avance significativo, aunque es poco probable que sea suficiente para revertir el equilibrio de poder. El combate deberá continuar en otras arenas”, predice Karim Emile Bitar.
“Sabemos que la batalla será larga, pero es necesario iniciar el cambio. Mostrar a los libaneses que se puede cambiar el curso de las cosas, crear esperanza”, afirma Michel Helou.
Crear esperanza, un reto importante en un país donde, según una encuesta reciente, casi uno de cada dos ciudadanos planea exiliarse.
“El sistema libanés está acabado, superado, pero esta agonía aun durará años”, concluye Hussein al-Achi. “Debemos ser el catalizador para el cambio que vendrá, porque es inevitable”.
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