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Apenas asumió el cargo el 20 de enero de 2025, Donald Trump trastocó la escena internacional. A finales de enero, el nuevo presidente estadounidense anunció la suspensión, al menos durante tres meses, de casi toda la ayuda estadounidense al extranjero a través del Departamento de Estado y de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). La cancelación de los proyectos de USAID, una agencia independiente creada en 1961 y que solía manejar un presupuesto de unos 42.800 millones de dólares para proyectos de ayuda humanitaria y al desarrollo, se someterá a revisión en los próximos meses.
Impulsado por aires aislacionistas, el nuevo presidente estadounidense cuenta con el apoyo de Elon Musk, actualmente al cargo del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) y quien hace algunas semanas aseguró que: “USAID es una organización criminal; es hora de que muera”.
Una economía debilitada
Libano está sometido a inestabilidades geopolíticas y su economía sufre una crisis importante ocasionada por la caída del tipo de cambio en 2019 (el valor de la libra libanesa cayó entonces hasta un 98%); lo que ocasionó que una parte significativa de la población perdiera los ahorros de toda una vida. La pandemia de Covid-19 y la explosión del puerto de Beirut, que dejó más de 200 muertos, supusieron la estocada final para el país. La crisis de liquidez, la inflación, la corrupción y la mala gestión han hecho que el país haya tenido que solicitar, en los últimos años, ayuda a terceros países. “USAID es uno de los principales financiadores contribuyentes al Líbano”, explica para El Salto Dany Maalouli, experto libanés en inversiones.
“La agencia juega un papel esencial en el desarrollo económico, la estabilización social y el apoyo humanitario”. Estados Unidos proporcionó el 22% de la ayuda total al Líbano en 2024, es decir, casi 220 millones de dólares, a través de USAID, y alrededor de 17 millones de dólares a través del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Esto coloca a Washington a la cabeza de la lista de donantes, por delante de la Unión Europea, según un informe de seguimiento de la ayuda publicado por las Naciones Unidas en el país del cedro. Esta asistencia está actualmente en suspenso. USAID opera “a través de proyectos plurianuales, generalmente con una duración de 5 años [...] Estos proyectos suelen ser implementados tanto por organizaciones internacionales como locales, en forma de subvenciones, préstamos concesionales o asistencia técnica” explica Danny Maalouli.
En el país, con un Estado especialmente frágil, las ONG desempeñan un papel crucial
Hoy en día, los programas que permiten “apoyar a la población más vulnerable están amenazados”, afirma Ahmad (nombre ficticio), responsable de proyecto que trabaja para una organización estadounidense en Líbano dependiente de USAID y cuyo nombre no quiere dar por temor a las represalias. “Los programas de apoyo a la escolarización de las personas refugiadas de origen sirio que habíamos desarrollado con la ayuda de los fondos estadounidenses están especialmente afectados. Tras la suspensión de la ayuda estadounidense, el alumnado tuvo que abandonar la escuela de un día para otro”, lamenta.
Líbano, que acoge a unos 1,5 millones de personas refugiadas sirias desde el inicio de la guerra en Siria, carece de recursos para escolarizar a estas poblaciones marginadas que podrían quedar fuera del sistema educativo si se cancelan las ayudas estadounidenses. La suspensión de USAID tiene un impacto dramático en la educación en el país, incluso para la población libanesa. Significa el fin de las becas escolares para 500 estudiantes libaneses y la interrupción de los programas de formación de profesorado en dos universidades: la American University of Beirut (AUB) y la Lebanese American University (LAU).
Las políticas de Donald Trump también están afectando duramente a los y las trabajadoras. “Quince personas fueron bruscamente despedidas en mi ONG”, afirma Ahmad. “Una de ellas está ahora en una situación precaria que se agrava porque acaba de ser padre. A todos nos puede pasar que algún día seamos despedidos, pero aquí todos están sorprendidos por cómo se está echando a la gente: de manera repentina y brutal”, afirma Ahmad. “Yo mismo corro riesgo de que me echen, porque mi ONG está aprovechando la situación para reestructurar los equipos. Ahora somos 285 personas empleadas. Nuestros responsables han anunciado que el presupuesto se reducirá a la mitad para el próximo año, por lo tanto, la mitad de la plantilla tendrá que irse. La dirección también nos ha informado que en los próximos meses no habrá aumentos salariales. Es una situación muy angustiante para las personas que trabajan en el sector humanitario y de desarrollo. En Líbano, con la crisis, no tenemos demasiadas opciones si somos despedidos”.
Falta de alternativas
Contactado por El Salto Diario, el Departamento de Estado de EE.UU. afirmó que “los programas de ayuda de los Estados Unidos están siendo objeto de una revisión global. Los programas que sirven a los intereses de nuestra nación se mantendrán. En cambio, los programas que no estén alineados con nuestros intereses nacionales no lo serán”. La ayuda ha sido suspendida en todo el mundo, excepto para Israel y Egipto. Sin embargo, según dos responsables estadounidenses citados por Axios, a principios de marzo, el Departamento de Estado de EE.UU. levantó el bloqueo de una ayuda militar de 95 millones de dólares destinada al ejército libanés, para contrarrestar la influencia de la milicia de Hezbollah en el país.
“La suspensión de los fondos de USAID en Líbano afectará a la economía local”, lamenta Danny Maalouli.
Tras más de dos años con un Gobierno en funciones en manos de Najib Mikati —desde que se celebraran las elecciones legislativas en mayo de 2022—, y dos años de vacancia presidencial, recientemente el país ha conseguido formar un nuevo Ejecutivo. La elección de Joseph Aoun como presidente a principios de enero, seguida por la nominación de Nawaf Salam, que ocupará el cargo de primer ministro, había dado la esperanza de una estabilización del país, minado por la guerra de este otoño con Israel y por la crisis económica. Pero ahora, la incertidumbre sobre el futuro ha regresado, “la suspensión de los fondos de USAID en Líbano a afectará la economía local”, lamenta Danny Maalouli.
“Esto pone en peligro proyectos de reconstrucción en el sur”, indica Fanny (nombre ficticio), jefa de proyecto en una ONG libanesa dedicada al desarrollo en la educación. “Habíamos firmado un contrato con The U.S.-Middle East Partnership Initiative (MEPI) para financiar un proyecto de formación de jóvenes libaneses en el sur de Líbano para reconstruir pueblos destruidos por la guerra. 300.000 dólares durante dos años. Es una cantidad bastante baja, pero habría permitido formar a 95 jóvenes y a 172 personas emprendedoras locales para que pudieran encontrar trabajo dentro de nuestro programa de reconstrucción.” Aunque la ayuda se reanude ahora, “el programa comenzará con varios meses de retraso”, explica Fanny, “es un gran desperdicio.”
El Estado libanés no tiene los medios para llenar el vacío dejado por la suspensión de la ayuda estadounidense; y las ONG intentan encontrar alternativas, “pero es un periodo muy complicado”, afirma Fanny. “Con la guerra en Ucrania, los presupuestos de los Estados europeos para el exterior también están disminuyendo. Nos será difícil encontrar financiadores alternativos. Nuestras acciones corren el riesgo de reducirse y miles de personas beneficiarias en Líbano sufrirán”; concluye.
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