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Cooperación internacional
El naufragio
La Cooperación Internacional ninguneada por una agenda política que bascula hacia la derecha menos comprometida con los derechos humanos.
Hay un barco diferente a los demás en el puerto de Barcelona. Escondido tras los almacenes desconchados, casi al final del último muelle pendiente de colonizar por los yates de lujo de repúblicas de ultramar, el Open Arms sigue amarrado. Ante él desfilan inmensos cruceros y mercantes descomunales en dirección a la bocana, camino de otros puertos como este. Para esos otros barcos, no hay barreras, son los emisarios que se espera lleguen desde una potencia marítima como Barcelona. ¿De dónde creéis que salieron, si no, todas las maravillas que os saludan desde la ciudad de los prodigios?
Poner el pie en cubierta impresiona. Allí es donde pasa todo, es el sitio, el hierro, el caucho, la madera a la que un puñado de afortunados se aferra en alta mar. Un trozo de humanidad en forma cascarón, que debería estar patrullando ante las costas de Libia y, sin embargo, languidece contemplando el ocaso tras Montjuïch. Esta tarde el Ayuntamiento ha convocado una rueda de prensa para denunciar la inexplicable arbitrariedad de Capitanía, que impide al Open Arms abandonar el puerto y llevar a cabo su cometido, porque otros países no cumplen con sus compromisos internacionales. La enésima excusa para no saltar al agua y mojarse. Ayer fue que antes hay que ponerse de acuerdo en Europa y mañana cualquier otra estupidez del repertorio habitual en forma de twitt.
Fotos, micros, aplausos de los periodistas después de cada intervención. No es la claca, sólo que lo evidente acaba por emocionar en estos tiempos tan mediocres. Las ciudades haciendo de bastión de los derechos humanos, no sólo Barcelona, un buen puñado en todo el Estado y en el mundo. Alcaldes y alcaldesas, ciudadanos y ciudadanas rebelándose contra sus gobiernos, como en Italia o en Francia, asumiendo lo evidente y haciéndose cargo de la dejación de funciones en la que incurren. El pacto de gobierno en Andalucía pasaba por devolver las competencias de cooperación a la Administración Central, como si esta las estuviera asumiendo en realidad. Un chiste macabro, a estas alturas, una prueba más de la inquina con la que se vive que los derechos humanos se desplieguen de verdad, y que además todas las administraciones participen en la medida de sus posibilidades y responsabilidades.
En Moncloa y en otros muchos despachos, ese pacto da miedo. Tiene la fuerza de las resacas en los océanos, un mar de fondo que lo vuelve a poner todo en cuestión. El Ministro de Exteriores pide volver a plantar las acampadas de hace 25 años para avanzar con compromisos que ya casi nadie recuerda, sí, el mítico 0,7%, como si fuera un disc jockey al que hay que sugerirle el repertorio. Los partidos de izquierda que le han dado la cartera, silban y miran para otro lado, a ver si amaina el temporal. ‘Lo prioritario ahora es la política interior’ es la traducción del ‘primero los españoles’, en idioma morado . El Presidente de todo esto le dijo a un buen amigo que si por él fuera, mañana mismo recuperábamos la cooperación, pero es que me han puesto un techo de gasto infranqueable, oiga. El aumento en armamento que nos exige la OTAN, ya, tal. Vuelva usted mañana.
El compromiso de llegar al 0,4% en la legislatura se lo ha llevado la marea, que diría Extremoduro, como el Pacto de Estado por la cooperació de una década atrás. Uno se pregunta por qué firman compromisos, sobre todo con cosas tan serias. En Cataluña ha habido que emplearse a fondo desde la sociedad civil para que siga la recuperación desde la Generalitat de esta política pública. Se dice que el Vicepresidente económico no quería recibir a las ONG para no tener que darles la mala noticia de que no habría el aumento programado, pero casi a la misma hora de la rueda de prensa en el puerto el Conseller Bosch recuperaba la promesa en sede parlamentaria. Eso si hay presupuestos y pressupostos, claro. En los próximos Presupuestos Generales del Estado, ahora en discusión, tendremos un bonito gesto con 109 millones más, que pueden parecer mucho, pero que apenas suponen un 5% más de aumento respecto 2018, concentrados en ayuda reemborsable y en ayuda humanitaria.
En ayuda humanitaria, sí, otro chiste para el Open Arms. El sol ya casi se ha puesto tras el cementerio, y turistas y contenedores siguen desfilando sobre el fondo naranja de postal. A cada atardecer allí varado y sin exportar algo de coherencia, el naufragio se hace un poco más grande, para los que devora el mar y para nosotros, atrapados por nuestro miedo a defender nuestros principios.
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La izquierda tiene un problema y un tabú con la inmigración. George Soros se esta gastando dinero desde su open society fundation para extender en los medios la necesidad de acoger inmigrantes, que yo no pongo en duda. Pero desde luego me interesa saber porque ese señor que ha promovido el golpe de estado en Ucrania por ejemplo, invierte en traer inmigrantes a Europa. De esto la izaquierda no quiere saber nada. Como decía Mugica presidente de Uruguay , el pecado de la izquierda es el infantilismo.