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Política
Los ODS o la política de colorines
¿Estamos realmente dispuestos a asumir lo que supone la coherencia de políticas?
Publicado en catalán el 29/07/2019 en el Diari Ara.
Al día siguiente de consumar el pacto para la alcaldía de Barcelona y que se conociera el cartapacio municipal, Jaume Collboni fue entrevistado en un conocido programa de debate de TV3. Al líder socialista se le veía bastante seguro y animado con el trabajo que tenía por delante desde su lado de la plaza Sant Jaume. Reconozco que me sorprendió la firmeza con la que empezó a hablar de la Agenda 2030 de Naciones Unidas y de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), refiriéndose a la acción del gobierno de la ciudad para los próximos años. Tanto como comprobar que se había previsto una tenencia de alcaldía bautizada con los objetivos últimamente tan en boga, lo que significa un compromiso político importante, al menos sobre el papel.
Supongo que el partido socialista ha leído más rápido que otros la letra pequeña que indica que los ODS interpelan también a los gobiernos locales en la tarea global de corregir y erradicar las desigualdades. Recibir un mandato internacional, que además tiene que ver con la dimensión política que más y mejor ejerciste en el pasado, al menos en Cataluña, no pasa todos los días. Sería injusto no reconocer los avances que el poder municipal socialista reportó para nuestras ciudades en otro tiempo, incluso más allá del cinturón rojo. Otra cuestión es si sin la presión social de aquellos barrios sin miedo ni nada que perder, o con el actual PSC/PSOE de tendencias filoliberales, todas aquellas políticas locales habrían sido posibles.
Gracias al creciente eco mediático, además, en la calle Pallars (lo que sería Ferraz en Barcelona) deben ver una oportunidad para pasar página y mirar de cambiar la agenda política en nuestro país, aquello de los "problemas reales de la gente", a menudo tan deformado y manipulado. Comienza a articularse una movilización en torno a una agenda global, a la que nuestra ciudadanía no es ajena, y el aliento en la nuca de la clase política sigue teniendo sus efectos. Tomen nota: después del Once de Septiembre vendrá la Huelga Mundial por el Clima, el 27 de septiembre.
Como todo en política, puede ser un arma de doble filo. Si las fake news son un problema, las fake policies pueden ser letales a estas alturas del campeonato. En julio tuvo lugar en Nueva York la reunión del Foro Político de Alto Nivel, un organismo de las Naciones Unidas que supervisa desde que se instauraron el cumplimiento de los ODS por parte de los estados, y en el que 47 países han pasado este año el examen nacional voluntario. A orillas del Hudson quedó claro que, al ritmo al que vamos, a pesar de todas las declaraciones de manual del buen diplomático, es evidente que no cumpliremos una agenda de por sí poco ambiciosa e insuficiente para los retos que afronta el mundo. El gobierno español, que ha creado un alto comisionado para darle impulso político, sigue suspendiendo en algunos de las diecisiete hitos clave de la Agenda 2030, como la acción climática o la erradicación de las desigualdades, como muestran los informes que la sociedad civil internacional ha preparado. Si España prepara su estrategia de estrategias, como confesaba un alto cargo esos días en Nueva York, el gobierno catalán cerraba recientemente su plan y ultima el acuerdo nacional para la Agenda 2030. Por papel no será.
Probablemente, que no se esté cumpliendo lo que dicen esas miles de páginas tiene que ver con las crecientes dificultades que la sociedad civil organizada se encuentra actualmente para hacer su labor de denuncia y presión: 31 de esos 47 países tienen su espacio cívico cerrado u obstaculizado. Una sociedad que observa con mucha desconfianza lo que puede llegar a ser una gigantesca operación de marketing, en un escenario de desacoplamiento dramático de tribunas y mesas de negociación, que es donde realmente se perfilan las políticas. Al fin y al cabo, los ODS sólo apuntan hitos acríticamente, sin dar recetas, y estas metas pueden seguir alimentando la insostenibilidad de ciudades y países. En la primera sesión del debate de investidura, por ejemplo, Sánchez se jactaba de un acuerdo de la UE con Mercosur que sólo profundizará en la extracción de materias primas y en la deforestación del Cono Sur, como vimos luego durante todo un verano de incendios en la Amazonía, y se asumía un aumento del presupuesto de Defensa para los próximos años, que casa difícilmente con un proyecto de paz y seguridad humana a nuestro alrededor.
¿De verdad estamos considerando detener el crecimiento del puerto o del aeropuerto de Barcelona, y controlar nuestros flujos como ciudad, tal como anunciaba Ada Colau? ¿Aplicaremos a fondo criterios de compra pública responsable durante los cuatro próximos años, y dejaremos de bajar la cabeza ante el Ibex 35? ¿Se acabará la 'ley mordaza' para poder cumplir con nuestro papel como sociedad civil? Ojalá asumamos lo que cuesta realmente avanzar hacia la coherencia de tantas políticas necesarias, y que no quede todo en colocarse un pin de colorines en la solapa.