Los leones del Congreso
Feijóo (monólogo interior)

Una ficción en forma de monólogo interior sobre la posición en la que queda Alberto Núñez Feijóo tras la semana del debate sobre el estado de la nación.
Debate Estado de la nación - 9 ok
Alberto Núñez Feijóo, senador, sigue el debate sobre el estado de la nación desde el escaño de la diputada Cuca Gamarra. David F. Sabadell
17 jul 2022 06:02

La hermana de Gregorio Ordóñez no ha venido a la reunión. No está en la foto. Algunas víctimas del terrorismo nos observan como leprosos. Quizá haberla invitado al acto por medio de un mensaje de whatsapp no haya sido lo más correcto. A lo mejor se ha sentido ofendida. Ya no es de los nuestros. Va por libre. Pobre Gregorio. Recordar los años de plomo no ha sido una buena estrategia. Ha sido una mala semana. Mejor pasar la página.

No fue la canícula sino un debate sobre el Estado de la nación el que ha enfriado el fulgurante resurgimiento del Partido tras las elecciones andaluzas. Hace dos semanas estábamos en La Moncloa. Hoy no parece tan claro. El paquete de medidas de Sánchez aprobado este jueves en el Congreso de los Diputados ha sido una jugada maestra. Ha eclipsado a Yolanda y a mí me ha dejado fuera de juego, como a un púgil al que han descalificado antes de subirse al cuadrilátero. Me he colado en una fiesta en la que sólo podía estar callado.

Ha sido una mala semana, Alberto. Vaya si lo ha sido. Sólo se habla del giro a la izquierda, sólo se habla de Ferreras y nosotros, como quien se equivoca de indumentaria, aparecemos con el lazo azul, en la fiesta equivocada

Cuca Gamarra sigue sintonizada con el terrorismo. La maldición de Pablo me persigue si no coloco un recambio rápido en la portavocía del grupo. Invocar a ETA me ha desplazado 10 años hacia atrás en la historia de este país que busca giros de guión cada quince minutos como un yonqui adicto a los thrillers. Convocar a los fantasmas del pasado fue un error. Los españoles buscan una agenda. Yo no la tengo. Pero soy un hombre previsible, ordenado y confiable. Yo soy ese hombre de gestión, aseado, aburrido, elegante...lo cierto es que aún no he demostrado que ese hombre sea un buen candidato para Madrid, tan sólo un buen presidente en Galicia.

Ferreras y Villarejo por un lado y Sánchez por el otro han acaparado los focos. A ver quién es el listo que se mete ahí. Cada día me sumerjo en las tablas de cálculo intentando comprender qué dicen del gas y del petróleo, del dólar y del euro, qué piensan en Bruselas de mí, qué se dice, qué se cuenta, qué se rumorea. ¿Habrá desbandada de periodistas en La Sexta? No creo. La gente tiene que comer. Los analistas interpretan el oráculo de Delfos y anticipan con calma que habrá cortes de luz, racionamiento del gas y en algunos casos recesión, para cuando llegue el frío invierno. Ayer era el próximo presidente y hoy se habla de economía y democracia. No estoy en la agenda. España seguirá creciendo al 4% los próximos meses. Los jinetes del apocalipsis cabalgan hacia Berlín. De momento no se les ha perdido nada en Madrid. Ha sido una mala semana, Alberto. Vaya si lo ha sido. Sólo se habla del giro a la izquierda, sólo se habla de Ferreras y nosotros, como quien se equivoca de indumentaria, aparecemos con el lazo azul, en la fiesta equivocada.

A veces pienso que este país está ocupado por millones de Gatsby que no tienen donde caerse muertos. En este verano me siento inmerso en una dulce farsa que se celebra a las puertas del horror. En cuanto suene la última canción y se apaguen las luces del último festival, habrá quien diga que tiene hambre y la fresquera estará vacía. El discurso debe ir por ahí. Apunta Bendodo. Si ellos siembran esperanza, nosotros prudencia. No sé. ¿Se puede hacer política del horror? Somos expertos en eso, pero aparecer ante las cámaras sentado en el escaño del Congreso como al triste invitado que no se le permite probar las viandas ha sido un error grave que me deja arrinconado en una de las aristas del espectáculo. No volverá a suceder, Alberto. Le he dicho a Bendodo que se venga ya. Cuanto más europeo se hace el discurso de Sánchez, más lejos me siento de Madrid. Por muy veloz que sea en mi discurso, no me veo capaz de adelantar a la tortuga. Hay que buscar un recambio a Gamarra...Y en breve comienzan los congresos autonómicos. ¿De quién estoy rodeado? ¿Quién me acompaña?

Abstenernos en la votación de los impuestos me ha dejado en tierra de nadie. En ese lugar el oxígeno político es de peor calidad. Siento que me ahogo. Por mucho que hable ante los medios, no habrá nadie que me escuche. Debo mostrarme mucho más beligerante sin ser demasiado contundente. Si no me involucro en la oposición responsable, la espuma de los días de mi nombramiento perderá gas. Y si me involucro demasiado con las reformas del gobierno, mi electorado y la Brunete se pueden enfadar. Dicen que soy la promesa, a eso lo llaman ahora hype, a eso que toda la vida fue una promesa, una expectativa. Soy un clásico en tiempos modernos. Dicen que al hype hay que alimentarlo manteniendo alejada a la hybris. Me siento viejo.

En Cataluña regresan los convergentes. El PNV ha puesto los intermitentes en la bancada del congreso porque no le gusta enterarse de las cosas por el periódico. El autonomismo de derechas es una fórmula eficaz. Conmigo pueden hablar. ¿Podrán también pactar? Una mayoría absoluta con el PNV y los nuevos convergentes sería una forma de resetear al país. Volver a ese tablero de ajedrez puede ser una buena alternativa. Podemos jugar la misma partida del 96 sin que mi discurso pierda coherencia: sería interpretado como una jugada maestra. Yo soy el autonomismo de derechas. Tengo que decírselo a Bendodo y saber qué opina. Después vendrá Aznar. ¿Se me volverá en contra? En fin, lo de siempre. Todo se ha vuelto más complicado de lo que parece.

Un año en política son unas cuantas vidas. En el congreso solo soy un muñeco sin brazos. En el senado, aún parezco un indocumentado. A quién se le ocurre confundir los intereses con la prima de riesgo. De momento, el resto de partidos se disputan la autoría de todas las medidas de Sánchez. Sólo Vox  juega al asalto del congreso y a Santiago Abascal se le ha quedado la voz de un zombie mientras escupe soflamas. La gente comienza a mirar hacia otra parte. El catastrofismo como ideología no da votos. En este país, auparse sobre el infierno de los otros es miserable y se paga caro. Tendré que llamar a Consuelo Ordóñez y disculparme. La inflación me acompaña, cabalgamos sobre su lomo.

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moralesmontesdeocajuan
18/7/2022 17:32

Después de echar a la Gamarra, aún te quedará el gran "estratega y demócrata" de González Pons y algunos mariachis más.

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