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Crisis climática
A 100 segundos del fin del mundo
El jueves pasado fue el 75 aniversario del famoso reloj del Apocalipsis que representa lo cerca que estamos del fin del mundo (siendo la medianoche el final). Un año más, el reloj volvió a colocarse a 100 segundos. En el año 2019 ante un inusual riesgo de debacle, los científicos dejaron atrás los minutos y decidieron empezar a contar nuestro final en segundos. El mensaje es claro: el riesgo de cataclismo es máximo.
Es cierto que se habló de noticias positivas como la salida de Trump y la entrada de Biden que “proporcionó la esperanza de que lo que parecía una carrera global hacia la catástrofe podría detenerse”, pero también hubo malas noticias para mantener otro año más (el tercero consecutivo) el reloj a 100 segundos. En la declaración del Boletín quisieron dejar claro que eso “no sugiere, de ninguna manera, que la situación de seguridad internacional se haya estabilizado”. La “nueva anormalidad” del año 2019 “lamentablemente ha persistido” quedando el mundo “atrapado en un momento extremadamente peligroso”.
Hay que decir que esa esperanza estaba basada en ciertos hechos. Se destacan varios puntos: el acuerdo nuclear in extremis para salvar el New Start entre Estados Unidos y Rusia, el anuncio de la administración Biden de que volvería al acuerdo nuclear con Irán o la incorporación al acuerdo climático de París.
Sin embargo, hay que reconocer que se echó en falta una mayor crítica a la administración Biden. Un año después las relaciones con Irán no han mejorado dada la insistencia de la administración por continuar con la estrategia de Trump de asfixia al país, manteniendo unas sanciones devastadoras para la población. Es esta precisamente una nueva demostración de que las sanciones solo sirven para dañar a la población que vive atrapada entre regímenes autoritarios, ya sea la teocracia iraní o los talibanes y el imperialismo occidental. Un ejemplo de ello es la reciente denuncia en el medio The Intercept acusando a Biden de jugar con el genocidio ante la amenaza de una hambruna masiva en Afganistán.
Hay una gran preocupación por que las relaciones entre Estados Unidos y China y Rusia siguieran siendo “tensas”, haciendo una alusión al peligro de una guerra con Ucrania después del “despliegue” de tropas rusas
También se manifestó una gran preocupación por que las relaciones entre Estados Unidos y China y Rusia siguieran siendo “tensas”, haciendo una alusión al peligro de una guerra con Ucrania después del “despliegue” de tropas rusas. En un contexto donde estos países quieren modernizar sus armas nucleares, los expertos creen que podría desatarse “una nueva y peligrosa carrera nuclear”.
Sobre este punto creo que es conveniente hacer un inciso y destacar que a día de hoy se está dando una lucha muy importante para conseguir que se prohíban las armas nucleares. Hay que subrayar que éstas no solo aumentan la probabilidad de una guerra terminal con Rusia o China, sino que también hay otros países donde puede desatarse un conflicto que termine por hacer imposible la vida en la Tierra. Ya sea Irán, Corea del Norte o India y Pakistán. Algo especialmente peligroso en un momento en el que la crisis climática puede hacer saltar por los aires el frágil orden internacional.
En relación a la crisis climática, los peligros son muy claros para el boletín: existe una “gran diferencia” entre las promesas para reducir las emisiones a largo plazo y las acciones concretas para reducirlas a corto y a medio. De momento hay poco más que “palabras correctas”. Hay algunos avances, pero se requieren acciones “inmediatas”: dejar de lado los combustibles fósiles e invertir en renovables, avances en eficiencia energética, “mejorar masivamente las infraestructuras” y “un cambio en el uso de la tierra y prácticas agrícolas”. También, los expertos manifestaron una posición pesimista o realista ante las acciones concretas de la administración Biden en política doméstica. Los planes de mejoras de las infraestructuras del año 2021 no abordan la crisis climática, mientras que el Build Back Better —algo que sí que supondría un cambio significativo— permanece bloqueado ante la alianza perversa de los demócratas corporativos y reaccionarios (Manchin y Sinema) con el Partido Republicano.
En lo relativo a la gestión del Coronavirus, los expertos fueron bastante críticos con una “respuesta mundial [que] seguía siendo totalmente insuficiente”, debido a que “los planes para una rápida distribución global de vacunas colapsaron, dejando a los países más pobres en buena parte sin vacunar”, desencadenando además nuevas variantes” del Coronavirus.
Por otro lado, se pudo comprobar la enorme inquietud que está generando toda la oleada de desinformación entre la comunidad científica. El negacionismo ha alcanzado cuotas alarmantes en los Estados Unidos. Si bien los expertos saludan positivamente que la nueva administración estadounidense haya restablecido “el papel de la ciencia y la evidencia en las políticas públicas”, se advierte que la desinformación “paraliza la capacidad de las autoridades de salud pública y la ciencia médica para lograr tasas de vacunación más altas” o “desalienta igualmente el uso de mascarillas o el distanciamiento social. Tampoco faltaron quejas sobre el comportamiento de las compañías de redes sociales, mientras que continuaban “los ataques políticos” a instituciones que “almacenan los conocimientos” sobre “la mejor manera de afrontar los problemas”.
Los expertos subrayaron que la dinámica negativa “en las armas nucleares y biológicas, el cambio climático y una serie de tecnologías disruptivas” estaba siendo “exacerbada por una ecosfera informativa corrupta”
Esta desinformación se muestra también en forma de “oleadas de mentiras en Internet [que] persuadieron a una parte significativa del público estadounidense a creer la narrativa totalmente falsa” de que Biden no ganó las elecciones en Estados Unidos. La preocupación por los hechos del 6 de enero es absoluta y significa la prueba para el boletín de que “ningún país es inmune a los peligros de la democracia”.
Hay también cierta inquietud en que “los terroristas” y “fanáticos” [muchos de ellos de extrema derecha] puedan tener como objetivo las armas nucleares de un Estado plagado de ellas. El apunte del Boletín es agudo y correcto: “los insurrectos” del Capitolio “estuvieron cerca de capturar al vicepresidente Mike Pence y de hacerse con el control del “futbol nuclear” y tener acceso al “equipo y los códigos para lanzar un ataque nuclear”. Los expertos además señalan que más del 10% de los acusados de delitos durante el Asalto al Capitolio “eran veteranos o miembros del servicio activo” y que ese mismo riesgo se contempla por parte del Pentágono que “ha llevado a cabo una importante revisión del extremismo en el ejército”.
Resulta interesante por un momento ver los paralelismos que existen en otras democracias occidentales donde la extrema derecha cada vez tiene mayor influencia a la hora de entorpecer cualquier medida que favorezca un mínimo progreso. Los expertos subrayaron que a pesar de “los encomiables esfuerzos de algunos líderes” y de “la opinión pública”, la dinámica negativa “en las armas nucleares y biológicas, el cambio climático y una serie de tecnologías disruptivas” estaba siendo “exacerbada por una ecosfera informativa corrupta” que socava la toma de decisiones racionales y que “mantiene al mundo a un paso del apocalipsis”.
Por último, también fueron muy reveladoras las críticas del boletín a la falta de inversión para hacer frente a las amenazas biológicas naturales, accidentales e intencionales. Se puede apreciar en la declaración del boletín una crítica al modelo neoliberal de maximización de beneficios que descuida la prevención e imposibilita respuestas globales. La pandemia es claramente una llamada de atención porque “reveló vulnerabilidades en todos los países y la capacidad colectiva del mundo para prepararse, responder y recuperarse de brotes de enfermedades infecciosas”. En este sentido, se recordó la amenaza que puede suponer “la resistencia a los antibióticos” que podría desencadenar otra pandemia mundial.
A este respecto, también mostró preocupación por los programas de investigación biológica apuntando a que organizaciones terroristas o criminales pudieran utilizar estas armas. Para el boletín, “la respuesta globalmente inadecuada a la COVID-19 solo sirve para subrayar que un ataque con un arma que contenga agentes biológicos diseñados para resistir las contramedidas médicas existentes podría proporcionar a los atacantes algunas de las ventajas tácticas, operativas, estratégicas y económicas que buscan”.
El boletín señaló que “el mundo vive actualmente una era de innovación biológica”, destacando las inversiones de países y corporaciones en esta materia. Según el boletín “el mundo no esta[ba] reconociendo la naturaleza multifacética de la amenaza biológica”, ya que “los avances en la ciencia biológica y la tecnología pueden dañarnos tanto como ayudarnos”. Los científicos fueron muy claros y animaron a los líderes a que reconozcan que el COVID-19 “no es la última amenaza biológica a la que tendremos que enfrentarnos en nuestra vida”.
En definitiva, en el 75 aniversario del reloj del Apocalipsis no faltaron mensajes catastrofistas, pero también de esperanza. Porque las soluciones siguen siendo estando ahí. El mensaje es claro y tajante. Si no se actúa con rapidez “los eventos verdaderamente catastróficos, eventos que podrían acabar con la civilización tal como la conocemos, son más probables. Cuando el Reloj marca los 100 segundos, todos estamos amenazados. El momento es peligroso e insostenible, y el momento de actuar es ahora”.