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Rusia
La memoria de la Gran Guerra Patriótica a través del 9 de mayo
Cañonazos, desfiles militares, fuegos artificiales y espectáculo. La Plaza Roja de Moscú se convierte en el espacio que une pasado y presente. Un lugar emblemático con la catedral de San Basilio como su eterno baluarte. Una ciudad que, como se denominaba en los tiempos estalinistas, era una gran obra en construcción. Pero lo que ya lleva tiempo en construcción, es el culto a lo que los rusos llaman Velíkaya Otéchestvennaya Voyná, la Gran Guerra Patriótica, nombre con el que se conoce a la Segunda Guerra Mundial en Rusia. Mientras que en Europa Occidental los manuales de historia se centran en el estudio de episodios como el Desembarco de Normandía, la batalla de Okinawa o las Ardenas; en la Europa Oriental se estudia en mayor profundidad la ofensiva Vístula-Oder, la batalla de Stalingrado o la defensa de Moscú. Estos acontecimientos se ubican en el Frente del Este de la Segunda Guerra Mundial, siendo Polonia, Ucrania, Rusia o Bielorrusia sus escenarios más trascendentales
La capitulación de la Alemania nazi significó la victoria de la Unión Soviética contra el fascismo. Cada 9 de mayo se conmemora este hecho, aunque en el país de los sóviets no tenía la importancia que ha conseguido con la Era Putin. Durante el mandato del georgiano Stalin, el desfile en honor a este día apenas tuvo relevancia, ya que la sociedad soviética estaba recuperándose de las consecuencias de la guerra. No será hasta la subida al poder de Brezhnev en los 60, cuando el 9 de mayo se convierta en el mito fundacional del régimen bolchevique, desplazando a la Revolución de Octubre, un hecho que en la actualidad divide a la población del país.
Nuevo milenio, nuevo presidente
El año 2000 no solo marcaba el inicio de un nuevo milenio. Un antiguo agente del KGB nacido en San Petersburgo, sucedía a Boris Yeltsin en el gobierno de la Federación Rusa. El nuevo presidente Vladímir Putin ha hecho regresar el culto de la Gran Guerra Patriótica, convirtiéndose el 9 de mayo en una fiesta para el nacionalismo ruso y su identidad. A través del uso político de un acontecimiento histórico, el Kremlin hace que Rusia se posicione como la heredera de la Unión Soviética, dejando completamente de lado el socialismo o la lucha por una sociedad sin clases. Buena prueba de ello es la adopción del nuevo himno de Rusia en el 2000 con Mijalkov, el mismo compositor que creó la letra del himno soviético. De hecho, la letra cambia en muy pocas palabras con respecto al cántico de 1944.
A través del uso político de la Gran Guerra Patriótica, el Kremlin hace que Rusia se posicione como la heredera de la Unión Soviética, dejando completamente de lado el socialismo o la lucha por una sociedad sin clases
Este restablecimiento del culto a la Gran Guerra Patriótica, no solamente se traduce en los desfiles en el Kremlin, también en la gran proliferación de películas bélicas rusas sobre el Frente Oriental que han visto la luz en los últimos años, como Stalingrado (2013) o Los 28 Hombres de Panfilov (2016). Curiosamente, el 9 de mayo es la ocasión en que se puede ver durante todo el día filmes sobre la Segunda Guerra Mundial en los canales de televisión de la Federación Rusa
Memorias que se cruzan
Los acontecimientos históricos, y en especial la Segunda Guerra Mundial, son vistos de una manera muy diferente por parte de los estados-nación y su población. Mientras unos perciben la llegada de las tropas del Ejército Rojo como una liberación, otros países como Polonia, Ucrania o los Estados Bálticos, lo ven como una ocupación. La interpretación de los hechos por parte de una sociedad reside en el recuerdo de sus integrantes. Los gobiernos a través de las denominadas políticas de la memoria, crean monumentos, leyes, memoriales, películas, obras literarias o manuales de historia para articular un relato oficial que influye en la mentalidad colectiva de sus ciudadanos, aunque existen otras narraciones que se pueden oponer a la hegemónica.
Con tantas interpretaciones, la memoria de la Gran Guerra Patriótica es muy diferente en los países que han estado bajo el amparo de la Unión Soviética. Un buen ejemplo es Ucrania, donde existe una dualidad de la memoria en dos zonas muy diferenciadas: la zona occidental donde el relato del nacionalismo ucraniano tiene un fuerte peso y el ucranio es el idioma más hablado, frente a la zona oriental con una gran añoranza de los tiempos soviéticos sumada a una mayor presencia de ruso-parlantes.
Tampoco debemos olvidar que una parte de la sociedad ucraniana no dudó en ayudar a Hitler en aras de lograr la tan ansiada independencia del país ucranio, al mismo tiempo que buscaban escapar del yugo soviético. Los seguidores de Stepan Bandera, el rostro más visible del fascismo ucraniano, actuaron en el Oeste de Ucrania en villas como Lviv o Ternópil, llevando a cabo matanzas de judíos en Polonia. Pero en un país tan grande en el que vivían en torno a 25 millones de personas, más de 5 millones de ucranianos sirvieron en las filas del Ejército Rojo, mientras que los banderistas eran mucho menores en número; pero sus atrocidades dejaron un impacto enorme en la sociedad polaca.
Las guerras de la memoria
La memoria del colaboracionismo ucraniano durante la Segunda Guerra Mundial, adquiere una importancia fundamental en los usos políticos de la historia desarrollados por el Kremlin. De esta forma, la historia se convierte en un arma de guerra más, creando una visión estereotipada de Ucrania como un país de nazis, una imagen que sigue teniendo mucha gente sin ni siquiera haber visitado el país. Gracias a los avances en las investigaciones históricas, se ha podido encontrar evidencias de auxilio a los nazis en la Rusia soviética. Un claro ejemplo son las tropas del general Vlásov, ayudando a los nacionalsocialistas en su lucha contra el poder bolchevique, pero este suceso ha quedado silenciado de la memoria oficial rusa, ya que hay pasados oscuros que para los gobiernos, no interesa recordar.
Dentro de Rusia la Gran Guerra Patria ha sido tan mitificada que ha adquirido un alto grado de sacralización. Se silencia todo episodio que se contraponga a la memoria hegemónica de Rusia: la heroica lucha del pueblo soviético por salvar su patria contra el invasor nazi
Dentro de Rusia, además, la Gran Guerra Patria ha sido tan mitificada que ha adquirido un alto grado de sacralización. Episodios como las violaciones a las mujeres llevadas a cabo por parte de los frontoviki en Berlín y Viena, los asesinatos perpetrados por el NKVD —antes de llamarse KGB— en Stalingrado y en Vínnytsia, o el pacto de no agresión firmado entre Alemania y la Unión Soviética para repartirse Polonia y entrar en los territorios donde los ruso-parlantes estaban siendo supuestamente discriminados; han sido silenciados ya que se contraponen a la memoria hegemónica de Rusia: la heroica lucha del pueblo soviético por salvar su patria contra el invasor nazi.
De esta forma, el Día de la Victoria se convierte en el histórico momento en que la URSS derrotó al fascismo y en su mito fundacional. La utilización de este fenómeno, ha hecho que Rusia se postule como la heredera de la Unión Soviética, dejando de lado a países como Ucrania, Bielorrusia o Kazajistán, que perdieron tantas vidas o más que Rusia durante el conflicto bélico. Pero para nada esto significa que quieran volver al socialismo de Estado, solamente tratan de recuperar aquellos elementos reaccionarios como la vigilancia, el orden y la supresión de libertades individuales. Esto no solo es una aberración, sino un insulto al movimiento comunista internacional.
Y como afirman muchos historiadores, las guerras de la memoria muchas veces se convierten en guerras, y eso es justamente lo que estamos viviendo en estos tormentosos días.