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Alpinismo
El regreso de la retórica “alpinazi”
El domingo 22 de abril, un grupo de antifascistas llevó a cabo una manifestación en los Alpes. Un día antes, alpinistas neonazis habían escalado la montaña para crear una nueva frontera simbólica entre Francia e Italia. La manifestación antifascista terminó con una razzia policial y la detención de tres activistas a las que se acusa de favorecer “la inmigración clandestina”.
Desde hace tiempo denunciamos —aunque hasta ahora se nos haya escuchado poco— un creciente activismo de fascistas y neonazis en la montaña, así como la vuelta de una retórica "alpinazi" que ve en las cadenas montañosas barreras capaces de preservar las desigualdades entre seres humanos, en lugar de espacios de encuentro a los que subir codo con codo, sitios donde reafirmar la toma del poder en lugar de espacios de resistencia.
Por nuestra parte, odiamos las cadenas y el relanzamiento de aquellas retóricas que hace un siglo convirtieron los Alpes en un sangriento frente de batalla, donde se oponían banderas diferentes representantes de un mismo nacionalismo. No por casualidad, a partir de 2015, muchos, demasiados, se han concentrado más en celebrar el centenario de la Gran Guerra que en recordar el absurdo y el horror de ésta.
Los muros y las barreras, que en estos últimos años hemos visto erigir y fortificar en distintas latitudes, relanzan y anticipan la utilización de todos los dispositivos retóricos del nacionalismo: montes como muros imaginarios —que han de ser expugnados para conquistar y someter a quien vive en la ladera opuesta o defendidos como alturas y fronteras—, montes concebidos como "sagradas e inmutables fronteras". Estos años en los que vivimos están marcados por un desagradable florecer de chirriantes imaginarios ligados a las montañas y a su representación: paños tricolores en el Monte Adamello, montañas reducidas a altares de la patria, evocaciones de batallas y de ardidos heroísmos.
No sorprende, pues, que lúgubres personajes de negro, nuevos muscadins [contrarrevolucionarios de la pequeña burguesía francesa de finales del siglo XVIII, N. del T.], celebren la existencia de barreras, representen tomas del poder, instalen vallas en ciertos lugares. Saben bien que la puesta en escena encontrará, entre el nutrido ejército de sonámbulos, un público que la apreciará.
Porque la sucia retórica del nacionalismo ya mencionado representa un ambiente cultural ideal para los "alpinazis": se trata de un monolito perfecto frente al cual arrodillarse, con el cual mimetizarse, junto al cual encontrarse como en casa.
Para Alpinismo Molotov la montaña es otra cosa, es sobre todo un lugar de memoria y de resistencia, de encuentro y diálogo. Es solidaridad.
Los montes están atravesados por antiguas vías de comercio e intercambio, recorridos que han sido trazados a lo largo de siglos de trashumancia, de contrabando. En ellos resuena el eco de dialectos mestizos. Son lugares de deserción y desertores, son los Ettore Castiglione [alpinista antifascista fallecido en 1944, N. del T.] que salvan vidas.
A través de performances y posts de debunking (descrédito), desde hace tiempo venimos señalando el problema, tratando de desvelar todo lo que se intenta enmascarar, intentando inocular anticuerpos que reaccionen ante la retórica de las montañas como barreras: hemos desfascistizado el Monte Učka, hemos denunciado la payasada de Lealtà Azione sobre el Monte Kenia y su intento de reducir una figura como la de Felice Benuzzi a una mera parodia, para uso y consumo del nacionalismo de ayer y de hoy, hemos subido al Mataiur para narrar fragmentos de deserciones en la Primera Guerra Mundial, en ocasión del centenario de la Batalla de Caporetto [en la cual el ejército italiano sufrió su mayor derrota en la Primera Guerra Mundial y que ha pasado a formar parte de la mitología nacionalista italiana, N. del T.].
El sábado 21 de abril, se produjo un salto cualitativo en la instrumentalización nazi de la montaña, y esto no es bueno, pero lo que siguió fue otro salto cualitativo en la respuesta. Los fascistas de Generación Identitaria, los mismos ridículos propagandistas del barco C-Star, se presentaron, en escaso número pero pomposamente, en la Col de l'Échelle [puerto de montaña situado en la frontera ítalo-francesa, N. del T.].
Mientras varias cámaras posicionadas en helicópteros y drones alquilados por ellos mismos les grababan, engalanados con uniformes azules y su logo bien visible en la espalda, armados con redes de obra y pancartas, escenificaron una farsa que crea un precedente peligrosísimo: colocar una valla y delinear una vez más la frontera, límite insuperable para quien no tiene el pasaporte "adecuado" (si se es un turista acomodado con un par de esquís al hombro, las fronteras como experiencia real no existen).
Pasaron una apacible jornada en la nieve, imitaron a una patrulla y se convirtieron en milicias al servicio del Estado francés, visto que últimamente la gendarmería ha reforzado sus acciones de vigilancia en la frontera ítalo-francesa, provocando que ésta se materialice a través de la violencia de estado, haciendo casi imposible que los migrantes puedan atravesarla.
Por cierto, nótese la pancarta y el lugar en el cual se expuso: los valientes de la montaña no son capaces de distinguir los restos de una avalancha, no conocen el peligro de pararse en esa zona.
Se asistió a un sábado terrible, sí, pero no a un sábado de impotencia. La respuesta, obligatoria y urgente, no se hizo esperar. Y así, el domingo fue un gran día, marcado por una caravana antifascista que no se limitó a una acción testimonial: cita a las 12:30 en Claviere, desde donde salió una marcha de la cual formaban parte numerosos migrantes y que llegó a Briançon sin sufrir intimidaciones por parte de la gendarmería francesa, la cual intentó, en vano, cortarle el paso en la frontera. Una vez saltado el bloqueo francés y forzada la frontera, la red Tous Migrants se activó para ofrecer solidaridad activa.
Un día de alegría y reapropiación
Los gendarmes, impotentes, tuvieron que permitir el flujo de personas, el dique se rompió y los montes volvieron a ser lo que son: puntos para intercambiar y compartir, con sus puertos y colinas.No obstante, por la noche explotó la reacción, tan tardía como violenta, de la gendarmería francesa: mientras los "alpinazis" amenazaban con quemar un refugio para migrantes, los flics (policías) se daban a la caza al hombre por las calles de Briançon, con el objetivo de hacérsela pagar a los italianos antifronteras. Resultado: tres italianos detenidos y, aún por confirmar, un francés y un suizo. Una crónica de primera mano del día de ayer se puede escuchar (en italiano) en una entrevista, emitida en Radio Onda Rossa, a uno de los manifestantes.
Por nuestra parte, expresamos toda nuestra solidaridad con quien, se encuentre donde se encuentre, intenta forzar las líneas divisorias, con los y las migrantes que sufren la violencia de esos dispositivos represivos que conocemos con el nombre de fronteras.
¡Desfascistizar todo relieve terrestre, pisotear toda frontera, por la libertad de movimiento!
Actualización (24/04/2018)
Tras la publicación del post el 23 de abril, se aclaró la situación de los detenidos en Briançon tras la manifestación del domingo: dos solidarios y una solidaria, de nacionalidad italiana. La acusación es grave, «favorecimiento de la inmigración clandestina en banda organizada». En el día de hoy pasarán a disposición judicial y se ha difundido una llamada de solidaridad con las detenidas.Actualización El Salto (08/05/2018)
El juicio de Eleonora, Teo y Bastien tendrá lugar el 31 de mayo en la ciudad alpina de Gap (Francia). Afrontan diez años de prisión y multas de 750.000 euros.
¡Toda nuestra solidaridad con Eleonora, Teo y Bastien!
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Olga Blázquez escala, piensa y escribe. Ha publicado tres libros, y en el más reciente —Quebrantahuesos. Diario de montaña (Piedra Papel Libros, 2019)— reflexiona sobre la cotidianidad que le rodea en su convalecencia por una lesión de escalada.
Mentres tanto na Alemania:
https://www.youtube.com/watch?v=POQ4nsnQi6o
Xenial.