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Guerra en Ucrania
Sanciones internacionales y boicot, una historia de dobles raseros
A la luz de las sanciones económicas, culturales, personales y de otras índoles a Rusia en un intento de frenar el conflicto armado y alentar a que Putin abandone su accionar, Occidente se ha unido en una respuesta masiva y prácticamente inédita. Las sanciones, el boicot, el congelamiento de activos son algunas de las formas en las que se está mostrando de las formas para mostel rechazo frontal a las actuaciones de Rusia. ¿Sentará esto un procedente con otros regímenes que vulneran derechos humanos en otras partes del mundo?
Javier Blas, de Bloomberg, señalaba que: “En las veinticuatro horas posteriores al anuncio de que Vladímir Putin reconocía la independencia de dos provincias ucranianas, EE. UU, Reino Unido y los países de la UE compraron 3,5 millones de barriles de petróleo y productos refinados a Rusia por un valor de 350 millones de euros”. Igualmente, el periodista añadió el cálculo de otros 250 millones por el gas ruso exportado ese día, además de decenas de millones de otras materias primas, como níquel, aluminio, carbón o titanio. Sin duda, la dependencia económica de Rusia es innegable, y los analistas avisan de que estas sanciones repercutirán en la economía de los países de Occidente, en particular, de los países de la UE.
¿Por qué durante tanto tiempo se ha rechazado, negado, minimizado y condenado el movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel? ¿Existe una doble vara de medir las sanciones, cuando se solicitan por parte de una población u otra?
A la luz de este panorama, una doble vara de medir una misma realidad vuelve a estar presente en Occidente. Parece que, en este contexto, los Estados de la UE, EE. UU y gran parte de la sociedad civil son unánimes al posicionarse a favor de las sanciones a Rusia. Y es que, llevamos días escuchando defender a prácticamente todos los medios de comunicación y muchos expertos, analistas y periodistas, cada una de las propuestas de las sanciones económicas a Rusia como método para frenar el accionar de Putin en el conflicto con Ucrania.
A nivel económico, tanto la UE como EE. UU han decidido sancionar a los dos mayores bancos rusos, VTB Bank y Sberbank. El Departamento del Tesoro de EE. UU afirmó según elDiario.es, que “el 80% de las transacciones financieras globales en divisas de las entidades financieras rusas se hacen con dólares, con lo que las restricciones les supondrían serias consecuencias”. “Son sanciones duras” señalaba Joe Biden el jueves al anunciar nuevas medidas contra Moscú. “Gracias a las nuevas sanciones, cerca de la mitad de las reservas del Banco Central de Rusia quedarán congeladas”, señalaba igualmente Josep Borrell como alto representante de la UE para Política Exterior. A nivel personal, la UE ha sancionado a Putin y a Sergei Lavrov, el titular de Exteriores, a través de la congelación de sus bienes y activos en territorio comunitario. “Si no hay sorpresa y nadie objeta, Putin y Lavrov estarán en la lista”, aclaró Josep Borrell.
Realicemos un pequeño giro. A raíz del apoyo masivo a las sanciones económicas y personales a Rusia, cabe cuestionarse realizando un paralelismo inevitable: ¿Por qué durante tanto tiempo se ha rechazado, negado, minimizado y condenado el movimiento de Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel? ¿Existe una doble vara de medir las sanciones, cuando se solicitan por parte de una población u otra? ¿Por qué se lleva más de 60 años ignorando al pueblo palestino?
Otra noche terrible en Palestina
El psado lunes 28 de febrero dos jóvenes fueron asesinados por disparos de las fuerzas de ocupación israelíes en el campo de refugiados de Jenin, en Cisjordania ocupada, según informaba Palestina Hoy. Más vulneraciones sistemáticas a las que Occidente no presta la mínima atención. Parece que se ha vuelto costumbre ignorar la agresión y violencia de ciertos Estados, y eso supone algo tan grave como normalizar las vulneraciones de derechos humanos hacia ciertas poblaciones.
Durante todo el lunes se produjeron graves agresiones perpetradas por Israel en Jerusalén ocupada, concretamente en la Puerta de Damasco, y una niña resultó herida por las fuerzas de ocupación israelíes. De acuerdo con BDS Madrid, la semana pasada, Israel asesinó a tres niños palestinos, el último de ellos en el pueblo de Al-Kadr, Belén, se llamaba Mohamad y recibió un disparo en la cabeza. Según Palestina Hoy, Israel ha asesinado a 3.000 niños y niñas palestinas desde el año 2000. Igualmente, el corresponsal de CBS News en Ucrania afirmaba en un directo que se ha viralizado en redes que Ucrania es “con todo el debido respeto” un lugar “europeo” y “relativamente civilizado” al contrario que Irak o Afganistán. ¿Por qué parece que, para Occidente, unas vidas valen más que otras?.
Hace tan sólo unas semanas, Amnistía Internacional en su informe “El apartheid israelí contra la población palestina” calificaba a Israel como Estado de apartheid por su trato discriminatorio a la población palestina bajo su control a través de un “sistema de opresión y dominación”
Hace tan sólo unas semanas, Amnistía Internacional (AI) en su informe “El apartheid israelí contra la población palestina” calificaba a Israel como Estado de apartheid por su trato discriminatorio a la población palestina bajo su control a través de un “sistema de opresión y dominación”. AI documentaba que “confiscaciones masivas de tierras y propiedades palestinas, homicidios ilegítimos, traslados forzosos, restricciones a la circulación y negación de la nacionalidad y la ciudadanía son elementos de un sistema que, según el derecho internacional, equivale a apartheid. En Israel se producen violaciones de derechos que constituyen un crimen de lesa humanidad, según la definición del Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional (TPI)”. Igualmente, a través del informe, Amnistía pedía al TPI que incluyese el delito de apartheid en sus investigaciones y reclamaba a los países que ejerciesen la jurisdicción universal a fin de juzgar a los responsables de los crímenes. Este informe fue duramente criticado por la directora de Amnistía en Israel, Molly Malekar, afirmando que la valoración era “un puñetazo en el estómago” e indicando en una entrevista al diario Zman Yisrael ligado a The Times of Israel que existe un debate serio sobre si Israel es responsable de estos crímenes. Malekar mostró su malestar por el hecho de que Amnistía entre en asuntos sobre definiciones teóricas.
A la par, resulta que Israel está teniendo una importante presencia en el conflicto Rusia-Ucrania. Por un lado, se han producido movilizaciones muy significativas durante los últimos días en todo el “territorio israelí” protestando por la invasión de Rusia en Ucrania, solidarizándose y mostrando su apoyando con el pueblo ucraniano. Es bastante impactante que una población como la israelí, que por lo general —no olvidemos el gran trabajo de las organizaciones y activistas de derechos humanos israelíes que denuncian la ocupación—, apoya el régimen de apartheid ejecutado en su propio territorio, se indigne y denuncie masivamente las violaciones de derechos humanos ejecutadas por otro Estado. Por otro lado, este domingo el primer ministro israelí, Naftali Bennett en una conversación telefónica con el presidente ruso, Vladimir Putin, se ha ofrecido a ejercer de mediador en el conflicto con Ucrania. De hecho, la Presidencia rusa ha informado mediante un comunicado de que Bennett “ha ofrecido los servicios de mediación de Israel para detener las acciones militares”.
Durante años se ha criminalizado masivamente y de forma global al movimiento BDS por denunciar a la comunidad internacional por el silencio cómplice con el apartheid de Israel. El BDS lleva muchos años trabajando para presionar a Israel desde diferentes ámbitos —sobre todo, académico, cultural, económico— a fin de que cese la ocupación, se respete el derecho internacional y finalicen las vulneraciones de derechos humanos del pueblo palestino.
Han pasado décadas desde que, tanto en el ámbito de las organizaciones internacionales de derechos humanos, como a nivel de Naciones Unidas se denunció y reconoció por primera vez que Israel violaba el derecho internacional y los derechos humanos del pueblo palestino. Resoluciones de Naciones Unidas exigiendo a Israel su retirada de los territorios ocupados, informes de organizaciones internacionales de derechos humanos, declaraciones contundentes de denuncia por parte de activistas y militantes del ámbito de derechos humanos han declarado que Israel es un Estado que viola derechos humanos. De forma reciente, en febrero del año pasado, y tras cinco años de investigación preliminar, la Corte Penal Internacional afirmaba tener jurisdicción para investigar los crímenes de Israel en Palestina y aprobaba una investigación oficial sobre la situación de Palestina en los territorios de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este. No obstante, sigue sin ejecutarse y organizarse una política oficial de sanciones a Israel por sus vulneraciones de derechos humanos, se condena al movimiento BDS y se criminaliza a los defensores y activistas de derechos del pueblo palestino.
En febrero del año pasado, y tras cinco años de investigación preliminar, la Corte Penal Internacional afirmaba tener jurisdicción para investigar los crímenes de Israel en Palestina
Como ejemplos para reflexionar respecto a los últimos días podemos referirnos a los siguientes: Primero, las ya comentadas sanciones económicas a Rusia, en paralelismo con las inexistentes sanciones a Israel. Esto forma parte del boicot económico, defendido ampliamente por el BDS. Cabe recordar que este tipo de sanciones no son nuevas históricamente, pues el movimiento inspirado en las sanciones internacionales contra Sudáfrica para terminar con el apartheid incluía además de sanciones culturales y deportivas, las económicas, que tuvieron una gran efectividad. Ejemplo de la movilización para el boicot a Rusia ha sido la retirada de productos de origen ruso de algunos supermercados, por ejemplo, en Canadá, donde las licorerías de Terranova y Labrador anunciaron el viernes que dejarían de vender bebidas alcohólicas rusas.
Segundo, a nivel cultural, se han organizado campañas para boicotear a Rusia como actos de solidaridad con el pueblo ucraniano. El lunes se conocía que el conocido festival de música, Eurovisión, no permitirá la participación de Rusia. Esta noticia se conecta ineludiblemente con la celebración hace tan solo unos años de Eurovisión en Israel. A tan solo unos kilómetros del escenario donde multitud de artistas acudían a realizar sus actuaciones, se estaban vulnerando los derechos del pueblo palestino. Sí se organizó una gran movilización de la sociedad civil, una vez más con la fuerza organizativa del BDS en los diferentes territorios, no obstante, muchas personas aludían a que “se trata de música, no de política, no hay que mezclar”. Y no es mezcla, ni política, ni música, se trata de vulneraciones masivas y sistemáticas de derechos humanos desde hace más de 60 años que, como podemos observar a la luz de estos ejemplos, no son condenadas de la misma forma que si se vulneran derechos humanos en otra parte del mundo.
A nivel deportivo, la FIFA ya ha adoptado medidas contra Rusia, prohibiendo jugar en su territorio, con su himno y bandera. Multitud de jugadores han mostrado su solidaridad con el pueblo ucraniano y, en general, se ha condenado a Rusia desde numerosas esferas del mundo del deporte. Estos días, todos los equipos de fútbol salieron con pancartas pidiendo el “Alto a la guerra”. En 2009 el ex jugador del Sevilla Frederic Kanouté fue sancionado con 3.000 € por enseñar una camiseta en apoyo al pueblo palestino, además, fue muy señalado por su acción de solidaridad con Palestina.
Una vez más, unos sí, y otros no
Tercero, durante estos días se ha legitimado de forma casi unánime por parte de la sociedad civil y la comunidad internacional el reparto de armas a la población ucraniana para su defensa contra Rusia. De hecho, ayer conocíamos la noticia de que los ministros de Exteriores de la UE aprobaban el envío de armas para la defensa de Ucrania, 450 millones de euros del Fondo para la Paz destinados para frenar a los rusos. Y, en este punto, quiero hacer tan sólo una referencia comparativa a una imagen para la reflexión. Se ha aplaudido la compra y el reparto de armas para el ejército ucraniano, e igualmente, se ha impulsado la participación del pueblo ucraniano en el conflicto para la defensa de su territorio. Se han difundido imágenes en las redes de ciudadanos y ciudadanas que tomaban las armas para enfrentarse a la invasión rusa como un acto de valentía y defensa de su soberanía nacional. Sin embargo, cuando se trata de analizar la resistencia del pueblo palestino, la situación cambia, y un niño lanzando una piedra contra un tanque israelí es una potencial amenaza para la seguridad, se trata de violencia y se le tacha de terrorista. Y en efecto, este el argumento más utilizado por Israel cuando justifica sus asesinatos y violaciones masivas de derechos humanos con el discurso de la “protección de su soberanía y defensa contra terroristas”.
Reflexionemos y realicemos un análisis discursivo, puesto que es evidente que existe una doble vara de medida de dos realidades dependiendo de a qué punto del planeta observemos y de todos los intereses en juego que existen detrás. Basta de intereses y de posicionamientos con complicidad. Basta de distinciones conjugadas con variables como racismo, islamofobia y aporofobia.
Se debe condenar a todos los regímenes que vulneran derechos humanos por igual. Los derechos humanos del pueblo ucraniano son los mismos que los del pueblo palestino, yemení, sirio, afgano, venezolano, hondureño, saharaui o nigeriano. Es necesario denunciar cualquier forma de opresión a una sociedad civil, y es fundamental aplaudir y reconocer la solidaridad internacional mostrada con el pueblo ucraniano. No obstante, se debe ser consecuente y analizar con crítica la mirada hipócrita de Occidente, debemos rechazar frontalmente todas las guerras y regímenes de ocupación, y dar la bienvenida a todas las personas que huyen de conflictos, independientemente de donde vengan. La solidaridad será internacional o no será. Los derechos humanos deben ser cumplidos por igual, independientemente de la región, y las condenas a los que vulneran los derechos humanos han de ser unánimes, firmes y ajustadas al derecho internacional, no a los intereses económicos y geoestratégicos de los actores.