Masculinidades
Pensar la amistad en tiempos de soledad para frenar la desilusión social

Si queremos que la amistad sea un motor comunitario debemos introducirlo en el mapa político de dolores y potencias.

Hace poco estaba caminando con un amigo por la calle y hablábamos de todo, pero especialmente de dolores y malestar. Ya sabéis, hay épocas en las que es difícil sostener el conjunto de cosas necesarias para mantener el optimismo activo. Hablábamos de los recursos que hay para una persona que se siente mal y nos topamos con un obstáculo importante: la soledad.

Yo vengo de los activismos de género, del anarquismo y de las no monogamias. En estos tres espacios son comunes las retóricas basadas en la red, en el apoyo mutuo y el vínculo fuerte entre personas que fundan una comunidad política. Para mí, decirle a mi colega que la salida del malestar pasa por la red era fácil. Pero entonces, él me devolvió algo que no pude contestar: “A ti te resulta fácil porque tienes amigos y la gente quiere estar contigo”. ¡Ouch!

En los entornos blancos de clase media del famoseo instagrameable vemos muchas veces una defensa de una amistad que parece un poco simplista. Hablamos de amistad personas que tenemos amigas. Pero ¿Cómo podríamos pensar la amistad desde su ausencia? Hoy quiero traer una voz menos común en nuestros abordajes de la amistad: la soledad.

La época de la desilusión

Últimamente hemos entendido que estamos atravesando un desierto político, un contexto de des-encanto, des-afección, des-movilización y muchas más des-ilusiones o pasiones negativas que debilitan nuestros proyectos y potencian aquellos que se basan en el miedo, y los que aprendieron a sacar tajada del malestar, masculino sobre todo (monetizadores del odio, como los llama Cuellilargo). Y frente a esto, pues estamos este último año buscando desesperadamente desde la izquierda una clave con la que revertir esto. “¿Cómo devolver el optimismo al proyecto de izquierda?”, se podría titular esta temporada.

El feminismo ha apostado fuertemente por la amistad como salvavidas social. La amistad entre mujeres, la gran revolución del movimiento feminista se titula un artículo de Público para el 8M de este año y que, frente a la competitividad entre mujeres, invita a juntarse recuperando la memoria de los vínculos sororos: las vecinas que conjugan lo privado y lo público, las amigas incondicionales que se apoyan en todo, la sororidad del “Amiga yo te creo”, etc. Por su parte, las no monogamias vienen hablando de la “revolución de los vínculos” desde hace años y planteando duras críticas al amor romántico para caminar hacia postulados de vinculaciones horizontales, redes amplia afectivas que generen polos radicales de cuidado y ternura y esto genere cambio social.

No es lo mismo pensar la amistad desde la abundancia (cuando tienes listas de personas que quieren ser tus amigos) que desde la carencia

Es estas líneas, geniales autoras han hecho importantes contribuciones: Elisa Coll ha escrito una preciosa obra sobre el tema, Nosotras vinimos tarde (Amor de Madre Editoras, 2023), Continta Me Tienes sacó su (H)Amor Amigas, tenemos a personalidades super importantes como Sara Torres, Alicia Valdés, Andrea Momoitio hablando sobre las virtudes de la amistad. Y sin embargo, lo que no se me va de la cabeza es la pregunta sobre cómo podemos poner a dialogar este pensamiento sobre la amistad con su ausencia, la Soledad. No en vano, no es lo mismo pensar la amistad desde la abundancia (cuando tienes listas de personas que quieren ser tus amigos) que desde la carencia.

En la investigación del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada apunta a que el 25,5% de los jóvenes de 16-29 años la padecen (y el 69% la han pasado en algún momento). Y no es algo transitorio: el 75,8% declaran sentirla desde hace más de un año y el 45,7% desde hace más de tres. Y si vamos por género: las mujeres la padecen algo más (31,1%) que los hombres (20,2%). ¿No es irónica nuestra propuesta de la amistad mientras la soledad va creciendo año a año? Y no sólo es el Observatorio, también es Bumble, que cuando sacó Bumble For Friends publicó una investigación por la cual el 64% de los españoles considera difícil establecer nuevas amistades, un 35% se preocupa por la falta de amigos y un 17% admite no saber cómo conocer nuevas personas; la FAD con su última investigación sobre el tema, o varias fuentes internacionales. ¿De verdad es tan poderosa la amistad?

De hecho, ¿no habrá habido una fagotización capitalista de la amistad? Hay muchas personas que practican una amistad que se parece mucho al networking. Son las amistades como “carteras de clientes” como decían Anna Pacheco y Andrea Gumes en su capítulo Managers de las relaciones de Ciberlocutorio. Personas preciosas y famosas que sólo se juntan con personas preciosas y famosas. Redes de amigas que te encantaría participar pero que no puedes. Te llaman y te enseñan en sus redes cuando acumulas un capital suficiente (económico, social, cultural, estético). La amistad, si es un vinculo que huye del cálculo y se basa en el amor y apoyo desde la diferencia, ¿cabe en las lógicas neoliberales? ¿Cómo entender la amistad en un contexto de individualización y cultivo del Yo-Marca?

La amistad es interseccional

Vivimos un declive de lo comunitario desde principios del 2000, como estudió Robert Putnam en su Solo en la bolera (Galaxia Gutenberg) y tiene que ver con los procesos de degradación de lo estatal y la vinculación social con lo público. La desaparición de las ludotecas o demás espacios de convivencia física, la fractura del asociacionismo barrial, la tendencia al ocio individual digital (“cuesta mucho sacar al chaval de la play” me comentaba un monitor de verano que entrevisté en mi tesis) son claves de lectura muy importantes. También la expulsión de población de las ciudades por la subida de alquileres, la turistificación masiva o el encarecimiento de los planes de ocio urbano. Brigitte Vasallo en su Pensamiento Monógamo, terror poliamoroso (La Oveja Roja, 2018) ya hablaba de que el verdadero poliamor pasaba también por cuidar a tu vecina. Pero ¿a quién voy a cuidar cuando mi vecina es una expat que no habla castellano y que se mudará en 3 meses?

Si la salida del pesimismo social debe tener varias caras, ¿cómo aunar esas varias caras en un análisis colectivo y amplio?

Eso debería darnos una pista importante de cómo la clave pasa por la conexión de luchas. La lucha feminista pasa por la lucha anticapitalista y viceversa. Pero lo mismo pasa con las luchas no monógamas, queer, antirracistas, provivienda digna, disca, antituristificación, ecologismo, etc. Si la salida del pesimismo social debe tener varias caras, ¿cómo aunar esas varias caras en un análisis colectivo y amplio?

Alicia Valdés, en el genial capítulo que escribió para (H)Amor Amigas y con la quien pudimos charlar en el capítulo sobre Amistad de mi podcast Esas Cosas del Follar, intenta huir de definiciones identitarias o meramente emocionales de la amistad para posar la mirada en la acción política que subyace al vínculo y al afecto: amistad es una práctica, más una acción que un lazo. Una práctica radical de acercamiento, solidaridad y conjugación de cuerpos en luchas comunes. La amistad quizás pueda ser una salida política, una clave del horizonte comunitario que nos falta, pero nos queda por pensar mucho en sus condiciones (materiales y simbólicas).

Dejar hablar sobre la amistad a los solitarios

En el Observatorio de Soledad No Deseada apuntan que el 50,6 % porcentaje de personas con discapacidad están en situación de soledad, las personas que han sufrido acoso escolar o laboral tienen un 37,2% más de probabilidades de sufrir soledad. La prevalencia de la soledad en familias con problemas económicos es de casi el doble de las familias sin problemas (36% frente al 19,4%). Y esta soledad se entrelaza evidentemente con la falta de sentido social (la mayoría de las personas que se sienten solas, 69,9% del total, consideran no tener claro en qué quieren trabajar).

Parece haber entonces una doble realidad: estamos las que vemos en la amistad un gran factor de apoyo, solidaridad y apoyo, frente a un colectivo enorme que ve la amistad como una vacío. Y justo somos los que padecemos menos soledad (los que acumulamos más capital social, los que tenemos más seguidores y mucha gente queriendo quedar con nosotras) las que hablamos de la amistad. ¿Qué tienen que decir de la amistad las personas que la echan en falta? ¿Qué tiene que decir sobre la amistad la persona con discapacidad que no consigue mantener amistades porque cuidar a personas dependientes es un bajón para muchas y es más fácil pasar el tiempo en cosas más divertidas? ¿Y la persona precaria que no tiene tiempo para sostener amistades porque se debate en dos curros y su pareja y no le deja tiempo ni energía para representar ningún papel de buen amigo? ¿Qué tiene que decir de la amistad el Incel que ha generado un odio revanchista a las mujeres después de muchísmos rechazos, obsesiones y de haber sufrido acoso en el colegio?

La amistad sólo será radical cuando sea política, y sólo será política cuando se base en alianzas, padecimientos comunes y prácticas cotidianas que rompan con la soledad

Si queremos que la amistad sea un motor comunitario debemos introducirlo en el mapa político de dolores y potencias. Debemos acompañarla de la reflexión de a quiénes estamos dejando de lado en nuestras comunidades, qué nos motiva a vincularnos con las demás, qué limites tienen los cuerpos para amigarse y qué formas de la amistad son verdaderamente rompedoras y cuáles alimentan las mismas lógicas de calculo y acumulación de siempre.

Así, la reivindicación de la amistad se acerca a la reivindicación por una Renta Básica Universal, a la reivindicación por barrios vivos con centros sociales y libres de gentrificación, a la reivindicación por los cuidados pero unos cuidados que no dejen descuidado a las personas molestas, incómodas o poco normativas. En definitiva, la amistad sólo será radical cuando sea política, y sólo será política cuando se base en alianzas, padecimientos comunes y prácticas cotidianas que rompan con la soledad a la que nos lleva la disgregación capitalista.

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Demoler, verbo transitivo: deshacer, derribar, arruinar... Y eso intentamos: deshacer las viejas masculinidades y poner en duda las nuevas, derribar a los hombres de siempre y arruinar los planes del patriarcado desde la reflexión sobre quiénes somos y cómo renunciamos a nuestros privilegios.
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