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Economía social y solidaria
Cambiarse a lo sostenible no es una moda pasajera
¿Cuánto cambio está dispuesto a asumir el mundo de la moda? El consumo responsable, los criterios éticos y la preocupación por el medioambiente parecen estar llegando por fin al mundo de la moda. Muchas entidades de la Economía Solidaria y los Mercados Sociales trabajan en la comercialización textil desde argumentos de responsabilidad social, trazabilidad de los productos y sostenibilidad ambiental. La palabra definitiva, primera y última, en este tema como en otros, es muy posible que sea responsabilidad y derecho de quienes consumen.
El consumo responsable, los criterios éticos y la preocupación por el medioambiente parecen estar llegando por fin al mundo de la moda. Así lo demostraría que grandes compañías transnacionales hayan ido asumiendo como propios los argumentos de responsabilidad social, trazabilidad de los productos y sostenibilidad ambiental en las propuestas de valor de sus marcas. Al mismo tiempo, iniciativas en el ámbito político aportan avances legislativos con esta misma tendencia, la que llevaría a terminar con las condiciones de esclavitud en las que se elabora buena parte de la ropa que vestimos y a las que se exponen más de 75 millones de trabajadores en todo el mundo. Sin embargo, estas mejoras necesitan ir acompañadas por la transformación de algunas inercias en el consumo y de una mejor educación antes de elegir las prendas de nuestros armarios.
Según la Asociación Española de Recuperadores de Economía Social y Solidaria (AERESS), cada una de nosotras consumimos de 8 a 9 kilos de ropa, lo que genera más de 350.000 toneladas de residuos textiles solamente en nuestro país. El informe Time out for fast fashion de Greenpeace asegura que compramos un 60% más de ropa para una vida útil de las prendas que se ha reducido a la mitad, en un mercado que ha duplicado su producción en 15 años. Con estos datos capaces de hacer llorar a cualquier conciencia ecologista, es difícil plantear una ética y sostenibilidad en el mundo de la moda que no contemple cambios de calado en el consumo personal y los hábitos sociales.
El accidente del edificio Rana Plaza de Bangladesh, en el que murieron más de 1000 personas y dejó heridas a más del doble, pudo marcar un fuerte punto de inflexión en el comercio textil, sus manufacturas y la actitud de las grandes marcas. Allí, entre ruinas y cadáveres, aparecieron las etiquetas de firmas como El Corte Inglés, Inditex, Mango, Primark, C&A, Benetton,… Sin embargo, un año después de la tragedia y desviado el foco mediático a otras actualidades, muchas de las iniciativas han quedado muy descafeinadas o han sido acalladas, mientras que la responsabilidad de las compañías se ha ido diluyendo junto con el retraso sine die de acciones de reparación. A pesar de ello, algunas prácticas en transparencia se han asentado en el mundo textil y campañas como #WhoMadeMyClothes de Fashion Revolution han servido para visibilizar el problema y aportar, poco a poco, algunas mejoras. En su web se puede encontrar un índice con los niveles de transparencia de las 100 compañías globales más grandes (disponible completo en español).
SETEM, la federación de ONGDs que promueve la justicia global a través de la sensibilización, lleva más de 30 años con su campaña Ropa Limpia funcionando en 14 países de la UE. Mediante acciones directas y mucha firmeza en sus declaraciones públicas, la campaña ha servido para favorecer mejores condiciones de trabajo en cuanto a salarios, seguridad, salud y transparencia. Trabajan en esa asignatura pendiente que es la concienciación de las personas consumidoras mediante publicaciones como las que pueden encontrarse en su web y el libro de Albert Sales i Campos “Guía para vestir sin trabajo esclavo”, financiado a través de Verkami, editado por Icaria y disponible bajo licencia Creative Commons. “¡Arreglemos la moda!” es una de sus últimas propuestas y aboga por ralentizar el ritmo del consumo y reclamar compras conscientes.
También desde las entidades que forman parte de las economías transformadoras se aportan y estudian mejoras, soluciones y prácticas para una moda sostenible, justa y transparente, en este caso ligadas a economías locales, inclusivas, feministas y/o innovadoras. La revista Opcions, que se ocupa de temas relacionados con el consumo consciente y el cambio de los hábitos de consumo hacia la justicia y la solidaridad, recogía recientemente en un artículo los sellos y etiquetas sobre el impacto social y medioambiental de la ropa que compramos. Por su parte, Slow Fashion Next, entidad perteneciente a Mercado Social de Madrid, trabaja con un grupo internacional de profesionales para “ayudar a otros profesionales, empresas de moda y profesionales a aumentar el valor e impacto positivo de sus marcas a través de la formación, innovación, consultoría y divulgación de sus empresas" desde los valores de la economía solidaria de equidad, justicia, responsabilidad y respeto del medioambiente. Sus directorios de moda sostenible (catálogo de marcas y directorio de proveedores), la comparativa de certificaciones existentes en el mundo de la moda o los cursos y eventos que organizan la convierten en una referencia obligada para proyectos incipientes o en mejora, y para personas que cuidan el planeta también a través de su consumo en ropa, calzado y complementos.
Además, muchas entidades de la Economía Solidaria y los Mercados Sociales trabajan en la comercialización textil desde diferentes ópticas. Desde las materias primas (dLana) y la artesanía textil (Ideas), del reciclaje creativo (AlTrapoLAB) a la confección de autor (Humus vestir sostenible), del diseño gráfico aplicado (Simbiosis) a la serigrafía y el marcaje profesional de prendas (Kriketa). El mapa Pam a Pam de la Economía Solidaria en Catalunya recoge más de 100 iniciativas del campo textil solo en este territorio, en el que conviven, como en el resto de mercados sociales, las entidades que trabajan la recuperación y el reciclaje (Roba Amiga, La segona volta) con la comercialización de prendas centradas en lo ecológico (La caseta de l’arbre, Ecologic, Velvet), junto a los talleres de creación y producción propia (Creasilk, Seamstress, Montse Ibàñez, Name:). En Madrid, The Circular Project es un proyecto pionero que trabaja la moda como parte de un todo en el que coincide lo social con lo ecológico y lo económico, y utiliza este enfoque holístico para trabajar el ecodiseño y la moda orgánica desde la economía del bien común.
Otras iniciativas de los Mercados Sociales y la economía solidaria pasan por la recuperación de la ropa usada y su segundo ciclo en el mercado de la segunda mano. Es el caso de AERESS, una plataforma estatal que se dedica a la reutilización y el reciclaje con un objetivo de transformación social e inserción laboral de personas en riesgo de exclusión. En el mapa de servicios que recogen en su web se pueden consultar puntos de recogida para ropa usada y las tiendas donde es posible adquirir objetos y prendas de segunda mano. El proyecto aRopa2 en Zaragoza, la Fundació Deixalles en Balears o los diferentes grupos de Emaús en Euskal Herria son otros ejemplos de estas mismas prácticas. “Si contamos la cantidad de recursos, esfuerzo de trabajo, energía y agua que se ha consumido para producir esas prendas es un delito no ponerlas en uso”, apunta Gema Gómez de Slow Fashion Next en un artículo de Brenda Chávez recientemente publicado.
En otro artículo de reciente aparición en publico.es, se subraya como los residuos textiles generados por la que ya es la segunda industria más contaminante del planeta van a parar a terceros países que la incineran “al aire” cuando el 95% de la ropa está en condiciones de ser reutilizada. En este mismo texto se hace referencia a la iniciativa legislativa presentada por Lola Sánchez Caldentey que aprobó en el Europarlamento una legislación vinculante para las empresas. La eurodiputada denuncia la opacidad de la Comisión Europea y las presiones de los lobbies como ya hizo en un artículo de Brenda Chávez en El Salto: “estamos convencidos de que una eventual propuesta legislativa de la Comisión Europea sería extremadamente débil y, casi con certeza, no recogería la principal demanda del parlamento: trascender del marco voluntario a uno vinculante y obligatorio para todas las empresas”.
La pregunta que nos queda por responder sigue siendo “¿cuánto cambio está dispuesto a asumir el mundo de la moda?”. La pasada Semana de la Moda de Madrid abrió además el interrogante de qué parte de ese cambio será profundo, real y continuado, porque parece ser estrategia de las grandes marcas plantear la conjugación imposible de moda rápida y sostenibilidad o de líneas ecológicas dentro de las habituales colecciones de poliéster (Paloma García López en público. es). Es decir, que sin la presión de consumidoras e inversoras y sin un marco legal vinculante, los avances en sostenibilidad pueden ser otra maniobra hacia el vaciado de sentido del término para su posterior apropiación por parte de la industria capitalista, en una maniobra de sobra conocida y repetida.
La palabra definitiva, primera y última, en este tema como en otros, es muy posible que sea responsabilidad y derecho de quienes consumen. Según Carry Somers (Fashion Revolution), “el consumidor tiene el poder. La transparencia es el primer paso. La manera sostenible de relacionarnos con lo que nos vestimos, la solución definitiva”. El imaginario, los hábitos y los usos sociales que implican a nuestro vestuario, con sus rebajas y sus valores de marca, sus cuatro temporadas y sus prendas diferenciadas para cada ocasión, no juegan a favor de un cambio profundo e inmediato. Sin embargo, todo indica a que las nuevas consumidoras que comienzan a incorporarse al ciclo del consumo vienen crecidas en paradigmas mucho más implicados con el medioambiente, más inclinados a reducir, reciclar y reutilizar y mucho menos permeables a los discursos huecos de la industria y el capital, de las grandes marcas. En esa línea, la apuesta por la transformación económica que se hace desde la economía solidaria y los mercados sociales juega con la ventaja de años de experiencia y una oferta que se sigue enriqueciendo. Un clima de consumo más proclive a sus práctica supondría un mayor despliegue de las economías transformadoras, con lo que conllevan de desarrollo de una sociedad basada en la justicia y con las personas en el lugar central de la economía, desplazando al beneficio empresarial y el crecimiento ilimitado. Quizás el mundo del textil ya está también maduro para el cambio de tendencia y pronto veamos que la moda pasa de modas y se establece en la sostenibilidad, la transparencia y el consumo responsable.
(El índice de transparencia de las marcas está tomado de Fashion Revolution: http://issuu.com/fashionrevolution/docs/fr_fashiontransparencyindex2017_esp?e=25766662/49239838, pag. 22)