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Política
Políticas públicas para una economía solidaria, feminista y ecológica
Tenemos la oportunidad así como la responsabilidad de promover los cambios económicos, políticos y sociales necesarios para dar respuesta, de manera urgente, a las diversas crisis en que nos encontramos.
Crisis como la ambiental, donde confluyen la emergencia climática con otras realidades como la pérdida de biodiversidad o la falta de recursos que pueden afectar a la viabilidad de la vida en el planeta, nos ponen en primer plano la necesidad de actuar. Se nos presenta así la oportunidad de promover una transición ecosocial justa que dé respuestas, así mismo, a las urgencias sociales que viven miles de personas a diario como: el aumento de la desigualdad, la precariedad de los sectores crecientes de la población, la vulneración de derechos humanos básicos o la imposibilidad de acceder a una vida digna.
En este gran reto, las propuestas del modelo económico resultan clave, y no parece que las soluciones puedan venir del origen del problema. La fagotización capitalista de posibles soluciones en clave reaccionaria, así como la cooptación del discurso por parte de las grandes corporaciones (con la consiguiente connivencia mediática) no parece, en efecto, que nos marquen el rumbo que como sociedad debemos emprender. Para ello, debemos superar las posturas y propuestas conservadoras así como la polarización social, buscando la unidad y la valentía para ensayar nuevas fórmulas que sean capaces de dar respuesta a los viejos problemas a los que el actual modelo económico y político no está atendiendo como debiera.
Si bien estos escenarios explican cierta desesperanza y desmovilización social, también se vislumbran vientos favorables para el cambio. Es innegable la toma de conciencia en los últimos años respecto de las urgencias ecológicas y sociales así como la desconfianza de la capacidad de respuesta de las propuestas políticas que nos han traído hasta esta encrucijada.
La ESS nos marca el camino
En este contexto la Economía Solidaria tiene mucho que aportar gracias a las múltiples propuestas y saberes acumulados en décadas de experiencia que le han ido reportando un creciente reconocimiento institucional nivel mundial. Este largo bagaje no viene solo de la crítica teórica a un modelo que hace aguas desde hace mucho tiempo, sino también desde la experiencia práctica generando alternativas que demuestran que es posible hacer economía de otra forma.
Uno de los ejemplos que muestran sobre la praxis de estas propuestas son las iniciativas alimentarias en el marco de la agroecología y la soberanía alimentaria que proliferan en la ESS, y que buscan garantizar una alimentación saludable, tanto para quienes se alimentan como para el entorno que nos provee de dichos alimentos, recuperando el control de dichos alimentos en su fase de producción, transformación y distribución.
Otros de las iniciativas que están actualmente poniendo luz práctica en procesos de transformación y soberanía económica, satisfaciendo necesidades vitales de una manera justa y sostenible son las cooperativas energéticas, agrupaciones de personas consumidoras y usuarias para la producción y distribución de energías renovables y que a día de hoy comercializan electricidad a miles de personas, en una apuesta por “el consumo responsable, la economía local y la generación renovable distribuida”, como defiende Unión Renovables, red donde se agrupan una veintena de estas iniciativas. Bajo el objetivo de garantizar el derecho al crédito de personas y proyectos con alto impacto social y medioambiental, encontramos también una amplia oferta en el sector de las Finanzas Éticas, herramientas de intermediación financiera que no se centran en la rentabilidad sino promover procesos de transformación social.
Éstos son sólo algunos sectores y ejemplos que nos sirven de guía para aterrizar las propuestas de la Economía Solidaria y que vienen demostrando desde hace décadas la viabilidad de otras formas de hacer economía bajo valores de justicia y sostenibilidad. Encontramos así también cooperativas de telefonía consciente, empresas de distribución y movilidad sostenible, moda ética y sostenible, iniciativas de recuperación y reciclaje… Y todas estas experiencias adquieren aún más valor dentro de la propuesta de Mercado Social, una red que une a todas estas empresas responsables con personas consumidoras críticas, generando un circuito económico propio y alternativo que cada día más permite desconectarnos del sistema capitalista, proveyéndonos de todo tipo de productos y servicios bajo lógicas cooperativas, de apoyo mutuo y sostenibilidad.
Por unas políticas públicas solidaria, feministas y ecológicas
Para seguir promoviendo estas iniciativas de alto impacto social y medioambiental y fomentar su escalabilidad Propuestas de REAS Red de Redes lanza sus propuestas para una transición ecosocial que ponga la vida en el centro, un documento estructurado en torno a 13 ejes de actuación temáticos que nos muestran el camino para este cambio de modelo a través de políticas de inclusión y cohesión social, para la sostenibilidad de la vida, al servicio de las personas y del bien común.
Entre estas medidas destacamos el fomento de una organización social de los cuidados que asegure el derecho de todas las personas desde la corresponsabilidad, garantizando la provisión universal y pública de los cuidados desde una perspectiva integral. Para ello, han de activarse cuantos recursos sean necesarios para dar apoyo a las trabajadoras del sector de los cuidado y priorizar la participación de la Economía Social y Solidaria, especialmente las cooperativas sin ánimo de lucro y los espacios asociativos comunitarios en la gestión de servicios públicos de atención a personas, evitando su mercantilización.
Para fomentar la cohesión social y un empleo inclusivo es preciso reforzar política, técnica y presupuestariamente aquellas áreas prioritarias para el impulso de la cohesión y la inclusión social: rentas básicas, políticas sociales, vivienda, educación, salud, etc. implementando medidas que mejoren el acceso a su tramitación. Con respecto a la vivienda, proponemos la equiparación del modelo cesión uso cooperativo al alquiler en todas las líneas de apoyo y ayudas que existen ahora o se aprueben en el futuro.
Así mismo, consideramos vital la elaboración y puesta en marcha un plan estratégico de transición ecológica, reducción de emisiones y racionalización del consumo energético, hacia modelos circulares basados en el decrecimiento: reducción de los consumos de energía y materiales, modelos de producción, distribución, comercialización y consumo locales, política de residuo 0, reducción del transporte y apuesta por la movilidad sostenible.
Es también necesario impulsar planes estratégicos de economía local que,desde una perspectiva social, ecológica y feminista, promocionen pactos locales para el fomento de la Economía Social y Solidaria, desde procesos de desmercantilización y desprivatización de servicios públicos y el desarrollo de estrategias de partenariado público-social y público-comunitario para la gestión de servicios de interés social.
Resulta clave, así mismo, para encaminarnos a una soberanía alimentaria y agroecología, la promoción de canales directos de comercialización de productos ecológicos, así como el cooperativismo de producción y de consumo y la intercooperación: mercados de venta directa, marketplace de Economía Social y Solidaria, centros de acopio, incorporar en las marcas políticas de fomento, ayudas a proyectos productivos agroecológicos. En estos y otros procesos de compra pública, demandamos la aplicación mejorada de los criterios y herramientas de compra pública responsable y el establecimiento de sistemas de control y verificación de la inclusión de los cláusulas sociales y ambientales.
Entre otras medidas de interés encontramos por último el interés en la cocreación y desarrollo entre los diferentes niveles de la administración y las entidades de finanzas éticas de instrumentos financieros orientados al tejido socio-empresarial de la ESS así como el apoyo institucional al Comercio Justo como política palanca para el cumplimiento de la Agenda 2030 y la promoción en barrios y espacios locales de actividades de impulso de las economías comunitarias: huertos urbanos, mercados de trueque, bancos del tiempo...
En definitiva, si consideramos que necesitamos un cambio de rumbo político y social, debemos apostar de manera sincera y decidida por valores como la sostenibilidad y la justicia social, principios que rigen la Carta de principios de la Economía Solidaria, y que se entrelazan con las propuestas de otros movimientos como el ecologista, feminista o la defensa de los Derechos Humanos, incorporando el activismo económico como una forma más para la incidencia política y la promoción de un nuevo modelo económico.