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Cuidados
Repensando la crisis de cuidados desde lo público comunitario
Las personas vivimos en cuerpos, que envejecen, que enferman, que tienen que ser cuidados. La Economía Feminista se ha esforzado por visibilizar que el trabajo doméstico y de cuidados es uno de los pilares fundamentales sobre los que se apoya el sistema económico actual porque sin ellos, el sistema se derrumbaría y que, por tanto, no es posible afrontar un cambio en profundidad de la provisión de cuidados sin cambios estructurales en el ámbito socioeconómico.
La crisis de cuidados que atravesamos ha puesto en evidencia los límites de una economía que ha delegado de manera creciente el cuidado de la vida en el espacio doméstico y el trabajo no remunerado de las mujeres o en un sector profesional totalmente precarizado y minusvalorado. Tuvo que venir una pandemia global, el colapso del sistema sanitario y el miedo por la supervivencia de las personas mayores, para sacar a luz los trabajos de cuidados invisibilizados que hoy se demuestran imprescindibles para nuestra supervivencia.
Esta crisis de cuidados no es nueva, viene de largo, pero hoy, se está convirtiendo, como señalan muchas economistas feministas, en una crisis de reproducción social en un contexto de colapso ecológico, que profundiza la división social y sexual del trabajo. Los cuidados, siempre han sido y siguen siendo, un vector crucial de desigualdad, esto es, cuida más quién menos cuidados recibe y quién está en peor posición socioeconómica.
A esto hay que añadirle una profundización en los procesos de privatización y mercantilización del sector de los cuidados. Las grandes empresas están articulando la política pública en este ámbito y la privatización es doble, por un lado, en los hogares y como responsabilidad de las mujeres y, por otro, gestionado por empresas cuyo único objetivo es la generación de beneficios y no la satisfacción de las necesidades de cuidados de las personas, ni el bien común, ni la sostenibilidad de la vida.
Es necesario un ajuste estructural, transformar la actual organización socioeconómica, construida en clave de iceberg, en el que solo la parte visible (ámbito productivo) se sitúa en el centro de análisis y toma de decisiones, en una organización socioeconómica que, como señalan nuestras compañeras Silvia Piris y Amaia Pérez de Colectiva XXK, debe tener forma de espiral. Una espiral compuesta por el conjunto: persona- familia-comunidad-lo público, con un reparto de responsabilidades para el cuidado de la vida y con un peso fuerte de las instituciones para las personas altamente dependientes. Un ajuste, que requiere la sustitución de la lógica público-privada, por una lógica público-social-comunitaria.
La definición de propuestas para este ajuste estructural se ha convertido en un elemento central de la acción de las redes de economía alternativa y solidaria (REAS) en los últimos años. Así, se evidenció en el último encuentro de las diferentes redes que existen dentro del Estado español (IDEARIA 2022) en el que se definían tres ejes para avanzar en esta transformación: colectivizar-desfamiliarizar los cuidados y desmercantilizarlos; revalorizar el trabajo del hogar y cuidados y profesionalizar una parte de él y avanzar hacia un modelo de cuidados emancipador.
Nuestra apuesta es por un sistema público-comunitario de cuidados, arraigado en lo local y basado en cuatro pilares: la promoción de la autonomía y de la vida independiente; educación integral infantil; la profesionalización de una parte de los cuidados y; la del observatorio que nos permita ampliar la mirada y hacer seguimiento para que el resto de las políticas públicas se diseñen desde la perspectiva del cuidado.
Sin embargo, lo comunitario es un término en disputa, que se está utilizando en muchos ámbitos sociales y también políticos que ponen el énfasis en diversos aspectos. Por un lado, hay agentes que apelan a la familiarización y feminización cuando señalan el hogar como espacio preferente para el cuidado. Cuando nos hablan de que el hogar es el espacio en el que vamos a estar mejor cuidadas, pero obvian las relaciones de poder y desigualdad, la construcción del cuidado como algo femenino y el papel de las mujeres migradas y de las cadenas globales de cuidados como sostén de este modelo. Por otra parte, se habla de lo comunitario apelando al voluntarismo-voluntarioso, de vecinas y otros agentes que tienen que cuidar allí donde las instituciones no llegan.
Aunque no siempre es vista así, desde nuestra perspectiva, la Economía Social y Solidaria forma parte de ese entramado comunitario y puede y debe jugar un papel importante en la construcción de este sistema público-comunitario de cuidados. La ubicamos en el marco comunitario por su arraigo territorial/local, pero sobre todo, por su ausencia de ánimo de lucro y su vocación de movimiento social, es decir, de incidir en el debate público, en las políticas públicas y contribuir, junto con otros agentes y movimientos sociales, a transformaciones estructurales que pongan la economía al servicio de la sostenibilidad de la vida.
Podemos hablar, como señalan nuestras compañeras de Colectiva XXK de lo comunitario con y sin intercambio mercantil. Por un lado, las redes autogestionadas con un funcionamiento no mercantil y cuyo acceso se realiza, mayoritariamente, por la pertenencia a dicha comunidad. En este caso, los cuidados tomarían la forma de cuidados no remunerados ni profesionalizados (aunque sí dignificados). Por otro, las organizaciones de la Economía Social y Solidaria, lo que podemos denominar el mercado social. Estas conformarían un comunitario monetizado, en el que sí existiría un intercambio mercantil y que constituiría un ámbito en el que poder obtener un empleo digno.
Poner la vida en el centro se ha convertido en un lema, cada vez más mainstream. Nos toca llenarlo de contenido político feminista y dar cuerpo a esos anhelos (y urgencias) de tejer una economía que sostenga todas las vidas en su diversidad. Sabemos que no es posible afrontar un cambio en profundidad de la provisión de cuidados sin cambios estructurales en el ámbito socioeconómico. Pero avanzar hacia un sistema integral, universal, público y gratuito de provisión de cuidados sustituyendo la lógica público-privada por una lógica público- comunitaria sería, sin duda, una política pública que podría actuar como guía en esta necesaria transición hacia economías que pongan los cuidados y la vida en el centro.