Medio ambiente
Cooperativas denuncian trabas para consolidar alternativas al consumo eléctrico

Los autoconsumos compartidos y demás alternativas colectivas al sistema energético tradicional han crecido notablemente en los últimos años, pero se topan con barreras que ralentizan su difusión y acercamiento a la ciudadanía en general.

A la hora de plantear caminos que se separen del marcado por el sistema eléctrico al que estamos habituados, no tiene porqué ser imprescindible la creación de una cooperativa energética como tal. La descentralización e independencia se puede conseguir también con la agrupación de diversos socios en lo que se conoce como autoconsumo compartido. Esta fórmula se suele dar en comunidades de vecinos, todos ellos en menos de un radio de dos kilómetros como marca la nueva ley del Gobierno. En ellas, la energía generada mediante, normalmente, placas solares, se vierte a la red y se contabiliza mediante un contador de vertido. Previamente, los socios habrán pactado qué porcentaje del total corresponde a cada uno. Así, toda la energía que consuman de la red y entre que dentro de ese porcentaje no se cobrará.

Ahora bien, si ese contador no se encuentra operativo, el proceso entero se frena, pero la energía sigue produciéndose y vertiéndose. Salva Moncayo, de Aeioluz, una cooperativa dedicada a la alfabetización y facilitación del cambio energético, lo tiene claro: “Las distribuidoras –generalmente Iberdrola– están cogiendo energía que se vierte a la red pero que no se cuenta, es decir, generación a coste cero para ellos, pero que luego cobran a precio de mercado a los consumidores que la han generado”.

Santi Terol, de Xicoteta Energia, una cooperativa dedicada, entre otras cosas, a la instalación de placas solares, cuenta cómo, a pesar de que en autoconsumos individuales nunca haya comunicación directa entre distribuidora y cliente, en los compartidos sí tenga que ser de esta manera. “Te piden información a cuenta gotas, no tienen ninguna guía de lo que hay que hacer y eso hace que el cliente se encuentre perdido. Hay veces que el técnico ni siquiera va a ver la instalación, si no que pide fotos y a partir de ahí dice qué es lo que quiere”, denuncia.

Esta no es la única dificultad que se presenta a la hora de iniciar un proyecto de autoconsumo compartido. Terol encuentra una de las grandes barreras en el aspecto administrativo: “Los formularios que hay que rellenar son muy farragosos y dan problemas”, se queja. Cuenta, además, que el caso de los autoconsumos compartidos son siempre mucho más difíciles, pues “te encuentras un tapón enorme” debido a la “falta de digitalización y modernización de los servidores”, afirma.

Para Moncayo, estos son los coletazos de un sistema que se siente amenazado, y que está viendo más cerca que nunca que su modelo de negocio no está tan asentado como se creía

La consecuencia del conjunto de las trabas impuestas sobre las alternativas de consumo, para Terol, está clara: “No podemos incentivar el autoconsumo compartido, porque no podemos afrontarlo. Viene unido a una serie de sobrecostes y retrasos inasumibles para nosotros”. Algo que tira por tierra también la parte teórica de la reivindicación de los nuevos modelos de consumo, pues “lo que demandamos mucho desde el activismo, luego en la práctica no se puede llevar a cabo”, lamenta Terol.

Para Moncayo, estos son los coletazos de un sistema que se siente amenazado, y que está viendo más cerca que nunca que su modelo de negocio no está tan asentado como se creía. “El negocio se les acabó hace tiempo”, afirma, pero hasta que eso se materialice “les viene muy bien que se potencie lo individual, porque si se sobredimensiona ellos se quedan la energía restante”, algo que no ocurre cuando las alternativas se dan en comunidad, pues “cuando hablamos de colectividad se rompe una barrera”, concluye.

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