Medios de comunicación
Diagnóstico sobre el ecosistema mediático valenciano

No sólo el sector del periodismo local está en un grave estado de salud, sino que además su audiencia se enfrenta a un peligro derivado de esta variedad local de la degradación: la pérdida de identidad a través de la intoxicación informativa.

Edificio Canal 9 Alicante
Fachada de la antigua sede de Canal 9 en la alicantina Avenida de Aguilera Alejandro Gordo

Resulta un ejercicio más curioso del que presuponía el hacer un diagnóstico del periodismo local. Si ya resulta un ejercicio titánico de perspectiva hablar del papel de los medios que –en medio de la crisis- supeditan el derecho a una información de calidad a la fría rentabilidad contable, poner el foco en un microcosmos tan peculiar como el del País Valencià acaba siendo, como poco, intenso.

Trataré de explicarme, porque no son pocos los factores que a uno le empujan a pensar que no sólo el sector del periodismo local está en un grave estado de salud, sino que además su audiencia se enfrenta a un peligro derivado de esta variedad local de la degradación: la pérdida de identidad a través de la intoxicación informativa.

El acceso a la financiación institucional ha producido –más bien agrandado- una brecha entre los grandes medios y los pequeños

En el epicentro del terremoto sostenido que ha desolado el periodismo valenciano se encuentra la escasa independencia económica de sus medios. Por una parte, el acceso a la financiación institucional ha producido –más bien agrandado- una brecha entre los grandes medios y los pequeños. Frente a las pírricas partidas presupuestarias destinadas a medios digitales que no pueden costear el salto a un formato físico, encontramos unas sumas desproporcionadas de fondos orientadas a medios ya consolidados.

En un contexto en el que todo el mundo asume que existe una constelación mediática para cada uno de los grandes partidos, el diseño institucional de las ayudas a la prensa local beneficia a una potencial agencia publicitaria de sus políticas. Como consecuencia primaria, el principal partido de la oposición de turno se encuentra con una coyuntura corporativa propicia que le permite limpiar su imagen y eliminar potencial competencia de cara a las siguientes elecciones.

Y del mismo modo que el modelo de acceso a la financiación institucional acaba beneficiando a los grandes bloques ideológicos y corporativos, la propiedad de los medios y sus vínculos empresariales eliminan cualquier rastro de independencia en los grandes medios locales, hipertrofiados en su cuota de influencia sobre las audiencias. Un gigantismo sobrevenido y que perjudica, además, a los elementos más pequeños de su ecosistema.

La propiedad de los medios y sus vínculos empresariales eliminan cualquier rastro de independencia en los grandes medios locales

Aunque el binomio financiación/independencia es un problema clásico dentro de la ética periodística, esta asociación causa-efecto cobra un nuevo sentido en este contexto de crisis económica que ha venido para quedarse. O al menos explica la progresiva y contundente precarización del sector. Una coyuntura laboral que afecta evidentemente al resultado final de la información que se nos presenta, bien por exceso de tendenciosidad, bien por ocultación deliberada, bien por una selección incluso banal de temas tratados, bien incluso por cuestiones de redacción.

Trataré de ser sintético en la descripción del desastre: salarios precarios al límite de la ilegalidad auspiciados por unas reformas laborales ad hoc, imposición de una censura corporativa y afloramiento de una autocensura de seguridad ante el combo “falta de independencia + inseguridad laboral”, abuso de la figura del falso autónomo y el recurso del colaborador que justifica la reducción de las plantillas, alta temporalidad de los contratos, escasez de recursos, altísima marginalización de la mujer periodista, alarmante escasez de asesores lingüísticos (maravillosamente ilustrativos los casos de patinazos vía traductores online de castellano a catalán)...

El cierre de RTVV

Y obviamente hemos de contar con el evento de mayor impacto negativo –por cantidad de puestos de trabajo segados, pero también por el efecto dominó posterior- que no es otro que el cierre de RTVV, con la consiguiente casi extinción del audiovisual valenciano y el afloramiento de una generación adulta de trabajadores del sector sin espacios donde reubicarse.

Cierto es que no han dejado de existir grandes profesionales de la información en el País Valencià. Personas que persiguen una noticia con tanta ética profesional como insistencia casi detectivesca. Ejemplos del ramo que consiguen no sólo dignificar su profesión sino mejorar su sociedad destapando y etiquetando las intrigas que durante más de dos décadas han dinamitado los cimientos de la sociedad valenciana. Pero, lamentablemente, esta ejemplaridad –bastante más extendida de lo que se piensa- no solventa la crisis del sector.

El periodismo de trinchera partidista a gusto del votante-consumidor y la nula crítica en los medios a las prácticas abusivas de grandes empresas valencianas son los dos síntomas más evidentes de que esa tos no pinta bien. Pero nos cuesta o sencillamente no queremos escuchar correctamente el feo sonido de nuestros pulmones debido a esa sordera acrítica solicitada por los poderes corporativos y dosificada por los grandes medios locales.

Con esa mezcla inducida de ignorancia por saturación e indiferencia por cansancio, y ante la ausencia de un ente público que proporcione un servicio informativo pensando en el ciudadano, hemos girado el cuello para deglutir –de manera insana, probablemente- una narrativa que parte de lo estatal, relegando la información de proximidad a un segundo plano en nuestras visiones del mundo.

El periodismo de trinchera partidista a gusto del votante-consumidor y la nula crítica en los medios a las prácticas abusivas de grandes empresas valencianas son los dos síntomas más evidentes de que esa tos no pinta bien

Cabe analizar también qué hacen los grandes medios locales para fidelizar a su audiencia más allá de la información política, cuya tendenciosidad se hace clara atendiendo al nombre y la trayectoria del grupo editorial y sus dirigentes. Es necesario plantearse por qué la identidad valenciana se restringe –me van a perdonar- a la Mare de Déu, las fallas y un par de clubs deportivos de capital privado, y relacionar la sospecha derivada con la idea de valencianía que se deduce de esa propaganda cultural que emana de esos mismos medios.

Una propaganda aderezada con un reciente y mal disimulado oportunismo. Porque, aunque algunos medios se hayan propuesto ser estéticamente oportunistas ampliando aparentemente el foco de interés cultural –esta semana el último festival hípster del barrio gentrificado de turno, la que viene un colectivo maltratado de artistas al azar en Valencia, la otra ese festival de cortos que ya tiene siete sponsors, mañana el mismo músico de siempre…- sigue llamando la atención ver cosas como que el mismo crítico tenga que firmar todas las reseñas de esa semana. Un pack que pone fácil a medios alejados de la abundancia presupuestaria –digo esto, visto lo visto, casi como virtud- el disponer a la audiencia un producto de un compromiso con la calidad muy superior a la de los medios tradicionales.

Y es en esta comparación, donde detengo este análisis-queja. Y lo hago para intentar recuperar esa fe orwelliana en la masa para derrocar la distopía. Porque si es el poder corporativo el origen de la depreciación del sector con especial saña en lo local, quiero pensar que es precisamente su antítesis (el periodismo modesto pero comprometido e independiente) la que puede sembrar la semilla de la recuperación del sector. Quizá entonces, la sociedad valenciana encuentre una nueva identidad, cercana a esa capacidad tan necesaria de distinguir la información de calidad de la orientación interesada de sus opiniones.

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