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Memoria histórica
El puzle del olvido: el relato del primer monumento memorialista del País Valencià
“Queridos padres, les envío estas cuatro letras por última vez, pues me van a fusilar con los otros tres”, redactaba Federico Benavent unas horas antes de ser puesto frente a un pelotón de fusilamiento, junto con su cuñado y dos hombres más del Pla de Corrals, una pedanía de Simat de la Valldigna (València). “No tengan que afrontarse de nada, pues ni hemos delatado a nadie ni hemos robado ni hemos matado”, continua.
Esta carta forma parte de una historia más grande: la de 211 personas represaliadas por la dictadura franquista que fueron asesinadas entre el 1 de mayo de 1939 y el 31 de enero del 1941 en el cementerio de Alzira. Fusilados, soldados y presos que permanecieron 44 años bajo tierra y 40 años bajo un monumento memorialista hasta que la asociación Fossar de Alzira, 84 años después, ha conseguido iniciar un proceso de exhumación para llenar los vacíos que se han enmudecido a la fuerza.
En Alzira, los huesos de dos centenares de personas se encuentran desmontados y todos mezclados cómo si fueran “las piezas de un rompecabezas”
En palabras de Vicent Gabarda, historiador que recorrió pueblo a pueblo en los años ochenta para documentar los fusilamientos del franquismo, se encuentran ante un “desastre monumental”. Los huesos de dos centenares de personas se encuentran desmontados y todos mezclados cómo si fueran “las piezas de un rompecabezas” que un “avispado” avanzado en el tiempo puso en bolsas de plástico en las que tal vez te puedes encontrar tres cráneos, siete fémures y varias costillas.
La cuestión que se plantea es como 211 personas han acabado bajo del que muchos expertos consideran como el primer monumento memorialista. Cuando termina la guerra muchas familias huyeron del pueblo y las que se quedaron practicaron el olvido impuesto. La memoria fue silenciada, sometida a existir en murmullos detrás de la seguridad de los hogares. Tenian miedo de transmitir los relatos que guardaban cementerios como el de Alzira.
Pero el tiempo avanzó y los hijos tuvieron criaturas, los niños, que intuyeron desde muy pequeños que en casa de los abuelos había objetos guardados con recelo: cartas en cajones, retratos invisibles y preguntas sin respuesta. Cómo cita la historiadora y escritora Esther López Barceló en El arte de invocar la memoria. Anatomía de una herida abierta, exhumar una fosa es a menudo ir resolviendo un puzle, las piezas del cual van encajando poco a poco. Biografías silenciadas que serpentean entre las rendijas en busca de luz para reparar un dolor colectivo, colectivizado.
Hilando las piezas
En la casa de la abuela de Emi Mahíques, siempre ha habido un cuadro colgado el recibidor, pero estaba demasiado alto y no se había fijado en él. Era un marco que contenía la foto de dos hombres y una carta que no había leído. Mahíques siempre había sabido quién eran: su abuelo, Filiberto Mahíques, y su tío, Federico Benavent, quienes habían muerto en guerra.
Esa era la historia que su abuela siempre le había contado, hasta que fue al cementerio de Alzira y vio un monumento donde ponía que la fecha de defunción de su yayo fue el jueves 10 de agosto de 1939. El último parte de la Guerra Civil, firmado por el dictador Francisco Franco, fue emitido el 1 de abril de 1939: “En el día de hoy, cautivo y desarmado lo ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. No concordaban las fechas.
Entonces, quiso conocer más, quería resolver el enigma e hilar las piezas. Primero preguntó a su padre, que con un hilo de voz confesó que a su abuelo lo habían fusilado y que era un tema que en su casa no se había hablado nunca. No satisfecha con la información, continuó preguntando al resto de la familia. Era cuestión de suerte si obtenía respuestas, el ambiente estaba impregnado de temor y nadie quería hablar de más.
Este es el relato que cuenta Mahíques, sentada en el comedor de su casa de Simat de la Valldigna y vestida con una camiseta negra en la que está estampada la fotografía de su yayo acompañada de un letrero en blanco con las palabras ‘no oblidem’. Entre las manos lleva una carpeta naranja dónde ha recopilado todo lo que ha podido averiguar del padre de su padre, como por ejemplo, la carta que escribió su tío y en la que se despedía su abuelo porque él no sabía leer.
Los dos hermanos vivían uno junto al otro a la pedanía del Pla de Corrales, en unas casas que todavía están en pie. Por su tía abuela sabe que el furgón de la Guardia Civil pasó por las viviendas, donde los avisaron de que se los llevarían al cuartel de Tavernes. “Id por la montaña hacia Francia”, les dijo su hermana, pero decidieron quedarse porque “no habían hecho nada mal”.
Los encerraron en Tavernes y después los trasladan a la prisión comarcal de la Ribera Alta, ubicada en Alzira. En el transcurso de los días llegó la noticia al pueblo: Federico Benavent Canet, Filiberto Mahíques Montagud, Federico Llacer Benavent y Emilio Santandreu Selfa, los cuatro del Pla de Corrals, como se los conoce popularmente, iban a ser fusilados.
“Un grupo de gente, cargado con pequeños y mayores, que anduvieron durante toda la noche, pero cuando llegaron a las puertas del cementerio, escucharon los disparos, era demasiado tarde”, relata Mahíques
Las familias se pusieron en marcha y con esfuerzo recorrieron la montaña a través las localidades de Barxeta, Manuel y Carcaixent hasta llegar a Alzira. “Un grupo de gente, cargado con pequeños y mayores, que anduvieron durante toda la noche, pero cuando llegaron a las puertas del cementerio, escucharon los disparos, era demasiado tarde”, relata Mahíques, quién recibió su relato de su tía abuela.
Al escuchar los disparos, los familiares echaron a correr, pero cuando se reunieron en la necrópolis, sus seres queridos ya estaban medio enterrados. Los tocaron, abrazaron y despidieron. Cuando terminaron, salieron y se reunieron en la fuente que preside la entrada del recinto para lavarse las manos llenas de tierra y sangre. “Mi abuela que iba a mucho al cementerio siempre se sentaba junto a la fuente porque fue el lugar donde se dejó caer”, narra.
El primer alcalde socialista de Alzira después de la dictadura, Paco Blasco (Alzira, 1931-2023), mandó construir un panteón en la entrada del cementerio con los nombres, apellidos, fotos y fecha de defunción de los 209 hombres y dos mujeres
Mahíques pudo rehacer el relato y juntar las piezas del puzle porque el alcalde socialista de Alzira, el primero elegido democráticamente después de la dictadura, Paco Blasco (Alzira, 1931-2023), mandó construir un panteón en la entrada del cementerio con los nombres, apellidos, fotos y fecha de defunción de los 209 hombres y dos mujeres a quienes se los había aplicado el consejo de guerra sumarísimo.
A través del libro de defunciones, donde se ubica en qué fosa se enterraron los fusilados, los enterradores de aquel tiempo, bajo las órdenes de Blasco, sacaron las personas con palas, recogieron los huesos y los repartieron en unos cincuenta sacos que colocaron, sin identificar, en una cripta bajo del mausoleo.
En una de las visitas que el historiador Vicent Gabarda hizo al cementerio, antes de enterarse que se iniciaría la exhumación, se encontró con un hombre que limpiaba los camafeos de los difuntos y les llevaba flores. Al preguntar quién era, el hombre respondió: “Yo soy quien mandó hacer este monumento”.
El historiador justifica que vaciar las fosas en los años ochenta era un procedimiento “totalmente normal” en muchas localidades porque tenían la necesidad de expandir la necrópolis y hacer negocio. “Es más rentable un entramado de nichos pagados, que una fosa común llena de restos que no sabes a quién cobrar”, señala.
Agustí Ferrer es el arqueólogo municipal que se encarga de seguir las tareas desde el consistorio y asegura que el monumento lo hizo el arquitecto Alfredo Andrés y que se colocó en un lugar muy significativo, en la entrada del cementerio y a la izquierda. Todo un simbolismo, como recalca, porque obliga a cualquier persona que entra a pasar por delante, verlo obligatoriamente y rendir homenaje.
Por la paz y libertad
La construcción del panteón es austera, no tiene ornamentos, sino un relieve que representa a la paloma picassiana, un atributo de paz, libertad e igualdad. Después, en la pared de mármol hay camafeos, con las fotos que llevaron los mismos familiares cuando se sacaron los cuerpos de las fosas. No están todos, porque tal como señala Ferrer, después de abrir el osario y contabilizar los restos habían más personas de las registradas en el libro de defunciones.
Los expertos consultados para esta investigación afirman que, si las fechas son correctas y se hizo en la primera legislatura de Blasco, este tiene que ser, si no el primero, de los primeros monumentos memorialistas construidos en el País Valencià y, probablemente, en España. Como también lo sería la recuperación de los cuerpos. Sin embargo, ante este hecho existe un problema: ninguna persona ha encontrado un documento oficial que date el panteón y lo ratifique como el primero.
Desde que los familiares tienen memoria, siempre se han reunido el Día del Trabajador en el cementerio de Alzira. Lo hacían cuando los cuerpos estaban en una fosa y sin saber a ciencia cierta donde estaban soterrados
El cronista y archivero municipal, Aureliano Lairón, cita el mausoleo por primera vez en el libro Alzira crónica del*siglo XX: 1971-1980. Concretamente, el 1 de mayo de 1980 enmienda que “en el cementerio municipal, en el monumento allí existente, se celebra un acto multitudinario en memoria de quien ofreció su vida por libertad.” En el año anterior, el cronista, en cambio, afirma que, en el 1 de mayo, “las centrales sindicales celebraron la Fiesta del Trabajo. Los afiliados socialistas se desplazaron hasta el cementerio para rendir homenaje a sus compañeros caídos por la libertad. Allí se pronuncian palabras, glosando el significado de la fecha, Agustín Motilla y el alcalde”. Es decir, la primera referencia escrita sobre el monumento data de 1980, pero según Lairón “no tiene más pruebas ni recuerda de dónde sacó la información”.
Desde que los familiares tienen memoria, siempre se han reunido el Día del Trabajador en el cementerio de Alzira. Lo hacían cuando los cuerpos estaban en una fosa y sin saber a ciencia cierta donde estaban soterrados. Aun así, les llevaban flores, las dejaban donde consideraban y recitaban un discurso para recordarlos. Esta tradición ha pasado de generación en generación. No tienen una hora estipulada, pero como si de un cuentagotas se tratara, los familiares se reúnen por la mañana. Ya casi no quedan hijos, el tiempo les ha pasado por encima, pero los nietos y bisnietos continúan el legado.
El 1 de mayo de 2024, se volvieron a reunir. Allí se encontraba el único hijo que queda con vida, Sebastián Fontana, quien lleva el nombre de su padre, Sebastián Fontana, asesinado el miércoles 12 julio de 1939. Con 93 años y la cabeza muy asentada, recuerda como pasaron de echar flores en tierra a ponerlas en el monumento y reconoce que se hizo en la primera legislatura de Blasco.
La conservadora y restauradora de bienes culturales, Esmeralda Pons, se encuentra haciendo una museización del recinto y recalca que no ha encontrado documentos explícitos sobre el mausoleo, pero afirma que la construcción de los panteones en la zona en la que se encuentra el monumento coinciden con la alcaldía de Paco Blasco, por el año 1980.
Con una fecha aproximada, el archivero municipal administrativo, Salvador Vercher, busca en su ordenador cualquier rastro en los archivos digitalizados que pueda oficializar la construcción del monumento, pero no encuentra nada. “Es muy muy raro que una obra como esta no tenga documentación porque las administraciones siempre tienen que justificar dónde y cómo gastan el dinero”, confiesa.
Un descubrimiento por insistencia
Una vez informado el consistorio sobre el posible hecho histórico, concejales como Xavi Fernández se solidarizan y exigen desempolvar los libros de decretos, actas y juntas. Vercher, a pesar de que no entra dentro de su competencia, favorece la investigación y pone sobre la mesa todos los documentos. En el Libro de Actas del 17 de enero al 2 de agosto de 1979, en un punto extraordinario tratado el 3 de mayo de 1979, escrito con letra irregular, aparece por primera vez citado el monumento. Concretamente se puede leer:
“A propuesta de Agustín Motilla, la comisión, tras deliberación y por mayor unanimidad, toma el siguiente acuerdo. Rotular con la inserción: ‘Ofrecieron sus vidas por la libertad’, en el monolito existente en el Panteón del Cementerio Municipal y que alberga los restos de las personas a que se refiere esta inscripción”.
Solo un mes después de las primeras elecciones después de la dictadura, los restos ya estaban en la cripta. Con esta información, Gabarda, después de enseñarle la información buscada durante meses de trabajo, señala que con esas fechas tiene que ser el primer monumento memorialista, como también lo hace el historiador e investigador de la Safor, Eladi Mainar. Así mismo, el arqueólogo de Arqueoantro, Javier Iglesias, quien ha exhumado centenares de fosas, menciona que la recuperación de los cuerpos en esa década también se trata “de un hecho único” porque hasta la fecha, las exhumaciones se habían hecho clandestinamente: por la noche y a escondidas.
La gran diferencia
La historia de Filiberto Mahíques es solo una de las miles de muertes que hubo en el País Valencià. Gabarda resalta que, a diferencia otros territorios, donde el franquismo se impuso desde el primer momento, el territorio valenciano estuvo en la retaguardia. “Por mucho que después del 1939 dijeron que la guerra había acabado, aquí no hubo guerra, hubo retaguardia y represión por parte de los dos bandos”, sostiene.
El historiador toma una postura muy clara sobre el conflicto en su libro El cost humà de la repressió al País Valencià (1936-1956): no concibe la represión como 5.515 muertos de derechas, el 2,91% de la población, y 5.306 de izquierdas, el 2,8%, sino en una cifra total de 12,831 (5,70%) porque ambas partes eran vecinos de la misma localidad, provincia o comarca. En todos los municipios, desde el más grande al más pequeño, hubo una tendencia común por parte de “las dos Españas”. Personas asesinadas a manos de vecinos del mismo pueblo y por gente venida de fuera en busca de “perturbadores”.
Una vez finalizado el “levantamiento”, los familiares de los “caídos por Dios y por España” tuvieron todos los permisos y las facilidades para llevar a cabo la exhumación, identificación y el posterior traslado de los cuerpos al cementerio de su localidad
Sin embargo, el futuro entre los dos bandos no fue el mismo y aquí es donde reside la mayor diferencia entre las dos represiones. Una vez finalizado el "levantamiento, los familiares de los “caídos por Dios y por España” tuvieron todos los permisos y las facilidades para llevar a cabo la exhumación, identificación y el posterior traslado de los cuerpos al cementerio de su localidad. Es más, los traslados de los restos desde un ayuntamiento hasta otro eran causa de homenajes públicos de cualquier tipo.
Órdenes religiosas, colegios profesionales y consistorios empezaron a llenar diariamente páginas en la prensa local con los nombres de los “caídos”. Estos quedaron grabados a los lugares más frecuentes del pueblo, en las fachadas de la iglesia, donde se hacían misas y homenajes reiterados, o en las mismas calles que ostentaban monumentos en los pasajes más transitados.
Los otros, las víctimas de la posguerra, como defiende Gabarda, permanecerán, en la mayor parte de las ocasiones, en fosas comunes olvidadas, abiertas expresamente para recoger a las personas acabadas de ejecutar. Cuerpos manchados de sangre y desfigurados que fueron depositados sin ton ni son. Ni nombres ni fechas ni frases alegóricas recuerdan lo que les pasó. La historia de España no estará completa hasta que no se recuperen todas las piezas del rompecabezas.
Memoria histórica
El trencaclosques de la memòria: el primer monument memorialista al País Valencià
“Queridos padres, les envío estas cuatro letras por última vez, pues me van a fusilar con los otros tres”, redactava Federico Benavent unes hores abans de ser posat enfront d’un escamot d’afusellament, juntament amb el seu cunyat i dos homes més del Pla de Corrals, una pedania de Simat de la Valldigna (València). “No tengan que afrontarse de nada, pues ni hemos delatado a nadie ni hemos robado ni hemos matado”, continua.
Esta carta forma part d’una història més gran: la de 211 persones represaliades per la dictadura franquista que van ser assassinades entre l'1 de maig de 1939 i el 31 de gener del 1941 al cementeri d’Alzira. Afusellats, soldats i presos que romangueren 44 anys sota terra i 40 anys sota un monument memorialista fins que l'associació Fossar d’Alzira, 84 anys després, ha aconseguit iniciar un procés d’exhumació per omplir els buits que s'han emmudit a la força.
211 persones represaliades per la dictadura franquista que van ser assassinades entre l'1 de maig de 1939 i el 31 de gener del 1941 al cementeri d’Alzira. Afusellats, soldats i presos que romangueren 44 anys sota terra i 40 anys sota un monument memorialista
En paraules de Vicent Gabarda, historiador que va recórrer poble a poble als anys vuitanta per documentar els afusellaments del franquisme, es troben davant d’un “empastre monumental”. Els ossos de dos centenars de persones es troben desmuntats i tots mesclats com si foren “les peces d’un trencaclosques” que un “espavilat” avançat en el temps va posar en bosses de plàstic en les que tal vegada et pots trobar tres cranis, set fèmurs i diverses costelles.
La qüestió que es planteja és com dos centenars de persones han acabat baix del que molts experts consideren com el primer monument memorialista. Quan s'acaba la guerra moltes famílies fugiren del poble i les que es quedaren practicaren l’oblit imposat. La memòria va ser silenciada, sotmesa a existir en murmuris darrere de la seguretat de la llar. Tenien por de transmetre els relats que guardaven cementeris com el d'Alzira.
Però el temps va avançar i els fills tingueren criatures, els nets, que intuïren des de ben menuts que a casa dels iaios hi havia objectes guardats amb recel: cartes a caixons, retrats invisibles i preguntes sense resposta. Com cita la historiadora i escriptora Esther López Barceló en El arte de invocar la memoria. Anatomía de una herida abierta, exhumar una fosa és sovint anar resolent un trencaclosques, les peces del qual van encaixant a poc a poc. Biografies silenciades que serpentegen entre les escletxes a la recerca de llum per reparar un dolor col·lectiu, col·lectivitzat.
Filant les peces
A la casa de la iaia d’Emi Mahíques, sempre hi ha hagut un quadre penjat a l’entradeta, però estava massa alt i no s’havia fixat en ell. Era un marc que contenia la foto de dos homes i una carta que no havia llegit. Mahíques sempre havia sabut qui eren: el seu iaio, Filiberto Mahíques, i el seu oncle, Federico Benavent, que havien mort en guerra.
Eixa era la història que la seua àvia sempre li havia contat, fins que va anar al cementeri d’Alzira i va veure un monument on posava que la data de defunció del seu iaio fou el dijous 10 d’agost de 1939. L’últim part de la Guerra Civil, firmat pel dictador Francisco Franco, va ser emés l’1 d’abril de 1939: “En el dia de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. No concordaven les dates.
Aleshores, va interessar-se a conéixer més, a resoldre l’enigma i filar les peces. Primer va preguntar a son pare, qui amb un fil de veu va confessar que l’havien afusellat i que era una tema que a sa casa no s’havia parlat mai. No satisfeta amb la informació, continuà preguntant a la resta de la família. Era qüestió de sort si obtenia respostes, l’ambient estava impregnat de temor i ningú volia parlar de més.
Este és el relat que conta Mahíques, assentada al menjador de sa casa de Simat de la Valldigna i vestida amb una camiseta negra en la qual està estampada la fotografia del seu iaio acompanyada d’un lletrer en blanc amb les paraules ‘no oblidem’. Entre les mans porta una carpeta taronja on ha recopilat tot el que ha pogut esbrinar del pare de son pare, com per exemple, la carta que va escriure el seu besoncle i en la que s’acomiadava el seu iaio perquè ell no sabia llegir.
Els dos germans vivien un al costat de l’altre a la pedania del Pla de Corrals, a unes cases que encara estan a peu dret. Per sa bestia sap que el “furgón” de la Guàrdia Civil va passar pels habitatges, on els avisaren de què els portarien a la caserna de Tavernes. “Aneu-vos-en per la muntanya a França”, els va dir la seua germana, però decidiren quedar-se perquè “no havien fet res malament”.
Els tancaren a Tavernes i després els traslladen a la presó comarcal de la Ribera Alta, ubicada a Alzira. En els dies va arribar la notícia al poble: Federico Benavent Canet, Filiberto Mahíques Montagud, Federico Llacer Benavent i Emilio Santandreu Selfa, els quatre del Pla de Corrals, com se’ls coneix popularment, anaven a ser afusellats.
“Un grupet de gent, carregat amb menuts i majors, que caminaren durant tota la nit, però quan arribaren a les portes del cementeri, escoltaren els tirs, era massa tard”
Les famílies es posaren en marxa i amb esforç recorregueren muntanya a través les localitats de Barxeta, Manuel i Carcaixent fins a arribar a Alzira. “Un grupet de gent, carregat amb menuts i majors, que caminaren durant tota la nit, però quan arribaren a les portes del cementeri, escoltaren els tirs, era massa tard”, relata Mahíques, qui va rebre el seu relat per sa bestia.
En escoltar els tirs, els familiars arrancaren a córrer, però quan aplegaren a la necròpolis, els seus éssers estimats ja estaven mig soterrats. Els tocaren, abraçaren i acomiadaren. En acabar, eixiren i es reuniren en la font que presideix l'entrada del recinte per rentar-se les mans plenes de terra i sang. “Ma agüela que anava a molt al cementeri sempre s'asseia al costat de la font perquè va ser el lloc on es va deixar caure”, narra.
Mahíques va poder refer el relat i ajuntar les peces del puzle perquè l’alcalde socialista d’Alzira, el primer elegit democràticament, Paco Blasco (Alzira, 1931-2023), va manar construir un panteó en l’entrada del cementeri amb els noms, cognoms, fotos i data de defunció dels 209 homes i dues dones a qui se’ls havia aplicat el consell de guerra sumaríssim.
A través del llibre de defuncions, on ubica en quina fosa s'enterren els afusellats, els soterradors d’aquell temps, amb les ordres de Blasco, tragueren les persones a palades, arreplegaren els ossos i els repartiren en una cinquantena de sacs que col·locaren, sense identificar, a una cripta baix del mausoleu.
En una de les visites que l’historiador Vicent Gabarda va fer al cementeri, abans d’assabentar-se que s’iniciaria l’exhumació, es va trobar amb un home que netejava els camafeus dels difunts i els portava flors. En preguntar qui era, l’home va respondre: “Jo soc qui va manar fer este monument”.
Buidar les fosses en els anys vuitanta era un procediment “totalment normal” perquè tenien la necessitat d’expandir la necròpolis i fer negoci
L’historiador justifica que buidar les fosses en els anys vuitanta era un procediment “totalment normal” en moltes localitats perquè tenien la necessitat d’expandir la necròpolis i fer negoci. “Eix més rendible un entramat de nínxols pagats, que una fossa comuna plena de restes que no saps a qui cobrar”, assenyala.
Agustí Ferrer és l’arqueòleg municipal que s’encarrega de seguir les tasques des del consistori i assegura que el monument el va fer l’arquitecte Alfredo Andrés i que es va col·locar a un lloc molt significatiu, a l’entrada del cementeri i a l’esquerra. Tot un simbolisme, com recalca, perquè obliga a qualsevol persona que entra a passar per davant, veure-ho obligatòriament i rendir homenatge.
Per la pau i llibertat
La construcció del panteó és austera, no té ornaments, simplement un relleu que representa al colom picassià, un atribut de pau, llibertat i igualtat. Després, a la paret de marbre hi ha camafeus, amb les fotos que portaren els mateixos familiars quan es tragueren els cossos de les fosses. No hi estan tots, perquè tal com assenyala Ferrer, després d’obrir l’ossari i comptabilitzar les restes comptaren més persones de les registrades en el llibre de defuncions.
Els experts consultats per a esta investigació afirmen que, si les dates són correctes, este ha de ser, si no el primer, dels primers monuments memorialistes construïts al País Valencià i, probablement, a Espanya. Com també ho seria la recuperación de Blasco. No obstant això, davant d’este fet existeix una paradoxa: cap persona ha trobat un document oficial que date el panteó i el ratifique com el primitiu.
El cronista i arxiver municipal, Aureliano Lairón, cita el mausoleu per primera vegada en el llibre Alzira crónica del siglo XX: 1971-1980. Concretament, l’1 de maig de 1980 esmena que “en el cementeri municipal, en el monument allí existent, se celebra un acte multitudinari en memòria de qui oferí la seua vida per llibertat.” En l’any anterior, el cronista, en canvi, afirma que, en l’1 de maig, “les centrals sindicals celebraren la Festa del Treball. Els afiliats socialistes es desplaçaren fins al cementeri per rendir homenatge als seus companys caiguts per la llibertat. Allí es pronuncien paraules, glossant el significat de la data, Agustín Motilla i l’alcalde”. És a dir, la primera referència escrita sobre el monument data de 1980, però segons Lairón “no té més proves ni recorda d’on va traure la informació”.
Des que els familiars tenen memòria, sempre s'han reunit el Dia del Treballador en el cementeri d’Alzira. Ho feien quan els cossos estaven a una fossa i sense saber de ciència certa on estaven soterrats. Així i tot, els portaven flors, les deixaven on consideraven i recitaven un discurs per recordar-los. Esta tradició ha passat de generació en generació. No tenen una hora estipulada, però com si es tractara d'un comptagotes, els familiars es reuneixen al llarg del matí. Ja quasi no queden fills, el temps els ha passat per damunt, però els nets i besnets continuen el llegat.
L’1 de maig de 2024, es tornaren a reunir. Allà es trobava l’únic fill que queda amb vida, Sebastián Fontana, qui porta el nom del seu pare, Sebastián Fontana, assassinat el dimecres 12 juliol de 1939. Amb 93 anys i el cap ben assentat, recorda com passaren de tirar flors en terra a posar-les al monument i reconeix que es va fer en la primera legislatura de Blasco.
La conservadora i restauradora de béns culturals, Esmeralda Pons, es troba fent una museïtzació del recinte i recalca que no ha trobat documents explícits sobre el mausoleu, però afirma que la construcció dels panteons en la zona en què es troba coincideixen amb l’alcaldia de Paco Blasco, per l’any 1980. La resta que estaven al voltant es feren abans.
“És molt, molt raro que una obra com aquesta no tinga documentació perquè les administracions sempre han de justificar on i com gasten els diners”
Amb una data aproximada, l’arxiver municipal administratiu, Salvador Vercher, busca al seu ordinador qualsevol rastre als arxius digitalitzats que puga oficialitzar la construcció del monument, però no hi troba res. “És molt molt raro que una obra com aquesta no tinga documentació perquè les administracions sempre han de justificar on i com gasten els diners”, confessa.
Un descobriment per insistència
Una vegada informat el consistori sobre el possible fet històric, regidors com Xavi Fernández se solidaritzen i exigeixen desempolsar els llibres de decrets, actes i juntes. Vercher, tot i que no entra dins de la seua competència, afavoreix la recerca i posa sobre la taula tots els documents. En el Llibre d'Actes del 17 de gener al 2 d'agost de 1979, en un punt extraordinari tractat el 3 de maig de 1979, escrit amb lletra irregular, apareix per primera vegada citat el monument. Concretament es pot llegir:
“A propuesta de Agustín Motilla, la comisión, tras deliberación y por mayor unanimidad, toma el siguiente acuerdo. Rotular con la inserción: ‘Ofrecieron sus vidas por la libertad’, en el monolito existente en el Panteón del Cementerio Municipal y que alberga los restos de las personas a que se refiere esta inscripción”.
Gabarda, després d’ensenyar-li la informació cercada durant mesos de treball, assenyala que amb eixes dates ha de ser el primer monument memorialista, com també ho fa l’historiador i investigador de la Safor, Eladi Mainar
Només un mes després de les primeres eleccions després de la dictadura, les restes ja estaven en la cripta. Amb esta informació, Gabarda, després d’ensenyar-li la informació cercada durant mesos de treball, assenyala que amb eixes dates ha de ser el primer monument memorialista, com també ho fa l’historiador i investigador de la Safor, Eladi Mainar. Així mateix, l’arqueòleg d’Arqueoantro, Javier Iglesias, qui ha exhumat centenars de fosses, esmenta que la recuperació dels cossos en eixa dècada també es tracta “d’un fet únic” perquè fins a la data, les exhumacions s’havien fet clandestinament: de nit i d'amagades.
La gran diferència entre els bàndols
La història de Filiberto Mahíques es només una de milers de morts que va haver al País Valencià. Gabarda ressalta que, a diferència d’altres territoris, on el franquisme es va imposar des del primer moment, el territori valencià va estar en la rereguarda. “Per molt que després del 1939 digueren que la guerra havia acabat, ací no va haver guerra, va haver [sic] rereguarda i repressió per part dels dos bàndols”, sosté.
L’historiador pren una postura molt clara sobre el conflicto al seu llibre El cost humà de la repressió al País Valencià (1936-1956): no concep la repressió al País Valencià com 5.515 morts de dretes, el 2,91% de la població, i 5.306 d'esquerres, el 2,8%, sinó en una xifra total de 12,831 (5,70%) perquè ambdues parts eren veïns de la mateixa localitat, província o comarca. En tots els municipis, des del més gran al més menut, va haver-hi una tendència comuna per part de “las dos Españas”. Persones assassinades a mans de veïns del mateix poble i per gent vinguda de fora a la recerca de “pertorbadors”.
Una vegada finalitzat “l’aixecament”, els familiars dels “caídos por Dios y por España” tingueren tots els permisos i les facilitats per a dur-ne a terme l’exhumació, identificació i el posterior trasllat dels cossos al cementeri de la seua localitat
No obstant això, el futur entre els dos bàndols no va ser el mateix i ací és on resideix la major diferència entre les dues repressions. Una vegada finalitzat l’aixecament, els familiars dels “caídos por Dios y por España” tingueren tots els permisos i les facilitats per a dur-ne a terme l’exhumació, identificació i el posterior trasllat dels cossos al cementeri de la seua localitat. És més, els trasllats de les restes des d’un ajuntament fins a un altre era causa d'homenatges públics de qualsevol mena.
Ordes religiosos, col·legis professionals i consistoris començaren a omplir diàriament pàgines a la premsa local amb els noms dels “caídos”. Estos quedaren gravats als llocs més freqüents del poble, a les façanes de l'església, on es feien misses i homenatges reiterats, o als mateixos carrers que ostentaven monuments als passatges més transitats.
Els altres, les víctimes de la postguerra, com defén Gabarda, romandran, en la major part de les ocasions, en fosses comunes oblidades, obertes expressament per arreplegar a les persones acabades d'executar. Cossos tacats de sang i desfigurats que foren depositats sense solta ni volta. Ni noms ni dates ni frases al·legòriques recorden el que es va passar. La història d’Espanya no estarà completa fins que no es recuperen totes les peces del trencaclosques.