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La actividad minera puede amenazar los valores ambientales y culturales de un territorio. Rubén Vives López, portavoz de Ecologistas en Acción Región Murciana, explica que las canteras generan una serie de impactos y molestias —polvo, ruidos, explosiones...— que afectan a las personas, la vegetación y la fauna que habitan su entorno; pero asegura que la convivencia con la actividad minera es posible: “Las medidas protectoras y correctoras de la declaración de impacto ambiental, como la obligación de restaurar y de eliminar las escombreras, ayudan a equilibrar”, sostiene Vives. “A pesar de que la minería implica pérdidas para el territorio, la vida de la gente es compatible con las empresas siempre que éstas cumplan una serie de condiciones”, apunta. No se cumplen en el caso de Peña Zafra de Abajo, Balonga y Quibas (Murcia).
Minería
Peña Zafra de Abajo, resistir entre polvo
Una comunidad rural de Murcia se organiza para defender el territorio del extractivismo que amenaza con enterrar sus casas, cultivos, valores ambientales y culturales.
En el entorno de Peña Zafra de Abajo coexisten diferentes espacios protegidos: el Parque Regional de la Sierra de La Pila —declarado Zona de Especial Protección para Aves (ZEPA) en 1998— en Fortuna, y el yacimiento paleontológico de Quibas —Bien de Interés Cultural (BIC) desde 2005— en Abanilla. A pesar de que la sierra de Quibas no cuenta con figura de protección alguna, tiene los mismos valores ambientales y culturales a preservar que La Pila, según el portavoz de Ecologistas en Acción Región Murciana. “Ambas forman parte de un IBA, territorios de importancia internacional para la conservación de aves, pero la Conserjería solo ha protegido La Pila porque Quibas choca con los intereses de las canteras y por ser monte privado”, explica Vives.
En la zona crían rapaces como búho real, águila real y halcón peregrino, especies que indican el buen estado de la zona y el valor del territorio.
El activista destaca la importancia de preservar las especies vegetales como madroños, olmos y encinas que aún resisten. "Es vegetación que se ha ido transformando por las perturbaciones humanas y el cambio climático. No tienen capacidad de regeneración por sí mismas, pero son elementos con un gran valor genético que pueden ayudar a una regeneración posterior del territorio”, sostiene. En el mismo sentido, Rubén Vives cuenta que en las inmediaciones crían especies rapaces —búho real, águila real y halcón peregrino— que indican el buen estado de la zona y el valor del territorio, por lo que insiste en las oportunidades de recuperación que todavía existen.
EL PATRIMONIO QUE SE PIERDE
Para Adrián Ruiz Rocamora, de la Asociación Abanilla Cultura y Naturaleza (ACUNA), los impactos de la minería en el entorno de Peña Zafra de Abajo, Balonga y Quibas se perciben, en primer lugar, en el paisaje y, en particular, en la vegetación. “El polvo se deposita en las plantas y colapsa los estomas por los que respiran; algunas no mueren directamente, pero malviven”, afirma.
La actividad, añade Ruiz, destruye el cantueso, una especie de tomillo endémica de Murcia y Alicante. También está afectando a los madroños y los encinares que aún se mantienen, así como a la pérdida de hábitats para la fauna: “El ruido, las luces, las explosiones son estresores que pueden alterar a las aves más territoriales”, señala Ruiz, al tiempo que explica que han registrado atropellos de zorros, garduñas, conejos, ardillas y jabalís en los accesos de camiones a las canteras. También explica que la actividad ha supuesto la desaparición de bebederos y puntos de reproducción de anfibios, además de simas y grutas de las que la gente del territorio tenía constancia.
La minería ha supuesto la desaparición de simas y grutas de las que la gente del territorio tenía constancia
En los alrededores de Colina Cimar S.L. existen, según ACUNA, restos de antiguas carboneras que operaban en la zona, así como una vía pecuaria y las diferentes sendas y ramales que de ella partían para cada casa, barrio o pastadero, ahora ocupados por la planta de áridos. “Es parte de nuestro patrimonio cultural y etnográfico que se pierde”, lamenta Adrián Ruiz.
DESERTIFICACIÓN
Por último, desde ACUNA relacionan la “mala gestión” de las terreras con la pérdida de suelo y la desertificación del territorio. “En tiempos de lluvias torrenciales, los escombros se desprenden, llegan a los caudales y acaban en los embalses, colmatando las infraestructuras”, explica Ruiz. “En la Región de Murcia, se estima que hay una pérdida media de suelo de 25 toneladas por hectárea y año, pero aquí será mayor porque los suelos ya están removidos y, cuando hay una corriente de agua, no cuesta arrastrar los materiales a los cauces”, concluye.
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Esa reducción al absurdo como si no te hubieras leído el resto del artículo. Me encanta
Buenos días. Soy Adrián Ruiz.
El que atropellen conejos no es un problema grave para la especie como si lo sería para una que esté amenazada, pero es un impacto que los conejos no tienen porque soportar y por eso hay que mencionarlo. Además, el atropello de conejos conlleva que se atropellen otras especies que acuden a las carreteras a alimentarse de los cadáveres, y así la pelota se va haciendo más grande.
Sería todo un gesto por parte de las empresas que explotan las canteras, a modo de compensación por el impacto que causan, que se realizase un mantenimiento de las mismas, ya que el deterioro lo producen los camiones que transportan el material. Un desbroce de las cunetas favorecería que la fauna pudiese salir de la calzada a tiempo cuando se acerque un camión, por no hablar de la visibilidad que ganarían camioneros y vecinos.
Aunque lo cierto y verdad es que cuando se hizo el estudio de impacto ambiental ya se tenía que haber contemplado esto de los atropellos y debería haber aparecido en la declaración de impacto ambiental como medida compensatoria.
Un saludo.