Música
Candeleros: una década de cumbia y Caribe en la diáspora latina de Madrid
Hace ya una década, y en un momento de auge de la música latina en España y Europa con propuestas como las de Nati Peluso o Julian Mayorga, así como la proliferación de fiestas de Cumbia en Madrid con djs como Guacamayo Tropical, Chico Trópico o Meneo, Candeleros, la banda formada por Urko Larrañaga, Julián Carrara, Sergio Graterol, Alexander Fernández, Andrés Ramírez y Julio Alcocer ya estaba en los carteles de grandes festivales como los Transmusicales, el Festival Vida, clásicos como el Sonorama.
Ahora están a punto de sacar nuevo disco y preparan una gran fiesta para celebrar su décimo cumpleaños con amigues y artistes el 15 de noviembre en la Sala Upper en Madrid. A tan solo unas semanas de regresar de una gira internacional por varios países africanos, nos sentamos a conversar con Sergio, Julián y Urko, tres de los integrantes de la banda, sobre la vida, la música, el proceso migratorio y una banda de amigos que ya cumple diez años “haciendo bailar a la familia completa” como rezan sus redes sociales.
Para empezar, y ya que estáis recién llegados de vuestra gira africana por países como Mozambique, Eswatini y Zimbabwe de mano de la Embajada de España. ¿Cómo se ha sentido representar a España en el continente africano?
Sergio: Es un gran logro. La mitad de nosotros en algún momento fue indocumentado, y hemos luchado para abrirnos un espacio y aportar en nuestra nueva casa. Hacemos que la vida sea más vivible, y con cero modestia, nos lo hemos ganado y estamos muy agradecidos con esta oportunidad. Formamos parte de este gran entramado social que es la España del siglo XXI y representamos a nuestro colectivo inmigrante con mucho orgullo.
Urko: Además, hemos cumplido el sueño de viajar a África para tocar. Allí nos hemos reencontrado con esa parte afro de la que hay mucha influencia en Latinoamérica, y en esa mezcla te das cuenta de que no solo en la música, sino que su manera de ser, la amabilidad de la gente, el trato, es muy parecido al de nuestros países de origen. Creo que enlaza con lo que estamos buscando como banda, conectar con otros músicos y con gente joven que está haciendo cosas increíbles.
Venís de diferentes partes del mundo y la música os unió en España como banda hace diez años. ¿Qué papel tiene la música en vuestro viaje migratorio?
S.: En este largo viaje, la música ha sido y seguirá siendo un oasis: un lugar al que siempre podemos volver, una conexión inmediata con nuestras raíces. Es la manera de reencontrarnos con todo lo que dejamos atrás y, al mismo tiempo, mantener vivos los lazos con nuestros lugares de origen.
Julián: Por mi parte migré buscando poder dedicarme a la música del lado de los controles, la producción. La música siempre me acompañó, como oyente, como creador. Imprescindible en mi entorno y para contar quiénes somos.
U.: Creo que la música tuvo mucha influencia a la hora de conectar a nivel social. Que ser músico y también oyente te abre mucho la mente, y esto tiene mucho que ver con la decisión de migrar, la curiosidad.
¿Ha enfrentado Candeleros dificultades concretas por ser una banda integrada por personas migrantes?
S.: Ser inmigrante significa empezar de cero: cero contactos, cero nexos sociales, cero conocimiento de cómo funcionan las cosas. Además nuestra música es “latina” para los más alternativos y bastante “friki” para los más tradicionales. Pero lo que para muchos podría ser un impedimento, para nosotros es energía: una forma de demostrar que lo nuestro también vale. Si las puertas están cerradas, buscamos otras. Nadie está obligado a escucharnos, pero nuestro proyecto refleja quiénes somos, y eso ya tiene un valor enorme.
J.: Sí, bueno, aparte de eso están las cuestiones más burocráticas. Hemos tenido problemas con visados en Estados Unidos por tener ciertas nacionalidades, aun habiendo pasaportes europeos de por medio.
Vuestra música es una miscelánea de muchas cosas, a veces difícil de definir, ¿cuáles son los referentes de Candeleros y cómo es el proceso creativo?
J.: Hay seis miradas diferentes, y de la improvisación y la revisión de lo que se está tocando va saliendo esa miscelánea. Traemos encima muchos ritmos, estilos y maneras de nuestra música popular y en los ensayos eso se transforma de manera espontánea. Lo curioso es que a la hora de tocarlas en vivo, muchas veces las canciones vuelven a mutar y las tocamos diferentes o adaptamos para la ocasión.
S.: Los referentes son enormes, pero hoy en día creo que los principales referentes somos nosotros mismos y toda la “maleta de locura” que trae cada uno en su vida. Lo que tenemos claro es que queremos reflejar nuestros orígenes e investigaciones personales en la música, sobre todo a través de la percusión y la experimentación. Sería algo así como posmodernidad con folklore con fiestas patronales y de cumpleaños y dosis de haber vivido mucho.
U.: La mayoría de los temas de Candeleros, por no decir todos, surgen en el ensayo, cuando vamos a calentar y alguien empieza a hacer algo y yo me uno, y después se une Alex, o empieza Sergio con un beat y terminamos todos, es muy orgánico, muy colectivo.
Vivimos una especie de estallido cultural de lo latino, ¿cómo veis esta “moda”?
S.: Lo latino ha estado “de moda” por décadas: mambo, chachachá, bolero, salsa, reguetón, dembow y mil estilos más. Pero la música latinoamericana y del Caribe siempre ha sido considerada más música de baile y, muchísimas veces, de segunda categoría frente a otros géneros como el rock, por nombrar solo uno. Con el tiempo eso ha ido cambiando, y hoy hay un reconocimiento más amplio a su diversidad y riqueza, aunque la etiqueta de “latina” se quede muy corta.
J.: Bueno, también era de esperar. El segundo idioma más hablado del planeta y la música más divertida y pachanguera, hasta los artistas de España sucumbieron (risas).
Para terminar, ¿qué significa Candeleros tras diez años de trayectoria juntos?
S.: Poder soñar y crear locuras con mis amigos, viajar y compartir con gente de otros lugares. Como dice el proverbio africano: “Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres llegar lejos, ve acompañado”.
U.: Me pone un poco los pies sobre la tierra y a la vez me desconecta. Es como un escape, lo disfrutamos y me gusta que sea una creación realmente colectiva.
J.: Me encanta la fuerza cooperativa de la banda, que cada vez se amplía más. Por ejemplo, en los últimos viajes, hemos estado componiendo cosas nuevas e investigado música que nos compartieron amistades de África. ¡Se vienen cosas!
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