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Música
Biznaga, bastará un chispazo para arder
Es fácil parecer un agente gentrificador si caminas por un barrio trabajador que no sea el tuyo con los ojos atentos a sus fachadas, muros y rótulos. No digamos ya si el teléfono, en lugar de ser el cementerio de una mirada vertical, lo levantamos y hacemos alguna foto. Pasear con calma y curiosidad es sospechoso. En esas estamos, en esas nos han puesto. Podrías ser un buscador de localizaciones para la próxima serie que romantice el ladrillo visto, los toldos verdes, los talleres mecánicos de nombre Motostion. A los Carabancheles, cuando el franquismo de los primeros años 50 engulló trece localidades para alimentar la capitalidad de la ciudad que un día odió por traidora, les tocaron nombres de pájaros para sus calles. Ánade, cuclillo, oca, tordo, tórtola o zorzal siguen siendo algunas hoy. Con toda probabilidad, sin embargo, sea más lo que ha cambiado que lo que permanece inmutable. No sabemos qué piensan estas aves de un ayuntamiento arboricida. El isocarro, la estrella del polígono ISO por la que suspiraba Pepe Isbert en El cochecito, ahora son bicis de reparto. Manolito Gafotas no pregunta ilusionado a su abuelo si hay niños jubilados porque la cuestión es si los habrá con pensión. Ya no está la cárcel, edificio donde la dictadura hacinó sus pesadillas, y sí el galardón de tercer enclave más cool del mundo por parte de la revista de un fondo de inversión.
El espacio y el tiempo importan. Lo hace Carabanchel, donde tiene su local de ensayo Biznaga, y el presente, concepto en torno al que el grupo ha construido su nuevo disco. ¡Ahora!, así, con exclamaciones, lo subtitula la propia banda como canciones de amor y acción. Once temas que abordan el derecho a la ciudad, el hambre de horizontes, el entusiasmo, el recalentamiento laboral, la medicalización del malestar, las relaciones afectivas carcomidas por las facturas, la amistad, perder la vida intentando ganársela, espejismos digitales, la disociación forzada o las ganas de gritar y coger a un día como hoy por el pescuezo. Lo publican con Montgrí el 4 de octubre.
Álvaro —voz y guitarra—, Jorge —bajo y letras—, Torete —guitarra— y Milky —batería— saben que es un álbum esperado. Aunque parezca menos, han pasado dos años y medio desde Bremen no existe, su catapulta a la boca y puños de un número mayor del que les escuchaba en las épocas de Gran pantalla, Sentido del espectáculo y Centro Dramático Nacional. Sonidos y ópticas más avinagradas cuanto más atrás, pero también la base vital y creativa de un ¡Ahora! que bien podríamos ponerle a un marciano que visitase la Tierra en este momento y nos pidiera entender rápido qué pasa aquí. Dejamos a nuestro alienígena ajustándose los auriculares mientras hablamos con Biznaga en la azotea de su cuartel general.
Bremen no existe y el camino que trajo ese disco supuso un gran crecimiento de la banda. ¿Teníais claro el estilo y el enfoque de su continuación?
Jorge: Cuando uno empieza a componer un disco, tiene que poner la primera piedra, y lo más lógico es mirar a lo inmediatamente reciente. En este caso es, además, un disco que ha ido bien. Los primeros temas para este podrían haber estado incluidos en aquel, pero luego las propias canciones mandan y han salido algunas que están lejos de lo que hemos hecho anteriormente. Hay una veta un poco más melódica que podría ser continuista y, por otro lado, vías nuevas. A nivel de sonido hay novedad, pero también confianza. A nivel de líricas, los textos se han hecho más concretos, hemos pretendido que sean más claros.
Álvaro: Hemos mirado a Bremen, claro, pero en este disco tenemos mucho menos miedo. Yo, por ejemplo, tengo menos miedo a la hora de cantar. Es un disco mejor cantado y, de hecho, la voz está muy presente. A nivel musical también se han roto cosas. Yo creo que ese miedo a base de tocar en directo se va rompiendo y de repente hay temas lentos o con rollo noventero con los que antes ni de coña nos hubiéramos atrevido.
El momento de hacer las cosas siempre es el presente inmediato. Ni estar pensando que en el pasado cometimos error ni angustiados pensando que lo que viene es peor. El disco, a nivel discursivo, da vueltas sobre eso
Habláis del concepto de ocupar el ahora. ¿Qué significa?
J: El disco se abre con un grito de “ahora”. Por un lado, está la inquietud del diálogo entre pasado, presente y futuro, aquí muy centrado en el presente más inmediato. Estamos todos como en un primer primerísimo plano de nuestras caras y no somos capaces de imaginarnos abriendo el marco para ver qué hay alrededor, que parece tramoya y gente operando con luces y cámaras. Romper ese marco es lo que nos impulsa a centrarlo en el ahora. Se habla de eso cuando se dice que “si el pasado es una deuda y el futuro un tipo de interés, ocupemos el ahora”. El momento de hacer las cosas siempre es el presente inmediato. Ni estar pensando que en el pasado cometimos error ni angustiados pensando que lo que viene es peor. El disco, a nivel discursivo, da vueltas sobre eso.
Milky: No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy.
Musicalmente, en el anterior álbum hubo bastante The Cure o Replacements. Aquí hay otros derroteros. ¿Cómo los definiríais?
A: Una amalgama de cosas que ni te esperarías de dónde vienen. Hypebeast fue una de las bandas que más resonaban. O la última época de Blitz cuando eran más oscuros, nostálgicos pero callejeros, con garra en la voz y punteos melódicos. También Oasis.
M: Maldita sea, justo ahora que se han reunido. Hay ramalazos noventeros. Yo siempre renegué de esa época, pero Torete es 90 total.
A: Yo creo que es una época en que se buscaba más la emoción. En los 80 había mucho cinismo y cachondeo. Bandas como Green Day se te agarran mucho más fácil al pecho, tienen un sonido más en la cara.
Torete: Me enviaron canciones de Fugazi en plan “este rollo es el que se busca, tienes tres meses para hacer esto, si no, estás fuera” [risas]. Recuerdo un momento en que pensamos que otro tipo de punteo en “Espejos de caos” iba a ser demasiado, casi una parodia.
J: Desde Fugazi a Felt en el tema del rider, de Oasis a Hüsker Dü, de Blitz a The Cure. El Lou Reed de Berlin.
A: A mí me mola mucho el rap. A “Réquiem por un rider”, si le pones un bombo y una caja, es rap.
J: En “La gran renuncia”, el acercamiento podría ser un poco a lo Idles o Sleaford Mods en la manera de escupir, pero al final la guitarra y el bajo acaba sonando a grupos de no wave de los 70.
M: Había temas que se iban a mimar más en el estudio [La Mina], con Raúl [Pérez], que en el local, donde solo se puede sudar.
T: Para mí, ha sido la primera vez que he grabado un disco. No quería ir con todo súper claro, pero tampoco sin tener ni puta idea de qué iba a hacer.
J: La gran influencia que sobrevuela a nivel espiritual, en eso de afrontar un disco con canciones de diferente tipo, es la de los Clash. Ellos le enseñaron a hacer eso a la gente que venía del punk.
Si alguien os dice eso de que sois los Clash actuales, ¿qué respondéis?
J: Muy agradecidos, pero Clash solo hay unos.
A: Es una influencia. Y no lo somos, pero se entiende que se pueda decir, sobre todo a un nivel estético.
M: Cuando empezábamos, la gente hablaba de Eskorbuto y también era una etiqueta incómoda.
Es interesante que estamos habituados a escuchar o leer eso de “disfrutar la ciudad” mucho más que eso que proponéis de “disputar la ciudad”.
J: No estaba buscado, pero me gusta esa interpretación. Es lo guay de las canciones, que la gente que las escuche saque lecturas que quien lo ha escrito no imaginaba. A veces son disparates y otras disparaderos. Se trata de disputar el espacio que habitamos.
Usáis la palabra “intergeneracional”. ¿Es un intento por romper esa falsa barrera entre generaciones que difumina las diferencias de clase?
M: Tienes delante a varias generaciones: los 20, los 30 o los 40.
A: En los conciertos, abriendo “Líneas de sombra” decíamos que cantamos “ahora que tenemos treintaytantos”, pero que eso da igual. A un colega mío de 43 años le acaban de echar en un ERE. Ya no existe el puesto fijo.
J: La precariedad es un factor igualador. La cuestión de clase atraviesa a todas las generaciones.
Música
Música Biznaga: punk, ojos y capital
El cuarteto Biznaga descarga toda su rabia contra el algoritmo en un disco conceptual en torno a las transformaciones en lo personal y lo colectivo que ha supuesto la implantación del imperio GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft).
¿Se ha roto el pacto meritocrático?
M: Cuando entré en la universidad ya estaba hecha mierda, las tasas eran súper caras y, cuando salías, ahí estaba el paro a la vuelta de la esquina. La meritocracia se ha encarnado en todo este rollo del neomachismo del culto al cuerpo y de generar pasta. Para los que tenemos conciencia de clase, la meritocracia es una basura, la cultura del esfuerzo no te lleva a ningún lado.
Es como que del ascensor social solo queda el hueco.
M: Eso, próxima letra [risas].
Comparado con otros temas, el trabajo ha estado poco presente en la música. Vosotros lo habéis hecho explícito en tres canciones del disco.
J: En “La gran renuncia” está la crítica a esa cultura de empresa: “Más esfuerzo, bro”. Eso de que de ti depende, eso que carga todo sobre tus hombros.
Todo tiene que servir para algo. Pasear parece un lujo.
A: No hay tiempo para la pausa. Y como la cabeza va tan rápida, empiezan las ansiedades. Es difícil que las cabezas desconecten, pero es imprescindible. Cuando estás pensando en el curro, en el alquiler, en que te lo tienes que pasar de puta madre pero no tienes dinero para ir a tal festival mientras ves al otro que sí va, eso empieza a bullir. De hecho, si te das un paseo, tu cabeza va a ir a 400 por hora.
M: Claro, es como que la gente está subiendo cosas maravillosas que hacen, o estudiando su instrumento, o quedando y desarrollando un nuevo proyecto y tú ahí paseando.
En realidad, en ¡Ahora! también hay amor. Uno atravesado por la política. Parejas que ya no se caen ni bien unidas para pagar el alquiler.
M: El trabajo es la principal fuente de conflicto.
J: Y la relación tóxica de todo el mundo. Es donde pasamos más horas, tanto si estás asalariado como si eres autónomo, que ahí ya todo se diluye y toma dimensiones perversas. Cómo no vamos a hablar de eso si las vidas son trabajo. Monetizar todas las experiencias de la vida es trabajo, es una victoria del capitalismo.
La manera que tenemos de contribuir a ciertas causas es con nuestra fuerza de trabajo, que es tocar
Hay un viaje evidente en Biznaga. El que va de unos comienzos nihilistas a un himno al entusiasmo.
M: Ha sido un cambio natural de nuestras personalidades. Cuando empezamos, éramos unos descerebrados con muchos fantasmas.
A: Esa toxicidad venía por algo. Vinimos a Madrid Jorge y yo y estuvimos trabajando de carpeteros [captadores de socios para distintas organizaciones]. Era la época en que compusimos “Máquinas blandas”. Curros de mierda. Y tu música tampoco le interesaba a nadie. Después, yo tuve otra fase trabajando de enfermero reventándome en hospitales, llegaba el fin de semana, salías a tocar, te la pegabas parda porque no querías pensar en nada y después el lunes vuelta a empezar. Cuando estábamos en curros jodidos, compartiendo habitación, la manera de componer era ese no future, ese que le den por culo a todo.
J: Eso es un tema, cómo compatibilizar un trabajo de supervivencia, más o menos vocacional, con la labor creativa de canciones y las kilometradas para presentarlas. Eso te licua el cerebro, el cuerpo y el ánimo. He estado seis años de teleoperador y eso te destruye. La monitorización de cada pequeño movimiento en un call center es lo que les gustaría a muchos que fuera la realidad. Algunos centros de trabajo son sociedades distópicas a pequeña escala.
A: Trabajos en los que los superiores no te dan ni un segundo para hablar.
M: En el disco sí que hemos debatido sobre alguna palabra.
J: Como “flor” en “El entusiasmo”. Una palabra prohibida salvo si dijeras “flor venenosa”. Esa es la canción de la que me siento más orgulloso de haber escrito en toda mi vida. Hice un montón de versiones. Me supuso mirarme al espejo y quería que fuera un puto temazo. El reto era conseguir las palabras, que el tono no fuera naíf ni panfletario y que entrase en la melodía. Creo que es nuestra canción más potente hasta la fecha.
Personalmente, tuve un momento político sobre los 20 años, después una etapa muy cínica y nihilista durante los dos primeros discos, incluso antes, cuando el 15M, que me permeó a posteriori. Me he ido reconciliando, repolitizando y reentusiasmando a medida que el grupo ha crecido y he ido plasmando esas inquietudes en un discurso con el que quizá algunos colectivos se han ido acercando al grupo. Muchos movimientos que nos suceden, a nivel personal y de banda, tienen todo el sentido. La manera que tenemos de contribuir a ciertas causas es con nuestra fuerza de trabajo, que es tocar.
¿Cómo explicáis que hayáis ampliado tanto vuestro alcance?
A: Hace siete u ocho años parecía que las guitarras estaban muertas. Ahora hay un cambio generacional, más chavales que van a conciertos. Aparte, tocar, tocar y tocar hace que llegues a más gente. Y Bremen, tío.
J: Cada disco ha sido un peldaño, pero Bremen quizá fueron tres de golpe, sí.
M: Cada año hay chavales de 18 años que llegan a su primer concierto con nuevas sensibilidades, identidades e ingredientes.
T: Yo crecí con música de guitarras, pero a mi alrededor no vi eso mucho. Empecé con Error 97 hace cinco años y ahora sí hay más. Pero vamos, que salgo de fiesta con reguetón y aprendo mucho, me genera sentimientos que luego puedo traspasar a mi guitarra.
Música
Música Cuando el rock dejó de cambiarnos la vida
¿Se os acerca más gente con propuestas comerciales?
J: Las marcas intuyen que no estamos interesados o no nos ven con potencial atractivo para su target. A mí algo que me da bastante tirria, y que si nos ofrecieran tendría claro cuál es mi manera de verlo, es hacer un reportaje con la condición de que te vistan con determinadas marcas. No quiero eso de “lleva chaqueta de tal o zapatillas de no sé qué” mientras hablo de música. Partidos políticos, que no dejan de ser de alguna forma marcas, también se nos han acercado. No nos vinculamos a ellos, independientemente de nuestra afinidad. Sí a sindicatos de clase.
El estribillo lo es todo. Es lo que tienen las buenas canciones pop. El estribillo te tiene que dar en el pecho
¿Qué poder tiene un estribillo cantado con amigos y gente desconocida?
A: Todo. El estribillo lo es todo. Es lo que tienen las buenas canciones pop. El estribillo te tiene que dar en el pecho.
M: Es lo que hace que la liturgia del concierto llegue al hermanamiento.
“Madrid nos pertenece” lo consigue.
M: Puñito.
A: Intentamos no ser algo que está de fondo, sino que la gente sienta lo que estamos sintiendo nosotros cantándolo. Cuanta más gente se meta ahí y más lo cante, mejor, es la mejor sensación del mundo. Nos pasa con otros temas, pero con la de Madrid, claro, es que repetimos la estrofa cuatro veces [risas].
J: Como dijo Mark Fisher, si las canciones dejaran de ser entretenimiento, podrían ser cualquier otra cosa. De ahí partió el documento en el que escribí las letras. Para nosotros lo importante es que fuera un disco de canciones. Me refiero a lo importante que pueden ser las canciones en la vida de las personas. O lo que podían serlo hasta ahora. No canciones que puedas ignorar en una playlist para limpiar o hacer gimnasia; canciones que te obliguen a escucharlas y a darles lo que no tenemos: el tiempo y la atención real. Eso es lo que ha pretendido siempre Biznaga. Este es un disco de canciones que quieren quedarse en la cabeza y en el cuerpo, que quieren ser importantes para la gente.
Vuestra música ha sonado en momentos importantes para colectivos sociales, y para mucha gente, como ocurrió en las pasadas fiestas de La Karmela de Vallecas.
J: Fue precioso. Tocar fue emocionante, pero cuando fui consciente de la magnitud fue viendo los vídeos de la gente, como nos ha pasado en el Luis Aragofest o el Caos a Gràcia. Lo de La Karmela fue increíble.
M: Y súper importante para nosotros.
A: Se nota que hay ilusión y ganas de hacer las cosas bien. La gente te habla con una sonrisa. Se nota mucho cuando algo se hace de corazón. Los de La Atalaya y La Karmela son dos de los mejores conciertos de nuestra vida.
Somos “franquicias afectivas de un fondo de inversión”, cantáis en “Lorazepam y plataformas”. Vivimos en uno de los países que más antidepresivos consume de Europa. ¿Hemos normalizado estar mal?
J: Volviendo a Fisher, es lo de convertir el malestar individual en ira politizada.
A: Muchas veces no puedes enfocar la energía como quieres. Cuando tienes ansiedades, ataques de pánico o una depresión es paralizante. Yo he pasado por ansiedades, pero tenemos todos cerca gente que ha sufrido depresiones y es que no puedes salir de la cama. Antes de poder convertir eso en algo tienes que poder siquiera vestirte. Era necesario hablar de ello en el disco.
Música
Música Aprendiendo filosofía con el punk patatero de La Polla Records
En el termómetro social se nota también una cierta revalorización de la amistad. Es algo que exploráis en “Las afinidades eléctricas”.
M: Ahora mismo, por ejemplo, mi pareja está leyendo a Alicia Valdés sobre la amistad radical. La amistad es un básico, es lo que te permite hacer cosas.
A: Es que, ¿de qué valen grandes panfletos y objetivos, ser el más militante, si después con tus amigos eres un gilipollas? ¿Por qué no empiezas por ser buena persona con la gente que te rodea y ya si eso hablamos?
J: Esa canción habla de cuando estás metido en algo más grande que tú y tus amigos. Ir al local, hacer canciones, vivir experiencias cuando todo es nuevo. Esta la trajo Torete, salió de una línea de bajo suya. La letra de “Los cachorros” la escribí pensando en cuando Milky tenía 20 años y esta va sobre Torete.
Es más inesperado un abrazo que la imagen de un desahucio o una masacre. Habitamos ciudades obsesionadas en que no pase nada disruptivo o que no esté mediado por el dinero.
J: Son necesarios enclaves para lo imprevisto. Es importante que existan espacios al margen de lo mercantil. Sitios donde puedan ocurrir cosas importantes. Aquí estamos al lado del EKO de Carabanchel, por ejemplo.
Hablamos siempre de desencanto. ¿Le falta al mundo alguna especie de hechizo? ¿Por dónde pasa que haya futuro?
J: Por preocuparnos de lo que está sucediendo aquí y ahora. Por los lazos más inmediatos, como la amistad. Salir de uno mismo es un gran paso y, a partir de ahí, hay que ir ampliando. Hay otros futuros posibles pero están en este presente. El futuro dependerá de lo que se haga ahora.
A: Por, en vez de las medallas morales, empezar de verdad a tratar bien a tu colega que te está pidiendo ayuda, a tu familia, al camarero que te está sirviendo la birra.
¿Por conectar los agobios compartidos hasta lograr chispazos?
A: Chispazos que son el trabajo de todos y han de convertirse en una llamita. Hay que intentar tirar adelante y que no te hundan las malas experiencias, mantener el entusiasmo.
J: Bastará un chispazo para arder. Si hay brasas, no habrá un gran acontecimiento, sino que bastará una nimiedad para desatar la energía latente.