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Música
Lady Acid: “Quien no conoce la música brasileña debería conocerla como un todo”
Nos conocemos en un ensayo, nos vemos en dos conciertos y grabamos después esta conversación en un apartamento de Río. “Yo hablo portuñol de Nueva York”, me dice Cacau Lady Acid. Ella es una cantante y compositora brasileña que tiene su propia historia de migración en Estados Unidos y hoy vive en la ciudad de Nueva York.
Tras muchos años y una pandemia, en mayo Cacau regresó a Río de Janeiro, su ciudad natal, para subirse de nuevo a los escenarios cariocas. Aquí empieza la gira internacional de “Lady Acid Experience”, concierto insólito de una maestra de ceremonias que performa como nadie la música electrónica.
Te fuiste de Río de Janeiro hace 14 años y vuelves ahora a Brasil, para dar dos conciertos en el Estudio AudioRebel de Botafogo y en el Espacio Multifoco de Lapa. En Río has podido tocar con el guitarrista Heitor Nascimento y con el teclista Ricardo Muralhex. Ha tenido que ser un viaje...
Sí. En 2009 me fui a EE UU con la banda que tenía entonces, Café Funquê. Fuimos invitados para tocar en diferentes ciudades. Tocamos en el South By Southwest Festival de Austin (Texas), en San Diego (California), Carolina del Norte... Luego tuvimos un problema personal con uno de los músicos de la banda y todos se regresaron [a Brasil]. Yo decidí quedarme, de forma irregular. Y me fui a Nueva York. Empecé a hacer mi proyecto sola. Quería hacer música electrónica un poquito más experimental, con todas mis informaciones y las cosas que siempre oí desde pequeña. Me encantaba la disco music, el funky, la black music, el soul... La música americana negra tiene mucha influencia sobre mi trabajo, por mi mamá y mi familia. Entonces Nueva York era la ciudad. Es el lugar para hacer lo que tú quieres. Basta que tú quieras. Empecé a componer en mi cuarto, monté un pequeño home studio, con un computador, un tecladito, software, instrumentos, un micrófono... Y empecé a montar mis cosas. Entre 2011 y 2012 grabé un álbum producido con un artista japonés-chino, Shinya Sugimoto, que reside ahora en Japón. Después empecé a presentarme en Nueva York. Estuve mucho tiempo trabajando con comida y al mismo tiempo haciendo pequeños conciertos, en espacios underground. Es muy complicado cuando eres una artista independiente, de otro país, inmigrante... La ciudad es muy cruel. Creo que es así en cualquier parte del mundo. Es difícil en mi ciudad Río de Janeiro, en Nueva York no iba a ser menos fácil. Mejoré produciendo músicas con diferentes personas, hasta que en 2021, durante la pandemia, produje mi trabajo con Zé Luis Oliveira, uno de los músicos brasileños más talentosos que he tenido la oportunidad de conocer y que vive en Nueva York desde hace muchos años. Así que hice el single “The Power of Music” con Zé Luis Oliveira. Fui a su estudio en Long Island City, hicimos varias sesiones, él tocó el saxo e hizo el máster de la música. Luego hicimos un vídeo producido y dirigido por Aline Pimentel, otra amiga brasileña que también vive en Nueva York.
Volver a Río es muy especial. Todas mis raíces están en Río. Yo crecí en los suburbios, en la periferia, en la favela. Luego fui a vivir a la zona sur. Conozco muy bien la ciudad. Vengo de una época en la que íbamos a los clubes para bailar y volvíamos a casa vivos. En el primer concierto que hice ahora en el AudioRebel había gente que no veía desde hacía 30 años. Fue como volver al comienzo en los años 80.
Con 12 años me iba a los clubes y participaba en los campeonatos de danza, solo para bailar. Los movimientos del samba fueron muy fuertes para mí también. Y el rock brasileño
Aquella gente era la vieja guardia LGTBQ carioca. ¿Cómo fue tu experiencia en ese ambiente, en la música, en las calles de Río?
Creo que estábamos bastante en la vanguardia. Cosas que pasaban fuera (de Brasil y de Abya Yala) estaban pasando aquí también. Los artistas que se presentaban fuera también venían por Río, artistas que surgieron a finales de los 70 y comienzos de los 80. La escena artística en Río era fortísima entonces. Y teníamos un movimiento punk que venía de los 70. Yo vivía por las calles. No llegué a entrar al Dancing Meier, que fue una referencia. En la zona sur, en Copacabana, había otro reducto punk, la Isla de los Muertos, que tampoco frecuenté. Estaba en una galería donde también había una discoteca de putas llamada Bataclã. La Isla se transformaría luego en otra discoteca muy famosa, la Mariuzinn.
Yo me movía por la filosofía del Do It Yourself (Hazlo Tú Misme) con tu propia actitud, quebrar el sistema, mostrar el otro lado de la moneda, “juntos organizados podemos desorganizar”. Por ahí pasamos muchas bandas. Como en el Suburban Dreams en Cinelândia. Allí estábamos todas juntas, los punks, las putas, los yupis, las maricas, las bolleras... Y estábamos creando todo el rato, como si fuera una gran ovulación, ovulando música, ovulando comportamiento. Las personas se hablaban, eran tribus diferentes, pero había comunicación. Todo el rato había conciertos y performances. En el Parque Lage, durante los 80 también hubo un movimiento de artes plásticas muy fuerte llamado Generación 80. Todo estaba conectado. Y la música era muy importante.
Tengo 58 años. Cuando era una cría en la discoteca sonaban Tina Charles, Donna Summer, Marvin Gaye, y grandes djs de bailes y de radio de Río de Janeiro como Big Boy, quien trajo a Janis Joplin a Rio de Janeiro en 1971, Monsieur Lima, Corello Dj o Amândio da Hora. Crecí oyendo disco music. Con 12 años me iba a los clubes y participaba en los campeonatos de danza, solo para bailar. Los movimientos del samba fueron muy fuertes para mí también. Y el rock brasileño.
Mi primera banda de música —rock, pospunk y psiscodelia— se llamó Catch Me How Can, que era el nombre de la primera locomotora a vapor que llegó a Brasil. Éramos un power trio, batería, guitarra y voz. Luego sumamos a un bajista. Y participamos de toda la escena alternativa underground de Río. Una escena maldita.
Para mi generación, la música fue mucho más importante que la escuela. A través de la música yo accedí a un conocimiento que en la escuela no aprendía por la situación política que estábamos viviendo. Todo estaba escondido. Y la música me enseñó lo que había
Hay antecedentes de otros músicos “malditos” en Brasil como Sergio Sampaio, Macalé, Luis Melodia, Jorge Mautner, Tom Zé... Y otras escenas malditas.
Yo tuve mucha inspiración en Os Mutantes, cuando nacieron durante la dictadura. Su forma de hacer música era totalmente política, solo que los militares no tenían la capacidad de entenderlos y esa fue nuestra suerte. Mi generación está basada en la rebeldía, en lo nuevo, en el enfrentamiento. Nací en el 64, con el golpe militar. Para mi generación, la música fue mucho más importante que la escuela. A través de la música yo accedí a un conocimiento que en la escuela no aprendía por la situación política que estábamos viviendo. Todo estaba escondido. Y la música me enseñó lo que había.
Pindorama Brasil es una fuente de sonoridades que abren caminos...
En Brasil la música es mezcla. Me viene a la cabeza Chico Science de Nación Zumbi, que en paz descanse. Él dejó una semilla. ¡Trajo a Río un maracatú! El Mangue Beat, que fue el movimiento que Chico (y otras gentes de la música) creó en la periferia de Recife en Pernambuco, trae todos esos ritmos regionales brasileños del noreste; la zambumba, el coco, el machiche, el bahiano, el chachado... Trajeron esa parte de Recife mezclada con la música negra —cómo no— y la mezclaron con las guitarras eléctricas, el rock. Chico también trajo una forma de cantar medio rap. Fue revolucionario. Tanto como Os Mutantes en los años 60, cuando mezclaron música clásica con panderos de forró y guitarras psicodélicas. Esta riqueza de ritmos yo la traigo conmigo. Lady Acid Experience también mezcla. No puedo separarme del jazz brasileño (AziMuth, Egberto Gismonti, Hermeto Pascoal), ni de todos los estándar del jazz americano (Miles Davis, John Coltrane, Thelonious Monk), ni de las grandes divas cantantes brasileñas como Maysa.
Conozco mucha música, pero hay cantantes que no conozco en Brasil y no me avergüenzo porque la música no tiene fin. Siempre estoy descubriendo artistas nuevos que continúan uniendo rock con funk, jazz con soul y hacen un samba juntos... Es muy bonito. Quien no conoce la música brasileña debería conocerla como un todo. Aquí también hacemos música electrónica. Y muy buena, de hecho.
En el Río de los años 80, cuando se sientan las bases del neoliberalismo, ¿la música fue un punto de disidencia?
Yo creo que sí. En la transición de los 80 a los 90 estábamos acompañando todo el movimiento cultural y musical mundial. En Brasil éramos mucho público y la economía estaba creciendo a pesar de todas las mierdas. Estaba fluyendo mucha cosa. La juventud era diferente. Nosotros venimos de una época analógica. En los 2000 empezamos con el computador, pero no era esta locura, era para trabajar, no para quedarte subiendo fotos en una red social. ¡Ni había móviles! Las personas se divertían de verdad. Íbamos para las fiestas y no nos quedábamos haciendo selfies, porque no existía esa mierda. Existía un buen dj tocando, lanzamientos y música. Vivimos la transición de la música disco para la house music, que estaba empezando en Chicago. ¡Recuerdo a Marshall Jefferson y a Fingers Inc! Eran algo que yo no conseguía entender todavía. En los 90 entraría en Brasil la música electrónica con las fiestas raves que hacíamos, inspiradas en lo que empezaba a hacerse en Europa.
Eres la primera promotora de raves de la historia de Río de Janeiro con el grupo JLC, ¿cómo fue aquello?
En 1992 un grupo de amigos estábamos aburridos de las cosas que hacíamos, que eran siempre en los mismos lugares. Así que pensamos hacer una cosa nuestra: una fiesta donde pudiéramos ser lo que quisiéramos. En aquel momento estaba comenzando a expandirse el movimiento draq queen, los bailes drag de Nueva York, el movimiento de voguing... Pensamos hacer una fiesta más underground. Solo por invitación. De boca a boca. Sin anunciarlo, porque no teníamos licencia. Montamos el grupo JLC, las iniciales de Julio, Lauro y Cacau, que soy yo. Con Julio y Lauro, nos conocimos en los 80, durante la época punk-gótico-dark de Río, que nos la hicimos toda. También pasé por esa fase de bailar con la cara pegada a la pared, de tener aversión al sol, vivir por la noche usando drogas sin hacer vida en la playa por el día. La cultura era más propicia para eso entonces, con las sustancias químicas. Por eso, en los 90, quisimos hacer una cosa más gay y traer a todas, cada una con su estética. Nos llegaban informaciones de Londres, de Berlín y de Barcelona. Muchas raves estaban empezando a hacerse, muy escondidas. Nosotras alquilamos una casa en la zona de Jardín Botánico de Río, un espacio para todas las mariconas, las camioneras, las putas, y todas las personas que se quisieran divertir, fueran quienes fueran. Entonces montamos la primera Fiesta JLC. La fiesta de la Baraja. Yo estaba vestida con una ropa cuché de cartas de mujeres desnudas, como Coringa con su culo apareciendo, todas de los años 60, muy vintage... A la fiesta vinieron casi mil personas. Fue mucha gente. Paramos aquella zona residencial de Jardín Botánico. No vino la policía. Fue un gran éxito. ¡La gente venía y pagaba! Hicimos fiestas hasta 1993. No duramos mucho. Surgieron otras productoras después. Al contrario de lo que muchas personas de Río de Janeiro piensan, no fueron B.I.T.C.H ni Val de Mente quienes comenzaron el movimiento de fiestas. Fue JLC. Está en la memoria de las personas que vivieron aquella época. Tengo mucho orgullo y no tengo frustración. Podría haber durado más tiempo, pero tuvimos nuestras divergencias y nuestras locuras. Cada uno decidió seguir su camino. Nos reencontramos años más tarde, somos amigos y nos amamos hasta hoy.
Aquella época fue un gran momento. Pasamos un año revolucionando las fiestas. Nos invitaron a lugares que jamás habríamos imaginado entrar, porque eran de la élite de la élite, la high society de Río de Janeiro. Fuimos invitados por promotores como Hipopótamos, que era una casa tipo Estudio 54 de Nueva York, pero solo para ricos. ¡Y nosotras entramos de draq queens! ¡Y paramos la fiesta! La gente no sabía si éramos hombres, mujeres, chicos, chicas... E hicimos una fiesta que venía del mundo undergroumd. Brasil es un país muy machista y homófobo. Nosotras siempre estuvimos en el lugar de las mariconas.
Hicimos fiestas en muchos lugares: Barra de Tijuca, Alto de Boavista, el centro de la ciudad... Las drags siempre estaban invitadas. Invitábamos a algunas famosas para participar porque eran talentosísimas, eran la noche y eran grandes personajes de Río de Janeiro. Lorna Washington, Rose Bombom, Camile... Muchas de ellas ya fallecieron, de la época de Rogéria... También recuerdo a Laura de Vison, que fue una gran precursora.
Fuiste camarera y encargada de lugares icónicos de la escena postpunk y de la escena gay carioca de los 80, tuviste bares y restaurantes, vendiste caipiriñas en la playa.
Yo soy una queer, soy una mujer lesbiana, y no me veo participando solamente en un grupo. Fui criada en la mezcla. En el margen izquierdo ahí al final, de ahí vengo yo. Y allí no teníamos tiempo para dividirnos en grupos. Tengo muchos amigos gais, lesbianas, mujeres travestis, mujeres transexuales, heterosexuales hombres y mujeres, de todos los colores, credos y religiones. Hasta mi música es muy mezclada. Uso todo. Punk siempre seré. Es una actitud, un estado de espíritu. Ahora no estoy punk [risas], estoy lista para ir a la playa. Y en los 80 punks en la playa tú no veías... Digamos que vamos envejeciendo y disfrutando más de la calidad.
Cuando quise trabajar la noche en los bares de Río, el primer lugar fue el Suburban Dreams en Cinelândia, que he mencionado antes y donde estaban todas las tribus. Yo quería eso para mí. Pensé: “Un día voy a abrir un lugar así, para que se junten todas las preferencias sexuales, de todas las clases económicas, para tomar un drink, para enloquecer, enamorarse y viajar”. Fue un punto de encuentro para todo el mundo. La parte buena de trabajar en la noche es que tienes un lugar donde las personas pueden ir y sentirse libres y felices, escuchar buena música, comer buena comida, beber bebida maravillosa... Las personas buscan eso siempre... Pero hoy estamos muy carentes... Yo ya no vivo en Río, pero sé que la ciudad está medio decadente y está carente de espacios así.
¿Espacios como el bar que abriste llamado Mi Culo?
A comienzos de los 2000, la ocupación de Mi culo (Meu Cú) llegó para eso. Era una cosa anárquica. Ocupé el espacio que una amiga tenía cerrado, un local en Ipanema, en una manzana de la playa, carísimo el metro cuadrado, uno de los lugares más caros del mundo. ¡Y ella lo tenía cerrado! Pedí la llave. No había electricidad, pero me quedé trabajando allí un año. Llevé velas, coloqué un generador para la música, siempre mucha música con cedés y cintas de casete, metí caipiriñas y cervezas frías en un ice box... ¡Y las personas venían! La gente no se creía el nombre Mi Culo. Fue un cambio. Hasta el vecindario estaba contento, venían y decían que así no tenían peligro y no había peleas.
¿Mi Culo se abría..?
De miércoles a domingo, de las siete de la tarde hasta salir el último cliente. Siempre Mi Culo limpito, fresco, con las mejores bebidas y la mejor música, tocado por mí, conducido por mí, Cacau Da Rosa [risas].
En los 90 viviste ‘la vida loka’ sin límites, hasta que en Nueva York empezaste a hacer música más dance y electrónica, te hiciste vegana y dejaste las drogas más pesadas. Hoy, además de cantante, eres chef vegana. Haces comida vegana y la vendes en EE UU. ¿Cómo relacionas la música con la comida?
Para mí fue una revolución cuando me hice vegana. Vi una cosa en el YouTube. Aquello me tocó tanto, ver a un becerro siendo torturado... No se tortura a nadie así. Cuando yo decía que amaba a los animales, en realidad amaba a los gatitos y a los perros, pero comía al resto. Estaba siendo especista. Así que decidí hacerme vegana y cocinar comida vegana en EE UU. Estoy en un país capitalista donde la junk food (comida basura) es la atracción principal. En todos los lugares a los que vas, las personas están comiendo aquella mierda, mierda, mierda, mierda. Y tienen problemas de diabetes, cardíacos, no comen bien, no duermen bien, viven a base de pastillas para levantarse, para salir, para enamorarse, para hacer sexo, para dormir... Es un país muy loco.
Cuando me hice vegana fui contra toda esta corriente del capitalismo. Comer consciente te hace bien y hace bien a quien está a tu lado. El veganismo es una manera de ayudar a impactar positivamente en el futuro. Para quienes me oyen (o leen), coman menos carne, un día a la semana ya va a desestabilizar toda esta cosa horrorosa. Coma bien, estará bien. Coma mierda, será una mierda.
¿Cuándo vienes para Europa?
Vamos a ver en octubre y noviembre. Portugal, España, Francia, Inglaterra y Holanda son posibilidades. Alguna cosa va a pasar.
Mientras corregimos la versión final de nuestra entrevista, muere Tina Turner. Y Lady Acid me escribe: “Tina Turner, una mujer fuerte y guerrera que nunca abandonó la lucha. Renunció al dinero que ella misma hizo a cambio de su nombre, también hecho por ella. Tina es única, una gran referencia de persistencia combinada con su talento, algo divino por cierto. Referencia en mi vida y en la de miles de personas, creo. Y ahora, eternizada en el infinito. Descansa en el Poder. Reina”.