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Con naturalidad, Fee Reega (Balingen, 1988) dice que prefiere los chigres a los bares de modernos. Es una declaración de intenciones y un retrato preciso hecho con una sola frase. Ella juega con las palabras al hablar y al cantar, y lo hace con soltura en un español que no es su lengua materna.
Su música, extravagante y peculiar, es la rúbrica de una autora que, antes de cumplir los 30, ha publicado varios discos en alemán y español –Sonambulancia (Discos Humeantes) es el más reciente y lo presenta en el Café Berlín de Madrid el 1 de diciembre– y un breve poemario, Purpurina y percebes (Ediciones Canallas).
El municipio del sur de Alemania que la vio nacer –33.500 habitantes en el censo de 2014– se le quedó pequeño a una adolescente punk que, tras estudiar en Berlín y pasar por Madrid, se estableció en Asturias a finales de 2010.
¿Cómo llega a vivir en Asturias una chica de un pueblo alemán?
¿Te cuento la versión corta o la larga? [risas]. De mi pueblo fui a Berlín, donde viví cuatro años. Allí empecé a tocar yo sola mientras estudiaba. Daba conciertos y entré en contacto con la escena musical de allí. Luego hice un Erasmus en Madrid, con la idea de desconectar un año y volver a Berlín y seguir mi carrera y mis proyectos. Pero desde el principio hice mucho contacto con músicos, de forma natural, sin buscarlo mucho. Y conseguí bastante atención de la prensa y de gente del mundillo. Aquí es muy diferente a Alemania, allí es mucho más difícil entrar en estas cosas. Me fue muy bien ese año, así que decidí quedarme en España. Por entonces mi pareja era Pablo [el músico Pablo Und Destruktion], que es asturiano, así que probamos allí. Me encantó Asturias, la gente que conocí, empecé a tocar con músicos de ahí y sentí que es un muy buen sitio para mí, desde el que puedo llevar la vida de músico. Ahora mismo estoy entre Asturias y Madrid.
¿Qué conocías de Asturias antes de vivir allí?
Nada, cero [risas]. Cuando conocí a Pablo me cantó muchas canciones asturianas [risas]. Ni siquiera sabía que existía esta región. Cuando llegábamos en el bus la primera vez me quedé flipada al cruzar las montañas, no tenía idea de que existía una parte así en España, tan espectacular.
¿Has descubierto cosas en la música asturiana?
Al principio me sorprendió mucho la densidad de músicos que hay para un sitio tan pequeño. Dentro de Asturias hay varias escenas: la cuenca minera, Mieres, Gijón, Oviedo. Al principio no lo entendía muy bien. Sabía que estaban allí Nacho Vegas, Manta Ray, pero no conocía su música. Casi conocí antes a la gente de los grupos que a su música.
¿Crees que esa densidad de músicos en Asturias tiene que ver con el alto desempleo juvenil?
Yo puedo hablar sobre este momento, no me atrevo a decir algo sobre lo de antes, la escena de los 90, que todo el mundo dice que fue increíble, porque no lo he vivido. Ahora mismo sé que entre los que quedamos, porque mucha gente ha marchado para trabajar, hay muchos músicos y artistas porque se dan condiciones como un coste bajo de la vida, pudiendo sobrevivir con poco y con un buen nivel de vida, en un sitio muy inspirador, que atraen a gente que puede vivir de esa manera. Muchos de los otros trabajos no se pueden ejercer allí.
Además, la gente de la música que queda en Asturias está muy vinculada emocionalmente con su tierra, lleva décadas de tradición musical y con mucha apertura. Cuando llegué, aluciné con que conocieran a grupos de kraut rock o a Einstürzende Neubauten, que no los conocen ni en el pueblo de al lado en Alemania. Pero aquí ha habido gente que ha promovido el conocimiento de estas músicas más experimentales y fuera de la norma. Creo que hay un movimiento cultural excepcional.
¿Te interesa la música tradicional asturiana?
Me interesa y me gustaría entrar más. Sé cantar algunas asturianadas y he estado en fiestas de pueblo muy pequeñas. Escuché muchas grabaciones de Alan Lomax, que estuvo por Asturias y grabó a mucha gente. Me gustaría aprender más, pero conscientemente no lo he incluido en mi obra.
¿Qué te hizo empezar a escribir música?
Siempre he escrito mucho, poesía y otras cosas. Cuando vivía en Berlín empecé a ayudar en una agencia de booking, organicé giras para músicos como yo, que iban solos, sin banda. Empecé a conocer ese mundo y me gustó mucho.
Tenía muchos textos y ganas de comunicarlos, así que empecé a tocar la guitarra. Me gustó esa forma de comunicar, nunca me ha gustado leer poemas pero sí hacerlo en canciones.
¿Escuchabas música de pequeña?
Sí. Cuanto más me alejo de mi infancia, más curioso me parece eso. Mis padres tenían un tocadiscos en casa y vinilos, les interesaba la música famosa, como Bob Dylan o Leonard Cohen. Siempre escuchaban los mismos discos. Lo único que se salía un poco era Frank Zappa, de quien mi padre era muy fan, quizá por satisfacer ese lado rebelde [risas]. Vine de casa con algo de idea, me llevaron a algún concierto. Luego en mi adolescencia escuché y fui a muchos conciertos de punk.
¿Escribes primero la música o las letras?
Normalmente las letras. Con este disco, Sonambulancia, he empezado a componer y cantar y juntar muchas ideas de canciones distintas en una. Por eso tienen unas dinámicas diferentes dentro de la misma canción, porque originalmente eran muchas canciones.
¿Qué quieres contar en tus canciones?
Tengo diferentes enfoques. Este último disco está compuesto con escritura automática, con muy pocos filtros, muy poca parte intelectual de pensar qué quiero hacer o qué voy a hacer. Me encerré dos semanas y dejé salir todo, bastante freudiano. No intenté planificarlo demasiado. Cuando me planteo escribir sobre una cosa específica suelo quedarme menos contenta.
Me gusta una forma de componer natural y directa, así que supongo que lo que sale es lo que perturba mi mente o la domina en ese momento. Siempre enfoco en personajes fuera de lo normal, gente un poco marginal, sentimientos retorcidos.
¿Y para qué hacer canciones?
Una gran parte es porque lo disfruto mucho. Es quizá la parte más importante. Siempre me sorprende la gente que dice que sufre tocando. Para mí es todo lo contrario.
Me ha enriquecido mucho la vida el intercambio con el público, la experiencia de grabar, vender discos a diferentes partes del mundo, notar que pasan cosas con tu música que no están en tus manos,… Me parece muy mágico.
Al principio te importa mucho el reconocimiento, pero a los dos años te alejas de la parte narcisista, que al principio te importa mucho. Después lo importante es el producto, el pensamiento de que estás haciendo algo que puede dar algo a otra gente. Eso es algo que me motiva muchísimo. Y poder ganarme la vida con ello está muy bien.
¿Lo estás consiguiendo?
Desde hace tres años vivo de la música. Evidentemente, es muy inestable. Hay meses bastante buenos y meses bastante malos. Poder dedicar el tiempo completo a ello y no a otros curros ya es muy difícil. A veces hago traducciones o de intérprete, aparecen cosas que no tienen que ver con la música, pero en los últimos años he notado una subida constante. Espero poder estabilizarlo, dar un paso más y seguir trabajando y mejorarlo.
¿Qué es el folk freudiano, término con el que hablas de tu música?
La expresión nació porque en Berlín hacíamos todo de manera do it yourself [autogestionada, hazlo tú mismo], sacábamos unas cien copias de cada disco y las vendíamos en los conciertos. La gente nos pedía una descripción de la música. A mí no me gustaba poner un nombre a lo que hacía porque mi percepción interior era muy diferente a lo que veía la gente.
Me inventaba palabras y géneros que no existían, también para despertar la curiosidad. Casi en cada concierto ponía una definición distinta. Pero esto de folk freudiano me gustó, la puse de manera espontánea pero creo que define bastante bien lo que hago.
En la primera época lo que hacía era mucho más personal y lo utilicé más como terapia. Para mucha gente el arte nace de una necesidad de comprenderse a sí mismo y de dejar salir cosas. Para mí también lo era al principio. Pero también veo las cosas con humor.
El juego con las palabras siempre está en tus letras.
Sí. Cuando escribí Sonambulancia estaba en una época en la que necesitaba dormir, era un invierno que estaba como hibernando y mis sueños estaban increíblemente vivos, a veces no sabía distinguir qué había soñado o no. En mis sueños aparecen muchas palabras compuestas, las personas se mezclan, las personas se mezclan. Es muy freudiano esto [risas].
Aunque no lo defino como un disco que trata de los sueños ni solamente está inspirado en dormir, quería utilizar para el título algo que indicase esa cosa que pasa en el inconsciente, esa mezcla que luego te hace preguntarte por qué o qué significa.
Es un disco más tranquilo.
Las canciones tienen más que ver entre ellas que en el anterior, es un disco más de conjunto. Pero creo que en directo es lo más cañero que he hecho hasta ahora.
Me identifico con la manera de expresar las canciones de Bill Callahan. Le vi hace tres años y encontré lo que quiero hacer, a lo que me encamino. También Bonnie Prince Billy. Son gente que hace canciones muy tranquilas a primera vista pero que tienen mucha caña detrás, que en algún momento explotan inesperadamente.
Es a lo que aspiro: no a presentar las canciones de una forma más bailable, por ejemplo, sino poder pasar de un momento de absoluta tranquilidad a estallar de una forma muy loca.
Has grabado los mismos discos en alemán y en español, ¿en qué cambian las canciones?
Intento escribir en el idioma en el que estoy haciendo mi vida en ese momento. El alemán me gusta muchísimo y me motivó mucho escribir canciones en alemán al principio pero me decepcionó un poco la falta de respuesta. Hay muy pocos músicos que canten en alemán. Intenté hacer textos un poco especiales en alemán, pero me desentendí porque noté que no llegaba a ninguna parte.
En español escribo de la manera que puedo. Ha sido una cosa exponencial, de aprendizaje. Ahora me da más respeto que cuando llegué. Entonces, cuando tenía un vocabulario de 500 palabras, era más fácil. Ahora me da más respeto pero más posibilidades también.
Has publicado un poemario, ¿son letras que no acabaron en canción?
Sabía que algunas historias o apuntes que escribo no iban a ser canciones y en muchos casos no lo intenté. Escribo casi todos los días, anécdotas, historias pequeñas que en algún momento me gustaría ampliar, pero para eso necesitaría tiempo.
Como tenía bastante material y un amigo poeta me insistía en que publicara, me animé. Si lo dejaba pasar, se iba a alejar mucho en el tiempo y me iba a resultar más difícil. También era un buen momento para repasar historias, diálogos, cosas que quería compartir pero que no eran canciones.
¿No te impone escribir poesía en español?
No uso un lenguaje muy complejo ni una forma de poesía que rima o con una estructura específica. Hago un poco lo que me sale de los huevos [risas]. Por eso tampoco digo que es un poemario sino un libro de textos, anécdotas e historias muy cortas en forma un poco poética.
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Fee Reega presentará su segundo disco "Sonambulancia" mañana a las 23:00 en el Café Berlin.
Este concierto lo ha cuidado con mucho esmero, ya que supone el cierre de la gira de presentación. Las entradas
están a la venta desde 10€ aquí : https://www.ticketea.com/entradas-concierto-fee-reega-en-cafe-berlin-madrid/