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Música
Josele Santiago: “En los años 80 era imposible hacer un disco de rock’n’roll en España”
Josele Santiago, uno de los francotiradores con mejor puntería del rock en español, regresa a la actividad con Transilvania, nuevo disco en el que incorpora algunos elementos hasta ahora inéditos en su cancionero.
A Josele Santiago (Madrid, 1965) se le ve tranquilo. El trasiego de la ronda de entrevistas con motivo del nuevo disco no parece haberle alterado, pese a que en alguna le han llegado a poner en el brete de tener que cocinar. El periodismo y sus cosas, sabido es.
Será la calma que otorga la veteranía —ya son muchos los tiros dados—, la estabilidad que ha encontrado en Cataluña o que la procesión va por dentro. Quizá sea la satisfacción porque el material que presenta está, otra vez, al alcance de muy pocos músicos: Transilvania, quinto disco a su nombre desde hoy a la venta, es cosa seria y le muestra en un momento de lucidez e inspiración en el que, queda claro escuchándole, no ha tenido miedo de soltar las fieras y jugar con ellas.
Al frente de Los Enemigos, Santiago grabó un puñado de discos memorables, fundamentales para demostrar que el rock’n’roll también cabía en castellano, pese a las inclemencias. Otros amasaron fortuna con mucho menos o pegaron bandazos al rebufo de las tendencias, pero la medida de lo que puede dar de sí un grupo de rock en estas latitudes se encuentra en títulos como La vida mata (1990), La cuenta atrás (1991) o Tras el último no va nadie (1994).
Excepcional letrista, dotado con la virtud necesaria para encapsular en tres minutos y con rima asonante una aguda panorámica sobre la vida —amarga y descreída en ocasiones, nunca exenta de poesía ni del nervio de la calle—, su estreno en solitario probó que en Josele Santiago habita mucho más que un rockero castizo. Las golondrinas etcétera agotó merecidamente la reserva de elogios en 2004 y fue el primer paso en una trayectoria que ahora vuelve a coronar cima.
Ha quedado un discazo.
Yo estoy muy contento. Gracias, muchas gracias, eres muy amable.
¿Se parece a lo que querías hacer cuando empezaste a trabajar en él?
Se parece bastante. No entro nunca al estudio hasta que no considero que están las canciones terminadas pero también me gusta ir con la mente abierta. Me encanta que los músicos me sorprendan y procuro estar atento a sus sugerencias, siempre les pregunto. Me interesa que las canciones ganen en el estudio, aunque la estructura, melodía y letra son sagradas. Cómo vistamos luego la canción ya es otra cosa. Si se sostiene solo con guitarra acústica, un piano y voz, la canción va a funcionar. Luego ya se trata de jugar.
Llama la atención el atrevimiento.
¿Qué atrevimiento?
El del sonido de algunas canciones, el de unas letras más explícitas que antes.
Las letras me han quedado un poco bestias, sí. Visto desde dentro, no percibo un cambio muy radical. Sí quería explorar otras cosas, claro. En mis tres primeros discos estaba obsesionado enfermizamente con el directo riguroso, el sonido natural de los instrumentos. En el cuarto se me pasó un poco esto, quería tocar con la guitarra eléctrica que la tenía un poco abandonada. Y ahora he querido ir un poquito más allá, me apetecía jugar en el estudio. Quería trabajar con sintetizadores, y en esto Raúl (Fernández, Refree, el productor del disco) es un fiera. Lo de trabajar juntos lo habíamos hablado desde hace más de diez años. Y ahora que vivimos en la misma ciudad, estaba claro que había llegado el momento, así que le enseñé las canciones y nos pusimos manos a la obra. Cuando le dije lo de los sintetizadores se le pusieron los ojos como platos, empezó a sacar cacharros de los cajones de su casa y empezamos a jugar. Ha sido una grabación muy divertida, relajada y agradable.
En cuanto a las letras, ¿se ha acabado la metáfora?
A mí me gusta trabajar con imágenes. De hecho, es lo que busco: imágenes potentes. Luego me gusta que las lecturas sean múltiples. Pero sí puede ser que en este disco sean más explícitas. Es un discurso puñetero, soy consciente, incluso apocalíptico… Estaré cabreado, supongo.
¿Qué has aprendido con este disco?
Lo que voy teniendo más claro con cada disco es a no pensar en estilos, centrarme en las melodías y estructuras. La conclusión que saco es estar más abierto, dejarme de manías. Más que aprender lo que hago es olvidar manías. Y eso que gano, que es bastante.
Pero debe de ser difícil.
Creo que es al revés: cuando empiezas tienes muchas más manías. De jovencito uno es más radical, “a mí solo me gusta el rock’n’roll y lo demás es una mierda”, luego vas incorporando muchas cosas a tu repertorio de gustos. Y te das cuenta de que eres capaz de plasmar esa apertura a tus maneras de hacer música. Te quitas complejos y obsesiones.
¿Te quedan terrenos por explorar?
Claro, muchísimos.
¿Y fuerzas para hacerlo?
No tantas, pero también bastantes. Por ejemplo, me está empezando a gustar mucho la rumba, especialmente desde que vivo en Barcelona. No sé si me atrevería a hacer algo pero es un mundo que me llama mucho. Probablemente sí me atreva algún día.
¿Cómo afecta lo físico a la hora de hacer música?
Llega una edad en que uno tiene que estar en forma porque si no, no hay manera. O te cuidas o no trabajas.
¿Pero se relaciona también con la música que haces, de joven más ruidosa y más calmada de mayor?
No, no creo. Hagas o no hagas ruido, es una cuestión de aguante porque es un trabajo muy físico, tanto el directo como las grabaciones. Llevo unos diez años haciendo acústicos y termino bastante más cansado que en un bolo con Los Enemigos. En los conciertos acústicos tienes que estar mucho más concentrado y son realmente agotadores.
¿Te sientes un perro verde en el panorama musical español?
No, hay gente haciendo cosas… Me siento bastante cerca de Lapido o de Albert Pla, aunque estilísticamente estemos muy lejos. Me gusta lo que hace Hendrik Röver y a veces hago cosas muy parecidas. Somos unos cuantos, lo que pasa es que no se nos hace ni puto caso.
Yo incluiría a Corcobado o Quimi Portet.
Sí, me gustan mucho los dos, son dos buenos ejemplos.
Hubo un momento en que pareció que Josele Santiago iba a ser el Tom Waits madrileño.
Yo no diría tanto… Es un tipo muy ecléctico, y eso es a lo que aspiro, a estar cada vez más abierto, pero me parece picar muy alto. Ojalá. Es muy grande este hombre.
¿Has pensado alguna vez cómo hubiera sido tu vida sin música?
Sí que lo pienso a veces. Supongo que un desastre todavía mayor que lo que ha sido con música. A Raimundo Amador le preguntaron una vez en la tele qué sería si no fuera músico, y él contestó que un hijoputa. Pues por ahí van los tiros.
No recuerdo haber querido ser otra cosa que músico, de toda la vida
¿En qué momento te diste cuenta de que querías dedicarte a la música?
Desde muy chiquitillo. Supongo que es un tópico que te habrán contado muchos músicos pero es cierto, a mí me también me pasó. En las bodas, las verbenas, las fiestas, desde pequeño me quedaba fascinado viendo a la orquesta. Es algo que se te mete en la cabeza y ya no te suelta. Yo no recuerdo haber querido ser otra cosa que músico, de toda la vida. Salía un grupo por la televisión y decías “yo quiero ser uno de esos”. Además, en casa había una guitarra porque mi padre tocaba un poco, no era un gran guitarrista pero lo hacía con mucha gracia, así que lo tenía a huevo. Desde muy pequeño pedía por Reyes discos de los Beatles.
Alguna vez has dicho que lo viste claramente cuando salió Ferpectamente, el primer disco de Los Enemigos.
Sí, la primera vez que entras a grabar a un estudio profesional ya lo constatas, no lo imaginas. Con ese primer disco te parece increíble que a alguien le importe tres cojones lo que has hecho. Es una alegría muy grande. Ahora quizás no sea tan espectacular el hecho de grabar un disco pero entonces era la hostia. Más que ver ahí una vocación, la constatas.
¿Es algo que se decide, se desea, se sueña o que se ve claro?
Todo eso, lo que pasa es que no confías nada. Cuando entras al estudio esa primera vez ves que es posible y ahí sí ya tiras, apuestas. Yo estaba estudiando y lo dejé, me dediqué a hacer bolos. Nos salieron algunos, ganamos el concurso aquel del Villa de Madrid, y tiramos por ahí… Por suerte ha salido bien y con 52 años me sigo dedicando a lo mismo, que es lo que me gusta.
Me parece perverso que a los chavales les pidan dinero por tocar en una sala. Y si no se les deja enseñar su trabajo, lo dejarán, porque la gente tiene que vivir
¿Los chavales hoy pueden tomar esa decisión?
Ahora está mucho más jodido. Con cada grupo de chavales que hacen una gira me quito el sombrero, porque es prácticamente imposible. No te hablo a un nivel institucional, que ya llevaba muchos años siendo imposible, es que ni siquiera la iniciativa privada. Las salas lo ponen cada vez más difícil. Esto es muy grave y va a terminar con la música. No puede ser que una sala te intente cobrar por tocar. Es demencial. A mí me está pasando ahora que quiero presentar el disco, y no soy un novato. Me parece perverso que a los chavales les pidan dinero por tocar. Y si no se les deja enseñar su trabajo, lo dejarán, comprensiblemente, porque la gente tiene que vivir. Y se dejará de hacer música. Es uno de los motivos por los que el discurso de mi disco es puñetero, no me gusta nada cómo va el mundo.
Hace unos meses, Billy Bragg me decía algo parecido, en el sentido de que los chicos de clase trabajadora no pueden tocar y vivir de ello.
Claro. Solo lo puede hacer el hijo de un millonario, así como se oye.
Pero eso es grave, porque afecta a los mensajes que se lanzan y desde dónde.
Es una mordaza enorme. En general, se tiende a amordazar al personal desde todos los puntos de vista posibles, y éste es uno de ellos, sin duda.
La última vez que propusiste acomodar al público en sillas en una sala, para un concierto que ibas a dar sin banda, te dijeron que eso no cuadraba con la ortodoxia rockera.
Eso era una excusa como otra cualquiera, lo que ocurría es que cabe menos gente sentada que de pie, los tiros iban por ahí pero al tío le salió lo de la ortodoxia rockera y a mí me hizo gracia.
Pero eso de la ortodoxia es uno de los grandes timos del rock’n’roll.
Es que el rock’n’roll, precisamente, es un antónimo de la ortodoxia, según yo lo concibo. El rock’n’roll es la anti-ortodoxia, hombre. Se trata de respeto y la ortodoxia, por definición, falta al respeto a todo lo que no sea lo suyo. Es un contrasentido tremendo lo de la ortodoxia en el rock.
En pocos meses murieron Fidel Castro y Chuck Berry. ¿Se acabó definitivamente el siglo XX?
Supongo que sí, lleva ya bastante tiempo terminado. ¿Se murieron a la vez? No había reparado en esto, qué gracia. Obviamente, del siglo XX no queda nada.
Hay discos de música clásica mucho más punkis que muchos discos de rock
¿Es hoy el rock un nicho, como puedan ser la música clásica o el jazz, desconectado del gusto popular?
Es generalizar mucho porque depende de qué jazz me hables o de qué clásica, y también de qué rock. Lo que ocurre es que el rock tuvo una época de esplendor y fue una música mayoritaria, lo que se escuchaba, y esto ya no es así. Es así de sencillo y es normal. La música mayoritaria dura un tiempo y luego deja de ser así.
El jazz o la clásica no tienen por qué ser conservadores, y el rock tampoco. Esté arriba o abajo en cuanto a popularidad, siempre hay caminos abiertos, depende de cómo lo enfoque cada cual. Yo escucho mucho jazz y mucha música clásica, y hay discos de clásica que son mucho más punkis que muchos discos de rock.
Sin embargo, he visto en un cartel en la calle que mañana (la entrevista se realizó el 7 de septiembre) se celebra la X edición del concurso de rock de La Elipa, el barrio de los Burning. A lo mejor sí sigue habiendo cosas.
Claro que sí, pero no es mayoritario, no se le sigue, sería un cartel pequeñito (risas). Pero ahí está, y no creo que deje de estar nunca. Por el hecho de no ser mayoritario o no estar en el mainstream no va a desaparecer, igual desaparece por otra cosa pero no por eso. De hecho, la vocación del rock’n’roll no es precisamente el mainstream. Al contrario.
¿Cuál es hoy el papel de un músico de rock?
Supongo que el de cualquier músico: intentar hacer bien su trabajo, llegar a la gente, intentar comunicar y conseguirlo. Es lo que tienes que hacer. Pero no necesariamente el hecho de hacer rock tiene que condicionar tu discurso o tu mensaje. Es una vía.
¿Qué te parece la exhibición de apoyo a partidos políticos que han hecho músicos como Santiago Auserón, Loquillo o Nacho Vegas? Da la sensación de que tú has sido más pudoroso con esto, nunca has hecho una defensa de un partido político.
No, nunca lo he hecho y no creo que lo haga nunca… Bueno, a lo mejor llega un momento en que sí lo hago. No me siento obligado, ni me sentiré nunca obligado. O quizá sí, pero por las circunstancias, no por el hecho de ser músico.
La única obligación que tiene el músico es hacer música lo mejor que pueda. Cada cual es cada cual, y me parece muy bien que si tienes unas convicciones las defiendas públicamente, estás en tu derecho. Pero no creo que estés obligado por el hecho de ser músico.
La popularidad, en cierta manera, es un megáfono, sí, luego aprovecharlo o no es un asunto puntual. Nunca he votado a un partido, siempre que lo he hecho ha sido para que no gane alguien, no para que gane uno sino para que no gane el otro, nunca he estado muy convencido de nada y a lo mejor es por eso que nunca me he lanzado a defender una causa en concreto. Pero según se está poniendo el panorama, es muy posible que llegue el momento de que no queden más cojones. Pero ya te digo que nunca he estado muy convencido, siempre he sido más de efectos que de causas.
¿Te gusta seguir hablando de Los Enemigos?
Sí, claro, me encanta.
¿Cuál es el disco que más se acerca a lo que queríais hacer? En mi opinión, Nada.
Posiblemente, sí. Es el que nos pilló más experimentados, más aprendidos. Posiblemente sea el que refleje más fielmente lo que hacíamos en el local de ensayo y lo que teníamos en la cabeza. O lo que tenía yo en la cabeza, al menos. Es uno de los que más me gustan, sin duda.
Escribiste La vida mata con 24 años. Ahora parece impresionante hacer un disco así con esa edad.
Bueno, George Harrison tenía 23 cuando hicieron el Sgt. Pepper’s (risas). Si lo comparas con eso, no es nada. Me pilló muy jovencito, sí. Recuerdo que me dio como un ataque de escribir y me junté con 12 o 13 canciones muy rápidamente, no me lo creía ni yo. Fue como una vomitona. Es un disco muy visceral. Su gestación también lo fue. Tenía canciones nuevas cada semana.
La vida mata y el primero tuyo en solitario tienen ese punto de obras irrepetibles.
Son discos muy especiales, sí. Hombre, La vida mata no lo volvería a grabar pero sí me gustaría volver a hacer Ferpectamente, sonando como ahora sé que podría sonar y entonces no lo sabía.
A mediados de los años 80, para un grupo que intentaba hacer un rock’n’roll más o menos añejo estaba la cosa muy jodida. El sonido que salía de los estudios era muy procesado, con un montón de cacharros y sonaba endemoniado, fatal. Para otros tipos de música igual venía bien. Nosotros, con 19 o 20 años, no entendíamos por qué no sonábamos como los grupos que nos gustaban. En los 80 era muy frustrante intentar hacer un disco de rock’n’roll en este país. Era imposible, de hecho. Sonaba todo muy frío, luego con el tiempo ya volvió a existir la posibilidad de sonar de una manera más natural, más grasienta.
Por eso me encantaría volver a grabar Ferpectamente y Un tío cabal. Son discos cuya producción no se corresponde mucho con lo que teníamos en la cabeza. Y no por culpa del productor, es que sonaban así todos los putos discos por aquella época.
Pero es raro querer volver ahí. Los discos responden al momento y a la vida en ese momento, ¿no?
Sí, pero Ferpectamente es un disco de estilo, de rock’n’roll bastante purista. Sería divertido volver a grabarlo. Venía a cuento de lo irrepetible. Con La vida mata ni lo intentaría, ni se me pasa por la cabeza. Es un disco en el que el estilo y el sonido no importan tanto sino que importa más el discurso. Pero el primero sí que me encantaría, con un sonido más añejo, con amplificadores antiguos. No lo haré nunca, porque estás a otras cosas y es un capricho, pero se me pasa por la cabeza.
Por eso a mí me sorprendió mucho el disco Vida inteligente. Se me hizo raro y, además, no me parece un disco de Los Enemigos.
Yo lo veo más como un disco mío. A mí también me pilló de sorpresa. De hecho, a todos. Nos juntamos en 2012 para dar dos o tres bolos, pero te empiezan a llamar y vas. La cosa iba bien, estábamos a gusto en el escenario, en la furgoneta, la cosa funcionaba.
A los dos años me di cuenta de que nos estábamos comportando como un grupo vivo, una especie de fenómeno poltergeist extraño, que más que una reunión puntual o revival o nostálgica, en realidad estábamos viviendo otra etapa enemiga. Y me planteo que merece la pena plasmarlo en un disco. Se lo propongo a mis compañeros, me preguntan si tengo canciones. Les digo que no, pero que las escribo. Pero al menos cuatro o cinco de las que entraron eran para el proyecto de mi quinto disco en solitario, que estaba avanzado. El resto sí lo escribí ex profeso para el Vida inteligente. Aun así, a mí sí que me suena a Los Enemigos.
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Josele que gran músico y letrista. Excelente entrevista, la mejor de las muchas que he leído y han sido medía docena estos días. Grandes Los Enemigos, por supuesto también. Ojalá puedan regrabar lis dos discos que menciona Josele: y me guardan un par.