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Música
Mercedes Peón: “Sin tensión no hay transversalidad sino una pirámide”
Deixaas, el nuevo álbum de la cantante, compositora y performer gallega Mercedes Peón instiga deliberaciones, estimula el espíritu crítico e invita a profundizar, porque tiene un campo magnético inexorable. Cuesta desentrañarlo, pero merece la pena detenerse en él lo que haga falta.
Mercedes Peón lleva más de media vida —ahora tiene 50— indagando en el hecho creativo desde perspectivas muy diversas. Lo colectivo y lo individual, lo propio y lo ajeno, la tradición y la innovación, lo reflexivo y lo intuitivo se abren paso en una obra de profundo calado, reconocida en toda Europa. Deixaas, su quinto álbum, es un trabajo que destaca por intensidad, apertura de miras y valentía. Un disco de espíritu caleidoscópico en el que encontramos spoken word, efluvios jamaicanos, sonido industrial, poesía de la India y pasajes ambientales. También cavilaciones sobre el género, la identidad, las relaciones de poder y el papel crucial que el lenguaje y las lenguas juegan en nuestras vidas. Conviene escuchar su cálido y sereno discurso con la mayor atención posible. Artistas así no abundan.
Dices que te encanta esta temperatura que tenemos hoy en Madrid. ¿Dónde vives?
Vivo en un valle, en Oza dos Ríos, en la provincia de La Coruña, muy cerquita de Betanzos.
Es tu tierra de toda la vida…
No, yo nací en A Coruña, en un barrio obrero que estaba muy cerca del mar, cerca de donde se hacían las descargas para los barcos, pasan por debajo tuberías que van a la refinería… Una zona medio industrial, no como Ferrol. Tenía el campo muy cerquita, el Monte Das Moas. Y la playa pegada. Oza, se llamaba. Allí hicieron unos astilleros. Y a muy poquito tiempo del centro de la ciudad. Oza dos Ríos es donde nació mi madre y es donde vivo actualmente desde hace 17 años. Es donde mis antepasados y antepasadas están desde 1600. Somos como champiñones, hay escritos sobre mi familia muchos siglos atrás. Pero nací en esa ciudad, desde los cero a los tres años, que parece ser es cuando se conforma en cierta medida nuestra personalidad. Bajo esos estímulos pero también con el estímulo maravilloso de mis abuelos y de ese lugar tan armónico como era esa pequeña aldea en Oza dos Ríos.
Parece lógico que una parte de las fuentes sonoras que escuchamos en el disco provenga de un astillero [las instalaciones de Navantia en Ferrol].
Bueno, no está hecho con esa intención, pero hubo un flechazo con los sonidos del astillero. Primero por la arquitectura, que es apabullante y hermosa, muy hermosa. También por la forma en que se construyen los barcos, esa grandiosidad, estamos hablando de portaaviones. Todo lo naval es impresionante. También está la reflexión de que se trata de algo militar, ese amor contradictorio. Hablando de sonidos, me impactó mucho el sonido de los metales, cómo se construía, cómo se creaban espacios, polifonías. Y la humanidad que hay allí.
Toda la gente que está trabajando, vaya.
No es tanto eso. Ahora estamos acostumbrados a ver los trabajos más mecanizados, como una cadena, la gente va un poco zombi, trabajas y no sé qué… No, no, hablamos de la cuna del sindicalismo. Allí las personas tienen formación política, en cualquier extracto. Si echaron hace cinco años a 3000, nadie se olvida de eso, es de lo primero que hablan. Hay una tensión entre la industria, que tiene que haberla, porque si no serían seres sumisos… y además tiene que haber un diálogo… y creo que lo hay… Pero esa tensión existe y es maravilloso, porque es una ciudad con vida.
Es interesante este planteamiento de la tensión como algo positivo, como estímulo en un contexto que quiere abolir realidades como el dolor, los problemas, las tensiones.
Es que forma parte. Si no, no hay transversalidad, sino una pirámide, liderazgos, poder. Hay momentos para todo, alguien tiene que tomar la decisión, vivimos en un mundo muy complejo, pero podíamos cambiar el paradigma. El paradigma de que nuestros deseos no estén mediados. Sería interesante reflexionar en base a eso. Por lo menos yo me expreso así. Y desde la tensión, también.
Lleva tiempo aprehender todo el contenido de este disco. No es un trabajo que se asimile de inmediato. Por ejemplo, en las páginas del libreto llama la atención la cita en alemán que traducida viene a decir “en invierno, especialmente en invierno, todos los caminos conducen al centro comercial”.
Sí, es un poema de María Reimóndez, poeta y escritora gallega, políglota e intérprete. Esta mujer increíble inició una ONG que se llama Implicadas por el Desenvolvemento. Somos 190 socios y socias, somos pocas, pero muy activas. Ellas crean puentes saltándose lo hegemónico. El puente que se construyó [en la canción “Linguas elementais”] fue desde la palabra de poetas gallegas y de [el estado Indio] Tamil Nadu. Me pidieron que hiciera música.
Hay un poemario con todas las traducciones al gallego de poetas de Tamil Nadu que es fortísimo, desde un punto de vista anticolonialista y feminista. Pone los pelos de punta. Puse música a un poema de Yolanda Castaño, que creo es una de las poetas más relevantes del siglo XXI, y a dos [poemas] de Sukirtharani invirtiendo los papeles.
Normalmente, desde el punto de vista colonialista lo que se hace es tomar lo de fuera como exótico, como algo bello. Si se entiende o no es lo de menos. Algo es algo. Lo que se hace en este caso es llevar lo exótico al entendimiento, se traduce e interpreta y se da el espacio directo de su significado. Un significado que te pega un tortazo, además. Utilizo el poema de María Reimóndez sin saber lo que decía, como exótico. Utilizo una lengua hegemónica, el alemán en este caso, como algo bello, porque me resulta así desde un punto de vista musical. Lo usé sin saber muy bien lo qué decía, colocándome en un lugar periférico para mí misma, sin intentar adoctrinar a nadie, para quitarme de encima las adherencias de fantasías aceptadas que no me interesan lo más mínimo.
Y en esa reflexión aparece el poema de María con la suerte de que decía esto, que todos los caminos llevan al centro comercial. Tiene mucho que ver con el desarrollo de mi pensamiento de que, en el momento en que se extirpa un idioma —el [idioma] que nace en un lugar con una creación colectiva determinada— se extirpan también los deseos primigenios.
El idioma, de hecho, es motivo de reflexión continua en el disco. El lenguaje no solo como vehículo de conocimiento, también de empatía, sentimientos y amor.
La premisa de la antropología moderna es esa. Puedes ir a investigar otra cultura, pero lo fundamental es que hables su idioma. Y tienes que saber que al conocer esa cultura lo que haces es juzgar la tuya. En ese choque, en esa tensión, en esa relación, te empiezas a dar cuenta de lo que pasa con tu centro. Que es subjetivo, como todos los centros. Pero déjame decir también que yo no hablo polaco y tengo una relación muy bonita con Warsaw Village Band. No hablamos un idioma común pero sí ocurre el lenguaje abstracto de la música. Y nos tocamos mucho, nos abrazamos mucho y tenemos experiencias encarnadas, sin lenguaje.
Ese interés por el idioma y las cosas que nos puede brindar aparece sobre todo en “MK”.
Sí, es una canción que está inspirada en la protagonista de una novela de María Reimóndez que va sobre una chica que nace en Tamil Nadu. Habla de su abuela que era activista política, porque en la India se votó antes que en España. Aunque tampoco es tan raro que se votara en cualquier lado antes que en España. En India tienen una tradición democrática que yo no conocía. MK es una mujer negra nacida en Tamil Nadu cuya familia se ve obligada a emigrar y acaba siendo una superstar, como Madonna. Al estar tantos años en Escocia acaba olvidando el idioma. Pasado mucho tiempo vuelve a su aldea, se encuentra con su mejor amiga y no la entiende. Imaginaos la frustración. Hay que imaginarlo: vuelves a tu origen y entiendes los fonemas pero no los conceptos. Ahí surgió la canción, de esa vivencia de la protagonista de la novela.
“Deixaas”, la canción, induce un trance a través de la mecánica.
Sí, creo que es por la cuestión polirrítmica. La polirritmia ternaria y el [ritmo] binario ordenando todo ello. Es el ritmo de nuestro flujo sanguíneo. Siempre que aparece el tres [rítmico], nos coloca en un trance. A mí me coloca en trance cantar ad libitum. Cuestión de oxígeno, por cómo retienes el aire. El trance no es una pretensión. Lo busco y, si lo consigo, me hace muy feliz. A mí me lleva ahí.
¿Por qué esa búsqueda del trance?
En el momento en que subo a escena estoy instalada en el trance. Salgo con esa intención, tener el trance yo. Para expandirlo. Salgo con esa actitud.
Tiene que ser cansado.
No, es armónico, porque el tiempo se para. Si hay un esfuerzo, mal vamos. El trance, en cierta medida, es estar muy presente. Y hay que salir con mucha modestia y humildad.
“Cabo de min” tiene un componente jamaicano muy atractivo. Y una parte de ese lenguaje tiene que ver con el asunto de la liberación.
No hay una reflexión sobre ello, no soy gran conocedora. En este caso es una cuestión estética, porque el reggae parte del [compás] 6/8 y la muñeira es ese mismo compás. El reggae es muy moderno, del siglo XX, no es tradicional. La tradición es creación colectiva, puede ser que le pasen tres o cuatro generaciones y acabe siendo tradicional, pero el reggae es popular en Jamaica. Utilizo ese tipo de arreglo porque es perfecto para cualquier melodía y ritmo ternario de Galicia. O de una compositora gallega, no tiene por qué ser de música folclórica tradicional.
“Linguas elementais” es el momento más explícito del disco. El más chocante también. Y aquí la lengua es la clave para articular acciones, no solamente discursos, esta vez en el ámbito feminista.
Creo que en este disco no hay discurso. Porque está lleno de contradicciones. Estamos a la intemperie. Es eso. Lo ponemos a la vista, porque podemos. Lo que ocurre aquí, sobre todo con estas mujeres poderosísimas, es acción. Yo lo que hago es crear el contexto musical. No muy amable, porque es lo que pide.
Es que la idea de estar a la intemperie tampoco es amable.
En ese sentido lo que no hay es pudor. Sí mucha energía. Y miradas periféricas que, en el momento que fueran generales serían hegemónicas, y entonces tendríamos que hacérnoslo mirar. Creo que es interesante pararse en el pensamiento de Sukirtharani, sobre todo cómo muestra el pensamiento en su cuerpo. O Yolanda Castaño, que está diciendo por qué no se va a acostar contigo. Pero no de una manera simple, está hablando desde un lugar en cierta medida urbano, de superficialidad, en contraposición con Sukirtharani que es el cuerpo desencarnado. Lo que hay es acción, sí. Creo que en este disco lo que hay por mi parte es muchísima observación.
¿Y eso es algo novedoso en tu obra?
[Duda] Pues a lo mejor no. Hay más observación en este, dejo espacio para desarrollos intelectuales de otras personas. Ocurre esa observación sobre acciones sociopolíticas. Sin juzgar.
En “Ela propón” conectas con el trabajo de Paul Preciado. Y combinas con un clásico latinoamericano como es “La Llorona”, lo cual no debe ser casual teniendo en cuenta la realidad machista y de violencia contra las mujeres que padecen en México.
[Carraspea] Es un grito, porque hasta llegar a ese punto hay puesta en escena, contextos, pero no está explícitamente gritado. Un grito de rabia, porque una puede ser muy contrasexual y muy queer, pero creo que es una mirada interesantísima: no existen géneros, no existen sexos… Vas al banco y te preguntan si eres hombre o mujer o qué estado civil… Lo ideal sería que no existiera organización por géneros o familias, ¿qué es eso?.. por favor… Todo esto no quita que estén matando a personas catalogadas como mujeres o de sexo femenino. Ese es el grito de rabia. Eso es para que toda la sociedad esté llorando por las esquinas. Y, dicho eso, soy una cría, “pequeña mamífera”, porque es lo que somos todos. Ellos, ellas, lo que sea, somos crías. Utilizo el femenino para volver a las periferias, otra subjetividad. Ella [Paul] propone algo muy interesante, que no existen los géneros. Y que pactemos a través de contratos, que no nos tenemos ni que casar, ni siquiera tener sexo. Que no sería tan complicado. Está el grito, el enfado y el planteamiento de cómo podría ser. Al final, lo más cierto, que somos animalitos primordialmente.
Intentando sobrevivir…
Sí, en el siglo XXI. Espero que no suene mesiánico. Yo soy simplemente una compositora a la que preguntan y entonces os lo cuento. Si cogéis el cd no va a haber nada explícito, no vais a encontrar una explicación de este tipo, pretendo las sensaciones. Os lo cuento con toda mi modestia y con todo mi cariño.
Para eso venimos a preguntarte, para saber más sobre el trabajo.
Lo corrijo por mi forma de hablar, porque a veces soy muy vehemente. Cuando hablo tan contundente digo “ay”. No tengo la cabeza tan bien estructurada como para decir verdades. Son mis subjetividades.
En cualquier caso, está bien defenderlas con pasión.
Sí, pero como siempre estoy pendiente de romper los liderazgos hago así, me recoloco.
¿Te da urticaria el liderazgo?
Sí.
¿El tuyo propio?
Sí, claro, porque soy bastante líder.
Lidiar con el liderazgo no es cosa fácil.
En mi caso, romperlo es más fácil porque nací catalogada mujer. Es más fácil porque estás en una subalternidad. Lo defines con más rapidez.
¿Siempre has sido líder?
No, yo nunca fui líder de nada, pero me doy cuenta de que en mis entornos tengo peso.
¿Esa percepción la has tenido siempre?
Sí.
¿Y te incomoda?
Sí. Pero no sé si es un aprendizaje por subalterna. Ahí están las contradicciones de la persona, porque nací en un seno familiar muy patriarcal. Ves mi compostura y es muy femenina. No sé si esto es originario o aprendido. Probablemente aprendido. Lo más seguro.