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Música
Ritual de lo excepcional
Nothing’s shocking, primer disco en estudio de Jane’s Addiction, demostró en 1988 que otro rock duro era posible. Hoy siguen sobrando los motivos para alzar las copas y encender 30 velas en honor a la obra del cuarteto liderado por Perry Farrell.
Algunas cronologías sobre el florecimiento de la Nación Alternativa sorprenden por su desprecio a los preliminares. Se aborda el asunto con poco tacto, anteponiendo el clímax al arrumaco. Se pone el acento en el hito, eludiendo la cadena de hechos que lo propiciaron. Huérfana de caricias contextuales, la libido historiográfica se nos reseca entre salmos y cabos sueltos. Antes de que Nirvana alcanzara aquel elocuente número uno —enero de 1992—, pasaron un montón de cosas.
Nothing’s shocking, el primer álbum en estudio de Jane’s Addiction, vio la luz el 23 de agosto de 1988. Dos semanas después, la revista Billboard, el BOE de la industria musical estadounidense, empezó a publicar la lista Modern Rock Tracks. Este ranking semanal —Alternative Songs desde 2009— se ocupaba de propuestas ajenas al rito de la corriente principal y fue la respuesta del mercado ante un contexto de transformación que culminaría en años sucesivos, cuando Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Alice in Chains, Stone Temple Pilots, Smashing Pumpkins e incluso Pantera rivalizaron con Mariah Carey, Garth Brooks, Michael Jackson, Whitney Houston o Michael Bolton en la zona alta de la lista de éxitos para todos los públicos.
El cuarteto angelino —Perry Farrell, Eric Avery, David Navarro y Stephen Perkins— llevaba un par de años funcionando y había publicado su estreno homónimo en 1987, a través de la indie Triple X. Uno de los dueños de la misma asegura que los socios del sello vendieron sus coches para costearlo. Aquel disco en directo fue voluntaria antesala a un intenso cortejo urdido por el propio grupo para dejarse querer por las compañías multinacionales. Puede sorprender que las grandes decidieran apostar por algo tan poco convencional, pero ese mismo año R.E.M. y Camper Van Beethoven también habían fichado por una multi. Y antes que ellos, grupos como Hüsker Dü y The Replacements. Más cerca de Jane’s Addiction, sus compadres Red Hot Chili Peppers y Fishbone —Flea y Angelo Moore colaboran en “Idiots rule”— operaban en una major desde el principio.
Paco Pérez Bryan (Málaga, 1956) fue ardiente cronista del advenimiento de la Nación Alternativa en nuestra radio pública. Y vivió con alivio la eclosión de Jane’s Addiction. “Parte del rock americano que llegaba, cosas como Guns N’ Roses o Bon Jovi, no me gustaba. Así que fue una mezcla de sorpresa y de alegría. Cuando llega un disco así, te llevas una hostia en la boca. En el mundo del arte en general, la verdad es de los que son libres. Y la libertad es muy difícil cuando firmas un contrato discográfico”.
Para el periodista andaluz, el mayor acierto del grupo fue liberarse de cualquier prejuicio, una loca combinatoria de elementos desbordando compartimentos estancos. “Perry Farrell es del tipo de gente que va por delante de su tiempo”, asegura. “El significado de este disco es ese. Con sus rarezas, sus problemas, sus adicciones, sus movidas, él ha convivido con el punk, el metal, los Beatles, Grateful Dead… Su inteligencia fue combinarlo todo, porque en aquella época eras heavy o eras punki o no sé qué… Esa actitud en el arte es convertirte en medio gilipollas”.
Jane’s Addiction compartían coordenadas espacio-temporales con la triunfante escena cock rock de Sunset Strip, la de Guns N’ Roses, Poison, Mötley Crüe o Faster Pussycat. Pero su expresión artística era completamente distinta e introducía un discurso novedoso en el que confluían hard rock setentero, afterpunk gótico, psicodelia exacerbada, pespuntes de funk y lírica contracorriente. Con Nothing’s shocking puedes bailar, pero la sensación de amenaza, de permanente desafío, nunca te abandona.
Jorge Fuertes (Madrid, 1978), batería de WAS y Agrio —antes en The Pleasure Fuckers, Nudozurdo o Doss—, descubrió el álbum en la adolescencia, pero todavía recuerda el impacto que le causó. “Tenían guitarras y baterías fuertes como otras cosas que ya había descubierto y me gustaban. Pero además había algo morboso, casi erótico, en ellos. Algo que fluía bajo la superficie y que era muy sutil. Era muy pequeño cuando los descubrí y fue una ventana abierta a una música menos cargada de testosterona, más arty de alguna manera. Sus portadas, sus vídeos o las crónicas que a veces leía de sus directos me parecían, aunque no creo que en ese momento fuera consciente de ello, una celebración hedonista e inteligente de la vida. Que su música tuviera un obvio influjo femenino e inclusivo creo que hizo que atrajeran a un público para el que Guns N’ Roses, por ejemplo, podía resultar excesivamente masculino”.
En la bitácora de Nothing’s shocking encontramos más de un asiento tempestuoso. Con la portada, por ejemplo, hubo gresca. La escultura de las siamesas compuesta por Perry Farrell —tomando como modelo a Casey Niccoli, su pareja sentimental y artística en aquel momento— fue rechazada por las principales tiendas de discos y Warner tuvo que esconderlo en bolsas de papel marrón. Con el clip de “Mountain song” pasó algo parecido. En algunos fotogramas se podía ver a Niccoli a pecho descubierto. Y la todopoderosa MTV se negó a emitirlo. En lugar de envainársela y volver a la sala de edición, el grupo lo publicó en VHS junto con el mediometraje Soul kiss.
El álbum fue abriéndose paso con el apoyo de las emisoras universitarias, altavoz indispensable en la popularización del fenómeno alternativo. Las trabas promocionales y mercadotécnicas no pudieron con él. En su momento vendió 250.000 copias. Ahora supera con holgura el millón.
Sorprende que una obra de esta naturaleza —levantisca, beligerante, excepcional— llegara a calar entre el gran público. Y desentrañar las claves de dicha conexión no es fácil. Para la periodista Laura Pardo (Madrid, 1974), el carácter del grupo tuvo mucho que ver con su fugaz triunfo, pero también la fe de Steven Baker, el jefe de producto que acompañó sus pasos desde las oficinas de Warner. “Hay veces que las cosas salen adelante por su propia energía, por mucho que al establishment más rancio no le agraden. De todos modos, en ese momento Jane’s Addiction tenía ya los recursos de una multinacional detrás, y en esa compañía alguien con más visión que el resto decidió seguir apoyándoles a pesar de las dificultades. Eran años en los que se agradecía cierta experimentación, nuevos enfoques, y afortunadamente la corrección política no había invadido aún el mundo creativo, a pesar de los cartelitos de explicit lyrics. Creo que los adolescentes de esa época estábamos un poco sedientos de algo rompedor, distinto, que sacudiera un poco los cimientos como en su día lo hizo el punk. Y ellos llegaron y lo bordaron”.
La cantante, compositora y escritora Ainara LeGardon (Bilbao, 1976) apunta a este respecto que “los caminos de la industria musical son inescrutables. Cuando pasan estas cosas suele ser producto de la combinación de varios elementos azarosos, de una necesidad —quizás en parte social— de ruptura con lo establecido, alguna jugada que le sale mal a alguien que ha invertido en algo, y, como consecuencia, otra jugada que le sale muy bien a otro alguien”.
Hace años que no escucha Nothing’s shocking, pero todavía es capaz de acompañar a Farrell mientras suena. Y también al resto de un equipo artístico que tuvo que bregar con la alargada sombra del líder. “Cuando trato de recordar alguna canción de este disco, lo primero que me viene a la cabeza es la línea de bajo. Después, la voz. Y luego recuerdo esas guitarras de Dave Navarro, y las baterías con efectos... Lo cierto es que la mezcla podría haber salido fatal. En realidad, se trata de un cóctel explosivo en el que, sin duda, cada elemento tiene su parte de responsabilidad en la reacción química”.
Jorge Fuertes reconoce que Farrell “era el neón, lo primero que te llama la atención del grupo, por su imagen, su peculiar voz, esas melodías tan marcianas”, aunque se apresura a matizar: “Para mí, la clave, y lo que mejor ha envejecido de ellos, es la base rítmica. Stephen Perkins y Eric Avery hacían flotar y a la vez anclaban a la tierra esas canciones. Magia”.
Laura Pardo coincide en este análisis sobre las individualidades del grupo y articula una reflexión ineludible: “El grunge y Nirvana se comieron los reconocimientos de todo lo que fuera medianamente alternativo. Cuando alguien se hace tan grande como Nirvana todo lo que hay alrededor se desvirtúa un poco. Las multis empiezan a intentar dar con ‘los nuevos x’ y muchas veces lo que se recuerda después no es lo que llevó espontáneamente hasta el punto de inflexión, sino todo lo que vino de manera un poco forzada tras él. Mi sensación es que Jane’s Addiction, durante unos años, que coincidieron con la primera época del Lollapalooza, sí tuvieron el reconocimiento que merecían, pero este se ha desvanecido”.