Música
Los drugos del Mediterráneo borran los rastros de carmín

Dos libros rescatan la historia del punk en Valencia, una historia extrapolable a miles de ciudades donde adolescentes se reunían en espacios públicos a pergeñar, sin mapa ni manual de instrucciones, aquello que su imaginación daba por punk.

Seguridad Social Introglicerina
Portada del disco Introglicerina, del año 1990, de Seguridad Social.

Dos volúmenes recién salidos: Interterror. Historia de un grupo de culto en la Valencia punk de Héctor Hugo Navarro, exquisitamente editado, casi un “libro de artista” que trasciende su propio contenido por su despliegue en formato y extras, y Miles de muchachos: una crónica oral del punk en Valencia, del periodista Eduardo Guillot, rescatan un momento, unos protagonistas y unas maneras condenados al olvido.

Diferenciados ambos por lo que abarca el objeto que se pretende rememorar. En el primero, a una de las mejores bandas de punk valenciana; mientras, el segundo recoge el recuerdo de los implicados en todo lo que tuvo que ver con la etiqueta, sin aplicar valoración alguna. Documentos necesarios, atiborrados de información y contexto. Dos volúmenes que consiguen aquello que pretenden: archivar y condensar una historia, que a pesar de lo pequeña y su escaso impacto, necesitaba ser preservada en papel.

Los autores han creado dos obras de carácter escribano, que contienen una historiografía inédita, ya que solo breves apuntes en las hagiografías punk patrias podemos encontrar respecto al punk valenciano. El rigor y el archivismo está presente en ambas, lo que las hace necesarias para acudir en el futuro a su consulta.

En la fábrica de montaje de los recuerdos

La oralidad y el recuerdo vertebran los dos títulos, como lo que hacían los hermanos Grimm, pero sin ennoblecer el retrato, ni tan siquiera a través de darle impronta intelectual que pretenda justificar el noble arte de la diversión adolescente.

Los autores aciertan al no aplicar el marco que ha impuesto la escuela del periodismo rock inaugurada por Greil Marcus: por aquí no verán rastro de vanguardias artísticas, ni el punk valenciano posee una mitología para ello. Drogas, peleas, inocencia y escasas pretensiones son el hilo conductor que confirman casi todos los interrogados.

Aquí no se intelectualiza todo aquello que su posterior escena pospunk, en la que Carmina Burana fueron uno de sus estandartes, sí hizo. Pero ya sabemos que todo lo post viene con apartado de citas bibliográficas incorporada.
Esta no es historia al contrapelo, es pura micro historia. Una historia extrapolable a miles de ciudades donde adolescentes se reunían en espacios públicos a pergeñar, sin mapa ni manual de instrucciones, aquello que su imaginación daba por punk. Los rituales de la tribu no estaban uniformados, no se había plegado espacio y tiempo, ya que todavía no había internet.

Y cuando ocurrió todo aquello, el punk ya era una moda lejana que era continuada de forma ortodoxa por la segunda generación surgida a comienzos de los años 80, que hizo del espectáculo original culto. Pasa en todos los géneros: los pioneros son heterodoxos inconscientes de sus hallazgos y quienes los continúan quieren revivir ese éxtasis de la primera vez a perpetuidad.

Olvidados en el Mediterráneo

Es cierto que la escena valenciana no fue pionera en lo referente al punk, aunque sí lo fuera en el rock’n’roll estatal como fue el caso de Los Milos de Bruno Lomas. Y aunque suele recaer la simple mención a Interterror como grupo relevante, fueron Seguridad Social los más articulados y la mejor banda que salió de allí.

Debido a su posterior éxito se les suele borrar de la historiografía, como si fuera alguien con quien te has dejado de hablar. Error de bulto. Sus primeras grabaciones, desde su maqueta ¡¡Konsspiración!! hasta llegar a su segundo álbum, La explosión de los pastelitos de merengue, que llegó a ser editado en Venezuela en su momento, muestran a una banda dotada de un singular anexo de los primeros The Clash o Undertones con el pospunk más radiable y menos disonante.


Y aunque Interterror sean la leyenda de la ciudad por méritos propios —son los de sonido más confrontativo—, el olvido al que se someten esas grabaciones de Seguridad Social señala más bien la miopía de cierta crítica valenciana. Seguridad Social, bien conscientes de su herencia, grabaron una canción con Bruno Lomás, que coincide justo con el comienzo de su decadencia creativa.

Todos los protagonistas sacan a relucir la errónea condición de pioneros otorgada a Doble Zero, quienes publicaron en 1978 su álbum Abre tu mente, concomitantes con La Banda Trapera del Rio o Rockcelona. Su molde, al igual que La Trapera, era más bien el hard rock de experiencia suburbana siendo Doble Zero inferiores en todo a estos. Aun así, su rock macarra cuenta como pálido puntal de lo que vendría después. Otros pioneros como La Morgue, más cercanos a la nueva ola, sí tienen la justa consideración de pioneros con solo unos singles publicados.

Éxtasis, Sade, La Morgue, Nuevo Ejercito de Salvación, KK For Yu y su continuación Cómplices o La Resistencia son de los pocos de los que existen grabaciones, la precaria industria discográfica valenciana tampoco ayudo mucho. Estamos hablando del arco temporal que va de 1981 a 1987. Incluso grabaciones que merecieron mejor suerte, como Extrema Cordialidad Homicida, banda que profesaba un amor irredento por los Killing Joke más tremendistas. O Cómplices, cuyo lp De espías, policías y ladrones espera aún reivindicación. Fueron los más cercanos a la escuela Ramones y podemos considerarlos nexo de la posterior escena de pop punk de Castellón de los años 90, la que alumbró a Shock Treatment y Depressing Claim.

Muchos de aquellos fueron arruinados por sus productores, flagrante en el caso de las grabaciones de Éxtasis, que sepulta cualquier posible apreciación, y las difumina, tanto en el caso de La Resistencia como Nuevo Ejército de Salvación. Y sí, me refiero esas producciones ochenteras blandengues, planas y sin dinámica, que algunas voces revindican hoy.

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Que el impacto del estreno de La naranja mecánica fuera un hecho aglutinador y de adhesión al punk, dato que muchos de sus protagonistas reafirman, ofrece el mejor resumen de todo aquello. Al igual que en la formación del punk en Brasil fue determinante el estreno de la pelicula Warriors más que el disco de Sex Pistols. La violencia como motor de adhesión a la tribu no es sostenible en el tiempo, y más teniendo en cuenta que Valencia ha sido reserva del movimiento skinhead neonazi.


El fin de todo aquello se vislumbra en la crónica que hacen sus protagonistas del concierto de Angelic Upstarts en el Polideportivo de Sedavi junto a La Resistencia y que acabó en tumulto sobre el escenario por unas palabras de Mensi sobre el dictador Franco. Unas declaraciones de Guillermo Escribano, cantante de Interterror, recogidas en Miles de muchachos... retratan bien aquella desideologización, que casualmente siempre tiende a caer en el lado derecho del espectro ideológico: “Angelic Usptarts eran decididamente de izquierdas. Tenían un tema que estaba pegando mucho, ‘Solidarity’; como la gente la oía en discotecas, pues fue al concierto para descubrir que era un grupo de rojos”.

Ese posterior movimiento oi!, que no ofreció nada musicalmente hablando, y su derechización parecen entroncar más con el posterior nacional bakala que tuvo como eje el corredor mediterráneo que con el punk. Historia, la de la ruta del bakalao, que últimamente ha sido sometida a un revisionismo que raya la fantasía en su apreciación de los hechos y logros.

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