Música
La copla cautiva

La maquinaria propagandística de la dictadura usó la copla, que significativamente rebautizó como “canción española”, para la construcción de una artificiosa identidad nacional. Pero en el género sobrevivió también la perspectiva “femenina”, popular y jalonada de disidencia de género.

Concha Piquer
Recorte de la portada de uno de los discos recopilatorios de Concha Piquer

Cuando Concha Piquer entonaba aquello de “Si canté para dos razas/ y las dos me han entendido, / ya puedo morir tranquila”, la España con regusto a posguerra a la que se dirigía sabía perfectamente de lo que estaba hablando. Unos y otros —vencedores y vencidos— escucharon y tararearon sus canciones.

En Coplas para sobrevivir la investigadora Stephanie Sieburth analiza precisamente el uso de sus grandes éxitos para la elaboración del duelo de los vencidos en la Guerra Civil. Un duelo, claro está, forzosamente clandestino. La identificación emocional con aquellas desgarradas historias, por ejemplo la búsqueda infructuosa del amante desaparecido de “Tatuaje”, funcionaba como mecanismo sustitutivo de gestión de las terribles pérdidas, ausencias e incertidumbres que la mitad de la población estaba condenada a enfrentar en silencio.

Mientras la Piquer triunfaba en la España franquista, un represaliado Miguel de Molina — simpatizante de la República y verdadero icono de visibilidad homosexual en la época— seguía cantando desde el exilio. Cantaba copla.

Y es que la copla no es franquista; el Franquismo secuestró la copla. Como secuestró, por otra parte, la vida toda.

La maquinaria propagandística de la dictadura usó lo que significativamente rebautizó como “canción española” para la construcción de una artificiosa identidad nacional donde la versión más maniquea de lo gitano se asimilaba a lo andaluz y este a su vez a lo español. Pero entre las grietas de este perverso juego de apropiaciones los aspectos más disruptivos del género, que precedía con mucho a la dictadura, siguieron creciendo como una hierba persistente.

Además de insoslayable archivo de la memoria en un sentido generacional, la copla constituye un verdadero registro de la memoria LGTB+ española mucho más allá del Franquismo

Bajo la atenta mirada del panóptico torpón de la censura franquista estas canciones transmitían valores patrióticos y conservadores, así como un discurso de control sobre la autonomía femenina. Sin embargo el hecho de que lo hicieran precisamente mediante contramodelos del ideal de la mujer nacionalcatólica proveía a las feminidades subversivas de un potente lugar de enunciación. Frente al recato del ama de casa del Régimen, protagonistas como La Parrala o La Lirio expresaban su deseo sexual y ocupaban lugares de socialización masculina.

Los destinos más habituales de estas femme fatales cañís —final trágico o redención mediante el matrimonio— constituían un insistente mensaje condenatorio, condición de posibilidad para la aceptabilidad de las coplas. Pero lo cierto es que la mera puesta en escena de estas feminidades “desviadas” suponía en sí misma un desafío a la supuesta labor moralizante del género.

Y es que con sus historias sobre prostitutas (“Ojos verdes”), madres solteras (“Y sin embargo te quiero”), amantes (“Romance de la otra”) y en general pasiones difícilmente contenibles en la estrechez del matrimonio heterosexual católico, la copla transitó siempre entre el adoctrinamiento patriarcal y la representación de distintas transgresiones de género.

El subtexto gay de muchas de estas canciones, especialmente aquellas con letra del divino Rafael de León, es bien conocido. No hay más que pensar, por ejemplo, en los amores ilícitos y el sexo efímero en un ambiente portuario de marginalidad de la propia “Tatuaje”, la velada alusión a la prostitución masculina en la versión de “Ojos verdes” de Miguel de Molina o cuando él mismo cantaba esa delicia de “yo estoy compuesto y sin novia/ porque tengo mis razones”.

Buena parte de las iniciativas intelectuales de puesta en valor de la copla se han centrado en la cuestión de la memoria: desde su relevante papel en lo que Manuel Vázquez Montalbán denominó la “crónica sentimental” de toda una época a la consideración de las folclóricas como verdaderas “celadoras de la memoria colectiva” en palabras de Terenci Moix. También la genial Martirio aborda esa cuestión en sus conferencias cantadas sobre el tema. Pero además de insoslayable archivo de la memoria en un sentido generacional, la copla constituye un verdadero registro de la memoria LGTB+ española mucho más allá del Franquismo.

A la larga tradición de travestismo español en clave folclórica desde Paco España a Nacha la Macha hay que sumar las numerosas reelaboraciones del género en clave queer en la Transición. De la vehemencia de Rafael Conde “El Titi” (“¡Libérate!, ¡libérate! / no vivas más oprimido/ y busca tu felicidad/ porque aunque muchos te critiquen/ el que lo prueba repite/ yo no sé por qué será”) a la bien conocida utilización de los códigos visuales de la copla en el cine de Almodóvar pasando por las prácticas folcloartísticas de desobediencia de género de Ocaña, numerosas han sido las resignificaciones de esta parcela de la cultura popular que había sido cautivada por la ideología franquista.

Por supuesto que gran parte de las reticencias hacia la copla han tenido que ver con ese lacerante cautiverio. Pero el tradicional desprecio de las élites intelectuales de nuestro país a este género va mucho más allá

Fue vilmente instrumentalizado por una dictadura sangrienta, sí. Pero también es el repertorio que cantaban nuestras abuelas mientras fregaban la escalera, llorando en la historia de “La Zarzamora” las penas que acaso no se podían permitir lamentar de sí mismas. Son las canciones que han mantenido vivas aquellos transformistas que se comían las hostias de los grises una noche sí y otra también. Los lip sync de las coplas de Juanita, Lola o Marifé —con bien de pendientazos y laca— han sido estandarte de la a menudo clandestina vivencia LGTB+ hispana mucho antes de que supiéramos quién era RuPaul.

También tenemos, no lo olvidemos, genealogía más acá de Stonewall.

Claro que su secuestro por la parafernalia franquista motivó en gran medida que en épocas más recientes el género haya tenido que lidiar con la amenaza del olvido y el menosprecio intelectual, pero la copla también fue (es) sobre todo una encrucijada de otredades: una música —toda una cultura— “femenina”, popular y jalonada de disidencia de género. Y eso, queridas, sí que no se perdona.

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#38408
17/8/2019 11:27

No se puede obviar e cualquier alusión crítica que se haga de la copla que es uno de los vehículos de transmisión de los valores heteropatriarcales más hirientes (sumisión, esclavitud, menosprecio, celos) que rezuman machismo rancio con oropeles, volantes y clarinetes.
Y mencionar la primera estrofa del “emigrante” produce como poco dentera:
“Me voy a hacer un rosario
Con tus dientes de marfil...”

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Jahiime
19/8/2019 23:08

Sobre la primera estrofa del emigrante: a mí me pasaba lo mismo de pequeño. Después ya entendí que era algo metafórico, pero me tiraba mucho p'atrás.

Creo que la Copla habría que enseñarla desde su contexto histórico y, a la vez, reconstruirla en el nuestro. Por ejemplo, en una clase de infancia: explicar qué se va a escuchar, cómo eran las condiciones del pueblo en general y de la mujer en particular en esas fechas. Breve introducción histórica. Después, un par de copias, por ejemplo y más tarde, coloquio: qué había de subversivo en la copla en su época, con que choca viéndola con los ojos de hoy?

Y paro ya, que soy un cansino! Saludos!

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#38380
16/8/2019 11:18

Estupendo artículo, yo añadiría que tampoco se perdona que la copla se cante en andaluz....el castellanocentrismo se rasga las vestiuras!

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Regina Farré
15/8/2019 12:12

Cuando era pequeña en Barcelona me comía lo que no me gustaba si mi abuela materna me cantaba “ojos verdes”. Cuando todavía no tenía filtros ideológicos que me limitaran estas historias de rompe y rasga me fascinaban.

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Luis R.T.
15/8/2019 10:18

Creo que en este artículo reivindicativo del carácter más popular de la copla falta una referencia obligada a alguien que sin complejos volvió a recuperar ese carácter popular y reivindicativo, me refiero a Carlos Cano. Él inició el camino para quitarle la caspa a la copla además de interpretarla magistralmente. Camino que luego siguieron entre otras la no menos genial Martirio.

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Lidia García
15/8/2019 10:43

Tienes toda la razón, Luis: la labor de Cano fue inconmensurable. Sin que sirva de disculpa creo que tal vez por eso mismo he caído inconscientemente en el error de darla por conocida pero por supuestísimo que es referencia obligada, sí. Gracias por la aportación, un saludo.

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Jahiime
15/8/2019 13:00

Hola. Yo también habría añadido a "El emigrante" de Juanito Valderrama. Valderrama fue republicano y, según tengo entendido, querría haberla llamado "El exiliado".
De todas formas, muy buen artículo.
Saludos!

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J Leopoldo
16/8/2019 0:33

De acuerdo con ustedes!
Además de señalar que Carlos Cano rindió tributo a la otra copla ibérica, el fado portugués.
Saludos.

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Anónima . Nómada,,,y desde siempre.
16/8/2019 19:54

y Carlos Cano un gran andaluz...universal

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Zamorana
15/8/2019 14:04

Quizá en este interesante y buen artículo sobre la copla habría que citar al poeta salmantino, José Miguel Ullán, quien a su vuelta de París, donde vivió algunos años, se dedicó a ¿difundir? La copla en conferencias que incluían audiciones en aquel momento (finales de los 70) incomprendidas al menos por mi y que poco a poco, y a la luz de esta interpretación, puede tener su significado.

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Anónima . Nómada,,,y
16/8/2019 19:51

Viva Carlos Cano,!! fue un muy especial artist andaluz, y no cejó en su empeño es der andaluz en todo lo que decia y tocaba.

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