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Música
Neneh Cherry, la obra como conquista
Top of the Pops, el boletín catódico oficial de la industria disquera británica, empezó a emitirse en enero de 1964 y permaneció en la parrilla de la BBC hasta 2006. Nada extraño, porque convocaba a muchísimas personas frente a la pantalla. En su época de mayor apogeo, finales de los años 70, la media era de 15 millones de espectadores por episodio. Por aquel entonces, el grupo punk escocés The Rezillos le dedicó una de sus mejores composiciones, equiparándolo con “el mercado de valores de tu estéreo”, aunque luego no tuvo reparo en pisar aquel parqué. Antes o después, todos pasaban por ese tentador aro promocional. Actuar en Top of the Pops garantizaba un ratito de gloria mediática. En modo playback, eso sí.
Neneh Cherry nació en Estocolmo el mismo año en que comenzaron las emisiones del programa. En diciembre de 1988 presentó en él su primer sencillo, “Buffalo Stance”. Y dejó huella. Porque las jóvenes raperas no solían asomar al access de la tele pública británica. Y si estaban embarazadas de siete meses, menos aún. Ahora no es raro que las estrellas pop destapen el vientre durante la gestación, pero aquel era otro contexto. Y Neneh era otro rollo. Definitivamente.
Antes de su paso por Top of the Pops, Cherry hizo callo en los márgenes. Siendo adolescente, había formado parte de la comuna punk londinense y conectado con The Slits y The Pop Group. También fue locutora en la radio pirata Dread Broadcasting Corporation —especializada en música negra— y cantó en un grupo tan poco convencional como Rip Rip + Panic. Además, tendió puentes con el mundo de la moda a través de Buffalo —el ecosistema creativo auspiciado por el estilista Ray Petri— y estableció conexión con colectivos como The Wild Bunch, embrión de Massive Attack.
Tenía una visión artística mucho más amplia que la media, había crecido en un entorno rico en estímulos culturales y acumulado experiencias entre Long Island y la campiña sueca. Su madre, ‘Moki’ Karlsson, era artista plástica. Y su padre, Ahmadu Jah, un percusionista de Sierra Leona establecido en la península Escandinava. Cuando aquella relación terminó, Moki se unió al legendario trompetista de jazz Don Cherry. Este fue quien introdujo a Neneh en la tribu del imperdible en 1979, al impulsar una gira británica en cuyo cartel confluían músicos de jazz, reggae y punk.
“Capturó totalmente el espíritu ecléctico de los años 90, aunque se publicó a mediados de 1989”, valora el periodista Juan Cervera sobre el primer disco de Neneh Cherry
Juan Cervera es asesor editorial de la revista musical Rockdelux y dirigió su redacción durante décadas. Ha seguido los pasos de Neneh Cherry desde los tiempos de Rip Rig + Panic y conoce su obra en profundidad. Al valorar la trascendencia de los años formativos de la cantante, subraya la libertad creativa como “consigna clara” y explica cómo ese background previo a Raw Like Sushi —su primer álbum— es crucial: “Todas sus inquietudes confluyeron en Raw Like Sushi pero articuladas en una dirección más clara y segura. Capturó totalmente el espíritu ecléctico de los años 90, aunque el álbum se publicó a mediados de 1989”.
Al músico y productor Guille Mostaza —conocido por su trabajo en el grupo Ellos y por las decenas de producciones discográficas que ha realizado desde su estudio de grabación, Alamo Shock— no le parece raro que Neneh empezara por ahí. “Teniendo en cuenta que la mayor parte de su familia se dedica a músicas más clásicas pero siempre con el arte de fondo, me parece hasta natural que empezase por el rollo experimental. Al fin y al cabo, qué mejor manera de romper con todo, especialmente viniendo de Estocolmo, que es un sitio en el que el jazz, el folk y el canto coral son receta básica”.
Mostaza también recuerda el impacto que “Buffalo Stance” causó en él, la sensación de estar ante algo indudablemente novedoso que, a la vez, establecía anclajes con una tradición y ponía sobre la pista de una artista con todos los atributos: actitud, talento, conocimiento, experiencia, imagen. “Me pilló en esa época en la que yo salía de gozarlo todo con la factoría Stock, Aitken y Waterman. Al escucharlo, me resultó entre familiar, en términos de sonido, y moderno en cuanto a las percusiones y los loopeos. Era algo que nunca había escuchado fuera del hip hop. Me pareció un hit instantáneo, de esos que se te quedan grabados. Y, a día de hoy, se puede decir que es parte de la música contemporánea”.
La trayectoria por cuenta propia de Neneh Cherry es digna de elogio por muchos motivos. Sus tres primeros álbumes —a Raw Like Sushi le siguieron Homebrew (1992) y Man (1996)— la consolidan como inusual estrella pop, capaz de asimilar lenguajes de muy diversa procedencia para extraerles una sustancia distinta, siempre personal. Además, formaba equipos de trabajo desbordantes de talento. Ese es otro de sus dones. “Sí, sabe rodearse de los mejores colaboradores, y eso es una virtud de los grandes artistas: tienes una visión de tu obra y buscas a los mejores arquitectos para construirla”, asegura Cervera.
Esa propensión a la búsqueda y a los proyectos comunitarios le permitió anticiparse a un futuro del que otros iban a sacar jugosa tajada casi de inmediato. La ecuación del trip hop, uno de los géneros más exitosos e influyentes de la década de los 90, suele despejarse sin tener presente su aportación. Y así es imposible que salgan las cuentas. “Creo que actualmente resalta más el lado callejero de Raw Like Sushi, su conexión con las subculturas urbanas del momento”, prosigue Cervera. “Su olvido en relación con el sonido Bristol, que el tópico reduce a Massive Attack/Tricky/Portishead, creo que tiene que ver con la propia actitud de Neneh, poco dada a ensalzar su pasado y engordar la nostalgia”.
“Es algo que siempre me ha parecido admirable, romper con todo y no ceder a los encantos de lo fácil, de la fama, el modo de vida de la típica superestrella”, señala Guille Mostaza sobre el retiro de Neneh Cherry
En 1993 se estableció en Alhaurín El Grande, en la provincia de Málaga. Allí nació su hija Mabel, diva del pop británico comercial más reciente. Allí se dispararon las fotos de portada de Man, puro alegato del femenino meridional. Y allí residió hasta el final de la década, en un retiro voluntario que duraría casi dos decenios y que ratificaba su condición de artista ajena a cualquier yugo. Hizo mutis en 1996, cuando todavía disfrutaba del descomunal éxito de “7 Seconds”, una de las canciones más significativas de los años 90 que interpretó junto al griot senegalés Youssou N’ Dour. La vida tranquila a la vera del Guadalhorce le parecía mejor plan que el estrellato.
“Es algo que siempre me ha parecido admirable, romper con todo y no ceder a los encantos de lo fácil, de la fama, el modo de vida de la típica superestrella”, señala Guille Mostaza. “Tiene pinta de ser una persona muy accesible y humana. De hecho lo que me hizo indagar más en su personaje fue cuando leí su nombre en los créditos del This is Hardcore, de Pulp. Se hacía cargo de unas voces lejanas que suenan en ‘Seductive Barry’. Y ahí caí rendido. Otras de esas decisiones poco convencionales e impredecibles que ha tomado en su carrera, como cantar con Peter Gabriel o Gorillaz, por ejemplo. Pero de todas maneras, de alguna forma era volver a sus orígenes familiares, a los que el jazz dio de comer. Las raíces son las raíces”.
Para Juan Cervera, la retirada no es el síntoma sino la consecuencia de su naturaleza artística: “Me pareció la confirmación de su absoluta libertad y de que tomaba las riendas de su vida personal al margen de las expectativas de público e industria. Pocos se atreven a dar un paso así y bajar la persiana del éxito”.
Su regreso a la actividad discográfica, acaecido en 2012, volvió a desafiar toda convención. Estableció alianza con el grupo escandinavo de jazz dislocado The Thing y seleccionó un repertorio abierto a sonidos de avanzada en el que cabían adaptaciones de The Stooges, MF Doom, Ornette Coleman o Suicide. Nada de concesiones al hidromasaje chill o a la caricia del muzak adulto. Duro y a la encía.
“Hace música de forma muy natural pero podría haber elegido cualquier otra manera de expresarse. Hay una esencia artística ahí que habría salido de alguna manera”, opina la cantante Itziar Yagüe
Itziar Yagüe es cantante de blues y jazz, además de periodista. Siguió los pasos de Cherry durante la primera mitad de los años 90 y los perdió con el retiro, pero reconoce que el reencuentro con su producción contemporánea ha sido “inspirador y aleccionador”. Sobre todo cuando escucha The Cherry Thing (2012). “Ella no ha cambiado”, afirma con rotundidad. “Hay una madurez en su voz. No me parece una cantante extraordinaria en el sentido de las grandes voces. No es Beyoncé ni creo que se le haya pasado jamás por la cabeza serlo. Es una artista en la que lo que importa es la personalidad, y eso está todo el tiempo. Oyes su voz y la reconoces. Lo que ha cambiado es la clase de música que hace, cosas dificilísimas de cantar”.
Para Yagüe, la clave está en la actitud. “Su voz es parecida pero ella no se ha quedado en el sitio cómodo. Podría haberlo hecho, pero no. Eso ha sido la muerte artística de otros artistas, pero ella ha ido buscando territorios en los que no estaba cómoda. Por eso la envidio, porque es muy valiente. Hace música de forma muy natural pero podría haber elegido cualquier otra manera de expresarse. Hay una esencia artística ahí que habría salido de alguna manera”.
Neneh Cherry no ha dejado de darnos alegrías últimamente. Los álbumes Blank Project (2014) y Broken Politics (2018), auspiciados por el pequeño sello noruego Smalltown Supersound y elaborados junto al visionario productor electrónico Four Tet, ratifican su inconformismo. Hablamos de una artista que, gracias a su madurez, conocimiento y actitud, puede seguir ofreciendo obras impares. Itziar Yagüe está convencida de ello y espera que retome la senda iniciada en The Cherry Thing: “En unos años nos va a volver a volar la cabeza, le queda carrete, puedes esperar cualquier cosa de ella y eso es fabuloso”.
Juan Cervera coincide con Yagüe: “Aquí volvemos al principio: sus últimos trabajos están tan fuera de norma como los de los primeros años 80. Nos puede sorprender con cualquier cosa. Personalmente, me encantaría un nuevo trabajo con The Thing. En The Cherry Thing y en la gira del disco pude ver a una Neneh Cherry sin límites, chorreando magnetismo y libertad”.