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El 4 de octubre se cumplirá un siglo del nacimiento de Violeta Parra. Figura cardinal de la cultura panamericana, artífice de una obra multidisciplinar —música, textiles, escultura, pintura— que hunde sus raíces en lo popular y se proyecta hacia territorios de avanzada, sigue convocando el interés de investigadores, melómanos y artistas de todo el mundo. Su trabajo, amplísimo y poliédrico, ha dejado una huella profunda y duradera en la memoria colectiva de América Latina y sigue siendo motivo de merecido estudio. Cada día se la conoce un poco mejor, pero permanece la sensación de que todavía hay mucho por descubrir.
Miembro central de una estirpe artística de extensa nómina, era hija de un profesor de música y una tejedora y creció en un ambiente rural y modesto. Su interés por las canciones aflora durante la pubertad, cristaliza en la juventud y se desarrolla en los primeros años de madurez. Se impuso la misión de preservar y divulgar la música folclórica de Chile. Y viajó por todo el país buscando canciones, recopilándolas, conjugándolas con las composiciones de cosecha propia, dándolas luego a conocer a través de la radio o en sus largas incursiones por Europa en las décadas de los 50 y 60. Llegó a abrir las puertas del Louvre antes de regresar definitivamente a Santiago en 1965. Instaló una carpa en la comuna de La Reina para convertirla en punto de encuentro artístico. Y fue allí donde se suicidó el 4 de febrero de 1967, recién terminado el álbum Las últimas composiciones, antes de cumplir cincuenta años.
El legado de Violeta
Entre los administradores de tan apreciable legado se encuentra su nieta Tita Parra (Santiago, 1956). Actuó el pasado julio en el festival cartagenero La Mar de Músicas y regresará este mes a España para cerrar, junto a su madre Isabel, la presente edición de Barnasants, que este año ha estado dedicado a la memoria de ‘La Viola’, siendo Chile el país invitado al ciclo. El concierto tendrá lugar el 16 de septiembre en la localidad barcelonesa de L’Hospitalet de Llobregat.
Tita asume la responsabilidad de representar la memoria de su abuela con un talante similar al de aquella. No hablamos solo de trabajo, sino de algo que está por encima de rutinas laborales o inercias mercantiles. “Para mí es una tarea indispensable de resistencia cultural, defensa de valores e identidad”, explica a El Salto. “No solo por difundir el legado de Violeta, también porque su obra y su significado son absolutamente vigentes y necesarios. En la realidad que vivimos actualmente estamos controlados, invadidos e intoxicados. La vida impuesta y los falsos valores, las injusticias y desigualdades, la destrucción del medio ambiente, la discriminación y mediocridad han llegado a un nivel extremo. América Latina está a merced, y abandonada, a este sistema que roba, manipula, distorsiona la vida con certificados legales. El arte y la cultura popular son herramientas de lucha para despertar y crear alerta, motivar, denunciar y defender la vida verdadera”.
Música y política
Resulta difícil referirse a la obra de Violeta Parra obviando su dimensión política. Hablamos de una mujer de extracción humilde, del campo, abriéndose paso de forma autodidacta en un contexto precario hasta instalarse en el inconsciente colectivo latinoamericano para, desde allí, ejercer una influencia indiscutible, que trasciende los límites continentales.
Su legado fue denegado e ignorado por las dictaduras y falsas democracias. Por la mentalidad desquiciada de nuestras sociedades enfermas
La connotación ideológica de su trabajo, su propia biografía y la dolorosa deriva histórica chilena tras el golpe de estado de Pinochet, invitan a preguntarse hasta qué punto ese sustrato de ideas ha contribuido a su relativa ausencia en el marco cultural institucionalizado de su país. Tita Parra parece tener clara la respuesta: “Hay mucho por estudiar e interpretar. Su valor como mujer en la sociedad de su época, su trabajo artístico liberador, su antropología y poesía hoy se están percibiendo con mucha más profundidad que antes, pues no había condiciones para ese entendimiento. Su legado fue denegado e ignorado por las dictaduras y falsas democracias. Por la mentalidad desquiciada de nuestras sociedades enfermas. Hoy día podemos decir que Violeta está siendo posicionada en Chile y el mundo, poco a poco, en el sitio que merece. Pero esto es un comienzo, va a seguir ascendiendo. Violeta es así. Y Chile, un país dañado”.
La periodista musical chilena Marisol García (Michigan, 1973) es una de las personas que ha asumido la tarea de profundizar en tan valiosa herencia. El año pasado publicó el libro Violeta Parra en sus palabras (Entrevistas 1954-1967), impelida tanto por la curiosidad profesional como por la escasez de material bibliográfico sobre la cantora del Biobío. El compendio de este preciado material de archivo ha consolidado su percepción, pero también la ha ampliado. “En las entrevistas había algo todavía nuevo y es el afán didáctico que guiaba gran parte de su esfuerzo”, afirma. “Parecía tomar las entrevistas como una oportunidad de darnos algo así como lecciones sobre folclor y tradición popular. Se aleja por completo de la dinámica de promoción y autorreferencia frecuente en los artistas. En sus entrevistas habla de la tradición que admira, y a la que ella honra, mucho más que de su propia obra. Entendí que vio su trabajo siempre dentro de un cauce mayor”.
Para García, el discurso es clarividente: “Es como si su mensaje no estuviese solo ajustado a su tiempo y contexto, sino que fuese capaz de instalarse mucho más allá de estos, ofreciendo por ello no solo vigencia atemporal sino también apelación universal. Sucede con otros autores, no muchos; pero cuando está es algo que se distingue de inmediato, pues sacude en circunstancias diferentes y con similar fuerza. Son mensajes necesarios que vienen de voces auténticas”.
Las canciones de Violeta hicieron mella entre coetáneos a ambos lados del charco y fueron escuela natural para la generación cantautora emergida desde mediados de los 60
Confirmar esta tesis no resulta complicado. Las canciones de Violeta hicieron mella entre coetáneos a ambos lados del charco y fueron escuela natural para la generación cantautora emergida desde mediados de los 60. Pere Camps (Barcelona, 1955) es el director del festival Barnasants. Descubrió su música y la de otros artistas chilenos como Víctor Jara, Inti-Illimani o Quilapayún después del golpe militar contra Salvador Allende. Reconoce que fue su puerta de acceso a la canción latinoamericana en general, pero destaca a Violeta y a Atahualpa Yupanqui como pilares que sustentan esa nueva vía expresiva. “En mayor o menor medida, es evidente la influencia de Violeta en particular y los demás referentes de la canción latinoamericana en los cantautores ibéricos”, asegura, antes de aventurar que “el impacto realmente lo veremos en el futuro; la nueva generación de cantautoras y cantautores nacidos con el 15-M la están descubriendo y esto dará sus frutos”.
En Chile la reivindican músicos del ámbito pop y rock que nacieron mucho después de su fallecimiento, como Javiera Mena, Los Bunkers, Lucybell o Gepe. Este último, santiaguino de 1981, evalúa la influencia de Violeta entre los artistas de su generación de forma clara y meridiana. “Tiene que ser tan importante como lo fue The Velvet Underground para el mundo anglo”, sentencia. “Es paralelo. Es profundamente latinoamericana, musicalmente hablando. Y, a la vez, profundamente vanguardista. Como The Velvet Underground. Esa es la influencia que tiene Violeta Parra para los latinoamericanos. Y va a ser así para siempre. Es un mito, un punto de referencia”. La describe como una presencia indestructible, que aparece incluso en libros de texto del primer ciclo escolar. Y niega cualquier veto oficial a su figura, antes de aportar una interesante apreciación sobre la misma: “Nunca la sentí política, además. La sentí real, la sentí concreta, fundida en la masa. Sentí que era poesía que podía haber sido anónima chilena o latinoamericana. Lo político en ella es una dimensión, pero su humanidad va más allá de lo meramente político o social. Trasciende absolutamente. Es fuerza, básicamente”.
Pedro de Dios Barceló (Úbeda, 1979), cantante y guitarrista del grupo jienense de blues Guadalupe Plata, entró en contacto con la música de Parra hace un par de años, mientras producía en Santiago el álbum homónimo de La Big Rabia publicado en 2016. No se le olvida. “En uno de los descansos, Felipín, el técnico de sonido, me enseñó “El gavilán” —evoca— y aquello sonaba realmente extraño, me quedé fuera de sitio. Era una pieza diferente, oscura, vanguardista y popular, destinada para el ballet”.
El impacto de aquella primera escucha resuena en Guadalupe Plata, el nuevo álbum del trío andaluz, que incluye una alucinante versión de “¿Qué he sacado con quererte?” como corte de apertura. “[La obra de Violeta] Tiene algo que me atrapa y hay muchas cosas de su música que, de alguna manera, me gustaría robar. Conforme la vas escuchando te das cuenta de la inmensidad de su música. En su obra se recoge todo el folclore. Además, lo amplifica y le da forma. Es una especie de Alan Lomax pero con un sentido más artístico de la música. Representa de alguna manera pasado, presente y futuro”, resume el músico.
El carácter dual de la obra de Violeta —rito/vanguardia, preservación/renovación— y la sospecha de que su intrincado universo creativo está pendiente de una exploración integral, complican la extracción de conclusiones categóricas al evaluar tan inmenso corpus. “Es inasible, yo no la puedo comprender en su totalidad, y eso es lo más atractivo. Vamos a seguir descubriendo cosas de Violeta hasta el fin”, advierte Gepe.
Mejor abreviar y quedarse con lo sencillo, con lo inmediato. Marisol García tiene claro que su principal enseñanza es la de “la verdad de la tradición y la tierra”. Dicho de otro modo: “No es necesario complicarse la vida con sofisticaciones ni pretensiones urbanas si lo que se busca es afirmar la propia voz. Lo que necesitamos saber está latiendo hace mucho entre cantores y poetas sin fama ni fortuna pero apegados a su entorno. Nuestra tarea es recoger sus lecciones y luego afirmar en ellas nuestra propia expresión”.
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Es maravillosa esta lectura un compendio del valor humano artistico y el inmenso legado cultural que ha dejado Violeta al mundo. Su vida es un ejemplo de versatilidad e incansable investigacion de lo pictorico habitos historia aplicados a su gigantesca habilidad e intelecto.