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Opinión
¿Y por qué no se llama el “Caso Acciona”?

Escuchando los audios del trío de la bencina, no parece que ni Ábalos, ni Koldo, ni mucho menos Santos Cerdán, tuviesen unos principios éticos muy arraigados. Pero, haciendo un ejercicio de fabulación, podríamos imaginarlos como seres frágiles, indefensos, débiles, incapaces de resistirse a los maliciosos cantos de sirena de las constructoras corrompedoras.
Miro a Koldo, ese gigante desdichado y servil, y casi puedo verlo dando vueltas en su cama, insomne, víctima de una descarnada lucha entre sus principios, quién sabe si algún día luminosos e inspiradores, y ese perverso diablillo perverso que le susurra al oído. Casi me da pena. Su conciencia batiéndose en una guerra imposible contra los mensajes de las constructoras, incesantes, tentadores, embriagadores, que le susurran al oído: es dinero fácil, Koldo; lo hacemos todos, Koldo, y todos los días, Koldo, no te ocurrirá nada, todos están pringados, ¿crees que el resto no lo hace?, ¿crees que Tellado no lo hace?, no seas tú el único tonto.
Pobre Koldo, pobre Ábalos, pobre Santos Cerdá, pobre Bigotes, pobre Correa.... Todos ellos corrompidos por los mismos nombres, una y otra vez, las mismas empresas, una y otra vez, con el PP, con el PSOE, con la Gürtel, la Kitchen, con este caso, con el otro, con todos los casos. En las sentencias cambian los nombres de los peones, los prescindibles, los politiquillos desgraciados que van y vienen mientras se repiten, invariablemente, hasta el hartazgo, los mismos nombres de las grandes empresas corruptoras.
Y, ¿les ocurre algo alguna vez? ¿Por qué los seres infames son los que ceden a la corrupción y no los que la fomentan? ¿Por qué van a la cárcel unos sí y otros no? En las novelas, en las películas, sentimos lástima por el ingenuo que vende su alma al diablo, pero en el ecosistema de políticos y empresas, al contrario, disfrutamos arrastrando por el barro al estúpido político corrompido y en un aquelarre de placentera venganza nos refocilamos obscenamente con cada uno de los escabrosos detalles de su triste vida. ¿Y cómo se llamaban aquellos que le dieron el dinero? ¿Cómo se llaman los que estafan a la administración —a todos— obteniendo contratos públicos amañados? ¿Cómo se llamaban los personajes que le daban sobres y maletines a los de la Gürtel, los de la Caja B, en Madrid, en Valencia, en todas partes? ¡Ah! Nunca tienen nombre. Son los que no pueden ser nombrados.
En los programas de tarde, los que callaron y defendieron a los corruptos de ayer, se rasgan las vestiduras con los de hoy. Pero con cuidado, sin citar nunca a las empresas y tratando de tergiversar y desorientar al afirmar que “es una vergüenza que esto se haga con nuestros impuestos”. ¿Con nuestros impuestos? ¿Dónde están nuestros impuestos aquí? Estos corruptos no han tocado ni un euro de dinero de “nuestros impuestos”. Se han lucrado con los sobornos de las constructoras privadas. En lo que a mí respecta, a mí Ábalos no me ha robado nada. Al menos directamente.
¿Cómo es posible que esas empresas lleven décadas implicadas en todos y cada uno de los casos de corrupción y jamás tengan ninguna responsabilidad penal?
Sin embargo, sí me han robado los otros, los sobornadores, que son los que han cobrado esas obras con “nuestros impuestos”. ¿Y les pasa algo? Nada. Esto es pasmoso. Que grandes conglomerados empresariales puedan sobornar a cualquier representante público y, cuando el soborno sale a la luz, casi parezca que son ellos las víctimas de una oscura trama chantajeadora. ¿No tendrían que tener un reproche penal superior? ¿No deberían ser ellos los principales señalados? Al cabo, son los que obtienen beneficios millonarios a cambio de sus sobornos. ¿No son, acaso, las empresas las más beneficiadas? ¿Por qué lo que importa son los cochambrosos hábitos de mala vida de tres desgraciados? De hecho, poner el foco de ese modo en las miserias de putas y juergas y en sus mugrientas discusiones de dinero lo único que hace es crear una cortina de humo y servir de elemento distractivo, señalándonos al que debemos juzgar como verdadero culpable y ocultando al otro. Ese es el malo, mira qué vicioso es. Si en una saga de películas solo cambiasen a los personajes secundarios y el villano fuese siempre el mismo, ni el guionista más ingenuo podría pensar que el público fuese tan tontorrón y crédulo para no darse cuenta de que estaba viendo la misma trama una y otra vez. Pues aquí lo somos.
Y como cada uno de estos personajillos tiene alguna especificidad en sus vicios o alguna extravagancia absurda, creemos estar cada vez ante algo nuevo. ¿Cómo es posible que esas empresas lleven décadas implicadas en todos y cada uno de los casos de corrupción y jamás tengan ninguna responsabilidad penal? ¿No debería una empresa que ha obtenido obras públicas por medios ilícitos ser condenada a no participar en más concursos de obra pública? Pedro Sánchez, ¿quieres acabar con la corrupción? Empieza por ahí. El que amañe un contrato público, que no participe en otro. Ah, y que indemnice al Estado.
Porque aquí se dan cosas realmente curiosas. Cuando el amaño sale a la luz, ¿por qué las otras empresas que participaron en ese concurso público fraudulento no exigen una indemnización? ¿No han sido gravemente perjudicadas? ¿Por qué no entablan acciones legales contra quien les privó de obtener ellas mismas ese contrato millonario en buena lid? Pues no. Caballerosamente callan y aceptan. Extraño comportamiento este. A no ser que estemos ante una versión del Lazarillo y el ciego, cuando este último sabía que Lázaro le robaba porque él también robaba y Lázaro callaba.
Más allá de lo bien que ocultase sus hábitos y adicciones, ¿cómo es posible que energúmenos así llegasen a tan altas responsabilidades? ¿Y un personaje así no daba el cante con sus compañeros?
De este caso llaman muchas cosas la atención. Primero, las míseras cifras por las que Ábalos y su troupe se corrompían. ¿400.000 euros en dos años? Hombre, para mí es mucho dinero, pero lo cierto es que con eso te compras un piso de segunda mano en las afueras de Santiago. Ese tipo tenía tres sueldos: el de diputado, el de ministro y el de secretario general ¿y pone en riesgo la estabilidad de su país, daña gravísimamente al partido al que perteneció toda su vida y traiciona a todos sus compañeros por esa pasta? ¡Pues qué barato le salía a las constructoras! Y qué altura de miras tenía. Más allá de lo bien que ocultase sus hábitos y adicciones, ¿cómo es posible que energúmenos así llegasen a tan altas responsabilidades? ¿Y un personaje así no daba el cante con sus compañeros? ¿No llegaba a veces al trabajo con los ojos rojos y hedor a resaca? ¿No le pitaba el móvil cuando no debía y se ausentaba a susurrar guarrerías a una esquina? Yo puedo creerme a Pedro Sánchez y su sorpresa ante estos comportamientos pero, ¿es que en el Peugeot aquel se transformaban y se ponían a discutir sobre la dialéctica de la ilustración? ¿Qué clase de ecosistema intelectual y moral hay en el PSOE —y en el PP— para que tipejos de intereses tan primarios no desentonen? Este Santos Cerdán, mintiéndoles a la cara hasta el día anterior en un ejercicio de absurdo cinismo, ¿qué pensaba mientras mentía?, ¿que era una idea muy buena, un astuto plan? ¿Que así se iba a salvar? Es casi como el chiste de los amantes desnudos y el que dice: “no es lo que parece”. Resulta difícil imaginarlo como algún tipo de genio maligno. Más bien al contrario. ¿Y este tipo regía los designios del PSOE? ¿No había uno más capaz?
Encontramos aún cosas más curiosas. El PP adivina el contenido del informe una semana antes y convoca una concentración contra la mafia. ¡Tienen poderes proféticos! Y a la UCO le parece muy relevante mencionar que un tipo le diga a otro que a ver si mete dos votos en una urna, sugiriendo un fraude en las primarias. ¿Cómo fue el fraude? ¿Un Koldo ubicuo cual Papá Noel viajó cuánticamente a las miles de agrupaciones del PSOE el mismo día a la misma hora a poner dos votos en cada urna cuando nadie lo veía? Mueve a risa, pero personajes como Ferreras le dan pábulo.
Hace años, en un extraño encuentro nocturno, conocí a un tipo cuyo “trabajo” era sobornar a los inspectores de obras de carretera para que certificasen que había tal cantidad de hormigón y pavimento, y no la verdadera. El tipo decía que un centímetro menos de espesor suponía un ahorro enorme. Tenía una visa de empresa que usaba para prostíbulos, restaurantes y agencias de viaje. Y no es que tuviese otro trabajo y desarrollase su actividad corruptora a ratos. No, no. Es que ese era “su trabajo”. Estoy seguro de que todas las empresas tienen en nómina a elementos así. Acciona ya ha expulsado al presunto corruptor. Un tipo que llevaba en la empresa desde 1992, que había estado mezclado en otros sumarios por corrupción y al que, a lo que parece, le daba por corromper así, motu proprio, por un capricho personal, un hobby, al margen de sus jefes.
La empresa dice en nota de prensa que va a continuar operando con “los más altos estándares de ética”. Hasta la siguiente, hasta que se descubra a un nuevo político envilecido que haya caído en sus redes
Y además resulta que Acciona debe de tener unos controles económicos internos más bien laxos, ya que desaparecen cientos de miles de euros por aquí y otros cientos de miles por allá y nadie se entera. Gana contratos con ofertas económicas más bajas que sus rivales y a nadie le extraña. ¡Será por suerte! Por no hablar de otras cosas más asombrosas, como que una multinacional que tiene 54 mil millones de capital social se asocie con una empresilla unipersonal valorada en 3.500 euros para construir un túnel presupuestado en 74 millones. Acciona muchas veces subcontrata, pero en este caso, el papel que tenía la empresucha debía ser tan relevante y valioso que exigía asociarse a cambio un 10% de la obra. ¿Qué hacían en Servinabar merecer esos dones? ¿Y esto en Acciona no le rechina a nadie? ¿Es su modus operandi habitual, hacer sociedades y compartir beneficios con Carnicería Paco o Fontanería Fontenla? Pequeñas pymes del mundo, humildes autónomos, llamad a sus puertas. Ninguna obra, por faraónica que parezca, queda fuera de vuestro alcance.
Eso sí, la empresa dice en nota de prensa que va a continuar operando con “los más altos estándares de ética”. Hasta la siguiente, hasta que se descubra a un nuevo político envilecido que haya caído en sus redes. Este, quizá, con vicios aún más estrafalarios o aspecto y hablar grotesco, o tal vez lleve monóculo y sombrero de copa, o coleccione monos. O alguna otra paparruchada que nos entretenga y nos mantenga divertidos en el espejismo.