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Opinión
Las renovables del fin del mundo
Hace unos días participé en la mesa Familia, neoliberalismo y democracia dentro del Congreso Internacional de Feminismo que organizó, en Madrid, el Ministerio de Igualdad. Participé con una agenda oculta, haciendo algo de trampa para traer un tema que precisa de ojos, de apoyos, de escucha y de respuesta urgente: el fin de un mundo que es también el fin del mundo.
Fui al EIF2023 básicamente a pedir ayuda como os la pido ahora que publico el texto de aquella ponencia. No fui ni vengo en nombre de nadie pero siempre vamos acompañadas de un montón de voces. En este caso vengo con un montón de voces que no hallan suficiente interlocución porque el sistema, incluido eso que llamamos patriarcado, también dicta qué voces son oíbles, inteligibles, y cuáles no. Vengo con un tema urgente que, sin embargo, no consigue hacerse deseable, no consigue viralizarse. Y que es un tema importante porque es el fin de un mundo que era un mundo posible; os diría que es importante porque hace imposible un mundo que era. Que aún es.
20 de enero de 1961
Voy a empezar por el único sitio por el que sé empezar desde que entendí que ese era mi principio: mi gente fue expulsada del campo precapitalista gallego con la firma de los Pactos de Madrid, los agreements entre Estados Unidos y el Estado franquista, en 1953. Hay un registro policial en Ourense que dice que a mi madre le dieron su primer pasaporte un 20 de enero de 1961. El pasaporte con el que emigró a Francia, ella, todas y todos los demás: el pasaporte que la convirtió en analfabeta por venir de una cultura oral, en atrasada por venir del campo, en bestia por no haber sido educada en la cultura burguesa de los directores de cine de la capital sino en la cultura del hambre, que es política también, tanto el hambre como su cultura. Partió de un lugar geográfico, Chandrexa de Queixa, donde todo el mundo está emparentado en algún grado conmigo, cosa que confiere a la familia otra entidad, porque ya me diréis. Si el sistema monógamo es una forma de estratificación social a partir de los afectos, que sitúa en lo alto de la jerarquía a la pareja nuclear y a la familia sanguínea, ya me contaréis cómo se ejerce eso en un sitio donde todo el mundo es más o menos lo mismo respecto a todo el mundo.
La Sierra de Queixa es del común. Eso quiere decir que no es pública, del Estado, ni privada: no es de nadie para que sea de todas: es de la comunidad
La Sierra de Queixa es del común. Eso quiere decir que no es pública, del Estado, ni privada: no es de nadie para que sea de todas: es de la comunidad. Debe de ser de las últimas tierras del común que quedan en Europa, después de siglos de acoso y desposesión. Para ser parte de la sierra sin que la sierra sea tuya debe salir humo de tu chimenea, en Queixa, durante seis meses. Ese es nuestro permiso de residencia, de ciudadanía: el estar.
Esto, apunto, no es una práctica del capitalismo sino todo su contrario.
Digo “chimenea” porque hablo en mutante. Porque ya soy nacida en la diáspora, en Barcelona, y porque estoy en Madrid y se me ha pedido que hable algo que denominan español. Para poder contar esto bien tendría que estar hablando en gallego, que se supone que es también una lengua del Estado con tantos derechos como el castellano, dentro de la desgracia de que el Estado exista. Quiero con ello reforzar la idea de que para entendernos no tenemos que hablar todas el mismo idioma sino bien al contrario: para entendernos necesitamos poder hablarnos desde nuestras infinitas diferencias y desigualdades. También lingüísticas.
Os digo “chimenea” pues, porque hablo en mutante, hablo de prestado. En verdad, la palabra refiere al hogar entendido como fuego, como casa con fuego dentro, que es la vida: una casa habitada. En Queixa, la mínima unidad de significado no es la persona sino la casa. Cuando decimos “veciño” queremos decir casa habitada. En Casteligo, mi aldea, hay dos veciños, pero pronto vendrán Judit, Pablo y Sabela y seremos un veciño más. Una persona es como una sílaba o un brazo: un trozo de cuerpo que es la casa y que no necesita ser consanguínea, sino compartir lumbre, fuego.
Esto, apunto, no es una práctica patriarcal, sino todo su contrario.
La Sierra de Queixa pasó a ser nuestra, del común, en el año 1677 cuando la cedieron los monjes de Montederramo, ciento cincuenta años antes de la desamortización de Mendizábal; la copia de las escrituras las tiene en su casa mi prima, a Flora de Casteligo y mi primo Juan, que es o Juan da Flora. Porque en mi aldea, la referencia se hace a través de ellas: ellas se referencian con el lugar y ellos con ellas.
Esto, apunto, tampoco es una práctica patriarcal.
Os estoy contando todos estos detalles porque estoy aprendiendo con mis vecinas que la oralidad necesita de detalle. Y porque quiero que os enamoréis, ojalá de manera no monógama, porque este es el mundo que se acaba. Y aunque no sea perfecto, es. Y debería tener derecho a ser.
Esos poderes que en 1953 firmaron los agreements y nos expulsaron de la tierra ya habían venido a extraer el wolframio de nuestras montañas para blindar los tanques de la Alemania nazi, y ya nos habían hecho un embalse en nuestros ríos que nos trajo enfermedades nuevas. Aún no hemos estudiado las cifras tan altas de cáncer que tenemos, pero las estudiaremos, y esto lo digo como amenaza; porque cuando las estudiemos, pediremos la reparación y quién sabe si la venganza, quién sabe si la venganza.
El proceso que convierte en energía industrial para la exportación un bien común como es el agua, como es el viento, como es el sol, como es el derecho a estar en casa nunca puede ser, por definición, un proceso sostenible, ni verde, ni renovable
No contentos con esto, nos hicieron un segundo embalse que nos cambió el clima, pues añadió una humedad al ambiente que impide que la nieve cuaje y hace que las reservas de agua de la zona se agoten. Esos mismos poderes con los mismos nombres detrás, con las mismas familias, ahora están cruzándonos el territorio con una nueva industria tan nociva como las anteriores: a esta la llaman “energías verdes”, pero no lo son. El proceso que convierte en energía industrial para la exportación un bien común como es el agua, como es el viento, como es el sol, como es el derecho a estar en casa nunca puede ser, por definición, un proceso sostenible, ni verde, ni renovable, ni nada de eso que nos están contando.
La solución a una transición energética sostenible ya está inventada: la energía tiene que ser de km 0, y en Queixa necesitamos muy poca electricidad. Los dispositivos para generar energía tendrían que están en los edificios, en las grandes ciudades, al lado de las fábricas y tendrían que ser autogestionadas. Del común. Ni públicas ni privadas.
Como el título que me propusieron para esta ponencia es Familia, neoliberalismo y democracia, me falta hablaros de democracia.
Agradezo eiqui todo o traballo e a información que me transmitiron, pra que poda referenciala hoxe, as compañeiras e compañeiros da Coordinadora do Macino Central Ourensán, e da Defensa das Terras de Ourense.
El 27 de diciembre de 2022 se aprobó el Real-Decreto ley 20/2022 que elimina la evaluación de impacto ambiental para los macropolígonos eólicos y no contempla la participación ciudadana, con lo que propone la aprobación de los proyectos por silencio administrativo y sin opción a presentar alegaciones por parte de las poblaciones afectadas. Las alegaciones son una forma tediosa de resistencia. Que nos exige hablar en un lenguaje administrativo que no es nuestro, que nos exige ir a registrar de maneras rocambolescas los papeles para la administración pública y en la administración pública, que nos exige hasta habilidades informáticas… pero eran la forma legal que teníamos de participación política en nuestras propias vidas. Pues eso, la eliminación de eso, también nos ha sucedido.
Todo esto que os cuento sobre Chandrexa de Queixa no está pasando solo allí. Ojalá, de hecho, estuviese pasando solo allí. Está pasando con todas las poblaciones labriegas, campesinas, del mundo, y está sucediendo en nombre del bienestar de las poblaciones urbanas y promoviendo la indiferencia e inacción.
Cuáles nietas de qué brujas
Ahora que viene el 8M saldremos a las calles a gritar que somos las nietas de la brujas que no pudieron quemar, pero no es cierto. No lo somos. Somos las contemporáneas de brujas a las que aún no han quemado pero que están a punto de hacerlo y no las estamos mirando, porque no las vemos, porque no nos interesan, porque el discurso de la modernidad, del progreso, de lo urbano se nos ha metido tan dentro que no nos deja ver de cerca, como les sucede a los ojos cuando se hacen viejos, que no ven de cerca.
Pero la presbicia se solventa con gafas, y eso es lo que nos da el feminismo: gafas.
Es por eso que vengo a pedir vuestra ayuda. En todos nuestros entornos hay grupos de resistencia campesina organizada que necesitan de brazos, pero que, sobre todo, necesitan que tomemos conciencia de que esto no es una cuestión urbanística, residencial, paisajística: es una cuestión que apela a la vida misma, y al fin de mundos que han sido sostenibles durante siglos y cuya semilla, cito aquí a nuestra querida Gloria Anzaldúa, quién sabe si “podría, según nuestras mejores esperanzas, conducirnos al fin de la violación, de la violencia, de la guerra”.
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Qué testu tan certeru!
… Andrés Solar, que morrió tan xoven (qué pena), yera campesín cerquina de Xixón. Campesín, escritor na so Llingua y trabayador pol xorrecimientu d’Asturies como pueblu. Siempres mos cuntaba, a los del asfaltu como yo, qu’el Monte Deva, al llau de so casa, yera comunal. Pero un dí apaeció Icona y expolió tol cordal pa llenalu d’ocalitos…
Eso que chaman neoliberalismo e o caciquismo organizado a o que non se puso freo. O Salto non chega a as aldeas polo mundo adiante, o televexo sí...
(Escribo un galego transcrito dende o pouco que aprendí oralmente de cativo. Perdona-i si non e correuto )
Agradézovos os pelos de punta. Dende o rural labrego, resistiremos
Bravo Brigitte!! Quítannos a Terra i o vento que é de todos e de ninguén.