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Opinión
¿Con qué horizontes sueña la izquierda?
Hace unos días, la ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, presentaba en un gran acto público la propuesta de una Renta básica garantizada para personas y familias vulnerables. Una medida que, como indicaba el slogan utilizado para dicho evento, se encuentra orientada a “vivir, no sobrevivir”. Partiendo de que los objetivos que persigue Unidas Podemos con esta renta garantizada es paliar la pobreza y aumentar la protección social, considero que merece la pena adentrarnos en el fondo de la misma.
Salvo los superricos y esas personas que se han tragado la milonga de que “si te va mal es porque no te lo has currado”, la inmensa mayoría somos partidarios de blindar la vida de la gente y, especialmente, de aquellos más desfavorecidos. Ahora bien, la cuestión es cómo hacerlo, qué camino seguir para lograr que las personas tengamos asegurada la existencia, cubiertos los derechos básicos, así como la capacidad de construir vidas con autonomía.
Hasta los años 70-80 del siglo pasado, desde la izquierda y, por supuesto, desde el sindicalismo se mantenía la gran aspiración socialista (en un sentido amplio del término) de alcanzar el pleno empleo. Es decir, una sociedad sin paro, donde cada individuo aportase su trabajo a la comunidad. Sinceramente, no se me ocurre una mejor fórmula de protección social.
Desde entonces, y aunque todavía hay quienes seguimos peleando por conquistar dicha plaza, en la izquierda política han ido ganando terreno otras utopías entre las que destaca especialmente la renta básica (en sus muy diversas variantes). Para quien tenga curiosidad sobre el tema recomendaré la lectura del lúcido artículo de Daniel Zamora en el cual cuestiona el carácter progresista de la renta básica por su ligazón con la propuesta del “impuesto negativo” de Milton Friedman, según el cual sería preferible subvencionar directamente a las personas y no ofrecer servicios colectivos que son ineficientes, injustos y que interfieren en el mercado.
¿Acaso la renta garantizada es una propuesta que apunte a los cimientos del modelo socioeconómico hoy imperante? En mi opinión, no lo es
En la presentación de esta propuesta, la ministra Belarra decía que “en el Gobierno hay una fuerza conservadora [en alusión al PSOE] que quiere hacer pequeños retoques, pequeños cambios, pero que no quiere cambiar de raíz el sistema económico y social que produce la pobreza contra el que hoy estamos luchando”. Cabe preguntarse, ¿acaso la renta garantizada es una propuesta que apunte a los cimientos del modelo socioeconómico hoy imperante? En mi opinión, no lo es.
Y no lo es porque, si bien el espíritu de cuidar de la gente creo que es poco discutible en la intencionalidad del partido morado, no puede decirse que apunte a las bases sobre las que se edifica el mencionado modelo social, ni cuestione el papel central del mercado y la explotación como ejes del mismo. Por tanto, esta propuesta de Unidas Podemos evidencia, una vez más, cuánto ha calado el socialiberalismo en la izquierda actual, aunque este conviva con otras posiciones socialdemócratas.
Siendo empleado de una empresa pública como Correos, donde además de mi labor profesional desempeño funciones sindicales, apuesto por retomar la orientación socializante de caminar hacia el pleno empleo e invertir las principales energías en desarrollar políticas que permitan avanzar en esa dirección. Y para ello, es primordial poner el foco en el mundo del trabajo en lugar de confiar el bienestar a las subvenciones. Porque no es lo mismo luchar contra la pobreza que hacerlo contra la desigualdad, porque no es lo mismo mejorar las condiciones laborales y dignificar los salarios (repercutiendo sobre las ganancias empresariales) que limitarse a ayudar a quienes han sido arrojados a los márgenes de la sociedad.
No es lo mismo luchar contra la pobreza que hacerlo contra la desigualdad, porque no es lo mismo mejorar las condiciones laborales y dignificar los salarios (repercutiendo sobre las ganancias empresariales) que limitarse a ayudar a quienes han sido arrojados a los márgenes de la sociedad
Obviamente, quiero unas instituciones que piensen en la gente humilde y procuren evitar el “desahucio social” de los más vulnerables. Y sobre todo quiero que se apliquen políticas abiertamente opuestas a las implementadas en las últimas décadas y que en España se han basado en recortes por abajo, deterioro del tejido público, destrucción de empleos y aumento de la precariedad. Unas políticas que impidan la permanente transferencia de riqueza de las rentas del trabajo hacia los bolsillos del capital, para lo cual se requiere un Estado que no reduzca su intervención a los ámbitos donde el mercado no llega (o no tiene interés en hacerlo), sino que aspire a desplazarlo y alterar la correlación de fuerzas en favor de la mayoría social.
Recientemente, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, hablaba de la necesidad de reinventar lo público, de definirlo de cara a la próxima década. Al referirse a ello lo relacionaba también con la “reforma empresarial” pendiente en nuestro país y la “democracia económica”, entendida como poder de participación y decisión de los trabajadores en el devenir de las empresas.
Soy un firme defensor de la necesidad de contar un sector público vigoroso y expansivo, con grandes empresas capaces de disputarle al mercado privado el centro de mando (principalmente en los sectores estratégicos) y que se doten de amplísimas plantillas con condiciones laborales ejemplares. En ellas deberían aplicarse medidas fundamentales como la reducción de la jornada de trabajo sin perjuicio salarial, redefiniendo de una vez por todas, los usos del tiempo.
Cambiar nuestra forma de entender la economía para poder transformar nuestra manera de vivir. Si ese es el objetivo, si esa es la propuesta de país, opino que hay que centralizar ahí cuantos recursos sean necesarios. Con esto, no quiero decir que no deba asegurarse el amparo social y proteger a quienes más lo necesitan, pero sin perder de vista la mejor forma de hacerlo es a través de políticas desde el ámbito laboral.
Tal vez, se me replique indicando que ambos caminos no son excluyentes entre sí y, ciertamente, no tendrían por qué serlo. Pero, desde mi punto de vista, parten de premisas diferentes y expresan perspectivas que pueden resultar divergentes. Es hora de desechar la distopía de abolir de trabajo y recuperar la determinación por acabar con la explotación. Y para tal fin sería beneficioso que, dentro del seno de la izquierda, las pulsiones “laboristas” consigan consolidar su espacio y ponerse al frente.
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Aunque lo que comenta en el artículo de que es fundamental cambiar las relaciones laborales y la correlación de fuerzas en ese espacio con mayor participación de las personas trabajadoras para un horizonte de transformación social, en lo que estoy de acuerdo, no entiendo porque se considera una herramienta como la Renta Básica como una subvención del Estado... Muy al contrario, la RB es una herramienta de redistribución de la riqueza más allá del mundo laboral, mediante la que los que más tienen tendrían que aportar más y eso beneficiaría a las capas más bajas y con menos ingresos. No es algo contrario al pleno empleo, es más, podría empoderar a las personas con menores ingresos a la hora de negociar las condiciones de trabajo y no tener que aceptar condiciones de miseria por cualquier trabajo, al tiempo que permite a las trabajadoras distribuir mejor su tiempo y organizarlo mejor sin tener que estar permanentemente pensando en encontrar cualquier trabajo... Este tiempo también se puede dedicar a mejorar su formación, iniciar proyectos cooperativos o para la organización social o sindical. Sin tiempo y sin ingresos poco se puede transformar y no da tiempo para pensar. La RB no es contraria la pleno empleo, más bien es complementaria y permite buscar salidas y mejorar las condiciones de vida y expectativas, sin perder el horizonte de un mejor empleo...
Me parece muy interesante tu planteamiento y por eso hay una parte del artículo en la que sitúo que estos dos caminos (pleno empleo y RBU) no son necesariamente excluyentes. Cuando redacté esa parte estaba, precisamente pensando en las posibilidades de presión al alza de los salarios que al RBU podría suponer. Al final, cuando cuestionas un paradigma (la abolición del trabajo) y lo haces en un artículo de opinión y no es un estudio pormenorizado, tiendes a dejarte cosas en el tintero. Gracias por comentar :)
¿Quién debe generar el pleno empleo: el estado?¿Qué empleos debe generar?¿Debe la ciudadanía aceptar los empleos que se le ofrecen, sean los que sean?
Buenas, lo primero es agradecer la interacción con el artículo. Por supuesto que no se defiende la aceptación de cualquier tipo de trabajo, de hecho se remarca el hecho de la necesidad de condiciones laborales modélicas y buenos salarios. Asimismo, se hace una referencia explícita a la reducción de jornada sin pérdida salarial y a redefinir los usos del tiempo. Saludos
Pienso lo mismo. Creo que los planteamientos del articulista son desfasados.
Además, pleno empleo, por si mismo, no es revolucionario, pues se puede trabajar por un salario de hambre.
Buenas, por supuesto que el "pleno empleo" en sí no es revolucionario. En el artículo no se pretendía trasladar ese mensaje, sino situarlo como un horizonte hacia el que caminar, planteando que el problema no es el trabajo en sí, sino la explotación. No puedo estar de acuerdo en que procurar que todo el mundo tenga un trabajo de calidad y que le permita tener una buena vida, sea un planteamiento desfasado. En cualquier caso, gracias por comentar.
Lo cierto es que yo me hice las mismas preguntas al leer el artículo.
Disculpe el autor, per estoy en absoluto desacuerdo con las opiniones vertidas en este escrito.
¿El pleno empleo qué significa? ¿Trabajar 40 horas a la semana en algo que no te interesa? ¿Aunque ese algo sea una necesidad pata la comunidad, como recogerla basura o limpiar el alcantarillado? Para usted que alguien esté empleado y con un sueldo más o menos digno ya está todo resuelto, aunque el trabajo le produzca hastío a la persona que debe realizarlo. Lo siento, me parece una opinión de un sindicalista del s. XX. Estamos en el siglo XXI, seguimos trabajando 8 horas la día como hace un siglo. La mujer se ha incorporado casi plenamente en el mercado laboral y usted pretende que estemos todos esclavizados. El trabajo esel problema de esta sociedad. Nadie debería trabajar, ni tener que experimentar la alienación y la violencia que se ejerce sobre las personas trabajadoras. Hay que abolir el trabajo en vez de extenderlo a todas y cada una de nosotras. Soy partidario de la renta básica universal y creo que una renta básica universal y suficiente, haráque las personas puedan decidir libremente su futuro, sin tener que aceptar trabajos de mierda. Pero claro, eso dejaría a los sindicatos mayoritarios sin poder sobre los trabajadores, ya que toda decisión sería individual y no colectiva. Entendiendo que UGT y CCOO son parte del problema y no de la solución, esperoque otros sindicatos alternativos sean valientes y apuesten por la RBU. También estoy a favor de la automatización de muchos trabajos para que las personas no tengan que realizarlos. ¿Nadie se ha parado a pensar qué tiene de bueno trabajar de cajero en un supermercado? Debes acabarcon el cerebro frito pasando productosporla caja y escuchando el pitido intermitente indicando wue se ha leídocorrectamente elcódigo de barras. Prefiero liberar a la persona que realiza ese trabajo y automatizarlo. Recomiendo la lectura de La abolición del trabajo de Bob Black y que vean en youtube charlas de Daniel Raventós, experto enRBUI
Buenas, algunas de las alusiones que sitúas al artículo no se corresponden con lo expresado en el mismo (como lo de que valdría cualquier tipo de trabajo o la referencia a las 40 horas cuando la cuestión del la reducción del tiempo de trabajo se aborda de manera explícita aunque sucinta).
Por otro lado, no puedo estar de acuerdo en que el trabajo en sí sea el gran problema social, sino la explotación, es decir, que una minoría por razón de ser propietaria de las empresas y medios de producción, se quede con parte de la riqueza que generamos entre todas y todos los trabajadores. A su vez, los bienes y servicios (por ejemplo, los públicos) también requieren trabajo.
Es totalmente lícita su aspiración a una vida sin trabajo, aunque no comparto dicho planteamiento.
En lo que sí estamos de acuerdo es en la necesidad de automatización de muchos trabajos, pues la tecnología tendría que estar al servicio de las personas. Sin embargo, más allá del deseo abstracto está la posibilidad concreta, y hay puestos de trabajo donde las dificultades son mayores. Sobre trabajos monótonos y nada alentadores me vale el mío propio que consiste en la carga y descarga y clasificación de paquetes y objetos postales.
Por cierto, esos trabajos de mierda que se dejarían de realizar de existir una renta básica universal en nuestro país, ¿quién los llevaría a cabo? ¿cómo se automatiza la ayuda a domicilio o el trabajo de cuidados? ¿Se pretender "deslocalizar" a países en vías de desarrollo donde la renta básica ni tan siquiera es una posibilidad o cree firmemente en que es tangible una renta básica universal a escala mundial?
En cualquier caso y aunque las discrepancias de fondo son obvias, soy favorable (y creo que así lo he expresado en el artículo con claridad) a cualquier medida que sirva a luchar contra la desprotección social y el desamparo. Y también soy partidario de toda iniciativa que ayude a presionar los salarios al alza. Saludos.