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Y ganó Isabel Díaz Ayuso, o, mejor dicho, “I-D-A” como “icono pop”. Y cuando digo “pop”, lo digo en todos los sentidos de la palabra. Pop porque su imagen y sus frases han llegado a ser tan omnipresentes y reproducibles como un su día lo fueron las marcas comerciales para Andy Warhol. Pop por popular, desde su acepción peyorativa de “la cultura de masas” contra la “complicada cultura de las élites”. Pero pop también —y aquí lo conflictivo de la cuestión— porque la candidata del Partido Popular ha sabido situarse como garante de la recuperación de nuestras vidas en sociedad construyendo un mito común que va dotando de identidad una Comunidad Autónoma sin historia.
Empezando por lo primero, hay que alabar la capacidad de Isabel Díaz Ayuso por “devenir meme”. En tiempos de saturación informativa y de alejamiento de la ciudadanía respecto de la política, sólo hay dos elementos que permiten que la comunicación llegue al receptor-elector: la repetición y la emoción. En este sentido, el “meme” no sólamente se multiplica por los canales más insospechados, sino que permite al receptor apropiarse del símbolo en una especie de invitación a que nos fabriquemos nuestra propia versión de Ayuso. Por poner un ejemplo, a mí me fue particularmente difícil obligarme a mantener mi antipatía por una candidata que corría por Madrid a ritmo de opening de Naruto.
Esta capacidad por “devenir meme” ha sido tan acusada que, por primera vez, se tuvieron que hacer campañas en Instagram pidiendo al votante de izquierdas que no compartiera el material de la Presidenta de la Comunidad de Madrid. El fenómeno fue alimentado, a su vez, por programas de humor como el Intermedio que, para más inri, reaccionaron a su particular defensa de la way of life de Madrid diciendo poco menos que vivir en Madrid era un calvario. Mucho más lista fue ahí la candidata de Más Madrid, Mónica García, respondiendo a todas estas polémicas con un contundente: “Madrid es la hostia”.
Volviendo a las acepciones de lo “pop”, es interesante traer aquí la diferenciación entre “popular” y “popismo” que establece Mark Fisher. Para el escritor británico, el “popismo” tiene que ver con esa visión paternalista según la cual habría que ensalzar toda cultura de masas aunque no aporte novedad artística alguna. Una crítica, por otro lado, a la visión de Gasset quien ya afirmó en su momento que las vanguardias, por su elevado nivel de reflexión, iban a generar necesariamente comunidades culturales segregadas entre élites y masas. Fisher viene a decir que no, en el sentido de que es profundamente clasista asumir que las clases populares “deben contentarse con su lote” cuando, además, distintos movimientos culturales como el postpunk sí habrían sabido conjugar estas dos dimensiones.
Volviendo al discurso de Ayuso, es evidente que hay mucho de “popismo” en su forma de entender una socialización ligada al consumo. A las clases populares nos correspondería tomar cañas en el Cien Montaditos, comer en el Telepizza y salir a ligar sin miedo a encontrarnos con nuestros ex. Todo un compendio de referencias que conectan a la perfección con una candidata mucho más parecida a figuras del PP como Rita Barberá, Celia Villalobos o Esperanza Aguirre que a los tecnócratas de Soraya Sáenz de Santamaría o la aristocracia de Cayetana Álvarez de Toledo. Por decirlo de otra manera, el estilo de Ayuso no te habla desde arriba, te habla de igual a igual. Por otro lado, mi sensación es que en un contexto de pandemia, algo tiene que ver con lo popular el hecho de poder recuperar terrazas y bares como espacios de reunión en ciudades donde, además, el espacio público está cada vez más privatizado.
A diez años de 15M, Unidas Podemos ha resistido el embate y Más Madrid ha conseguido sorpassar a un Partido Socialista hasta ahora acomodado en su posición de partido progresista central
Por último, está la cuestión de la “libertad” como mito de Gobierno. No deja de ser sorprendente volver a escuchar estos días las críticas de algunos periodistas y opinadores al hecho de que la política haya dejado de hablar de la “gestión”. Dejando de lado el elemento profundamente conservador de quién asume que la función de la política se basa exclusivamente en la gestión de lo existente, con su actual correlación de fuerzas y como si las “bajas pasiones” del populacho molestaran, lo cierto que, además, la pregunta de esta campaña ha sido precisamente la de un plebiscito a la gestión de la pandemia en la Comunidad de Madrid.
Otra cosa es que haya a quién no le guste que la candidata del PP haya sabido adherir esa gestión al debate sobre las restricciones y condensarlo en el significante de libertad, pero el proyecto de Ayuso no es más neoliberal hoy que en 2019 ni en dos años ha habido más tiempo para que calara dicha hegemonía, su ascenso se debe fundamentalmente a la popularidad de su gestión en contraposición a la del Gobierno central. Partiendo de este hilo, es evidente que la significación que se ha hecho de la libertad ha pasado de ser un relato más a constituirse como mito de Gobierno en el sentido en que ha logrado impregnar, no sólamente la campaña, sino la identidad madrileña.
Como dijo Pablo Iglesias en el momento de anunciar su dimisión, esta idea particular de lo que es Madrid deja un escenario preocupante en el momento en el que la capital de un Estado como el nuestro se construye en contra del resto de territorios. Más, cuando el Congreso cuenta hoy con la mayor cantidad de partidos soberanistas, provinciales y regionales de su historia precisamente porque la salida a la crisis de 2008 se saldó con una recentralización que, a la práctica, supuso una manera de recortar por la puerta de atrás.
Previsiblemente, esta situación enquistará aún más reformas pendientes como la del modelo de financiación autonómica o las demandas de la España vaciada que sufre como nadie el modelo extractivista del centro. Sin embargo, no todo son malas noticias. A diez años de 15M, Unidas Podemos ha resistido el embate y Más Madrid ha conseguido sorpassar a un Partido Socialista hasta ahora acomodado en su posición de partido progresista central en el conjunto del Estado. El ciclo post-pandemia ha empezado y toca rearmarse, aprendiendo, también, de los aciertos del adversario.
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Neoliberales son todos los partidos de poder,se diferencian en la excusa que dan cuando suben los precios y bajan los salarios y pensiones o incrementan el desempleo...algunas hasta son ingeniosas...Bruselas nos obliga...la mala gestión de ustedes en el gobierno....una apuesta por el futuro...
En lugar de hablar de la Ayuso, mejor seria hacerlo de las fallas del resto qje han sido muchas, de nada sirve poner la mirada y las criticas en otros partidos.
Esta es otra como Esperanza Aguirre y la Cifuentes, Madrid va a terminar como términó la Comunidad Valenciana .