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Opinión
Las olas de calor que viviremos: ¿están las ciudades europeas preparándose?
Ahora que salimos de otra ola de calor más, corremos el riesgo de no volver a acordarnos de ella hasta que nos vuelva a amenazar la siguiente. Cada vez que se acerca uno de estos temidos episodios, la población es informada, generalmente a través de los medios de comunicación, de lo que viene y se le aconseja seguir las consabidas recomendaciones: hidratarse, no salir de casa, cerrar ventanas y persianas en las horas centrales del día y ventilar durante la noche, comer ligero… Las campañas informativas a menudo forman parte de los protocolos que se activan desde las administraciones, incluidas las corporaciones municipales, para hacer frente a las olas de calor.
Pero siendo esta capa informativa el mínimo que habitualmente se cumple, cabe esperar un nivel de actuación mucho mayor, especialmente teniendo en cuenta que el cambio climático está empeorando la frecuencia, la intensidad y los impactos de las olas de calor. Estimaciones recientes pronostican que el número de días de olas de calor aumentará especialmente en el sur de Europa, con grandes aumentos de temperatura en las ciudades de Europa Central. La relación entre olas de calor y cambio climático está hoy fuera de toda duda, y la ciencia de la atribución, que permite identificar el porcentaje de responsabilidad en un evento meteorológico extremo achacable al cambio climático, ha progresado mucho en pocos años. Así, hoy sabemos, por ejemplo, que una ola de calor como la de junio de 2017 en Europa, bautizada como “Lucifer” debido a su intensidad es hoy un 12% más probable que en ausencia del cambio climático. En un mundo 2ºC más caliente que la temperatura preindustrial, su probabilidad de ocurrir será un 42% mayor.
En un mundo 2ºC más caliente que la temperatura preindustrial, la probabilidad de ocurrir una ola de calor tan intensa como la de 2017, bautizada como Lucifer, será un 42% mayor
Adaptarse a las olas de calor es fundamental para reducir sus implicaciones, incluyendo la mortalidad. Según un estudio reciente en Europa, entre 1981 y 2016 murieron por calor 84.071 personas. Aunque obviamente las muertes por calor no solo se producen durante las olas de calor, sin una buena prevención y adaptación, estas pueden resultar mortíferas: según la Organización Mundial de la Salud, entre 1998 y 2017, más de 166.000 personas murieron debido a las olas de calor, incluidas las más de 70.000 que murieron durante la ola de calor de 2003 en Europa. Los niños y los ancianos sufren un mayor riesgo de mortalidad durante estos episodios. El hecho de que estos fenómenos en los últimos años ocurran cuando el curso escolar aún está inconcluso, ha llevado en ciertas ocasiones a cerrar escuelas o al aplazamiento de exámenes. Además, las olas de calor cobran una especial relevancia en una Europa muy envejecida, pues las personas mayores son más sensibles debido a cambios fisiológicos, enfermedades crónicas, ciertos medicamentos o el estilo de vida sedentario.
Adaptarse a las olas de calor es fundamental para reducir sus implicaciones, incluyendo la mortalidad. Según un estudio reciente en Europa, entre 1981 y 2016 murieron por calor 84.071 personas
Y la adaptación es más importante si cabe en las ciudades, donde reside gran parte de la población, y que ven agravado este fenómeno por el efecto Isla de Calor Urbano (ICU): las ciudades especialmente las de mayor tamaño, tienen problemas para disipar durante las horas nocturnas el calor acumulado, debido al acero, hormigón o asfalto, mientras que los entornos rurales pueden hacerlo con mayor facilidad. Este efecto está relacionado con la falta de espacios verdes, la edificación y diversas actividades que generan calor. Es en este contexto en el que las medidas de planificación urbana de medio y largo plazo para enfrentar las olas de calor cobran una especial relevancia. Aquí, el factor socioeconómico juega además un papel importante: en ciudades como Madrid se han detectado hasta 8°C de diferencia entre distritos debido al efecto ICU, siendo algunos de los barrios más humildes los más afectados por el calor.
Las ciudades especialmente las de mayor tamaño, tienen problemas para disipar durante las horas nocturnas el calor acumulado, debido al acero, hormigón o asfalto, mientras que los entornos rurales pueden hacerlo con mayor facilidad
¿Qué nos dicen las noticias sobre la adaptación de las ciudades europeas al calor?
Los medios de comunicación son la principal fuente de información consultada por la ciudadanía en relación a los diversos temas de relevancia social y política: en cuanto agentes clave del debate sobre el clima, los medios de comunicación influyen tanto en la difusión y comprensión del cambio climático como en las medidas políticas que se adoptan. Frente a la emergente relevancia de las olas de calor, nos hemos preguntado no solo cómo son de proactivas las ciudades europeas a la hora de prepararse y adaptarse ante los cada vez más frecuentes efectos del cambio climático sino, además, como es percibida su actuación por la ciudadanía a través de la prensa. Para ello hemos estudiado la forma en que las ciudades europeas son representadas en cerca de 400 noticias periodísticas sobre las olas de calor sufridas durante los meses de junio de 2017 y 2019. Para ello hemos analizado la cobertura de 19 periódicos de Francia, Reino Unido, Italia, Portugal y España. El estudio ha sido publicado en la Revista Mediterránea de Comunicación.
Los resultados indican que a juzgar por lo que se publica en la prensa, hay unos países que están haciéndolo mejor que otros. Y por “mejor”, nos referimos a cuando las medidas van más allá del plano de las recomendaciones, y son más preventivas de largo plazo.
El factor socioeconómico juega un papel importante: en ciudades como Madrid se han detectado hasta 8°C de diferencia entre distritos debido al efecto ICU, siendo algunos de los barrios más humildes los más afectados por el calor
Hay países cuyas ciudades de forma habitual toman medidas activas de protección a la ciudadanía, especialmente a los niños y a las personas mayores. Entre ellas, son habituales como iniciativas como cerrar centros educativos, reubicar a la población escolar en otras estancias, repartir agua y ventiladores en las aulas o retrasar los exámenes de acceso a la universidad), dado que en junio la mayor parte de los alumnos todavía tienen que acudir a clase. De cara a la población mayor, algunas ciudades habilitan espacios públicos aclimatados, como gimnasios o centros culturales, para pasar las horas de más calor, o servicios de asistencia personalizada. Es reseñable la sensibilidad de algunas ciudades con el sufrimiento de los animales ante la ola de calor, incluyendo en sus planes de protección medidas preventivas específicas, como la prohibición de circulación de los carros turísticos tirados por caballos (Sevilla, por ejemplo) o las medidas de protección a los animales de los zoológicos (París). Más del 60% de las noticias sobre olas de calor analizadas contemplaban alguna de estas medidas de protección.
Sin embargo, el porcentaje cae por debajo del 25% cuando se trata de medidas más proactivas que buscan mitigar los efectos del calor durante la ola y permitir el refresco de la población, como la apertura de zonas de baño y puntos de agua, el permiso de utilización de las fuentes públicas para el recreo, la apertura de parques fuera de su horario habitual….
Y si nos fijamos en aquellas ciudades europeas que incluyen medidas de intervención urbana de medio y largo plazo que ya tienen en cuenta el impacto creciente de las olas de calor (incremento de la vegetación, sombreado, materiales de construcción adecuados, generación de estructuras de aprovechamiento de agua y protección solar) y que están orientadas a reducir los impactos derivados de la Isla de Calor, observamos que se trata de algo muy testimonial, situándose por debajo del 15%. Aunque muy escasas, las noticias que informan sobre estas medidas más avanzadas tienen un tratamiento más complejo a la hora de informar sobre la relación de las olas de calor con el cambio climático, o con aspectos técnicos como el efecto ICU.
Las noticias publicadas por los medios del Reino Unido y, sobre todo, de Francia, muestran medidas más proactivas y estructurales de largo plazo, incorporando el cambio climático en las políticas urbanas, acercándose a un 20%
Los resultados señalan que el país es la variable más determinante en la rigurosidad y profundidad del tratamiento periodístico, seguido por la orientación ideológica, la sección del medio donde se publica la noticia y la autoría. Así, las noticias publicadas por los medios del Reino Unido y, sobre todo, de Francia, muestran medidas más proactivas y estructurales de largo plazo, incorporando el cambio climático en las políticas urbanas, acercándose a un 20%, en relación a un porcentaje inferior al 10% en países como Italia o Portugal. España se sitúa con un 12% en relación a las noticias que informan de este tipo de medidas. Algunas ciudades, especialmente París y Londres, se convierten en protagonistas de las noticias analizadas cuando adoptan medidas innovadoras y de largo recorrido. La proyección comunicativa de estas medidas se vincula a la ciudad-marca, generando una imagen de ciudad moderna y capaz de adaptarse a las nuevas adversidades.
El escaso avance en las medidas de medio y largo recorrido es muy preocupante. Dado el peso de las grandes ciudades europeas, las medidas que adopten serán clave en la política de mitigación y adaptación al cambio climático. Pero mientras que las medidas de mitigación del cambio climático parecen apelar principalmente a escalas de gobernanza superiores (nacional e internacional), la adaptación es de forma particular más diferenciada localmente e involucra una gama más amplia de sectores y actores. La ciudad, pues, cuenta con algunas herramientas locales únicas para enfrentarse a un problema que, si bien es de carácter transnacional, pone en duda su propia subsistencia. Por ello es importante no solo acordarse de las olas de calor cuando vienen y se producen, por ejemplo, desmayos de niños en colegios, como ha ocurrido en años recientes en lugares como Andalucía o Madrid, generando un vivo debate político a nivel regional. Los planes de contingencia que abordemos desde ahora minimizarán disgustos el verano que viene.
Hay que planificar la ciudad para un futuro que ya está aquí, y hacerlo de forma urgente. Cuanto antes se pongan en marcha medidas de medio y largo plazo, mejor equipados estaremos para afrontar las cada vez más frecuentes olas de calor y minimizar sus efectos, incluyendo la muerte de personas.
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Es correcto decir que "hay personas mayores que fallecen DURANTE olas de calor", pero es reduccionista e incorrecto decir que mueren POR LA OLA DE CALOR. Mueren de muerte natural, de viejos, aunque la gota que colma el vaso pueda ser una gripe, el calor, un susto tras leer El Salto, o cualquier otra "causa" circunstancial. Plantar más árboles (es lo que hacemos en mi barrio), que los caminos de los parques sean de tierra apisonada en vez de asfalto (lo conseguimos en las protestas de defensa del parque del barrio), construir con piedra y madera en lugar de hormigón armado con metal, etc...