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Opinión
Sirat y las zonas temporalmente autónomas

En 1991 un tipo llamado Hakim Bey escribía el texto Zona temporalmente autónoma, también conocido por su acrónimo en ingles TAZ. Este texto fue una especie de revelación para toda una generación de militantes; de repente apareció en nuestras manos y encontramos otro anclaje teórico sobre el que sostener nuestra precaria práctica autónoma de los centros sociales madrileños de finales de los 90 y principios de los 2000. Era un texto que criticaba la concepción clásica de la Revolución, que espera a las condiciones objetivas, para abrazar la rebelión, la revuelta, un texto que explicaba a la perfección aquello de “si no ahora cuándo; si no tú, quién”.
Son muchas las prácticas y lecturas que se han conectado con el texto de Bey. Algunas lo nombran como el padre de hacktivismo, otras lo vinculan con los centros sociales autogestionados, con los espacios urbanos vacíos y puestos a disposición del común como valor de uso, con los reclaim the streets, y también con las raves. Evidentemente, se trata de raves en su versión original, eso es autogestionada, clandestina y libre; no en vano existe un concepto inglés para diferenciar a las raves comerciales de las autogestionadas: freeparty.
Muchos años después de ese texto, de esas prácticas, mi conexión emocional con aquellas comunidades raveras y travellers me empujaba a ver Sirat, a pesar de todas las precauciones (quizá prejuicios) sobre el ego de su director, Óliver Laxe.
La película toma como referencia las comunidades raveras pero rápidamente se torna en una road movie en la que lo que se pone encima de la mesa es más el relato sobre la deserción que sobre la propia creación de la comunidad.
En una de las escenas de Sirat el chaval pregunta a uno de los raveros si tiene familia, si la echa de menos, y él le responde que sí tiene familia pero que no tiene contacto con ella y que realmente su familia son las personas que forman parte de la comunidad ravera, algo que pone de manifiesto el debate de la importancia de la familia elegida frente a la familia de sangre.
Si bien la película abre un campo de sentido respecto a otras comunidades y familias posibles, da la sensación de que no termina por explorarlo en profundidad
A este respecto podemos leer en TAZ: “La familia nuclear se convierte cada vez más en una trampa, en un desagüe cultural, en una secreta y neurótica implosión de átomos estallados, y la contraestrategia obvia que inmediatamente emerge desde el mismo inconsciente pasa por el redescubrimiento de la —a la vez más arcaica y postindustrial— posibilidad de la banda”. Sin duda esta apuesta de Bey parece una reflexión más que interesante respecto a cómo transformar el concepto de familia en la época en la que nos ha tocado vivir, en la que las estructuras e instituciones tradicionales están en crisis. Una reflexión muy apropiada respecto a la guerra cultural en torno al concepto de familia que se libra y para la que las izquierdas parecen no tener muchas respuestas.
Feminismos
Sara Ahmed: “La felicidad es una técnica para dirigir a las personas”
Sara Ahmed, escritora feminista y académica independiente, lleva años investigando los mecanismos institucionales que dificultan e impiden que las quejas por sexismo, racismo o acoso sean escuchadas y atendidas.
El editor y pensador Amador Fernández Savater ha publicado un post en Instagram en el que en pocas líneas hace un interesante análisis de la metáfora que dibuja la película. En las ideas de Fernández Savater resuena el texto de Bey, la ausencia de mapas, la solidaridad, el éxodo… Sin embargo, en la película esa comunidad que deserta de la realidad y del sistema para crear una TAZ brilla por su ausencia o, en el mejor de los casos, solo vemos una ínfima parte de ésta. De este modo, si bien la película abre un campo de sentido respecto a otras comunidades y familias posibles, da la sensación de que no termina por explorarlo en profundidad.
Las zonas temporalmente autónomas abren no sólo un nuevo lugar sino un nuevo tiempo, un tiempo que se basa en lo cotidiano, en el aquí y ahora. No son una utopía, lo que está por suceder, sino una pantopía, lo que está sucediendo de forma simultánea en muchos lugares. En palabras de Bey “no puede ser utópico en el sentido efectivo del término, de ‘no lugar’, el lugar sin lugar. Las TAZ son y están siempre en algún sitio”.
Añade Hakim Bey en su texto que: “La Zona Temporalmente Autónoma es una forma de sublevación que no atenta directamente contra el Estado, [es] una operación guerrillera que libera un área —de tierra, de tiempo, de imaginación— y entonces se autodisuelve para reconstruirse en cualquier otro lugar o tiempo, antes de que el Estado pueda aplastarla” y esto justamente es lo que configuran las comunidades raveras.
Seguramente el mayor límite de las TAZ y paradójicamente su mayor potencia, sea la de su imposibilidad de crear estructuras replicables socialmente, esto es, al alcance de cualquiera.
Las comunidades raveras también esconden muchas sombras. No obstante, no creo que nos podamos quedar con la lectura banal de que esas comunidades son solo una huida tan hedonista como nihilista y autodestructiva, pues en efectivamente generan espacios-tiempos con una potencia increíble que, pese a no ser replicables socialmente como alternativas al sistema, sí son capaces de generar impactos vitales con la potencia de marcar un antes y un después.
Los cuerpos atravesados por la autogestión reconocen que nuestras vidas se pueden organizar de otra manera. Y creo que no es poca la gente que ha llegado a ese reconocimiento, tanto corporal como mental, por primera vez en una rave, que ha comprendido que la única forma de construir un afuera es desertando, aun a sabiendas de los enormes riesgos que eso comporta.
Esa es la moraleja conservadora de la película, que termina por plantear que ese afuera no existe. Sirat afirma, de forma negativa, que quien osa trascender los límites de lo posible termina muerto, mutilado, o completamente descorazonado, sin ningún tipo de horizonte medianamente optimista en el que podamos decir el tan de moda “hope prevails” —la esperanza prevalece.
Sin embargo, como podemos ver en la camiseta de uno de los personajes, al fin y al cabo, estamos en un Freak Show en el que seguramente abrazar la desviación sea la única salida digna que nos queda ante un final del mundo que empezó hace mucho tiempo, y es que como dice Bey: “Como la fiesta, la revuelta no puede ocurrir cada día —de otra forma no sería extraordinaria. Pero tales momentos de intensidad dan forma y sentido a la totalidad de una vida. El chamán retornará —no puedes permanecer a tope siempre—, pero todo habrá cambiado, una diferencia se ha instaurado”.