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Oriente Medio
Viaje fugaz al Irán amenazado
Las amenazas exteriores y las sanciones parecen estar reforzando la línea dura del régimen de los ayatolás frente a otras más aperturistas. Una vez más, no hay tregua para el pueblo iraní.
Mientras los tambores de guerra estadounidenses vuelven a resonar sobre Irán y las tensiones se acercan por momentos a puntos de no retorno, la guerra de asfixia económica contra el país es, de nuevo, una realidad. Aunque la breve tregua que dio al país tres años de respiro económico y diplomático acabó exactamente hace un año, el equipo de Trump ha mostrado en las últimas semanas que está dispuesto a llevar la situación hasta el extremo.
El pasado 22 de abril, pocos días después de declarar grupo terrorista a los Guardianes de la Revolución Islámica, el presidente estadounidense, Donald Trump, espoleado por su asesor de seguridad nacional, John Bolton (lo recordarán por ser uno de los mayores promotores de la guerra de Iraq difundiendo la mentira de las armas de destrucción masiva), daba el enésimo mazazo a uno de los acuerdos internacionales que más esfuerzo llevó conseguir de los últimos tiempos: el pacto firmado en 2015 entre Irán y seis potencias mundiales (EE UU, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) por el que el país del Golfo se comprometía a reducir considerablemente su programa nuclear a cambio del levantamiento de las sanciones que asfixiaban su economía y del fin de su aislamiento internacional.
Todo marchaba según lo previsto (la Agencia Internacional de la Energía Atómica de la ONU avalaba el estricto cumplimiento del pacto por parte de Irán) hasta que en mayo de 2018 Trump decidió que no, rompió el pacto, reimpuso sanciones e inició su “campaña de máxima presión” sobre el país, aunque dio exenciones a ocho países para que continuaran importando petróleo iraní.
Eso es lo que se ha acabado ahora. Estados Unidos anunció el fin de las exenciones a partir del 2 de mayo, con el objetivo declarado de “llevar las exportaciones de petróleo iraní a cero”, junto con una amenaza para los países o empresas que se lo salten: “Los riesgos no van a hacer que merezcan la pena los posibles beneficios”. Aunque el secretario de Estado, Mike Pompeo, afirmó que el objetivo es “privar al régimen de su principal fuente de ingresos”, teniendo en cuenta que más del 20% del PIB iraní se debe a los hidrocarburos, que suponen el 80% de las exportaciones, y que las sanciones no se limitan al petróleo, la asfixia económica de toda la población es fácil de prever.
Una de las primeras consecuencias de las sanciones del último año es la devaluación rampante de la moneda, el rial, agravada estos días. Si el cambio oficial sitúa un euro a 47.000 riales, el 1 de mayo el cambio real era de un euro por 155.000 riales en las casas de cambio, dos días después se encontraba a 176.000. Si el salario medio, de 16,3 millones de riales, equivalía hace unos meses a unos 340 euros, al cambio real ahora no superaría los 100. La moneda se ha devaluado un 60% en el último año y la inflación de los productos básicos hace cada vez más difícil la vida de la mayoría de la población.
El 6 de mayo, siguiendo con su escalada de amenazas, el Gobierno estadounidense decidió “enviar un mensaje claro e inequívoco al régimen iraní”, al que acusa de estar preparando un ataque contra intereses estadounidenses, y despachó hacia la zona un grupo de combate con bombarderos liderado por el portaaviones USS Abraham Lincoln, donde evalúa enviar también 120.000 soldados.
Mientras tanto, los aliados de EE UU en la zona, Israel y Arabia Saudí (archienemigo de Irán en la región, cuyo control se disputan sobre el “tablero de juego” de Yemen, Siria, Iraq o Líbano), apuntalan la retórica bélica, y este último acusa a los iraníes de los recientes ataques contra sus oleoductos y petroleros.
Sin embargo, la estrategia de repetir el mantra de que Irán supone una amenaza para Estados Unidos empieza a mostrar fisuras. El 18 de mayo el congresista demócrata Rubén Gallego, miembro del Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, afirmó que según los informes de inteligencia a los que tenía acceso su comité, Irán “no representa una amenaza para los intereses estadounidenses”, y que personajes como Bolton están manipulando deliberadamente la información para llevar el país a la guerra.
Pero ni Europa ni la ONU acompañan a Estados Unidos y también han trascendido tensiones entre Trump y sus halcones. Según fuentes internas citadas por The Washington Post, a pesar de su retórica belicista, Trump no quiere empantanarse en una guerra con Irán y su objetivo es sentarse a negociar para alcanzar un nuevo acuerdo. La guerra económica y de asfixia sería su herramienta preferida. “Irán va a querer hablar pronto”, dijo el 16 de mayo en Twitter. Pero tal vez el magnate y presidente haya tirado demasiado de la cuerda.
“No, no hay posibilidad de negociaciones”, le respondió el ministro de Exteriores iraní, mientras el presidente, Hassan Rohani, anunciaba que, ante los incumplimientos estadounidenses, Irán abandona una parte del programa nuclear, e instó a la UE a encontrar en 60 días una fórmula para que pueda seguir vendiendo petróleo y haciendo transacciones. Las amenazas exteriores y las sanciones, además, parecen estar reforzando la línea dura del régimen de los ayatolás frente a otras más aperturistas. Una vez más, no hay tregua para el pueblo iraní.