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Gabino de Lorenzo lo fue todo en Oviedo durante veinte años. No fue un futbolista. Ni un intelectual. Ni siquiera un princeso futurible a rey en esta ciudad de cuento de hadas, como la describió Woody Allen. Gabino de Lorenzo dirigió la capital principadesca entre 1991 y 2012 con una gran gaviota sobrevolando sus cabezas encadenando mayorías absolutas donde se erigió en una especie de rey sol que marcó tendencia y acuñó una nueva ideología, el Gabinismo, dejando tras de sí una herencia que costará años superar.
Y esto es así por varias razones: por su personalista y populista forma de hacer política; por la colección de equipamientos inservibles y desocupados; por privatizar prácticamente de por vida todos los servicios municipales, incluso los que no existían y fueron creados ex profeso, y que no han ahorrado ni un euro a la ciudadanía ovetense; por crear una red de clientelismo dentro y fuera del ayuntamiento y por dejar una deuda municipal para las generaciones posteriores.
De Lorenzo llegó a la alcaldía ovetense en la primavera de 1991. En la anterior legislatura entró a formar parte de la oposición y en frente tuvo al socialista Antonio Masip, que presidió durante ocho años la Corporación municipal. A su marcha, Masip dejó un superávit de 3.500 millones de pesetas en las arcas municipales y varios proyectos como la peatonalización del centro y la eliminación de las vías ferroviarias en el entorno de la ciudad, a los que Gabino se opuso pero que hizo suyos, una vez obtuvo el bastón de mando.
Decían de Masip que era el alcalde de la austeridad, aunque llevó a cabo importantes obras para la ciudad de las que no se ven, como el saneamiento. Aún así, Oviedo era una gris ciudad del norte hasta la llegada del popular.
Un alcalde marketiniano
Gabino fue todo lo contrario: supo desarrollar una importante campaña de marketing cuando casi ni se sabía lo que era. Este ingeniero de minas no pudo encontrar mejor regalo que el superávit a su llegada a la alcaldía. Eso le permitió asentar su política municipal en tres pilares, “basar el gobierno municipal en la recalificación constante de suelos públicos para mantener una contratación constante de obras; privatizar todos los servicios e instalaciones municipales; y desplegar un populismo en las políticas culturales y sociales con grandes cantidades de dinero”, explica David Remartínez. Periodista, hoy director de Atlántica XXII, Remartínez cubrió local durante once años para El Comercio, es coautor junto con su compañero Gonzalo Díaz-Rubín de El Gabinismo contado a nuestros hijos, una semblanza narrada en tono de sátira de lo que De Lorenzo supuso para la ciudad y su ciudadanía.El gabinismo fue una forma de hacer muy campechana, y machista, todo hay que decirlo. El campechanismo podría decirse que caracteriza a una generación (el rey Juan Carlos, Rita Barberá, Miguel Ángel Revilla, etc). Gabino supo ganarse al pueblo llano hablando el mismo lenguaje que ellos, invitándoles a comidonas con tortilla gratis en cada inauguración para las que, si hacía falta, se fletaban autobuses urbanos e invitándoles a conciertos, corridas de toros y demás eventos (tonto el que pagaba entradas).
“Hay un votante que quiere verse reflejado en sus líderes, incluidos sus defectos. Como los dioses griegos, con las mismas debilidades y miserias que los mortales, pero sin perder su hálito divino”, señala Remartínez, para quien esto es “síntoma de inmadurez ciudadana ya que a los políticos hay que juzgarlos por su eficacia y su honradez”. Pero eso sí, Oviedo quedó tan guapu. Y así se justificaban los desmanes de su primer edil y su particular forma de llevar las riendas de la ciudad, que de repente se colocó en el mapa del turismo.
En esta campaña de marketing y su merchandising correspondiente, tanto institucional como del propio partido (no existía el límite entre lo que era uno y otro: todo giraba en torno a la figura de De Lorenzo), se gastaron millones de pesetas (y euros) que nadie sabe de dónde salieron ni la cuantía exacta. Buena parte de todos estos gastos se derivaban a través de Gesuosa, una de las empresas satélite creadas para gestionar planes de vivienda y privatizaciones.
Y entre planes de choque (como se designó a cada nuevo proyecto de obras que levantaban Oviedo entero, da igual que el año anterior ya se hubiera levantado), edificios singulares, inauguraciones y sus correspondientes comidonas y demás asuntos gabinianos, se fundió el ahorro de Masip y se comenzó a pedir préstamos que endeudaron el erario público “gracias a dos circunstancias de los años 90: la aprobación de la nueva legislación de Haciendas Locales, que permitió a los ayuntamientos aumentar sus presupuestos y endeudamientos, y también las modificaciones de la ley del suelo, que desembocó en el frenesí inmobiliario de esa época”, explica David Remartínez.
El ex alcalde ovetense tenía su propia ideología, el gabinismo, y no vino a Oviedo a hacer política, como él mismo afirmaba
Hablemos ahora de populismo. Un término que actualmente evoca más al descrédito, a políticas que buscan contentar a masas sociales irreverentes relacionándolo con la izquierda y que en realidad se refiere a “un populismo intelectual, de formación académica, enfocado a políticas sociales, la recuperación de la conciencia de clase y, en lo municipal, a la reconstrucción de las ciudades desde un punto de vista sostenible y de conciencia”, apunta Remartínez. El de derechas —según el director de Atlántica XXII— es “reaccionario y sentimental, apela a los miedos de sus votantes y despierta sus odios (inmigración, nacionalismo, caos, comunismo…) para hacer piña”.
El populismo de hoy no es igual que el de aquellos gloriosos años 90, los del ladrillo, cuando “todo el mundo podía pagar la hipoteca, el coche y las vacaciones en la playa”. En aquel entonces importaban las apariencias. Se gastaba, que no invertía, dinero a espuertas, el que había en la caja, el que se recogía en impuestos, como aquel memorable catastrazo que dio lugar a la primera manifestación en todo el Estado contra la corrupción, a los Fondos Mineros, los Europeos y los que se precisara. Era el populismo de las grandes obras públicas y de los grandes festejos, sin reparar en gastos ni en eficacias.
Del pacto del duernu
A de Lorenzo se le amaba o se le odiaba. Sin términos medios. A pesar de ser en sí mismo un oxímoron, como le definen en el libro. Fue ejemplo de gran gestor, aunque la deuda, esa herencia que dejó a la ciudad de Oviedo, llegue a los 200 millones de euros.Se le aplaudieron las privatizaciones, aunque no hayan ayudado a ahorrar ni un céntimo, siendo entregadas a las mismas empresas de siempre (para eso supo tejer una importante red de contratas) a través de concesiones por plazos de hasta medio siglo. Un rescate imposible a día de hoy por parte del gobierno tripartito (PSOE, Somos Oviedo —la marca de Podemos— e IU) que supondría un desembolso aún mayor para las arcas municipales.
También llevó a cabo una política de vivienda que dejó tantos pisos vacíos como construidos, según el Instituto Nacional de Estadística.
“Armado con dinero y esa forma de entender la política tan manipuladora se ganó a las fuerzas vivas de Oviedo. Y en parte lo hizo porque algunos medios de comunicación le bailaron el agua”, apunta Remartínez
El ex alcalde ovetense tenía su propia ideología, el gabinismo, y no vino a Oviedo a hacer política, como él mismo afirmaba. No provenía de ninguna familia de rancio abolengo dentro del PP, y partía con esa desventaja. Aún así supo rodearse de una corte de aduladores y fieles sirvientes que no cuestionaban sus decisiones, a los que contentaba a base de prebendas y concesiones, estableciendo una red de beneficiarios entre los que se encontraban algunos medios de comunicación. A la hora de poner en su sitio, siempre con su particular humor socarrón, le daba igual que fueran de los suyos o de los contrarios. Sabía golpear fuerte a sus enemigos.
Más allá de siglas, De Lorenzo también hizo amigos en las filas contrarias, incluso colocando al frente de Gesuosa a uno de ellos, Luis Gómez el Chino, apadrinado por el gran José Ángel Fernández Villa, líder del SOMA, sindicato obrero de UGT, sin cuyo permiso no se movía nadie en esta región y que hoy está encausado por cierto tema de mordidas a la hora de gestionar fondos mineros y otros dineros destinados a la reindustrialización de Asturias con vistas al cierre de los pozos.
A estas alianzas entre Gabino, incluso Francisco Álvarez Cascos, y el PSOE del propio Villa, después con Vicente Álvarez Areces Tini, alcalde Gijón y presidente del Principado entre 1999 y 2011, se le dio en llamar el Pacto del Duernu (lugar donde comen los cerdos). Y en él se llevaba a cabo el reparto de cromos correspondiente, echándose capotes entre ellos a pesar de su teatralizado enfrentamiento por un supuesto cerco a Oviedo entre socialistas y populares. Toda aquella persona que cuestionara las políticas del alcalde ovetense se posicionaba, claramente desde su punto de vista, contra la capital. Algo así como lo que ocurre ahora entre los nacionalismos español y catalán.
Gabino fue un artista que supo llevarse a todos al huerto. “Armado con dinero y esa forma de entender la política tan manipuladora se ganó a las fuerzas vivas de Oviedo. Y en parte lo hizo porque algunos medios de comunicación le bailaron el agua y le permitieron difundir esa imagen de Ramsés II al que le gustaba mostrar con un casco a pie de obra. Por el contrario, que construyese un hípico dirigiendo una yeguada privada que vendía caballos a sus usuarios no mereció apenas cobertura informativa”, analiza Remartínez.
La herencia
El centro ecuestre El Asturcón es una de las herencias que lastran al ayuntamiento ovetense, junto con el Palacio de Calatrava por el que se tiene que pagar 20 millones de euros y con una estructura que nunca funcionó ni jamás funcionará; Villa Magdalena, cuya expropiación cuesta a los ovetenses otros 63 millones; más otros 60 por los aparcamientos de Cinturón Verde…, “unas obras faraónicas que se han revelado como despilfarros inútiles. La herencia bancaria está ahí”, apunta Remartínez.Pero no es la única, “tenemos un ayuntamiento con pocos funcionarios y trabajadores, pero con muchos de ellos excepcionalmente pagados tras lustros de prebendas, eran los que se alineaban en la cuerda del alcalde —los mismos que hoy Somos Oviedo denuncia por boicoteo—. El resto eran defenestrados, en todos los sentidos. Y por último, está la estructura empresarial de la ciudad, pues esa red de contratistas amigos que estableció sigue viva, esperando que regresen los buenos tiempos”, señala el periodista.
Gabino de Lorenzo cesó en 2012 para ser nombrado delegado del Gobierno en Asturias. El pasado mes de mayo envió una carta al “amigo” Rajoy para comunicarle que, una vez cumplida la edad de jubilación, se retiraba. Por ahora disfruta de su retiro mientras buena parte de sus adláteres están inmersos en procesos judiciales que, por ahora, no salpican al ex alcalde.
Gabino de Lorenzo dibuja un retrato parecido al que se pueden encontrar en otras zonas del Estado español, como Rita Barberá, Paco Vázquez, Miguel Revilla, Jesús Gil o el propio Álvarez Areces. “Políticos que no van de políticos, que se presentan como ajenos a las intrigas y los peajes partidistas, pero que, al llegar al poder, despliegan una forma de gobernar las instituciones más propias de un cacique o un bufón que de alguien con vocación de servicio público”, sentencia Remartínez.
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Gabino fue el mejor alcalde que hubo en España. Son innumerables las obras que transformaron Oviedo de ser una ciudad cutre y oscura pasó a ser una ciudad brillante, ejemplo de toda España. Piscinas campos de fútbol centros sociales fachadas calles arboleda, farolas, fuentes, esculturas, auditorio, conciertos de nivel mundial, zarzuela, feria de la Ascensión, procesiones, campo real Oviedo, centros de estudios, estaría una semana nombrando las obras que hizo este señor, el que esté en su contra es que no quiere Oviedo. Es una pena que no halla seguido, lo echaré de menos mientras viva
En el tercer párrafo, mejor "enfrente" en lugar de "en frente".