Perfiles con tiempo
Nadia Hafid, ilustradora: “Es necesario hacer autorreflexión para iniciar una lucha antirracista”

La editorial Finestres, especializada en cómic en catalán, tiene su sede en la tercera planta de un edificio de Carrer de la Diputació, en Barcelona. Allí, en una sala amplia de techos muy altos, nos encontramos con Nadia Hafid (Terrassa, 1990) una mañana de febrero. Acaba de publicar Mala olor, su tercer cómic largo. La denuncia del racismo y de la hipocresía en el mundo de la empresa laten en esta obra y Nadia Hafid lo apunta con claridad. “Es un cómic que habla de que somos una sociedad racista y de que es necesario hacer este ejercicio de autorreflexión para iniciar una lucha antirracista, para que haya un cambio. Porque si uno no se da cuenta de que hay un problema, no se puede solucionar. También habla de que es necesario un feminismo interseccional, que tenga en cuenta la raza, la clase. Que no sea un feminismo blanco de mujeres privilegiadas. Tienes que abrazar estas injusticias, no hacer ver que esto no está sucediendo porque si no, no es feminismo, básicamente”. Esta denuncia aparece en Mala olor con un estilo marcado por la sencillez, las formas geométricas y los colores uniformes. Los textos son breves. Predominan las metáforas y una sensación de extrañamiento.

Ese extrañamiento se produce también cuando le formulamos la siguiente pregunta: “Comentabas respecto a Mala olor que vivimos en una sociedad racista. ¿Sientes que has padecido ese racismo en tu trayectoria tanto vital como profesional?”. Quien esto firma se va sintiendo un poco incómodo según va planteando la pregunta, que quizá suena fácil, aunque también parece difícil de evitar. La respuesta de Hafid sitúa el asunto en términos muy precisos: “Hay racismo día a día, lo padecemos todas. A veces también pienso que la pregunta sería más interesante [de otro modo]: ‘¿He sido racista o soy racista en mi día a día?’. Para mí, el cómic es importante que haga ese giro a esta pregunta, que es normal que me la hagas, pero me parece más interesante el ‘¿soy racista en mi día a día?’, igual que ‘¿tengo actitudes machistas en mi día a día?’, y hacer este ejercicio de autocrítica. Creo que eso es lo poderoso, porque claro que las personas como yo que tenemos un apellido Hafid hemos recibido… Te lo dirá todo el mundo que conozcas. Te dirá que ha padecido en su día a día racismo. Y, además, en cosas que se tienden a minimizar y a decir que son microrracismos, pero que en realidad son las causantes de actitudes mucho más graves de discriminación en el ámbito laboral. Por eso el cómic también está enfocado en el mundo laboral. Esas pequeñas cosas de las que además muchas veces te pueden decir: ‘Ay, pero qué exagerado eres’ o ‘ay, seguro que lo estás sacando de contexto’. Pues no. Esas pequeñas cosas que creemos que son pequeñas no son tan pequeñas y son las que luego construyen nuestros imaginarios, nuestros estereotipos. Y hay que poner el foco en ello. Y, de hecho, el cómic trata de poner este debate sobre la mesa”.

A este punto de la conversación, todo sea dicho, llegamos después de un diálogo sobre su trayectoria. Pero, puestos a decirlo todo, fue un momento de particular intensidad por el que parecía lógico empezar este texto. Y ahora, en un giro evidente que también parece difícil de evitar, vayamos al principio.

Nadia Hafid nació en Terrassa en 1990. De niña, se sintió atraída por la estética de los animes de la televisión de los años 90 y de los mangas en los que estaban basados.

En 1998, descubrió en la Biblioteca Central de Terrassa una sección especializada en cómic. Fue una revelación. “Me doy cuenta de que el cómic es algo mucho más amplio, que de repente hay estilos muy distintos, cómics con temáticas muy diversas”. Allí leyó algunas obras referenciales y se despertó su pasión por el mundo del cómic y la ilustración.

Años más tarde, hubo un momento de distanciamiento. Ocurrió durante sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Barcelona, donde exploró otras disciplinas. Pero luego hubo un momento de regreso. “En mi último año de carrera empiezo a trabajar en la librería La Central y vuelvo a conectar con el cómic”. Esa etapa coincidió con el nacimiento de dos festivales en Barcelona que se convirtieron pronto en referencia de la autoedición y el cómic autoral: el Graf y el Gutter Fest. En ellos presentó sus primeras obras y entró en contacto con una comunidad de creadores y de editoriales independientes que trabajaban un cómic más experimental.

Su primer fanzine lo publicó en 2014: 08:05 am.

Tres años después, se lanzó a la aventura de un cómic largo, que inicialmente iba a tener un formato de diario, pero que fue evolucionando hasta el estilo depurado, sin apenas texto, de El buen padre, publicado en 2020. No es exagerado señalar que esta obra tuvo una acogida entusiasta. “Es un cómic autobiográfico, es el único autobiográfico. Yo me hacía preguntas. ¿Cuáles pueden haber sido los motivos por los que el padre abandona una familia? Entonces, en ese ejercicio de hacer esas preguntas, de repente salían temas como el desarraigo, la soledad, el racismo también en algunos momentos, el machismo, las estructuras rígidas de lo que entendemos que son los roles en la familia tradicional, la soledad”.

En El buen padre ya estaban presentes los principales rasgos de un estilo reconocible: aparente sencillez formal, líneas claras, cuerpos y rostros con detalles mínimos, tendencia a la síntesis, a quedarse con lo esencial. “Al principio era algo más barroco, había mucha más información. Fui eliminando capas hasta encontrar un estilo muy limpio: a priori, creando una especie de distancia, pero que esa distancia, en vez de alejar, creara el efecto inverso. Revelaba muy claramente las intenciones que quería subrayar en lo que estaba sucediendo. Entonces fue accidental, pero luego me di cuenta de que me ayudaba. Me ayudaba en lo que quería contar”.

Dos años más tarde, en 2022, publicó Chacales. Esta obra nació durante la pandemia y refleja la incertidumbre y el desasosiego de aquel tiempo. Los protagonistas son personas que no pueden gestionar la ira. “Me pareció que podía ser el inicio de una historia que sirviera para hablar de la violencia sistémica que reciben muchos grupos de personas. Escogí tres personajes que fueran a priori muy diversos y que parecería que no tuvieran nada que ver, pero que al final tenían en común que eran personajes que estaban muy en los márgenes, personajes muy aislados, personajes que compartían esta violencia”.

Mala olor supone un nuevo salto.

Nadia Hafid habla con fuerza de su trabajo. Y pone en cada palabra un peso que parece meditado. Damos saltos en la conversación, pero queda siempre un hilo visible: el de compartir una trayectoria en la que cada paso, cada nueva obra, tiene un punto de descubrimiento, de riesgo.

Cuando en el diálogo aparece la capacidad del arte como herramienta de transformación, celebra que el cómic tenga un público muy diverso y que huya del elitismo. Celebra, en definitiva, que esa puerta que se abrió para ella se pueda estar abriendo ahora mismo: “Que el cómic esté en una biblioteca pública, que un chaval que esté haciendo los deberes de repente descubra el cómic… pues eso me parece muy poderoso. Básicamente porque me ocurrió a mí. Entonces es muy bonito porque te abre una puerta luego a descubrir otras cosas”.