Desobediencia
Racismo y resistencia negra en Estados Unidos

Los actuales disturbios raciales en EEUU hunden sus raíces en una lucha secular para acabar con la segregación por el distinto color de la piel

Puño
24 jun 2020 08:00

Los crecientes disturbios de los últimos días en Estados Unidos están manifestando una situación insostenible para la comunidad afroamericana en este país, una situación que se remonta mucho tiempo atrás en el tiempo (por ejemplo, la esclavitud y el comercio triangular entre Europa, África y América del tráfico de esclavos), pero nos ceñiremos a los problemas surgidos tras la emancipación de los esclavos, ocurrida en plena Guerra de Secesión (1863), aunque no se hizo efectiva hasta el fin de la misma en 1865 cuando entró en vigor la decimotercera enmienda a la Constitución. El problema radica en que el fin de la esclavitud no supuso una mejora sustancial de la comunidad afroamericana porque se estableció un sistema de servidumbre gracias a un complejo sistema de ordenanzas y leyes locales que, además, garantizaban la impunidad de los que ejercían sistemáticamente la violencia contra esa población.

Como la esclavitud estaba profundamente arraigada en el sistema social de los estados del sur, el Dixie, y era fundamental para su economía, basada en el algodón, materia que a su vez era fundamental para el tejido industrial del norte, se creó un pacto social, conocido como el Rey Algodón (Cotton King), que requería de la servidumbre de la comunidad negra, que debía seguir en condiciones deplorables trabajando en las plantaciones de algodón del sur o en las fábricas textiles del norte.

Para garantizar el estatus quo en los estados del sur se estableció un sistema cuasi feudal por el cual se vinculaba a la comunidad negra a la tierra mediante deudas y se establecía todo un sistema de mecanismos legales que hacían inefectivas las leyes federales de igualdad, conocidas como leyes Jim Crow en honor a un conocido personaje clown que ridiculizaba a la dicha comunidad. Este sistema estaba se basaba en las restricciones al derecho al voto o a la participación en jurados populares, que iban desde impuestos especiales, requisitos totalmente arbitrarios (por ejemplo, exámenes abiertos a la interpretación del funcionario), o la cláusula del abuelo, que exoneraba de todas estas medidas a quien tuviera un familiar con derecho a voto antes de 1861. Así, en 1900 en Luisiana había 5.000 votantes negros, mientras que en 1916 se había reducido a 1.772.

Todo este sistema se veía acompañado, como en otros sistemas de servidumbre, por una violencia total hacia la población negra, organizada por el Ku Kux Klan, que escenificaba amenazas y asesinatos con gran parafernalia ritual. Hasta 1922 se cometían más de cincuenta linchamientos anuales, y aunque el número decreció a partir de los años 30, todavía siguieron produciéndose. Lógicamente, esto era posible porque

estaba organizada la impunidad total para los blancos, al no existir posibilidad de represalias electorales o judiciales para los asesinos,

ya que para ser miembro de un tribunal era necesario estar inscrito en el registro de votantes.

La segregación trascendió el sur y se instauró también el norte, donde la comunidad negra sí que tenía derecho al voto (al menos los varones) mediante leyes federales que obligaban a la separación racial en el Ejército, el deporte, los ritos religiosos y otras actividades recreativas. Todo este sistema de segregación legal fue sancionado en 1896 por el Tribunal Supremo tras la apelación a este tribunal en el caso Plessy contra Ferguson, que declaró constitucional la doctrina “separados pero iguales”. Homer Plessy, un mulato de tez pálida, había sido arrestado por negarse a abandonar su asiento de primera clase en un tren y su defensa intentó que se considerara ilegal esa práctica tan habitual de segregación racial. Este tipo de acción lo había estado ya practicando durante mucho tiempo Frederick Douglas, un célebre activista negro nacido esclavo, todo un referente del movimiento abolicionista y de la resistencia negra posterior.

Los comienzos de la resistencia negra

La resistencia a la segregación no fue efectuada solo por activistas a título individual, sino que pronto surgieron asociaciones, como la National Equal Rights League, NERL, que, aunque ubicada en el norte, se dedicaba contabilizar y denunciar los linchamientos en el sur. En el Dixie no había posibilidad de resistencia, ya que la población vivía dispersa en el campo y solo se podía reunir en torno a las iglesias para población negra, muy conservadoras y que no cuestionaban el estatus quo. Además, cuando acabó el siglo XIX se habían realizado nada menos que 27 campañas de boicot a líneas de tranvía, el más largo de ellos había durado dos años y se había realizado en Montgomery, Alabama. ¿Os suena de algo esta ciudad?

Con la doctrina Plessy todos estos éxitos de la acción colectiva se perdieron y la resistencia se empezó a organizar en torno a otros dos frentes. Por un lado, los activistas que trataron de proporcionar educación a la comunidad negra, como Booker T. Washington o W.E.B. Du Bois; por otro, sindicalistas como Philiph Randolph y Chandler Owen empezaron a unir en sindicatos a trabajadores de astilleros, operadores de ascensor o mozos de los coches camas del ferrocarril (trabajos reservados exclusivamente para la comunidad afroamericana).

Du Bois trató de impulsar un cambio de estrategia en la NERL para que admitiera activistas de todas las “razas”. Al no conseguirlo fundó en 1909 la National Assotiation for Advancement of Colored People, la NAACP, sin duda la organización más importante de la resistencia negra al racismo institucional estadounidense.

En pocos años consiguió miles de afiliados en el sur y crear una infraestructura capaz de prestar apoyo legal y pagar fianzas a activistas negros arrestados en diferentes situaciones.

Paralelamente se fue articulando una red de publicaciones periódicas destinadas a la comunidad negra, que ayudaría enormemente a canalizar la posterior resistencia.

Ida Bells
Foto de Mary Garrity

El cambio del contexto social

Las restricciones a la producción agrícola debido a la política de New Deal que se planteó como respuesta a la crisis de los años 30, unida a otros factores como la plaga del gorgojo, la competencia de fibras sintéticas o la reincorporación británica (de la India) al comercio mundial tras la Primera Guerra Mundial, supuso el fin del algodón como motor de la economía sureña. Esto implicó el fin de la alianza industrial entre el norte y el sur y trajo la libertad para la población negra sureña, a la que dejó de requerirse una vinculación a la tierra. La emigración del campo a la ciudad favoreció la organización comunitaria, mientras que la del sur al norte, donde la población negra podía votar (ahora ya sí, hombres y mujeres), hizo que aparecieran cinco millones de nuevos votantes, lo cual, unido al voto femenino, conseguido en 1920 tras una larga lucha, motivó el cambio de estrategia electoral del poderoso partido demócrata. Para ganarse el electorado negro y femenino este partido abandonó el supremacismo y fue girando hacia posiciones más socialdemócratas, lo cual fue decisivo para la victoria de Roosevelt y Truman.

Poco a poco fue apareciendo una clase media negra urbana con recursos organizativos, centrados en sus iglesias pero con cada vez más presencia de la NAACP en el sur. También se fue consiguiendo apoyo financiero para las universidades negras, ya que merced a la doctrina Plessy seguía estando prohibida la educación interracial. Gracias a estos cambios se consiguió que hubiera líderes sociales y abogados formados para las futuras campañas noviolentas de los años 50 y 60. Paralelamente se iba creando una cultura de resistencia cuya manifestación más importante fueron las canciones protesta Strange Fruits de Billy Holliday, así como el posterior himno del movimiento de los derechos civiles We Shall Overcome. Otro hito de estos años fueron las cuatro medallas de oro de Jesse Owen en las olimpiadas de Berlín, organizadas por el nazismo para (infructuosamente) consagrar el supremacismo ario.

La Segunda Guerra Mundial y el giro hacia formas de acción noviolentas

Durante la Segunda Guerra Mundial parecía que la participación en la misma de miles de soldados negros iba a proporcionarles el derecho a la ciudadanía, pero seguían siendo segregados y minusvalorados en el Ejército. Esta contradicción motivó importantes disturbios en Harlem, famoso guetto negro de Nueva York tras la muerte de un soldado negro a manos de un policía blanco.

Muchos jóvenes negros (y también blancos) vieron la guerra como una gran hipocresía ante el racismo supremacista existente en Estados Unidos y se negaron a participar, siendo encarcelados nada menos que 42.973 objetores de conciencia, lo que implicaba uno de cada seis presos de las cárceles estadounidenses.

Curiosamente fue en prisión donde empezaron las campañas noviolentas del movimiento de derechos civiles, ya que estos protagonizaron numerosas huelgas de hambre y otras acciones de protesta en contra de la segregación dentro de las penitenciarías. Estos jóvenes pasaron una media de unos tres años encarcelados, lo cual forjó el carácter de la nueva generación de líderes para los años venideros y selló la alianza entre el movimiento de derechos civiles y el movimiento pacifista radical que estaba ensayando formas de acción noviolenta de corte gandhiano. James Farmer Bayar Rustin, George Houser, Jim Peck, Igal Rodeenko, David Dellinger o Glen Smiley serían algunos de los objetores que protagonizaron posteriormente grandes capítulos de la resistencia en los años 50 y 60. Su aproximación a la noviolencia gandhiana venía de su contacto con Krishnalal Shridharani, un activista indio que estaba estudiando en Estados Unidos. Había participado en las campañas de Gandhi de los años 30 y desmitificó la idea de la espiritualidad noviolenta que primaba en las interpretaciones gandhianas del pacifismo cristiano norteamericano, como la de Richard Gregg.

Algunos jóvenes negros y blancos (Bayard Rustin o Houser) o vinculados a la organización pacifista Fellowship of Reconciliation FOR, crearon en 1942 el Congress of Racial Equality, CORE, para efectuar acción noviolenta contra la segregación. El primero que empezó a repetir las acciones individuales que hiciera Frederick Douglas a finales del siglo XIX fue Bayard Rustin. Luego empezaron a organizarlas de forma colectiva creando un tipo de acción que denominaron sit-in, y que consistía en acudir grupos blancos y negros a una cafetería o lugar público donde se practicara la segregación y forzar el posicionamiento de la clientela, la empresa y la policía. Tuvieron mucho éxito en el norte pero no lograron intentarlo en el sur, donde seguía habiendo grandes dosis de violencia a pesar de la inactividad del KKK.

Paralelamente el ya veterano sindicalista Philiph Randolph organizó la Liga por la Desobediencia Civil contra la Segregación Militar, y su presión consiguió importantes concesiones de las administraciones Truman y Esienhower, que promovieron iniciativas federales para eliminar la segregación en las Fuerzas Armadas y en el distrito de Columbia, donde el presidente ejerce las funciones de gobernador. No obstante, en el sur se fueron creando normas estatales propias con el fin de proteger el sistema de segregación de Jim Crow.

Las nuevas oportunidades para la movilización

En 1946 la apelación del abogado de la NAACP Thurgood Marshall al Supremo en el caso Irene Morgan, una mujer negra que había sido arrestada por negarse a ceder su asiento a un blanco en un autobús interestatal (¿os suena?) hizo que el este tribunal declarara ilegal la segregación en dichos autobuses. Como la sentencia no se estaba aplicando en el sur, surgieron varios desafíos individuales para forzar su cumplimiento, como fueron los viajes de los soldados Isak Woorward o Wilson Head, ampliamente difundidos en la prensa negra. Es por lo que CORE decidió hacer un desafío colectivo organizando un viaje por el sur con un grupo de 17 activistas blancos y negros, entre los que se encontraban Bayard Rustin (negro), George Houser, Jim Peck o Igaal Rodenko (blancos). La acción en sí misma no consiguió desegregar los autobuses, sus responsables se enfrentaron a multas, cárcel, insultos y golpes, pero logró captar la atención mediática y poner en la palestra el debate en torno a la segregación racial. Las campañas noviolentas no podrían ponerse en marcha en el sur hasta los años cincuenta recuperando la estrategia de los boicots que se había usado en el siglo XIX, destacando el boicot a los autobuses de Baton Rouge, Luisiana de 1953.

En 1954 llegó otra resolución del Supremo de gran trascendencia, pues lograba derogar por fin la doctrina Plessy de “separados pero iguales” de 1896. Thurgood Marshall había logrado llevar por fin al Supremo el caso de la segregación en los centros educativos en el caso conocido como “Brown contra la Consejería de Educación de Topeka”. La resolución de 1954 determinaba por unanimidad el fin de la segregación en la enseñanza pública, aunque no establecía métodos ni plazos para implementarla. La esperada desobediencia institucional de los Estados del sur tanto a los decretos de Truman y Eisenhower de los años 40, como a las sentencias del Supremo del caso Irene Morgan y Brown, así como la reactivación de la violencia del KKK posibilitaría el ciclo de movilizaciones noviolentas entre los años 1955 y 1965. El contexto internacional proporcionaba además las posibilidades de apoyo del gobierno federal, el cual estaba interesado en el fin de las imágenes de segregación, represión y disturbios que perjudicaban la influencia de Estados Unidos en el Tercer Mundo en un momento de gran tensión política debido a la Guerra Fría.

No nos vamos a detener aquí a explicar las campañas noviolentas de estos diez años, con conocidas figuras nuevas muy comprometidas con la noviolencia, como Rosa Parks, Martin Luther King Jr que tras el éxito en Montgomery creó una organización al SCLC (Sourhern Christian Leadership Conference), John Lewis, Diane Nash (ambos del SNCC Student Noviolent Coordinating Comitte), y otras que mantenían una larga trayectoria como los veteranos de CORE, o el importante papel del veterano sindicalista Philip Randolph o el objetor Bayard Rustin en la Marcha sobre Washington de 1963, mientras que la NAACP y Thurgood Marshall seguían promoviendo una estrategia de batallas judiciales, con pequeños e importantes éxitos como la apelación al Supremo tras el arresto de Rosa Parks. Tras grandes esfuerzos, con mucha violencia policial y parapolicial en las que hubo desde bombas y disparos a linchamientos, se consiguió implicar al gobierno federal en un cambio legislativo que llegó en 1964 con reformas en la legislación de derechos civiles y en 1965 con reformas en la legislación en el derecho a voto, llegando a intervenir federalmente en el sur, durante las campañas para garantizar la seguridad de la comunidad negra así como posteriormente para garantizar la aplicación de las nuevas leyes.

Martin Luther King (I have a dream)

El declive del movimiento

Tras el cambio en la legislación el movimiento se fue orientando hacia otros objetivos, como fueron las campañas contra la pobreza de Martin Luther King, que buscó confluencias con otras minorías étnicas (indígenas y latinos principalmente), las campañas contra la guerra de Vietnam (en confluencia con pacifistas y antimilitaristas), o campañas internacionales en apoyo a la lucha contra el Apartheid en Sudáfrica, especialmente importante tras al arresto de Nelson Mandela y la cúpula del Congreso Nacional Africano en 1960) o de apoyo al movimiento anticolonialista en el continente negro. Estas campañas evidenciaron la progresiva radicalización de Martin Luther King, que acabaría siendo asesinado en Memphis en 1968, generando la sensación de que la noviolencia no servía en el nuevo contexto, como demostrarían los grandes disturbios en los guetos negros a su muerte.

Estos disturbios serían un constante desde entonces y son más bien una evidencia de la falta de capacidad organizativa de la comunidad negra para articular otras formas de resistencia a la par que una expresión de su necesidad de resistencia, que se vio incapaz de desarrollar estrategias de acción conjunta ante la falta de unidad del movimiento. Por un lado muchas personas negras se habían vuelto hacia el Islam como repulsa al cristianismo supremacista blanco, con Malcom X emitiendo discursos incendiarios en favor de la noviolencia hasta poco antes de su muerte, en 1965. Por otro lado en los 70 el movimiento se tornó hacia el Black Power (como se había evidenciado en las Olimpiadas del 1968), y organizaciones antes muy comprometidas con la noviolencia fueron expulsando a sus activistas blancos, algunos de los cuales, como Jim Pek, de CORE, se había dejado la piel en el mismo durante los últimos veinte años.

Conviene resaltar aquí que el partido demócrata pagó en las urnas su apoyo a los derechos civiles. De hecho, el ala más racista de este partido se separó del mismo y creó otro, llamado Partido Americano Independiente, que presentó la candidatura del conocido racista George Wallace, el que hubiera sido gobernador de Alabama durante las campañas más duras del movimiento, y responsable de la brutalidad policial en Montgomery o Selma. Otro sector racista demócrata se pasó directamente al Partido Republicano y apoyó la campaña presidencial de Nixon, que parecía moderado frente Wallace. En ese momento Estados Unidos estaba sumido en el caos debido a las protestas negras y a las movilizaciones contra la guerra de Vietnam, que llegaban a su punto álgido en esos días. Nixon prometía ley y orden, y su victoria resultó no sólo en la retirada de las tropas de Vietnam, sino también en la creación de un nuevo sistema de exclusión social de la comunidad afroamericana con el concepto de Guerra contra las Drogas. Bajo este paraguas, además de legitimar intervenciones militares en Latinoamérica se legisló para volver a excluir a la población afroamericana de su derecho al voto, bajo una premisa simple, la negación del mismo a toda persona que hubiera estado en la cárcel. Como la nueva legislación contra la droga penalizaba especialmente el consumo de estupefacientes consumidos por las comunidades marginales, no sólo la negra, pronto la población carcelaria estadounidense fue creciendo y creciendo, hasta llegar a ser nada menos que una cuarta parte del total de la población recusa del mundo. Además con ello se ponía en marcha otro perverso negocio que recuperaba la esclavitud como mano de obra, al obligar a trabajos forzados a la población penitenciaria mediante conciertos con empresas de todo tipo. Todo ello necesitaba de un reforzamiento de la capacidad para ejercer la violencia de la policía, que necesitaba lavar su imagen constantemente con series y películas de ficción que mostraban una fantasía inventada totalmente ajena a la realidad social (La aclamada The Wire sería una excepción).

La reacción del movimiento negro fue aumentar su radicalismo, y construir su propia versión del marxismo o el maoísmo, y se creó en 1966 el partido de los Panteras Negras para intentar la revolución armada con una estrategia de apología de la violencia y atentados que no llegó a ninguna parte. El objetivo que pedían, la creación de un Estado negro independiente, así como el recurso a la violencia, sobre todo en el plano estético, causaron mucho rechazo entre la parte de la comunidad afroamericana más conservadora, que todavía creía en el sueño americano y la descripción que hiciera del mismo Luther King en el discurso de Washington en 1963. La principal actividad de los Panteras Negras era conformar patrullas de autodefensa ciudadana contra los abusos policiales, aunque poco a poco fueron ganando importancia las acciones sociales con programas de alimentación y salud. No obstante esta estrategia no contaba con los apoyos de las anteriores campañas noviolentas y no estaba preparada para enfrentarse al aparato de represión del gobierno federal, que no dudó en reprimir judicial y parajudicialmente al movimiento, saboteándolo con agentes infiltrados que causaron gran desconfianza interna. Además los Panteras Negras fueron estigmatizados en los grandes medios de comunicación y fue progresivamente perdiendo apoyos durante la década de los 70 hasta quedar reducido a una figura poco más que simbólica.

La situación actual

Desde entonces la organización comunitaria negra ha tenido que empezar de cero, enfrentándose todavía a dos grandes problemas derivados del todavía poderoso supremacismo blanco, que controla los medios de comunicación y gran parte del sistema educativo y sanitario del país. Como muestra del su poder, en nada menos que en 23 estados existen unos 1700 monumentos, algunos colosales, a generales confederados en un caso de exaltación pública del racismo. Este racismo sigue presente además de la persistencia de los guetos y los problemas de acceso a la educación, salud y otros factores que garantiza una vida en dignidad, en forma de impunidad judicial ante abusos policiales contra población negra, déficit democrático de larga trayectoria como hemos visto y que se plasma en las elevadas estadísticas de población negra encarcelada (en el país donde está el 25% de la población penitenciaria del mundo). Existen además multitud de ordenanzas y leyes locales que siguen segregando a la población negra, manteniendo los guetos al dificultar con triquiñuelas legales la posibilidad de acceder a la vivienda fuera de los mismos.

Es por eso que de vez en cuando surgen estallidos de violencia como respuesta a algún abuso policial, como está ocurriendo tras la muerte de George Floyd. Pero hay tres factores que hacen que este caso sea especial: en primer lugar la crisis del coronavirus ha generado el colapso de la economía y se ha cebado en los más desfavorecidos del país, que siguen siendo en su mayoría la comunidad negra, sin que haya planes sociales para paliar su situación; por otro lado el presidente Donald Trump, cuya base de poder se apoya en el supremacismo sureño, no para de lanzar provocaciones y de proponer medidas represivas que no hacen sino agravar la situación, por no hablar de su ridícula gestión de la pandemia. Y en tercer lugar, en los últimos diez años se ha construido una poderosa organización comunitaria en torno al feminismo negro, con Angela Davis como una de sus principales ideólogas, pero ni mucho menos la única.

Cada vez se va evidenciando más la existencia de dos Estados Unidos, el racista y el progresista, y la crisis podría generar el contexto idóneo para que el conflicto entre ambos se torne violento.

Como Donald Trump intente aferrarse al poder en las elecciones de otoño e intente un golpe de Estado, la situación puede degenerar en guerra civil, con las consecuencias internacionales que eso tendría en todos los países donde se mantiene el orden gracias a su influencia (Colombia o Palestina serían un ejemplo). Para evitar una nueva guerra fría mundial sólo cabe confiar en que la gran tradición de organización comunitaria norteamericana sea capaz de canalizar la resistencia hacia la noviolencia y si se produce un golpe de Estado por parte del supremacismo, se le pueda responder con huelgas y otro tipo de acciones noviolentas que lo hagan inefectivo. Históricamente esta ha sido la mejor defensa contra las dictaduras, aunque hace falta capacidad de organización que, sin duda, Estados Unidos, con su larga historia de movimientos sociales, tiene.

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