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Poesía
Por qué vive Roque Dalton: 50 años del asesinato del poeta de El Salvador

Por joder, a Roque Dalton lo mataron por joder, por joder con lo que no se jode, le pegaron un tiro en la nuca por eso: por jodedor, que en los españoles de América significa a la vez bromista y jaranero y provocador, y la revolución marxista-leninista no está ni para andar de jarana ni de chistes, mucho menos para provocar.
Pim, pam, pum.
10 de mayo de 1975.
“COMUNICADO DEL EJÉRCITO REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO E.R.P.:
(…)
El Ejército Revolucionario del Pueblo fue objeto de infiltración enemiga por medio del salvadoreño Roque Dalton, quien militó durante algún tiempo en nuestra organización revolucionaria y quien estaba colaborando con los aparatos secretos del enemigo”.
(…)
VENCER O MORIR
ESTADO MAYOR DEL EJÉRCITO REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO E.R.P.”.
Para eso está la revolución marxista-leninista, bien lo dice el Estado Mayor, para vencer o morir, para vencer o morir en mayúsculas.
Roque Dalton murió en minúsculas, como tantas infinidades de latinoamericanas que mueren desaparecidas. Dicen que sus compañeros del ERP —con los que tenía intención de hacer la revolución en El Salvador— le hicieron un juicio sumario, le pegaron los tiros y lo botaron a un tiradero negro de tierra volcánica que llamaban El Playón, pero nunca se supo seguro, sigue sin saberse ni haber cuerpo, el poeta sigue desaparecido desde que aquel día murió “muchacho” con 40 años de edad. Que Roque Dalton murió muchacho lo escribió su amigo Mario Benedetti, también poeta. Murió muchacho porque si siguiera vivo hoy, con 90, seguiría igual de muchacho y de jodedor.
Desaparecido Roque padre, desaparecido su primogénito Roque Jr. que también se metió a revolucionario; vivos su pareja, Aída Cañas, pionera del movimiento feminista salvadoreño, su hijo mediano Juan José Dalton, que también se metió a lo mismo que los otros dos y fue herido pero no murió, y el pequeño, Jorge Dalton, que no se metió a lo mismo que los otros y sin embargo también ha tenido su parte de plomo.
Jorge Dalton anda con muleta y la pierna derecha coja. Hace no mucho que estuvo a punto de perder la pierna, incluso a punto de morir, porque salía de casa de su mamá y de Juan José en San Salvador y un bandido lo asaltó y aunque Dalton le entregó sus pertenencias, el bandido lo mismo antes de irse le pegó un tiro y el tiro le seccionó la femoral y el hijo del poeta también casi se muere pero no se murió.
Ha venido a Madrid al acto del Instituto Cervantes, que ya hace años que tiene un proyecto de archivo memorial, la Caja de las Letras, en el que van metiendo cosas personales y documentos de autoras y autores de lengua española, y esta vez le tocó a Roque Dalton coincidiendo con el medio siglo de su martirio. Martirio porque solo a un poeta loco se le ocurre meterse a guerrillero y porque el propio Roque debía de saber bien cómo acabaría la cosa y dejó en su obra un poema que son las instrucciones precisas de qué hacer cuando se muriese, y que se llama “Alta hora de la noche” y que por ordenanza universal siempre debiera ser reproducido íntegramente cada vez que se citase:
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
Porque se detendría la muerte y el reposo
Tu voz que es la campana de los cinco sentidos
Sería el tenue faro buscado por mi niebla
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta
No dejes que tus labios lleven mis once letras
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
Desde la oscura tierra vendría por tu voz
No pronuncies mi nombre
No pronuncies mi nombre
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.
Leído por su amigo Cortázar, también poeta, es un paraíso. Está en YouTube.
En el acto, el director del Cervantes, Luis García Montero, también poeta, cita un casi haiku de Dalton que dice “Poesía / perdóname por haberte ayudado a comprender / que no estás hecha solo de palabras”, y luego toma la palabra Jorge Dalton y dice que lo que se está haciendo hoy aquí “es un acto de justicia”. Y, en cierto modo, además de un acto de justicia es un entierro, el entierro que no tuvo el poeta, porque el acto tiene lugar en la antigua cámara acorazada de este edificio que era la antigua sede del Banco Hispanoamericano y ahora es la del Cervantes, que ha transformado la cámara acorazada en su Caja de las Letras, y ahora en vez de billetes o joyas lo que hay en las cajas fuertes de la cámara, que se mantiene casi igual, son restos mortales, y Jorge le va pasando a García Montero los restos de su padre, una primera edición de Taberna y otros lugares, las hojas viejas de prensa salvadoreña donde empezó a publicar sus poemas, el cepillito con que limpiaba su máquina de escribir Underwood, el grueso lápiz bicolor rojo y azul que usaba para subrayar, una foto con su amigo el cantante Bola de Nieve, y el director va acomodando las cosas en la caja que le toca a Roque, la número 1.148, y es así que en la caja 1.148 del Hispanoamericano el poeta encuentra por fin su osario.
Sidecar
Sidecar Clandestinidad: la poesía de Roque Dalton
Jorge Dalton se sienta en un bar, pide una soda, cuenta lo de su pierna, cuenta de cuando se fueron a vivir con su padre a Praga en los años 60 y de cómo se suponía que su padre debía escribir en la Revista Internacional creada por la KGB y, sin embargo, como era un jeta apenas escribió nada para la revista que lo empleaba y en cambio se dedicaba a escribir sus propios libros, entre ellos Miguel Mármol, la memoria del líder comunista salvadoreño que estaba exiliado en Praga.
Cuenta Jorge de cuando Fidel le dijo a Roque que se fuera a vivir a Cuba “porque en Praga se iba a cagar de frío” y cuenta, en efecto, de cuando vivieron en Cuba y de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez que aún eran unos pelados e iban a guitarrear en la casa de Roque, y del don y el hambre que tenía su padre de conocer gente, lo mismo la insigne que la arrabalera, de hecho tenía el proyecto muy anhelado de hacer una Antología de malos poetas escogidos entre los mejores donnadies con los que platicaba y bebía ron, pero ese proyecto no lo pudo llevar a cabo porque lo mataron, como tampoco un libro sobre el caso del poeta cubano represaliado Heberto Padilla y otros varios proyectos. Y cuenta Jorge la vez que allí en La Habana vio a su padre con Cortázar y él, que era muy niño y acababa de ver la película Moby Dick, pensó que Cortázar era el Capitán Ahab y, aunque su madre Aída Cañas le dijo “Jorgito no jodas déjalos charlar en paz”, él se acercó y se lo preguntó y Cortázar gigante y con aquel acento tan raro le dijo que “sí, niño, en efecto, yo soy el Capitán Ahab” y siguió charlando con Roque, de quien, como dice Jorge en una feliz expresión de la amistad, “Julio gozaba mucho”.
“Mi padre estaba condenado, mi padre no estaba llamado a sobrevivir en un campo de batalla porque ningún poeta está llamado a sobrevivir en un campo de batalla. Pero él quiso ser consecuente con eso que de que a su país había que liberarlo a través de las armas”, cuenta Jorge Dalton
Cuenta también que en Praga le tenían el teléfono pinchado porque no se fiaban de él, porque los hombres revolucionarios nunca se fiaron de él, ni los soviéticos ni los latinoamericanos, porque su padre era “muy cuestionador de todo y era un hombre que vivía muy intensamente, un bohemio que amaba profundamente la noche, un gran gato de techo en aquella Cuba, un gato de tejado amante de la noche interminable, y todo eso los revolucionarios al estilo del Che o de Fidel o de lo que fue la izquierda tradicional de América Latina, los revolucionarios formados en esos dogmas, no lo podían aceptar, y por eso mi padre siempre estuvo en peligro. Yo pienso que mi padre estaba condenado, mi padre no estaba llamado a sobrevivir en un campo de batalla porque ningún poeta está llamado a sobrevivir en un campo de batalla. Pero él quiso ser consecuente con eso que de que a su país había que liberarlo a través de las armas, que yo no soy partidario ni seguidor de ese pensamiento, y entonces en 1974 se vuelve de Cuba a El Salvador para meterse en eso y cuestiona la manera en que sus compañeros de lucha están llevando la revolución y se convierte en un enemigo de ellos y ellos lo matan, porque igual que el poeta nunca comprenderá al militar, el militar nunca comprenderá al poeta”.
El ERP dijo que Roque Dalton trabajaba para la CIA pero la única verdad incontrovertible, el único hecho probado, es lo mismo que dijo el poeta cubano Reinaldo Arenas del dramaturgo también cubano Virgilio Piñera: “Lo acusaron de estar vivo”.