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Psiquiatría
Javier Erro: “Es difícil que exista el neoliberalismo sin un discurso biologicista sobre los malestares de las personas”
Javier Erro nació en 1988 en València y es, además de psicólogo e investigador, escritor. En marzo de este año, salía publicado su segundo libro, Pájaros en la cabeza. Activismo en salud mental desde España y Chile, editado por Virus. A raíz de esto, charla con El Salto sobre su papel como profesional crítico. En esta entrevista, expone algunos de los aspectos opresivos de lo que llama cultura de la salud mental y habla de la necesidad de crear tejido social.
¿Cómo ha sido para ti el proceso desde que empezaste a formarte en Psicología hasta llegar a tus posturas críticas actuales? ¿Tus ideales se han visto influidos por las experiencias que has ido viviendo?
Cuando empecé a estudiar Psicología ya formaba parte del movimiento libertario; estaba en varios colectivos y asambleas. Sin embargo, no tenía una postura crítica respecto al campo de la salud mental en general. La fui adquiriendo a raíz de leer algunos fanzines, algunos libros que iban llegando a mis manos; como Enajenadxs, por ejemplo. Mi perspectiva también cambió gracias a la web de Primera Vocal y a raíz de un grupo de amigas, que se reunían para hablar sobre estas cuestiones.
Fue así como empecé a conocer estos discursos, que para mí eran totalmente nuevos. Empecé a aplicar al campo de la salud mental la misma lógica que a otras cuestiones de autoritarismo, de opresión. Poquito a poco fui avanzando.
Desde varios colectivos se defiende que las disciplinas psi utilizan la supuesta evidencia científica, como porcentajes o estadísticas, para legitimar sus prácticas, que denuncian violentas en muchas ocasiones. ¿Puedes profundizar en esto?
La forma hegemónica se fundamenta en el modelo cuantitativo, defiende que los fenómenos mentales, las experiencias subjetivas, emocionales, las creencias que tú tienes respecto a la realidad son medibles, cuantificables. Podemos asignarles un número y, por tanto, medir cuándo hay más y cuándo hay menos.
Cualquier profesional del campo de la salud mental a quien le preguntes te dirá que esto no tiene ningún sentido en el fondo. Nadie te va a decir: “No, en el fondo la tristeza se puede puntuar” o “Soy consciente de que una creencia inusual es cuantificable”. Sin embargo, es interesante ver cómo, pese a que todo el mundo es consciente de que cuantificar las experiencias subjetivas no tiene ningún sentido, se sigue haciendo.
Es interesante ver cómo, pese a que todo el mundo es consciente de que cuantificar las experiencias subjetivas no tiene ningún sentido, se sigue haciendo
La cultura de la salud mental es la que hace que se reproduzca esta inercia y que se mantenga pese a no tener sentido. Creo que es muy simbólico y muy ilustrativo que los y las profesionales podamos tener una práctica totalmente contradictoria respecto a lo que pensamos y que nos parezca totalmente lógico.
Sin embargo, el activismo loco se basa, principalmente, en los testimonios subjetivos en primera persona de la comunidad psiquiatrizada. ¿Qué aporta esta forma de hacer tan distinta a la hegemónica?
Cuando empieza a desarrollarse el activismo loco, emergen muchas propuestas. Una de ellas es defender y poner en el centro la cuestión de que las experiencias subjetivas son subjetivas y hay que tratarlas como tales. No se puede admitir una contradicción tan grande sustentada en que haya experiencias subjetivas tratadas como si no lo fuesen. Si se hace, es cuando aparece la posibilidad de oprimir a las personas, o de imponer una serie de discursos.
Para mí, es una de las cosas más importantes que aporta el activismo: romper un poco con el esquema de que los y las profesionales podemos cuantificar, medir y, en el fondo, imponer a la otra persona lo que se supone que está sintiendo.
El modelo cuantitativo fundamenta todas las investigaciones que se hacen. No defiendo que no se puedan hacer investigaciones; creo que, de una cierta manera, se pueden hacer investigaciones cuantitativas. El problema existe cuando solamente haces investigaciones basadas en lo cuantitativo y olvidas totalmente que existen experiencias subjetivas y que no puedes hacer que todo gire en torno a los números.
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En este segundo libro, hablas de que, para el sistema capitalista, la forma de ser productivas de las personas sobremedicadas que no pueden acceder al sistema de trabajo formal se podría traducir en comprar psicofármacos. ¿Cómo ha conseguido el sistema psiquiátrico convertir la venta de sus sustancias en algo prácticamente intocable?
El biologicismo, dentro de la cultura de la salud mental actual, es la idea principal, la hegemónica, la que se sitúa más arriba en la jerarquía de esta cultura. Es algo irrenunciable para el neoliberalismo. Creo que es muy difícil que exista el neoliberalismo sin estar fundamentado en un discurso biologicista sobre los malestares que sufren las personas. Si cae el biologicismo, caen muchas otras cosas.
Es este biologicismo lo que permite que los malestares no se traduzcan en puestas en común sobre lo que está sucediendo y en posibles cuestionamientos colectivos respecto al sistema en el que vivimos
Es este biologicismo lo que permite que los malestares no se traduzcan en puestas en común sobre lo que está sucediendo y en posibles cuestionamientos colectivos respecto al sistema en el que vivimos. En realidad, son muchos más factores, pero uno de ellos es precisamente este biologicismo, esta farmacologización del sufrimiento psíquico.
Por otra parte, está la cuestión económica; los fármacos son muy lucrativos. Esta es la parte más evidente pero, pese a lo evidente que resulta, no se cuestiona. Y, cuando se cuestiona, no se es coherente con ello. Todo el mundo conocemos a psiquiatras, médicos y médicas que, pese a saber que esto existe, que la industria farmacéutica influye sobre las investigaciones, que condiciona tanto la atención clínica y los sistemas de salud y de salud mental, no llevan a cabo prácticas coherentes.
Puedes pensar que no es coherente hacer una investigación cuantitativa y, sin embargo, hacerla. No tiene sentido. ¿Por qué se hace? Porque es el agua en la que nadamos y no sabemos que estamos nadando en ella.
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Explicas que, si en el sistema neoliberal se nos responsabiliza de nuestro propio éxito (o fracaso) económico, en salud mental se nos responsabiliza de nuestro propio malestar. ¿Qué crees que podéis hacer las personas que os dedicáis a la atención en salud mental ante el aumento de discursos coach neoliberales en este campo?
Lo que se puede hacer, como con muchos otros discursos y prácticas, es cuestionarlos. El problema de las disciplinas psi es que no tienen espacios de reflexión real, sino el modelo de congresos, revistas y artículos. Todo esto no genera un debate real ni una reflexión conjunta y común sobre lo que está sucediendo. No puedo preguntarle a otro psicólogo o psicóloga qué opina sobre toda esta cuestión de neoliberalizar el malestar, de convertirlo en una mercancía e individualizarlo, limitando su potencialidad transformadora. No es que no pueda, puedo hablar con esa persona, pero no se va a convertir en un debate más amplio porque no hay un espacio común.
El problema de las disciplinas psi es que no tienen espacios de reflexión real, sino el modelo de congresos, revistas y artículos
Por eso sí defiendo que los, las, les profesionales también tendríamos que generar algo colectivo, común. Pienso que el activismo en salud mental es amplio. El activismo loco tiene que ser el que protagonice todos estos cuestionamientos y debates. No obstante, eso no implica que no piense que los profesionales tenemos que estar ahí para generar un colectivo, un debate.
Los discursos pierden fuerza y caen por sí mismos cuando existe tejido social. Han surgido, justamente, cuando se ha empezado a destejer la sociedad, a individualizar a la persona. Si este tejido social se reconstruyera, a través de movimientos sociales, de una red colectiva de base; se diluiría este discurso. Creo que son incompatibles.
Como sabes, somos locas y psiquiatrizadas. A menudo, familiares y otras personas de nuestro entorno depositan toda su confianza en profesionales psi, ninguneando nuestra experiencia. Desde tu perspectiva de psicólogo aliado ¿Qué estrategias te parecen útiles para cambiar esto?
Es una pregunta brutalmente buena y muy difícil. No creo que el lenguaje sea la única forma, pero sí una de las más importantes. ¿Por qué se confía en los profesionales en lugar de en las experiencias de las propias personas? En parte, porque los profesionales hablamos en unos términos que solo nosotros controlamos y manejamos.
Esto pone un coto de protección a los discursos y a los significados que se dan a los propios malestares. Parece que solo los profesionales sabemos de qué estamos hablando cuando hablamos de neocórtex, de subidas y bajadas de dopamina en el núcleo accumbens y cuestiones de este tipo. Pero si les quitas a la psiquiatría y a la psicología los términos complejos y construyes, en común, si simplemente dejas que la persona utilice sus propias palabras para construir sus propios significados, al profesional y a la familia ya no les queda más remedio que delegar el poder en la persona, al menos en términos de significados. Esto es tremendamente complicado.
También es vital bajarnos del pedestal. No creernos dioses. La persona tiene la capacidad de poder decidir qué piensa sobre lo que le sucede. Podremos estar de acuerdo o no pero no tenemos derecho a imponernos.
Las asociaciones de familiares pueden tener un potencial muy positivo a la hora de compartir y de apoyarse entre sí, entre personas que lo viven indirectamente. Sin embargo, como se explica en el libro, la actividad de estas asociaciones no revierte en nosotras, las personas psiquiatrizadas.
Las familias son un frente muy importante porque, quizá, son el entorno más inmediato en el que crece la persona; el primer paso que la vincula con el resto de la sociedad. En la familia hay un potencial inmenso precisamente porque acaba siendo el nexo entre la sociedad y la persona.
Lo que ha hecho la cultura de la salud mental neoliberal es muy inteligente: ha aislado también a la familia
Lo que ha hecho la cultura de la salud mental neoliberal es muy inteligente. Ha aislado también a la familia. La persona no puede salir de ahí y, si se expresa lo que le sucede, se hace en términos muy concretos. Se habla de un hijo o una hija con trastorno bipolar o esquizofrenia, en vez de explicar que lo están pasando fatal, que se está intentando que pueda salir a la calle o que no se sabe qué hacer para ayudar porque ha perdido a sus amistades. Así, sí se podría generar algo más colectivo, de calle, de barrio, de vecindario.
El modelo actual hace que la familia y la persona con sufrimiento psíquico acudan a los profesionales y hagan exactamente lo que estos dicen, porque han sido designados como expertos. El discurso se queda en ese circuito cerrado. La persona está encerrada pese a formar parte de la familia y la familia está encerrada pese a formar parte de la sociedad. Sería necesario romper esa muralla. Podría dar mucho oxígeno y permitir que las raíces se expandan.
¿Qué propuestas a corto plazo, más concretas, se están poniendo en práctica en el activismo loco en primera persona en España y Chile?
Lo primero en lo que pienso es en la campaña #0contenciones. Posiblemente, de aquí a unos años sí podamos estar hablando de que se hayan acabado las contenciones mecánicas. Además, en Chile llevan bastantes años movilizándose contra el electroshock. Creo que es, también, una práctica cada vez más cuestionada. Ahora esta práctica no es tan agresiva como lo era antes, pero el concepto sigue siendo el mismo.
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No es una campaña concreta pero algo que está cambiando, que pienso que va calando cada vez más entre profesionales, es el discurso contra la sobremedicación. Me da la sensación de que cada vez se medica menos, al menos, a las personas que he tenido la oportunidad de atender o a quienes he visto en prisión. Se sigue medicando muchísimo, aunque creo que ya no se aplasta la vida entera de la persona con sobremedicación. Estoy generalizando, pero esta idea de que la sobremedicación anula la vida va calando y cogiendo peso. Y de aquí a unos años, podríamos estar hablando de que los niveles de sobremedicación también se hayan reducido.
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Desbiologizar, dar el poder a quien padece el síntoma, que los profesionales se bajen del pedestal..... Quien asuma lo anterior, que se señala en la entrevista, ya le convierte en candidat@ a practicante de pseudociencia según los medios de comunicación de este país casi en su ttotalidad.
Esta visión es tan revolucionaria a día de hoy, que a nadie le importaría si fueses a la cárcel por defenderla
Los neoliberales trumpistas como Ayuso se regodean en la práctica estigmatizadora de los pobres locos.
En su lógica de darwinismo social es natural que existan locos para sentirse superiores.
Va, si haceis un articulo sobre los los 11000 millones de € de recortes en sanidad por el gobierno central y reconoceis que no ha sido Ayuso me suscribo
El tren es la privatización de ayer, hoy toca decir adiós a las pensiones públicas. Gracias izquierda tricornio.