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Racismo
Del eslogan a la pura realidad: el antigitanismo es siempre institucional
La realidad sangrante de la brutalidad policial en base al perfil racial/étnico está todavía velada en nuestro territorio a causa de siglos de tabú en torno al carácter represor de las fuerzas de seguridad del Estado.
Afirmar que el racismo es institucional suena fuerte, inquietante y funciona, dependiendo del interlocutor, provocando adhesiones inmediatas o rechazos viscerales. No es una aseveración antigua en el contexto del Estado español, sin embargo, sobre todo en ciertos espacios, se está convirtiendo en una idea dominante. A pesar de que nos referimos a un logro, al menos en el ámbito del discurso, esta realidad presenta riesgos remarcables.
El primero de ellos, y el más urgente de todos, está relacionado con un proceso que atraviesa toda idea que alcanza fuerza social y política. Siempre corremos el riesgo de banalizar un análisis, de volverlo frágil, demasiado abstracto.
Esto no representa un problema para el mundo académico, donde, salvando las honrosas excepciones, mientras más abstracta, más sofisticada y difícil de aprehender es la idea, más valor de cambio acumula. Empero, en un ámbito social-político, que una idea se desencarne y se evapore implica su muerte como motor de transformación y su entrada triunfal en la pasarela de los conceptos inofensivos. En este sentido, podemos asegurar que cuanto mayor es el atractivo, en términos estéticos, de un pensamiento, más inútil es su alcance político. A partir de entonces, es fácil sucumbir; estamos presos del efecto estético del discurso, del poder que nos otorga como individuos con visibilidad; se nos olvida lo fundamental: la causa.
Que el antigitanismo, que no es sino una forma de racismo, es institucional, significa que emana del Estado, pero el Estado no es omnipotente
Afortunadamente, resulta harto sencillo reencontrar en toda su crudeza una idea como la que apunta al carácter institucional del antigitanismo, siempre que permanezcamos atentos a la realidad que nos rodea. Que el racismo es institucional no significa que es abstracto, sino todo lo contrario. Significa que hablamos de una cuestión de poder que se encarna verticalmente de formas concretas y que los agentes que lo activan son piezas del engranaje del Estado.
Que el antigitanismo, que no es sino una forma de racismo, es institucional, significa que emana del Estado, pero el Estado no es omnipotente. Rromani Pativ ha elegido, por razones pragmáticas, como objeto de su denuncia y análisis, el ámbito de la comunicación. Eso significa que aceptamos el hecho ineludible de que el altavoz de los medios de comunicación, que obedece a intereses políticos concretos, funciona como amplificador de las estructuras de poder que dominan nuestro mundo social, cultural y político. Así, lo que nos interesa no es la opinión de fulano o mengano, sino el reflejo mediático de la ideología que justifica nuestro sometimiento: el antigitanismo
La policía y los clanes payos
La realidad sangrante de la brutalidad policial en base al perfil racial/étnico está todavía velada en nuestro territorio a causa de siglos de tabú en torno al carácter represor de las fuerzas de seguridad del Estado. Si el Estado y sus instituciones monopolizan el uso “legítimo” de la violencia, ¿qué comunidades humanas serán las primeras en notarlo? Es evidente que el caso estadounidense despierta la fascinación general. A pesar de que la comunidad negra y latina siguen sufriendo pérdidas a causa de ello, todo lo yankee es mainstream. Incluso la crítica a lo mainstream es susceptible de transformarse en otro producto de consumo.Pero, ¿qué hay del papel de la Policía en lo que respecta a la persecución de la comunidad romaní en el contexto europeo?, y más concretamente, ¿qué hay del Estado español?
Sin la deshumanización, es decir, sin la banalización y deslegitimación de la humanidad de los pueblos que sufren el racismo, la violencia estructural racista sería contestada socialmente al instante
De un tiempo a este momento, los movimientos sociales, influenciados por la aparición del sujeto político racializado, han comenzado a señalar con más ahínco este fenómeno. Sin embargo, el camino no acaba sino de comenzar.
Sin la deshumanización, es decir, sin la banalización y deslegitimación de la humanidad de los pueblos que sufren el racismo, la violencia estructural racista sería contestada socialmente al instante. Que el antigitanismo es un problema político no debe hacernos olvidar que éste, como ideología, educa, consolida y naturaliza una percepción sobre nuestro pueblo que tiene efectos sociales y culturales; crea grupos de individuos que se perciben como superiores y grupos de individuos que se perciben como inferiores. En este sentido, un individuo racista es legitimado por una estructura de poder que lo educa, es decir nunca está solo. Un individuo racista es protegido y protege una estructura de poder y forma parte de una identidad colectiva.
Obviemos el contexto crítico de este medio. El contrato social nos hace consentir la mentira de que un sujeto que forma parte de una institución como la policía es un sujeto que sencillamente “cumple su trabajo”.
Desde el más conservador hasta al más crítico, toda persona gitana sabe que debe temer a la policía, que no puede confiar en la policía y que el trabajo de la policía o la Guardia Civil es controlarlos y señalarlos
Desgraciadamente, como gitanos nacidos y criados en la península, sabemos que esto no es cierto. Desde el más conservador hasta al más crítico, toda persona gitana sabe que debe temer a la policía, que no puede confiar en la policía y que el trabajo de la policía o la Guardia Civil es controlarlos y señalarlos.
Puede que, por conveniencia, por necesidad de salir adelante y, sobre todo, por miedo, lo niegue, pero se trata de algo que se ha integrado en nuestra forma de estar en el mundo. No basta para nosotros —y no debería basta para ellos— ese amigo guardia civil tan progresista que todos tenemos; ese antiguo compañero del instituto, tan formal, educado, respetuoso y buena persona, que se ha convertido en policía nacional y se gana el pan con el sudor de su frente. El trabajo policial, así como cualquier otra labor de control y disciplinamiento cuya fuente se encuentre en el Estado, fue diseñado, entre otras muchas cosas, para hacer efectiva y material esa deshumanización que nos persigue y se ceba con nosotros.
En cada una de las 250 pragmáticas [persecuciones] que abarcan 479 años, en cada uno de los intentos de exterminio, en cada uno de los golpes de porra, humillaciones y maltratos que nuestro pueblo ha sufrido y sufre, se encuentra la labor policial
Es un hecho constatable que, en cada una de las 250 pragmáticas [persecuciones] que abarcan 479 años, en cada uno de los intentos de exterminio, en cada uno de los golpes de porra, humillaciones y maltratos que nuestro pueblo ha sufrido y sufre, se encuentra la labor policial.
Por todo ello, no podemos decir que nos asombre lo descubierto en la página www.policiah50.com. Alarmados, determinados activistas por los derechos humanos nos han escrito pidiéndonos una reacción contundente de nuestra parte ante un uso racista del lenguaje y el discurso como el manifestado en este medio, sobre todo teniéndose en cuenta que tal página de internet es administrada por la Policía Nacional.
Perlas como “La Policía Nacional ha detenido a dos individuos de etnia gitana”, “Están instalados clanes de etnia gitana y marroquí, nos comenta un compañero de la UDYCO de Valladolid, es donde más armas hay y es difícil trabajar allí, estas expuesto”, “Sobre las 01:45 del día 1 de enero se batían en un duelo a plomo dos familias de etnia gitana”, “En el trascurso de la misma fueron rodeados de gran número de personas de etnia gitana y toxicómanos que frecuentan esta zona de la Cañada Real Galiana”, “Tras una reyerta entre diferentes clanes gitanos fallece un varón”, “Un varón de etnia gitana, de 48 años de edad, ha sido detenido en Xirivella, Valencia, por un delito contra la salud pública”, “Los primeros indicios apuntan a un enfrentamiento entre clanes rivales de etnia gitana” pueblan la citada página enmarcándonos como criminales incorregibles: hay una relación entre el crimen y la identidad gitanas, tal es la idea que machaconamente anida tras este tipo de prácticas periodísticas, por muy inconscientes que ante ello se pretendan mostrar los autores de este tipo de escritos.
La persecución no cesa
Nos vienen a la memoria las palabras de Gómez Alfaro sobre el papel histórico de la Guardia Civil, extensibles a la Policía: “Entre las funciones que tuvo asignadas desde un primer momento (real orden de 29 de julio de 1852) figuró una rigurosa y específica vigilancia de los gitanos, obligación literalmente recogida en la reforma reglamentaria de 1943 y no abolida hasta 1978”. De poco nos servirán esos partidos de fútbol amistosos que durante los días señalaitos se celebran entre policía, Guardia Civil y ciudadanos gitanos de a pie para lavarle la cara a las instituciones del Estado si, precisamente, los responsables de la administración de la disciplina, el orden y la violencia en nuestra sociedad nos señalan, etiquetan y criminalizan.Disculpen si en esta como en otras ocasiones no nos quejamos por no ser “protegidos” por los denominados cuerpos de seguridad del Estado; por torcer amargamente el gesto al pronunciar la palabra “seguridad”. Si esta es la práctica periodística, podemos imaginar lo que sucede a pie de calle, y no porque nos lo hayan contado sino porque lo hemos vivido desde que tenemos memoria como pueblo.
En otra noticia, los responsables de la página se preguntan, a tenor de una crítica a la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena: “En su recalcitrante afán de sobreprotección en favor de cualquier súbdito extranjero que se precie, Carmena pone en duda la profesionalidad e integridad de los miembros de la Policía Municipal de Madrid en el desarrollo de sus funciones. ¿Por qué se debe dispensar un trato diferente a un ciudadano gitano o uno rumano respecto al resto de ciudadanos españoles ?”.
Si realmente están interesados en dispensar un trato igualitario a todos, ¿por qué se empeñan, lesionando todos los principios éticos e incluso constitucionales, en señalar la procedencia étnica/racial de los ciudadanos en sus noticias de sucesos? Porque ustedes son la Policía
Dejaremos a un lado, aunque sea muy difícil hacerlo, el estilo, la cadencia y sobre todo el tono revelador de las palabras citadas, que nos hacen situarnos de nuevo en un universo lamentablemente muy conocido para nuestro pueblo y otras comunidades humanas, para responder con otra pregunta. Si realmente están interesados en dispensar un trato igualitario a todos, ¿por qué se empeñan, lesionando todos los principios éticos e incluso constitucionales, en señalar la procedencia étnica/racial de los ciudadanos en sus noticias de sucesos? ¿Por qué pasan por encima de los manuales pedagógicos sobre el código deontológico periodístico? ¿Por qué usan un lenguaje que reclama la importancia de la procedencia étnica/racial en el acometimiento de crímenes y desmanes violentos? ¿Por qué no nombran la procedencia de los no gitanos, de los nacionales cuando las noticias versan sobre ellos? No se molesten, conocemos la respuesta: porque ustedes son la Policía.
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Si nos ponemos estrictos, no habrían de citarse numerosos datos que no afectan en sí mismos al suceso de turno que aparece en prensa. En ese sentido, qué pueden pensar las personas nacidas en determinado lugar cuando alguien de ésa localidad comete un delito y citan su procedencia. Debería mencionarse en un asesinato el género de las personas implicadas, víctima y verdugo? Aporta algo a la resolución del mismo saber que el asesino es un hombre y la víctima una mujer, por ejemplo? Tenemos la piel muy fina para lo que queremos. Aportar datos realmente accesorios se puede hacer por costumbre o por echar leña al fuego, es cierto. A mí sí me suele interesar saber algunos detalles inútiles para hacerme en ocasiones una idea, un imaginario social aproximado......
Por lo menos han esperado dos meses, después del asesinato de Laura Luelmo a cargo de Bernardo Montoya en Andalucía, y de Edu a cargo del clan de los pistoleros en Sant Andreu, para hablar por enésima vez de antigitanismo.