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Reducción de jornada
Joan Sanchis (Compromís): “El debate de la reducción de jornada y la renta básica va a avanzar por inercia histórica”
El debate de la reducción de jornada laboral coge velocidad de crucero. Grandes multinacionales como Unilever en Nueva Zelanda o Microsoft en Japón, pequeños países como Islandia o cafeterías en el corazón de Madrid ya han decidido apostar más por la productividad y la conciliación que por la “cultura del esfuerzo”, que se suele traducir en horas extras y sillas calientes.
En el Congreso de los Diputados ha entrado de la mano de Más País, pero no ha sido la primera institución pública en el Estado que ha decidido promover y estudiar los beneficios de una reducción de jornada. Desde que Compromís entrara en el gobierno de la Generalitat Valenciana, el Secretario Autonómico de Empleo, Enric Nomdedeu, arrancó una serie de debates en torno al futuro del empleo que fueran más allá del “derogar la reforma laboral”. A su lado, como asesor, tiene a Joan Sanchis, economista y profesor asociado de Economía Aplicada de la Universidad de Valencia y uno de los impulsores del proyecto piloto que con un presupuesto de diez millones de euros y tres años por delante pretende demostrar que se puede disminuir el tiempo de trabajo sin reducir el salario y con la misma o más productividad.
Sanchis charla con El Salto para explicarnos el proyecto valenciano, pero también sobre las ventajas que tiene trabajar menos sobre la salud mental, la conciliación y el medio ambiente. Además, abre el debate sobre el papel del sindicalismo, de la tecnología, la relación entre trabajar y vivir, o la necesidad de una renta básica ante el futuro que nos espera.
¿De dónde sale la idea? ¿Cómo se os ocurre arrancar un debate y un proyecto de un tema que hasta ahora no se ha abordado en muchos lugares?
Nosotros entramos en el Gobierno en 2016 y en aquel entonces nos planteamos cómo repensar las políticas de empleo y leyendo sobre el tema y dentro de un debate más general sobre el impacto de la tecnología o la inteligencia artificial, nos surge esta idea de la reducción de la jornada laboral. La vemos como una posibilidad factible y deseable, que además nos permite resolver retos en tres ámbitos: el de la productividad en el ámbito económico; los problemas sociales y salud mental vinculados al ámbito laboral y por último el tema medioambiental.
En 2018 ya lanzamos esta idea, fuimos los primeros, y al principio nos miraban como utópicos o como si estuviéramos fuera de la realidad. Pero la verdad es que el tiempo nos ha ido dando la razón. A partir de ahí empezamos a pensar en cómo ponerlo en marcha. Montamos varias jornadas sobre el futuro del empleo pero que fueran un poco más allá del “derogar la reforma laboral” y otros temas así que siempre se repetían. Desde entonces lo que hemos hecho es empezar este plan, que se está tomando como referencia en las negociaciones a nivel estatal. Esta misma semana hemos estado en el Ministerio de Industria presentando este proyecto, por ejemplo.
¿En qué consiste y cómo se va a poner en práctica?
El plan consiste en tres patas. Ayudas económicas para las empresas que voluntariamente decidan reducir la jornada laboral estando de acuerdo con sus trabajadores y sin reducir el salario. Les compensaremos el incremento de coste laboral por hora que van a tener debido a esa reducción de jornada. O sea, ayudas directas a cambio de ciertos requisitos, como lo del salario o que no reduzcan el número de empleados. Esta pata es similar a la de Más País, pero ellos lo harán referenciado al ámbito de la innovación por un tema competencial.
La segunda es que, al ser servicio de empleo público, podemos dar ayudas a la contratación para las empresas que necesiten contratar más trabajadores para cubrir las jornadas laborales. Serán ayudas de hasta 20.000 euros según el tipo de persona que se contrate. Y por último, vamos a dar un paquete de medidas de formación para que mejoren su gestión del tiempo dentro de la empresa. Cuando nos soliciten una ayuda, las empresas tendrán que presentar un plan de modernización y mejora de la productividad donde nos expliquen cuáles de estas acciones van a implementar. Para ello, el programa constará de 10 millones de euros que se van a repartir en tres años.
Conciliación
Reducción de jornada Sobre la batalla por el tiempo
¿Qué objetivos os habéis marcado? ¿Qué pretendéis?
Los objetivos básicos también son tres. Por un lado hemos insistido mucho en el problema de la productividad, que es la clave para que podamos sostener los salarios trabajando menos tiempo. España es uno de los países que más horas trabaja de Europa y la OCDE pero de los que menos productividad tienen. La cultura organizativa de las empresas no está adaptada a las necesidades de hoy en día. Tenemos que apostar por la innovación organizativa. Siempre hablamos de la técnica, de inventar cosas, pero no pensamos tanto como nos organizamos. Ese es uno de los vectores principales de nuestros proyecto.
Tenemos un problema de salud muy importante ahora mismo en este país que en un alto porcetaje está vinculado al trabajo
La segunda serían los objetivos sociales, que pasan por mejorar la salud de los trabajadores. Tenemos un problema de salud muy importante ahora mismo en este país que en un alto porcetaje está vinculado al trabajo. Además de los problemas de conciliación.
Por último, el objetivo medioambiental. Hay que tomar medidas valientes para luchar contra el cambio climático y creemos que esta medida puede ayudar en diferentes sentidos. Se puede reducir el número de desplazamientos al reducir la jornada un día, pero además también podemos acostumbrarnos a una vida más relajada donde, por ejemplo, tengamos más tiempo de cocinar en vez de comprar comida precocinada envuelta en plásticos.
En estos dos últimos puntos que citas, la conciliación y el enfoque ecológico, chocan las propuestas de reducir a cuatro días o una reducción de horas de la jornada diaria pero seguir trabajando cinco. ¿Cuál es tu postura con este debate?
Nosotros en los sitios donde lo estamos impulsando y en el propio plan nos da igual si es una opción u otra. Al final lo de hablar de cuatro días es una manera de visualizarlo y que la gente lo entienda fácilmente. Entendemos las dos posiciones y creemos que las dos pueden ser positivas. También tiene mucho que ver el tipo de empresas. No es lo mismo una empresa tecnológica como algunas que las están aplicando u otros casos como los servicios que necesitan estar abiertos todos los días.
¿Qué resistencia os habéis encontrado en el proceso?
Pues la verdad es que no muchas. Nos hemos encontrado dudas e incomprensión de aquellas personas que no entienden bien el conjunto de la propuesta. Pero no hemos encontrado grandes reticencias. Sí que recuerdo en 2018 cuando Nomdedéu lo presentó que para algunos diarios era una locura. Recuerdo que uno de los principales medios valencianos ilustró la noticia con una hamaca y una sombrilla en la playa.
Nos han vendido durante tanto tiempo que somos vagos y que trabajamos mal, pero ya trabajamos muchas más horas que en otros países y no nos funciona
Os tachaban de vagos.
Nos han vendido durante tanto tiempo que somos vagos y que trabajamos mal, pero ya trabajamos muchas más horas que en otros países y no nos funciona, por lo tanto tenemos que repensarlo.
Y por la parte empresarial hemos tenido muy buena acogida. Lo pasamos a los actores sociales y a la patronal valenciana y desde un primer momento nos dijeron que les parecía bien al ser algo voluntario. Nosotros no creemos que se pueda hacer de manera unilateral. Por lo que hemos encontrado, más allá de un poco de escepticismo al principio, un buen ambiente para colaborar.
Los agentes sociales, como los sindicatos, también lo han recibido muy bien. Por ejemplo UGT lo ha declarado una de sus prioridades en su último congreso. Al final las suspicacias que hayan suelen tener un transfondo más político. La medida está clara y aunque haya cosas que tengamos que debatir, como el tema que hemos comentado de los cuatro días o las 32 horas, pero todos coincidimos en que debemos trabajar menos y ser más productivos, a la vez que atacamos a problemas como la salud mental o el cambio climático.
Ahora que hablas de los sindicatos, hasta hace 100 años la lucha por la reducción de la jornada siempre fue una de las principales batallas de los sindicatos, hasta que se atascó en las 40 horas. Como dices, parece que, entre los grandes, solo UGT se ha posicionado a favor y sin dudas. ¿Por qué crees que a los sindicatos todavía les cuesta apoyar la lucha por la reducción de jornada?
Yo creo que el sindicalismo trabaja en un marco cognitivo muy influenciado y con una herencia directa de la industrialización. Donde empiezan a tomar fuerza es en la concentración de trabajadores en grandes fábricas. Por lo que la manera de entender la realidad económica de estos aún descansa en algunos de estos parámetros que hoy en día están obsoletos. Y si me pongo en su piel, que en cierto modo ya lo hacemos ya que nosotros somos el servicio público de empleo, es complicado estar diciendo que hay que trabajar menos. Es difícil para ellos ver y defender que la automatización y la robotización son cosas buenas que vienen a liberarnos del trabajo. En los sindicatos la tecnología se ve como una amenaza cuando se debería ver como una oportunidad. Todas esas cuestiones son difíciles de afrontar.
Lo que hace falta es un cambio estructural mucho más grande, un cambio hacia una nueva forma de entender el trabajo hacia el servicio de las personas y no como una finalidad en sí mismo
Todo esto descansa sobre una ética del trabajo que nos han impuesto a partir del siglo XV y XVI, de la reforma protestante, que nos ha hecho creer que el trabajo es necesariamente bueno, nos va a sanar y proveer de la salvación divina. Todo esto está muy dentro nuestro. Nos sentimos culpables, lo cual tiene consecuencias muy graves en la salud mental de las personas que están en desempleo. Es hora de revisar la ética del trabajo para buscar una que sea más saludable. Lo que hace falta es un cambio estructural mucho más grande, un cambio hacia una nueva forma de entender el trabajo hacia el servicio de las personas y no como una finalidad en sí mismo.
Este cambio del que hablas y que parece que a los sindicatos les cuesta, sí que vemos que viene impuesto por parte de instituciones públicas. A mí me preocupa mucho que los fondos europeos y las líneas que marcan desde Europa hablan mucho de la digitalización y de la inversión que se necesita hacer en esa digitalización, sin poner en debate en ningún momento que esa digitalización se suele traducir en pérdidas de empleo. Al ver el plan enviado por España a Europa o las propias directrices europeas para la recuperación, no parece que se le ponga una solución a ese agujero y desaparición de puestos de trabajo.
Claro, pero al final creo que hay una cuestión más de fondo y que vamos a tener que afrontar en algún momento: la desvinculación de los ingresos del trabajo. Es decir, no hay ninguna regla no escrita que diga que tiene que haber trabajo para todos. Eso es una realidad que nadie se plantea, pero es una realidad. Además si muchos de esos trabajos son rutinarios o peligrosos, como son muchos en la industria o como el que hizo mi padre durante 30 años, tampoco es calidad de vida. Por lo que hay que empezar a plantearnos cuestiones y mecanismos como la renta básica, que van a tener que estar sobre la mesa.
Hay que determinar mecanismos de redistribución de la renta que facilite la desvinculación de los ingresos del trabajo
Somos una sociedad que hemos avanzado tecnológicamente para eliminar gran parte del trabajo y esto se debería ver con buenos ojos, pero claro, hay que poner los mecanismos necesarios para que esa mejora increíble de la productividad que acumulamos desde el Siglo XIX no engorde solo los beneficios empresariales. Hay que determinar mecanismos de redistribución de la renta que facilite la desvinculación de los ingresos del trabajo. Porque eso es lo que al final nos va a hacer más libres y la libertad es el bien más preciado que tenemos. Tomar decisiones con libertad, dedicarnos a lo que nos gusta, ser felices con nuestra familia, ese debe ser el objetivo de nuestras vidas y no ir a ganar dinero a una fábrica.
Con la renta básica universal ha pasado como con la reducción de la jornada laboral, que al principio se veían como una cosa loca y ahora ya se ve como una cosa que puede ser muy positiva en muchos aspectos. Por lo que este debate tiene que ir obligatoriamente unido a la reducción de jornada laboral y la gestión democrática de la tecnología. Debemos apoderarnos de nuestro futuro y tomar las decisiones que nos convengan y ahí la tecnología también tiene que ser gestionada democráticamente y ponerla al servicio de las personas.
Compromís y Más País habéis abierto ese debate, ¿cómo lo veis en unos años?
El debate se ha desarrollado de una manera rapidísima y a nosotros nos ha sobrepasado. Aquí lo estábamos trabajando y de repente se ha acelerado, tanto en el debate político como por estas otras propuestas que han aparecido, tanto como por la parte empresarial que en cuanto hemos publicado el programa se han acercado interesadas muchas empresas y hemos tenido reuniones con algunas muy grandes. Ahora el gran reto es estar a la altura de las expectativas, tanto aquí como a nivel estatal. En las reuniones que hemos tenido con el Ministerio de Industria nos miraban igual que lo hacía la prensa en 2018, como unos locos que llegan con una ocurrencia. Pero ahora la preocupación, incluso del propio ministerio, es hacerlo bien, que no se nos vuelva en contra. Y es complicado, porque España, y la Comunidad Valenciana en particular, vamos a ser pioneros a nivel mundial. El Gobierno de Escocia, que tiene planes de abordar la reducción de jornada también, se está fijando mucho en lo que hacemos nosotros y nos han preguntado. Pero al no tener referencias se hace más complejo.
A medio plazo, el debate en unos años dependerá de cómo funcionen las políticas públicas que ahora mismo estamos diseñando, pero a largo plazo el debate es inexorable y cada vez son más empresas en el mundo las que se suman. Avanzamos en esa dirección. Si aumentamos la producción es normal que reduzcamos el trabajo, ha sido así a lo largo de la historia, excepto en las últimas décadas donde ese avance se ha parado en seco.
El capital le ha ganado al trabajo.
Claro. Pero ahora se están poniendo encima de la mesa otros debates como la salud mental que están ayudando a visualizar esta necesidad de abordar cambios en el ámbito laboral y cómo abordamos nuestras vidas. Entonces creo que el debate va a seguir creciendo. El debate de la reducción de jornada y la renta básica va a avanzar por inercia histórica, que nos lleva en esa dirección aunque hayamos parado unas décadas.