Sáhara Occidental
La mata del desierto

Marruecos superaba a Almería en exportación de tomates en 2020. Por primera vez. Pero la huella de su producción evidencia que gran parte de estas cifras provienen de la región de Dajla, en el Sahara Occidental ocupado.
Marruecos y Sahara
Concentración en Madrid contra la política exterior marroquí. Eduardo G. Cuasimodo

Wiriko

22 abr 2021 07:12

La incertidumbre almeriense

—“¿Ahí abajo aónde?
Yo no veo ná”.

A Dolores le caen algunas semillas humedecidas y rebeldes después del mordisco al tomate.

—“José, acércame el paño ese de ahí”, se escucha mientras en la imagen que ofrece Skype aparecen 3 jarrones con geranios rebosantes de color rosa y blanco en la ventana trasera, un cuadro de la Virgen del Mar (patrona de Almería), un almanaque del 2018 y una mesa sobre la que reposan dos tomates más, un chato de vino y un gato que viene y va con ruido de hambre en las tripas.

Desde el otro lado de la pantalla, la intención es mostrarle a Dolores, a través de un Google map, las granjas cubiertas de plásticos a escasos kilómetros de la costa de Dajla, en los territorios ocupados del Sáhara Occidental. Edificadas de forma ilegal e incumpliendo las diferentes resoluciones de Naciones Unidas, estas construcciones se encuentran en un radio aproximado de 70 kilómetros. Y son, sin saberlo, parte de la preocupación de esta agricultora andaluza de 76 años que cada mañana entre resistencias artríticas, acuna su hectárea y media de terreno, cerca de la pedanía almeriense de San Isidro de Níjar. “Nosotros que plantamos tomates los tenemos que vender pa’ fuera. Y después resulta que el Gobierno decide comprárselos a los vecinos. ¿Tú ves eso normal? Nos estamos arruinando”.

“La producción de tomates que salen de los al menos once espacios productivos en las inmediaciones de Dajla, lo hacen vía terrestre, en camiones que los transportan hasta Agadir, en territorio marroquí. Allí se mezclan con el resto de producción.”

Lo cierto es que la Asociación de Organizaciones de Productores de Frutas y Hortalizas de Andalucía (APROA) o su homóloga almeriense Coexphal, en su balance de cuentas del año pasado lo subrayaban: por primera vez, Marruecos superaba a Almería en exportación de tomate (486.878 toneladas frente a las 417.826 toneladas). Además, de las cerca de 200.000 toneladas de esta hortaliza importadas por España, unas 80.000 procedían de Marruecos, el principal origen de esta importación tras Portugal y Holanda. “Marruecos ha pasado de enviar a España 18.045 toneladas en la campaña 2013-2014 a 79.655 toneladas en la campaña 2019-2020, con un incremento cercano al 350%”, anunciaba Luis Miguel Fernández, gerente de Coexphal.

Pero en los datos, hay trampa.

Como han indicado Celia Murias y Jesús García-Luengos, autores de un reciente estudio publicado por la ONG Mundubat: “La producción de tomates que salen de los al menos once espacios productivos en las inmediaciones de Dajla, lo hacen vía terrestre, en camiones que los transportan hasta Agadir, en territorio marroquí. Allí se mezclan con el resto de producción de tomate de los invernaderos de esta región de Souss, incurriendo ya en este primer paso de la cadena de exportación en la llamada marroquización del producto, siendo empaquetado y etiquetado como producto producido en Marruecos”. Es decir, las cifras sobre el tomate marroquí que llega a España o Europa estarían infladas debido a este robo a plena luz del día. Desconsuelo. Cinismo. Coger aire para gritar esa expresión castellana llena de luz: “¡atrapen a los chorizos!”

La logística de Saint Charles International

Muy cerca de la frontera entre España y Francia se encuentra uno de los epicentros de la comercialización y logística de frutas y hortalizas a nivel europeo. Y Fátima, de origen marroquí y criada en Perpiñán (sur de Francia), conoce bien el polo industrial de Saint Charles International. Hace unos meses por motivos de la pandemia, dos de sus primos tuvieron que estar algunas semanas sin poder salir de la ciudad de Agadir, desde donde conducían camiones cargados de hortalizas destino a Perpiñán.

“Yo me dedico a la seguridad privada en la zona y sé que este lugar no descansa nunca. Los 365 días del año. Algunos familiares han hecho la ruta desde Marruecos”, explica la treintañera. “Y pagan bien estos viajes, ¿sabes?”, apostilla. Según el informe La ruta del tomate, elaborado por el Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG), el transporte en camión frigorífico desde Agadir, en el Valle del Souss hasta Perpiñán (2.240 Km. de distancia), llega a 3.600 euros, lo cual representa 1,60€/Km.

En este nodo industrial en el sur del país galo se encuentran dos de las multinacionales francesas vinculadas al negocio del tomate cuya procedencia sería el Sáhara Occidental, según denunciaba la ONG Western Sahara Resources Watch (WSRW). Las separan cinco minutos en coche y un abismo de transparencia y dignidad. En primer lugar, el Grupo Azura, integrado por dos empresas: Maraissa (encargada de la producción y el acondicionamiento de las verduras en Agadir) y Disma International (plataforma logística y comercial en Perpiñán). En segundo lugar, se encuentra el grupo Soprofel que aglutinaría a la marca Ydil, con 650 hectáreas de invernaderos. Esta sociedad se estableció en la región de Souss Massa, en Marruecos, para posteriormente, en 2006, implantarse en Dakhla con la ayuda del empresario saharaui Hassan Derhem. Tanto Idyl como Etoile du Sud distribuirían sus mercancías a través de su centro logístico en Châteaurenard, Francia.

La penetración de Marruecos en el mercado francés la corroboran desde el número 23 de la revista Logística (página 10): “Pese al interés de los exportadores de Marruecos de ampliar nuevos destinos, Saint Charles se convierte en su mercado natural y más del 50 por ciento de las entradas son de tomate. Y es que firmas como Top Fruits, Suncrops, Pavifruits, Frulexxo, Faus Durá, Sofruce, además de Agri-Ma International y Disma International disparan las cifras de tomate de Marruecos en Perpiñán”.

A día de hoy, Marruecos está utilizando la industria agrícola como una potente herramienta para el asentamiento de colonos en el territorio saharaui

Entre los grandes grupos marroquíes destacan: Domaines Agricoles (GEDA), propiedad del monarca marroquí que contaría con más de 12.000 hectáreas, Agri-Souss, y el Groupe Kabbage, propiedad del alcalde de Agadir. Esto implica que, a día de hoy, Marruecos está utilizando la industria agrícola como una potente herramienta para el asentamiento de colonos en el territorio saharaui. Pero, además, el modelo impuesto por Marruecos al territorio del Sáhara Occidental “vulnera no solo los derechos económicos y sociales de la población saharaui, sino que pone en riesgo los propios derechos ambientales frente a la sobreexplotación de los recursos hídricos y otros generados”, recalcan Murias y García-Luengos. Una idea en la que insiste el economista agrícola Najib Akesbi: “Los planes del monarca han promovido un modelo alejado completamente de la soberanía alimentaria, aumentando de hecho la dependencia alimentaria de la población”.

Hay un lento hundimiento del despropósito de las cifras, de los anuncios sobre comercio internacional que llegan desde Marruecos. Una codicia insensible como la que explora en sus declaraciones Ahmed Baba Amar, designado como presidente de la Cámara de Agricultura de la región de Dajla por el rey Mohamed VI. Su misión es la de normalizar el relato de las “Provincias del Sur”. En una entrevista reciente explicaba que la región “exporta más de 87 mil toneladas de productos agrícolas de alta calidad. (…) Y hará de este enclave un polo agrícola por excelencia en paralelo con el proyecto del puerto de Dajla Atlantique que garantizará a los inversores exportar directamente desde la ciudad”. Un modelo que persigue posicionar a la región de Dajla en una piedra angular del comercio de África occidental bajo el silencio de Naciones Unidas.

¿La luz? No hace falta que la apaguen

Mutis 1. El síncope llega en los últimos veinte segundos de un vídeo resumen de la agenda cargada de la ministra Reyes Maroto publicado en su perfil de Twitter. No hay duda de que se reunió con Moulay Hafid Elalamy, ministro marroquí de Industria, Inversión, Comercio y Economía Digital el pasado viernes 16 de abril en plena guerra abierta entre el Frente Polisario y Marruecos. Ni rastro en la prensa. Según se explica en el vídeo, la reunión tenía como principal objetivo “reforzar las relaciones en el ámbito económico y comercial”.

Mutis 2. El máximo representante para velar por los intereses del campo español recae actualmente en la persona de Luis Planas, ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación desde 2018. Planas fue embajador de España en Marruecos entre 2004 y 2010. Y no es casual que esté lidiando en la mismísima trinchera asuntos de máxima relevancia política cual bombero pirómano. El sonrojo viene ahora: gracias a las revelaciones de Wikileaks, el diario El País publicaba una noticia en 2010 que confirmaba que, bajo el auspicio del entonces embajador Planas, España apoyó en el Sáhara una solución favorable a Marruecos.

En 2014, el ex ministro de exteriores Miguel Ángel Moratinos era condecorado en Rabat por la Fundación Diplomática marroquí por ser “un gran amigo de Marruecos”

Mutis 3. La ola socialista que antaño abanderara la celebración de un referéndum en el Sáhara Occidental, se encumbró rápido por los servicios prestados en la década de los 2000. En 2014, el ex ministro de exteriores Miguel Ángel Moratinos era condecorado en Rabat por la Fundación Diplomática marroquí por ser “un gran amigo de Marruecos”. En 2016, el ex presidente José Luís Rodríguez Zapatero recibía una de las máximas condecoraciones impuestas por el monarca marroquí, el cordón alauí de clase excepcional. En 2018, el propio Zapatero insistía en una entrevista en que Marruecos es “el reino de la modernización y la democratización”.

Mutis 4. ¿Y ahora? ¿Será suficiente para conmover a la población española? Vaya usted a preguntarle a Dolores, la de San Isidro de Níjar, mientras se sacude la tristeza. A ver cómo ve lo de hacer conservas para los próximos y venideros años.

*Esta serie de investigación ha sido posible gracias a la ONG MUNDUBAT y a la financiación del Ayuntamiento de Madrid

 


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